Capítulo 7 - Astaroth

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Aquella criatura que se alzaba frente de ambos se hacía llamar Astaroth, o al menos era lo que iba promulgando. A Seth no le sonaba para nada el nombre, pero si recordó que el tamaño de estos estaba muy relacionado con su poder. Aquello solo podía significar que se habían topado con uno al que apenas podrían hacerle frente. El pelinegro no estaba ni seguir de si podrían hacer algo si su equipo estuviera aquí ayudándolos también. Solo deseaba que aquel demonio no tuviera planes demasiado macabros con ellos dos.

Este no paraba de mirarlos mientras sonreía complacidamente, mostrando sus grandes dientes afilados medio podridos. El aliento fétido llegaba hacia el moreno y el pelinegro, que tuvieron que luchar por no mostrar arcadas o, incluso, vomitar. Aquella criatura olía demasiado mal, como si llevara muerta más de un siglo. Seth, en un acto de valentía, se puso entre Astaroth y Vicent, para proteger a este último pues sabía que tenía poco que hacer con sus escasos conocimientos elementales.

Aquella criatura que los atormentaba se salía de lo normal. El cuerpo humanoide era muy corpulento, tenía músculos que jamás había pensado que existían. Tenía cuernos a ambos lados de la cabeza en forma de lira y uno en medio más discreto y recto. Llevaba solo un trapo de color marrón atado a la cintura, aunque por atrás estaba medio levantado por culpa de las grandes dimensiones de su cola. Sus uñas... eran escalofriantes. Eran más largas que sus propios dedos y estaban perfectamente afiladas. El pelinegro sabía que se podían encontrar pequeños seres que dificultarían su camino hacia la meta, pero este de pequeño no tenía nada. Además, se había cargado a la gran mayoría de integrantes del equipo de Vicent y reconoció que algunos no eran malos.

Dejando a un lado de que aquello fuera ya muy raro, estaba el hecho de que no hubiera ningún vigilante o árbitro por los alrededores vigilando que nadie se hiciera daño. O al menos no podía ver a ninguno. Además, se suponía que no debían temer por su integridad pues no estaban permitidos los daños severos en la prueba. Después estudiar detenidamente las características de la situación en la que se encontraban, una corriente eléctrica subió por su espalda, poniéndole el bello de punta. Estaba aterrorizado pero no quería mostrarlo. El orgullo era algo que estaba muy fuertemente agarrado a él. Apretó los puños con fuerza concentrándose en el dolor que producía para no dar un paso atrás.

–¿Qué es lo que quieres? –preguntó el pelinegro enfadado cuando pudo contener su boca de las vibraciones causadas por el miedo.

Su cuerpo se tensó a la espera de otro impacto en su cuerpo, pero no llegó. Aquel acto de valentía solo consiguió ensanchar la sonrisa del atacante, provocándole también una pequeña risa. Seth mordió su labio inferior con fuerza para retener sus ganas de atacarle ya que odiaba con todo sus ser que lo menospreciaran. Pero debía pensar antes de actuar y lo más razonable era quedarse quieto a la espera de cualquier movimiento del demonio. Ojalá hubiera atendido los últimos días de clase que había tenido ya que habían tocado varios temas sobre los demonios y como podían enfrentarse a uno. Puede que le hubiera servido de algo, quien sabe.

–¿Por qué has venido? –preguntó Vicent tras de él mientras le agarraba de un brazo para llamar su atención.

En el fondo se alegraba de que estuviera ahí para ayudarle, pero ahora se había metido en un buen marrón por su culpa. Aquella criatura solo le quería a él según habían dicho antes de que el pelinegro llegara, aunque no supiera muy bien el porqué. El moreno zarandeó el brazo agarrado al ver que no obtenía respuesta alguna. La curiosidad se estaba apoderando de él. Después de todo lo que le había hecho en los últimos días por evitarle y hacer la vida aún más difícil, ahora estaba allí defendiéndole con su propio cuerpo. No le encontraba lógica alguna. Aunque en el fondo el no estar solo ante esta situación le había calmado notablemente. Al menos ya no estaba solo. Todas las personas que él ha querido o le habían importado en algún momento de su vida, se marchaban de ella sin importarles nada y estaba cansado ya de eso. Un claro ejemplo eran sus padres que, hartos de ocultarle del gobierno elemental y con poco dinero, le entregaron cuando menos se lo esperaba.

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