¡Bonito miércoles!
Como todas las semanas el día de hoy anunciaremos a los ganadores de nuestro desafío #43.
Recibimos muchas historias interesantes ¡incluso algunas nos generaron escalofríos!
Queremos agradecer la gran acogida que el apartado tiene ❤ tenemos a los seguidores más sensuales de toda la plataforma.
Sin más preámbulo, les presentamos a los ganadores de esta semana, nos vemos el viernes para un nuevo desafío.
*La forma en la quese muestran los participantes no tiene un orden en específico.
***
Las manos del anciano vacilaron, peligrando en dejar caer la caja.
Recuerdos de su pasado conglomeraron su mente en cuestión de segundos. Se vio a sí mismo con piel tersa, piernas fuertes y cabello abundante. Un veinteañero con toda una vida por delante, pero sin deseos de querer vivirla. Recordó con sumo detalle aquellos sentimientos oscuros que gobernaron su mente todos los días. Todos los días, a cada hora. Siempre presentes, como un horroroso monstruo posado en sus hombros, alimentándose de su depresión.
Intentó de todo para sacudirse de los hombros al monstruo, sin embargo, parecía que sus intentos de vivir sólo entretenían a esa bestia. Así que pensó "la única forma de eliminarlo, es dejarlo sin quien lo alimente..."
Parecía la única solución, se mantuvo firme con esa idea mientras permanecía sentado en el sofá con la pieza de metal colgando de su mano. Debía hacerlo ya, de lo contrario, Ángela podría llegar a casa.
Y fue así. Escuchó la puerta abrirse y los pasos de su esposa subir con prisa los escalones de madera. Se apresuró a esconder el arma debajo del cojín y a encender el televisor.
— ¡Cariño! ¡Ha pasado! Dios escuchó nuestras plegarias ¡Estoy emba...!
Unos grititos aparecieron, pertenecientes al presente. Eran sus nietos, los mellizos de Carol.
Regresó la mirada a la nota. No abrir. Hace 50 años encerró a la bestia junto con la pistola, decidido a recuperar su vida. Y lo hizo. Lo hizo por Ángela y por su pequeña Carol.
La ocultó en la repisa más alta. Podía sentir al monstruo moverse inquieto dentro de la caja; deseando adherirse a su cuello de nuevo.
Recogió su bastón, volteando al tiempo de ver a sus nietos entrar y correr hacia él.
***
Te contaré una vieja leyenda que circula en el viejo pueblo de "Villa Cruz". Nadie se atreve a salir de sus casas todos los treinta y uno del mes de octubre.
Acompáñame en esta terrorífica historia. Sólo te diré que si la lees, tu vida cambiara para siempre. Quedas advertido.
Un treinta y uno de octubre de mil novecientos ochenta y seis, una chica llamada April fue a ordenar el galpón para una venta de garaje. Tomó la llave de la cartera de su padre.
Cuando entró, se encontró con bicicletas oxidadas, muñecos sucios y un objeto en particular que le llamó demasiado la atención.
Un cofre de color marrón cubierto de tierra. La joven de cabello negro pasó su mano por encima y se encontró con un cartel que decía "No abrir".
Como dice un dicho popular "La curiosidad mató al gato".
April abrió el cofre a pesar de la advertencia. Creyó que se trataba de una broma.
Nunca debió abrirlo.
Al cabo de dos horas, su madre llegaba del trabajo. No vio a su hija en la casa, dedujo que se encontraba en el galpón.
Se horrorizó al entrar a aquel oscuro lugar. Encontró el viejo cofre cerrado junto a un esqueleto que tenía las ropas de su hija.
La familia se mudó lejos del pueblo.
Desde esa noche, cuando la gente sale a las calles nunca más los vuelven a ver, con vida. Sólo sus esqueletos frente al cofre. Se cuenta que escuchan la voz hipnotizante de la joven que los atrae a la casa, ahora llamada "La casa de los sustos".
Después de leer la historia, vete al ver un cartel que te diga "No abrir" o tu alma nunca descansara.
¿Qué vio? Nadie lo sabe. Sólo diré, que te consume.
Me despido diciendo, buenas noches.
***
Título: Su madre está dentro
Al toparse con el letrero de advertencia, una serie de sentimientos se manifiestan en él. Sin embargo, el más predominante es la curiosidad, ¿cómo resistirse a abrir un cofre tan intrigante? No podía.
Así que ya era su decisión, no importaba lo que pudiera haber dentro, no importaba si podría ser malo, lo abriría. Acercó su mano a la tapa, hizo un leve intento para mover la tapa y misteriosamente no estaba sellada. Más intriga aún.
Era hora, se armó de valor y...
—¡Hijo! —gritó fuertemente la madre—. ¡Ven rápido!
¡Maldición! Justo cuando iba a descubrir el interior del cofre, ya no podría... ¿O sí? Su madre podía esperar, seguramente no era nada urgente.
De nuevo, volvió a decidirse, desplazó la cubierta hacia y observó el contenido. Nada. No había absolutamente nada, simplemente abundante polvo y un par de telas de araña. ¡Vaya pérdida de tiempo!
Con ese decepcionante misterio resuelto, era hora de ir con su madre. Así que seguidamente acudió a su llamado... Aunque nunca imaginó lo que había ocurrido mientras él abría el cofre.
Su madre murió, el llamado fue uno de auxilio. Lastimosamente en ese lapso de tiempo, sufrió un infarto. Y, según los médicos, si alguien hubiera estado con ella en el momento de su fallecimiento, hubiera tenido más opciones de sobrevivir. Tal parecía que se debió a una emoción repentina, quizás observó algo que le aterrorizó.
Pero nunca logró obtener respuestas. Después de ese evento, cada día, sentía el peso de la culpa sobre su espalda. Todo por creer que pudo hacer algo, y no fue así...
Pasaron los años y lo comprendió, comprendió por qué estaba vacío el cofre, comprendió la razón de la advertencia, comprendió que dentro está su madre.
***
Había tomado una decisión; ya no existía más vueltas que dar.
Quería dejarlo todo bien acomodado, empaqué algunos cajones con cosas viejas para desechar. Contemplar todas esas antigüedades me traía recuerdos gratos que hacía cuestionarme en dónde quedó mi felicidad.
Lo había perdido todo, ya no encontraba sentido a nada; por eso no dudé un solo segundo en tomar aquella decisión que acabaría con todo el dolor que sentía dentro.
Suspiré, ya era hora.
Sentí escapar una lágrima, aunque ya no le di importancia porque nada podía hacerme cambiar de opinión. Coloqué la soga y me subí a la silla lista para terminar con mi tormento, fue en ese instante cuando lo vi; parecía ser un cofre marrón, me dio tanta curiosidad que no pude evitar bajar de aquella arma mortal e ir a investigar de qué trataba, pasé mi mano para quitar la tierra que lo envolvía, no recordaba haberlo visto antes, de si algo estaba bastante segura es de que no era mío.
El cofre tenía inscripto la advertencia de "No abrir", eso solo logró que mi curiosidad se incrementara, tomé una bocanada de aire para darme valor y abrirlo. No podía creer lo que contenía, me eché a llorar en el áspero piso de aquel viejo galpón, no podía ser verdad... no podía.
Dentro del cofre se encontraba una vieja hoja con una bellísima caligrafía que decía: "Sé feliz, tan feliz que la vida termine por envidiarte. Con cariño, X". Se sentía como si fuera alguna señal, como si alguien quisiera decirme que no lo hiciera.
Eso me hizo recapacitar sobre mi decisión, aquella carta estaba allí por alguna extraña razón que no lograba comprender, no sabía quién la dejó en el sitio o por cuánto tiempo estuvo guardada, solo sé que fue mi salvación.