Capítulo 22. Un viernes gris

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HOLA ❣️

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Sabía que provocaba una calamidad desde el momento en el cual todos mis recuerdos que incumbían consejos de la gente cerca no regresaron a mi mente. «Entre broma y broma el amor se asoma», decía la señorita de cincuenta años de la tienda de pasteles, o como dijo Serrat: «No seas bromista que traigo el birrete y te doy con él en la cabeza», en mi caso sería una prueba de embarazo que hubiera sido lanzada hacia mí con velocidad y precisión. Mi jefe iba a matarme, definitivamente lo hará sin dudarlo y yo me sentiré como un pollo unos minutos antes de ser sacrificado.

El viernes había sido fatal.

Llegué a la oficina y el caos estaba desarrollándose. Al parecer, el grandioso Iker Sinclair no llegó aún al trabajo y sus empleados no sabían qué hacer o cómo proceder.

«Menos mal», pensé, sintiendo un ligero alivio en mi interior.

A las once empecé a sentir el efecto de su ausencia. Comencé a cancelar citas e inventé varias historias para cubrir su jodida ausencia. Cuando las cosas se pusieron pesantes y noté que sólo había quedado dos horas hasta la conferencia que iba tener con los italianos, entendí el impacto que tendrá su falta. No tenías que ser un genio para intuir la cantidad de dinero que iba a perder, esto para no contar con la impresión que iba a dejar delante de sus socios. Volví a llamarlo y a mandarle varios mensajes. El resultado fue siempre lo mismo. Nada.

—¿El señor Sinclair se había puesto en contacto contigo?—le pregunté a su asistente personal número uno, que bajó la coyuntura y tuvo que poner su trasero a trabajar.

Meneó la cabeza. —Nunca había faltado un día del trabajo. Ha venido aun cuando estaba con fiebre. — se sentó en una silla delante de mí y sentí una gran preocupación. —¿No será que murió?

—Lo único que murió aquí son tus neuronas—me alteré y repliqué toda impulsiva. —No hables tonterías.

La alarma del teléfono de Carina sonó y por primera vez noté su rostro pálido.

—Llegaron los italianos—tragó saliva.

—¿Qué?— me levanté de golpe. —¡Mierda! No hay de otra, tenemos que cancelar la junta.

—¿Estás loca? ¡¡Esto sería suicidio laboral!

—El señor Sinclair tiene y otros socios.— contesté y mentalmente bajé todos los santos que conocía, maldeciendo por mis adentros.

—Milla, estos no son simples socios— levantó una ceja. —Son los que deciden si los diseños de Iker recibirán la licencia y son los que normalmente pagan la mitad del efectivo dirigido a la producción.

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now