PREFACIO

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El ser humano percibe a diario la Magia. Si siente presencias, oye ruidos desconcertantes, tiene premoniciones o interpreta de forma inconsciente distintas señales, sin darse cuenta, está siendo evaluado para un posible reclutamiento.

Algunos miran pero no ven. Otros oyen pero no escuchan. La mayoría cree en la casualidad, sin comprender que la causa es la determinante del efecto.

Hombres y mujeres nacen con el don mágico pero no les interesa desarrollarlo. Otros llegan al mundo sin gracia alguna, pero se desviven por alcanzar un poder más allá de lo terreno. Y muchos son aptos pero no dignos.

Todos utilizan el diez por ciento de su capacidad cerebral, pero con esto no nos referimos a la actividad del cerebro en sí. Es comprobado por la ciencia que sus células están activas en su totalidad. Sin embargo, el ser humano guarda una condición mágica latente que busca con frecuencia ser despertada.

La Magia es pura y natural en niños menores de siete años. Luego, estas aptitudes son bloqueadas al volverse parte del consciente colectivo, el cual niega su existencia, tildando de lunáticos y charlatanes a quienes la practican.

Desde hace siglos, los métodos para identificar a aquellos merecedores de desarrollar sus capacidades mágicas —a los que llamaremos adeptos—, no han cambiado, aunque sí sus formas.

En la década del setenta, los niños reclutados para el estudio de la Alta Magia iban acompañados por tutores. En los noventa, se iniciaban dejando atrás a sus familias y seres queridos. Hoy día —siendo el año 2037—, los despertados pueden desplegar sus habilidades mágicas a partir de sus primeras palabras o alcanzar la consagración incluso en el útero materno.

Saber, osar, querer y callar son los cuatro verbos que el adepto debe respetar en su vida espiritual para evitar paradojas en los no aptos ni incomodarlos a causa de sus actividades.

Aquellos que llegan a la consagración se convierten en magos, hechiceros o brujos, que aprenden a utilizar, en su mayoría, el cincuenta por ciento de la Magia instalada en su cerebro. Solo unos pocos desarrollan más del ochenta y, por tal motivo, poseen grandes posibilidades de realizar eventos maravillosos.

Así como los consagrados reclutan nuevos adeptos, hay seres de otros mundos que buscan escoltar terrícolas cercanos a la iluminación. Estos son conocidos como dioses y están a la urgente espera de la encarnación de las almas evolucionadas.

En tal contexto transcurre la totalidad de esta historia que, tal como sostiene la admirable consagrada Lyla Ourionsys en nuestros días, comienza en el año 1996.

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AQUELARRE, La isla del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora