Historia de Elizabeth - Segunda Parte

137 8 0
                                    

 ¡Hola Elizabeth! ¿Cómo estás? Me agradó mucho verte el otro día y me preguntaba si te gustaría salir conmigo. ¿Qué vas a hacer el sábado?

Ni siquiera se molestó en mandarme una solicitud, esperar que la aceptara y luego entablar una conversación. No, fue muy directo. Demasiado bueno para ser cierto: mi crush de toda la vida me estaba invitando a salir.

Cuando recibí aquel mensaje, me encontraba haciendo una tarea, y tan pronto lo leí, recogí todo. Revisé su perfil varias veces para ver si se trataba de algún Facebook falso creado por algún malintencionado, pero no, la cuenta parecía ser auténtica. No quería dejarlo en visto, pero realmente no sabía qué responder, quizás se trataba de alguna especie de broma y no quería quedar como una estúpida, pero ¿cómo saber si en realidad hablaba en serio? O más importante aún, ¿cómo saber que de verdad era él?

Después de pensar por unos minutos, decidí responderle, pero no a la invitación tan repentina y extraña que me estaba haciendo, sino simplemente a su saludo de introducción. "Estoy muy bien, gracias a Dios, ¿Y tú?" —ignorando por completo su propuesta. Eso me daría tiempo a pensar e investigar de qué podría tratarse esa invitación tan inesperada. Lo primero que se me ocurrió fue que quizás Isabel le había comentado algo, y conociéndola, de seguro casi lo obligó a escribirme. Eso tenía sentido, pues Isabel era del tipo de persona que le gustaba ver el mundo arder. En el colegio, varias veces casi me pone al descubierto cuando él pasaba cerca. Es más, tenía la certeza de que él hasta la había escuchado un par de veces decirme: "Ahí viene el tuyo".

Él no tardó en responder, pero no entré a la conversación. Llamé a Isabel y le hice jurar que no había hablado con él. Al contarle, creo que se emocionó más que yo y me convenció de que aceptara, argumentando que si era una broma, al final solo bastaba con decir: "Lo sabía, solo quise seguirte la corriente". Hecha un manojo de nervios, abrí el siguiente mensaje con la disposición de aceptar.

—Me alegra saber que estas bien, yo también lo estoy. ¿Cuál es tu respuesta a la propuesta que te acabo de hacer?

—¡Gracias! Con relación a tu propuesta; por el momento no tengo planes, así que creo que sí, que podríamos salir.

Pensé que seguiríamos conversando y que eso me ayudaría a disipar un poco mis dudas, pero él solo se limitó a decirme que pasaría por mí a las 8:00 pm y luego se despidió. Ese estúpido ni siquiera se tomó el tiempo de tener una conversación conmigo. ¿Qué pretende? ––me preguntaba una y otra vez.

El resto de la semana me la pasé pensando en las excusas que podía darle, decidida a dejarlo con los planes hechos. Pero todo cambió cuando el sábado a las 6 de la tarde me escribió para confirmar mi dirección. ¿Cómo era posible que después de haber pensado tanto en decirle que no, eso haya cambiado con tan solo recibir un mensaje? –me reproché a mí misma. Aunque en el fondo sabía muy bien la respuesta. Por suerte, había ido al salón temprano, como hacía todos los sábados. Sin embargo, faltaba la parte más difícil: ¡¿qué rayos me iba a poner?! Ya había analizado las opciones, pero solo faltaban dos horas para que él pasara por mí y ni siquiera me había duchado.

No sé cuánta ropa me probé, pero tomando en cuenta que no sabía hacia dónde iríamos, al final terminé poniéndome unos jeans altos y un suéter verde oscuro que no era ni muy casual ni muy elegante, lo adecuado para cualquier ocasión. Fue muy puntual y ya a las 7:57 pm se encontraba allí. Me llevó a comer a un restaurante y tuvimos una muy buena conversación. Nos pusimos al día sobre lo que habíamos hecho después del colegio, nuestras vidas actuales y los planes que teníamos para un futuro cercano. Pasamos una noche fantástica, o al menos eso pensaba yo. Sin embargo, de camino a mi casa, comencé a tener dudas porque se mantuvo muy callado y pensativo. Intenté romper el hielo varias veces haciendo algún comentario, no obstante, él sólo asentía y seguía conduciendo como si no quisiera otra cosa más que dejarme en casa. Me preguntaba qué pudo haber pasado, ya que hasta hacía unos minutos todo iba bien. ¿Acaso sufría de alguna especie de bipolaridad que lo hacía cambiar su estado de ánimo de un momento a otro, o era que yo había hecho algo que no le gustó? ––me cuestionaba. Pensé en preguntarle qué le pasaba, pero preferí no hacerlo. Pues estaba convencida de que su manera de despedirse me diría más que cualquier respuesta que pudiera darme.

Mi primer amorWhere stories live. Discover now