Prólogo

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Habían pasado cinco años desde que Edwin Allen había asistido a una fiesta de esas. En general, las semanas campestres de lady Pembroke eran de agrado de toda la sociedad, y bastante anheladas por aquellos jóvenes que ya se sentían preparados para entrar en el mundo trágico pero ineludible del matrimonio. Él no estaba preparado, y dudaba que algún caballero de veinticuatro años, recién salido de la universidad, lo estuviese; a menos, claro que fuese un hombre con un fuerte sentido de la responsabilidad y apego a lo tradicional, virtudes que no podría adjudicarle jamás. En realidad, era muy difícil que le adjudicaran alguna virtud.

Edwin sonrió ante el pensamiento y tomó un sorbo de la copa, su única compañía en el solitario jardín. Para su gran fortuna, era el baile de inauguración y todos estaban dentro festejando, por lo que nadie podía importunarlo. No era que detestase las fiestas o a las personas, solo que él prefería entretenimientos más interesante, de preferencia, con mujeres menos recatadas que las ahí presentes y caballeros tan bromistas como él. Todavía recordaba la discusión que tuvo con Julian al respecto.

—Sé que eres un adulto, pero el sentido común me dicta que no es conveniente dejarte solo en casa —había dicho su hermano Julián con tono inflexible después de que Edwin rechazara rotundamente la idea de ir a la semana campestre de lady Pembroke.

—Si ese es el único inconveniente, me quedaré en un hotel —había respondido él, haciendo que en los rasgos de Julián apareciera esa mueca contrariada que tanto le divertía.

—No, no es el único. Estás en edad de empezar a introducirte en sociedad. La aristocracia sabe que te has graduado, les ha resultado toda una sorpresa porque todos juraban que te expulsaría. Han empezado a incluirte en las invitaciones.

—Espero que no tengan la absurda idea de que me he reformado, porque de ser así...

—Edwin —había interrumpido su hermano—. Ya no eres un jovenzuelo.

—Que haya pasado la etapa de bromas no me hace un caballero respetable. No tengo ánimos para tratar con gente estirada y damas que parpadean como si los ojos se le fueran a secar solo por no pestañear cada medio segundo. ¡Por Dios, Julián! Sabes que asistir a esas fiestas en particular es gritar que se está buscando esposa. Estoy muy joven para eso. No pienso ir y es mi última palabra.

Por supuesto, no había contado con que el conde de Granard, que siempre había sido más bien benevolente con él y su melliza Clarice, se pusiera inflexible en el tema. Había pocas personas que pudieran obligar al famoso mellizo Allen a hacer algo que no deseaba, y Julián estaba en ese reducido que solo conformaban su hermano y Clarice. El primero porque había sido lo más cercano que tuvo de una figura paterna cuando quedaron huérfanos a los siete, y la segunda porque era su melliza, su otra mitad, y no había nada que Edwin no hiciera por ella, aunque moriría antes de confesárselo. Así pues, valiéndose de ese respeto que Edwin le tenía, había conseguido arrastrarlo hasta ahí.

Por fortuna, Edwin era el cuarto hijo de un conde y sus posibilidades de heredar un título eran casi nulas, de lo contrario, estaría rodeado de jóvenes casaderas que lo asfixiarían con sus perfumes de rosas y lo marearían con tanto aleteo de pestañas. No tener una fortuna considerable y ser bastante joven tenía sus ventajas. Cuando todos comprendieran que no se había regenerado (y él se encargaría de que quedase claro) todo volvería a la normalidad. La aristocracia apenas le enviaría invitaciones y darían un paso hacia atrás cada vez que lo vieran entrar, después de todo, si algo inspiraban los mellizos Allen, era cautela, no era para menos. Todos conocían que fueron los mellizos quienes, a la tierna edad de diez años, liberaron a los perros de caza en el almuerzo de lady Milford, y ni que decir de cuando Edwin había incendiado un salón de Eton y por eso fue expulsado. La sociedad estaba siendo demasiado idiota al pensar que un personaje como él se podía regenerar. Sabían que algunas matronas estaban desesperadas por casar a sus hijas, pero no era necesario llegar a fantasías absurdas.

Un caballero inconveniente. Retirada 31 De julio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora