Cuervo (fantasía urbana)

Bởi AvaDraw

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Alexia debe averiguar por qué se está convirtiendo en un monstruo, mientras suspira por el sexy chico gay que... Xem Thêm

Nota
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47 (I)
Parte 47 (II)
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52 (I)
Parte 52 (II)
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Parte 59
Parte 60
Parte 61
Parte 62
Parte 63
Parte 64
Parte 65

Parte 39

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Bởi AvaDraw

No sin dar algunos rodeos mi tía acabó contándome que aquel muchacho no era otro que Apolo, el dios de la belleza, del sol, de las artes y de muchas otras cosas. Uno de los dioses más importantes, quizá el segundo más poderoso después de Zeus, su padre, y tan cruel y depravado como él. Recordé su nombre porque le dedicaban un montón de capítulos en el libro que me había prestado mi tía.

—¿Hay algún dios más que venga a casa los domingos? —le pregunté.

—No, ¿por qué lo preguntas? —murmuró preocupada.

—Para leerme esos capítulos antes. Si lo hubiera sabido habría pasado del rollo de Zeus y hubiera empezado por Apolo —protesté.

Ella ignoró mi queja y me contó que cuando Tártaro descubrió que yo, su posesión, vivía en el pueblo y me reclamó, mi madre exigió justicia a los dioses. Ellos enviaron al tal Apolo, quien tenía experiencia como abogado y me defendió ante Tártaro, consiguiendo que solo le perteneciera la mitad de mí. Él también intercedió para que mi madre fuera a ese infierno en mi lugar. A lo largo de los años, Apolo mantuvo contacto con mi familia a través de mi tía. No me quiso dar detalles de por qué, insinuó que ella le había caído en gracia, significase lo que significase. La visitaba los domingos por la tarde y, según ella, veían series.

El tal Apolo tenía Netflix, pero no sabía usarlo. No se le daba bien la tecnología en general, así que iba a casa de mi tía para ver series con ella. Él usaba auriculares para escuchar lo que decían los personajes para que ella no tuviera que oírlo, ya que le gustaba ver las series sin sonido. Me estaba diciendo que el dios del sol iba los domingos a su casa a ver Friends. Me dejó sin palabras, no me lo podía creer, pero a la vez mi tía nunca había sonado tan sincera. Hasta me comentó que a Apolo le encantaba Rachel y odiaba a Mónica.

—No quería que él supiese que estás aquí porque... —mi tía se miraba las manos mientras me hablaba—. Porque es retorcido, manipulador y se aburre mucho. Es como los demás y son auténticos monstruos. Se divierten a nuestra costa, juegan con nosotros, para ellos somos como mascotas o aún peor. Nos usan, nos tiran, les da igual. Nuestras vidas no tienen valor para ellos.

Noté cómo se le hacía un nudo en la garganta al pronunciar estas palabras.

—Adriana sabía que él venía a casa, sabía que no podía impedir que me visitara y estuvo buscando internados para ti, para mantenerte a alejada de él. Y eso que él fue quien la defendió. Así que imagina lo que opina tu madre de Apolo.

Antes de que me fuera a dormir me lanzó una última advertencia:

—Tienes que mantenerte alejada de él. Si se te acerca por la calle, sal corriendo. Si te agarra, gritas. No hables con él y, sobre todo, no le escuches. Puede envenenarte la mente.

Era probable que mi tía tuviera razón, pero quizá merecía la pena correr el riesgo. Era uno de los dioses más poderosos y probablemente sabía cómo ayudar a mi madre, quizá incluso podía traerla de vuelta. No perdía nada por preguntarle.

—No lo haré, no te preocupes —dije para que se tranquilizara.

Como si me hubiera leído la mente, ella me agarró por el brazo y me suplicó con la mirada.

—No puede traerla. Diga lo que diga, él nunca ha estado en el Tártaro. Creo que ni siquiera ha pisado el Hades. No puede traer a tu madre.

Estuve toda la noche dándole vueltas a lo que mi tía me había dicho, tratando de descubrir si era verdad, tratando de encontrarle sentido. Me puse hasta un capítulo de Friends para intentar comprender qué era lo que un dios buscaba en esa serie. Leí también acerca de él. Era conocido porque se enamoró de una ninfa, Dafne, pero ella le aborrecía. Debía ser que Apolo no entendía lo de "no es no" y, para huir de él, Dafne se convirtió en árbol. No habla bien de ti que alguien prefiera convertirse en árbol a seguir aguantándote.

Me asustaba y me preocupaba que aquel dios se acercara a mí al día siguiente. Estaba muy nerviosa y no ayudó sufriera de nuevo uno de mis "ataques de amor". No me salieron escamas, pero sí me picaban los brazos, aparecieron las serpientes y sentí un huevo en la garganta. La peor parte seguía siendo la sensación de angustia al pensar en Héctor. Algo me decía que seguía en peligro, pero mi tía ya estaba demasiado preocupada así que no se lo comenté. A medianoche, como siempre, las serpientes y la angustia desaparecieron.

Al día siguiente, en el instituto, aquello que había logrado apartar de mi mente todo el fin de semana se plantó en mi cara. Elena y Héctor estaban saliendo, era oficial. Él venía entre clase y clase a hablar con ella, se echaban miraditas, pasaban el recreo juntos. Era insoportable. Afortunadamente conté con tres cosas que me ayudaron a distraerme: las bromas que el resto de mis compañeros hacían a costa de mi vomitona del viernes, Diego mirándome con aprensión cuando creía que no me daba cuenta y Tatiana.

Tatiana solo me dirigía la palabra para soltarme sus clásicas puyas, llamarme piojosa y reírse de mi vómito. Me trataba como si no hubiera dormido en mi casa. Le avergonzaba que nos relacionaran y fingía delante de los demás, pero sí que me escribía mensajes con el móvil y me preguntaba por las serpientes. Al parecer estaba muy confundida al respecto, lo cual era más lógico que su reacción del viernes. Me envió varios artículos sobre las avispas parásitas que ponen huevos en otros animales. Al parecer, esos huevos luego eclosionan y la nueva avispa crece dentro del animal parasitado.

09:52 * Tati: Es esto??

No le respondí hasta que acabó la siguiente clase.

10:54 * Yo: No

10:58 * Tati: De verdad te salían de la cabeza o era un truco? Dímelo

11:03 * Yo: Truco

Que Tatiana dudara de lo que había visto, que se planteara que las serpientes que había visto en mi cabeza eran un truco, me quitaba de encima una gran preocupación. Nuestra conversación secreta continuaba en los descansos de clase.

11:50 * Tati: cómo lo hiciste?

11:59 * Yo: magia

11:59 * Tati: no, cómo lo hiciste?

12:51 * Yo: magia

12:56 * Tati: no me vaciles

13:00 * Yo: es largo de explicar

13:49 * Tati: era muy real tía. Era un truco o no? Iba pedo pero estoy segura de que estaban en tu cabeza

13:49 * Tati: en tu cuero cabelludo

13:49 * Tati: era real?

No tenía sentido seguir negándolo.

13:50 * Yo: sí

14:01 * Tati: no estarías tan tranquila si fuera real. Era un truco?

14:48 * Yo: sí

Ella misma había inventado aquel juego y se estaba volviendo loca a sí misma, yo solo me divertía. Daba igual lo que contestara, ella desconfiaba de todas las respuestas.

Cuando acabaron las clases recogí mis cosas a toda prisa y traté de ser la primera en salir del instituto, pero no logré evitar ver lo que tanto había temido y me crucé con Elena y Héctor besándose en la puerta. Sentí como si mis costillas estrujaran a mi corazón. Dolía más que cuando les vi en el parque el viernes por la noche. Era doloroso saber que no estaban pasando el rato, que se gustaban de verdad. Intenté encontrarle el lado bueno, al menos ningún águila estaba comiéndose a Héctor. No estaría tan feliz si ese fuera el caso.

Traté de grabarme esa idea en la cabeza para que me tranquilizara cuando me diera el ataque aquella noche: "Héctor está bien, está a salvo". Pero no sirvió de mucho porque la ansiedad me carcomía. Di vueltas por mi habitación, después por el salón, y al final no pude controlarme. Me puse la sudadera de Charlie, el gorro y, a pesar de las protestas de mi tía, salí a la calle.

Fui corriendo hasta el portal de Héctor, notando que volvía a tener más energía y fuerza de lo normal, y esperé allí sentada hasta que se me pasó el ataque. Ni rastro de la montaña, el águila o la nieve, Héctor estaba bien. Pero de alguna manera, estar cerca suyo disminuía mi angustia.

El martes mis compañeros se olvidaron de mi vomitona porque un estudiante de otra clase se había tirado un pedo largo en clase de filosofía, y aquella hazaña me robó la fama. Por lo demás aquel día fue casi idéntico al lunes. Tatiana seguía escribiéndome rayada y nuestra conversación seguía siendo igual de absurda. Elena y Héctor seguían paseándose acaramelados por el instituto, destrozándome por dentro, y Diego seguía mirándome cuando no le miraba. Sentí ganas de hablar con él, pero sabía que eso solo estropearía aún más las cosas. Le haría sentir mal o le daría falsas esperanzas, y él no necesitaba ninguna de las dos.

Me pasé la última hora de clase con el chubasquero rosa puesto y la mochila preparada para salir corriendo y no ver el beso de Héctor y Elena de aquel día. Pensé que sería lo suficientemente rápida, pero no había contado con que mi vejiga me traicionaría, obligándome a pasar por el baño antes de salir del instituto. Recorrí los pasillos enfadada, refunfuñando, y preparándome mentalmente para ver la escena que tanto temía

Qué sorpresa me llevé cuando les localicé junto a la puerta y no se estaban besando. Estaban mirando al otro lado de la calle, igual que lo hacían el resto de mis compañeros. Algunos con disimulo y otros con descaro, pero todos miraban hacia el mismo punto. Me asomé a ver qué era lo que estaban viendo y fue entonces cuando entendí su asombro. Había una impresionante moto aparcada en doble fila, era una Harley enorme, nueva, negra con el manillar y el depósito cromados. Tan resplandeciente que parecía que le acabaran de quitar los plásticos. Apoyado en ella había un chico guapísimo, que llevaba botas negras, unos pantalones de cuero escandalosamente ceñidos, una chupa negra de motero que le marcaba los hombros y gafas de sol de diseño. Parecía sacado de un videoclip de rock de los ochenta. Era exageradamente molón, demasiado perfecto para ser real, tanto que resultaba ridículo. Era como un personaje de dibujos animados. ¿Acaso estaban rodando un anuncio de perfumes? ¿o de motos? no veía las cámaras por ningún lado. ¿Quizá era una campaña publicitaria?

El desconocido esbozó una ensayada sonrisa, abandonó su moto y caminó hacia la puerta del instituto como si Madrid le perteneciera. Se dirigió hacia donde yo estaba, se dirigió hacia mí. Mis compañeros dejaron de mirarle a él para mirarme a mí. Se quitó las gafas de sol y me tendió la mano. Entonces le reconocí. Era Apolo.

—¿Vienes, Alexia?

Hola!

Cuervo ha vuelto, y presentando nuevos personajes 😏 

Muchas gracias por esperar pacientemente estas semanas, siento haber tardado en actualizar. Como sabéis están pasando cosas que han trastocado nuestra vida diaria, y también nuestra cabeza. Me quedé muy bloqueada con Cuervo, no porque no me encante esta historia, sino porque me sentía muy alejada de la historia con todo lo que está pasando. Por suerte me puse a escribir otra historia que también estoy compartiendo en Wattpad ("En cuarentena con mi enemigo"), en la que hablo sobre el confinamiento y, aunque es una comedia romántica, me ha ayudado mucho estos días a muchas cosas. A volver a grabar vídeos, a estar animada y también a desbloquear Cuervo y a retomarla. Estoy trabajando ya en los siguientes capítulos de Cuervo 💕 

Muchas gracias por el cariño que me habéis dado estos días y espero que estéis todas bien, cuidándoos y soportando con paciencia el encierro.


El capítulo va para Paula @lunabox . Es una autora a la que admiro muchísimo y para mi es un honor que esté leyendo a Cuervo 💕 Si estáis buscando algo que leer os la recomiendo, mi historia favorita suya es "Más te vale" 

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