Querido jefe Narciso

By SuperbScorpio

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*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... More

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo setenta y nueve
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y tres
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo treinta

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By SuperbScorpio

No habíamos hablado en un par de manzanas, tal vez porque ninguno tenía nada que decir, aunque realmente tenía demasiadas preguntas que él tan solo había respondido con su soberbio "lo sé todo sobre ti".

¿Qué narices iba a saber, si cada vez que sacaba uno de mis objetos de la suerte arrugaba la nariz en forma de sorpresa?

—¿A dónde estamos yendo? —pregunté, al fin, observando cómo nos adentrábamos en una calle desconocida.

Lo único que pasaba por mi mente en aquel instante era que iba a venderme a una mafia rusa, después de ver cinco tiendas seguidas de alimentos y matrioskas, para nada inspiradoras de confianza.

Me giré para observar el precioso perfil de Narcisse, esperando a que me confirmara mis sospechas.

—A tu cueva, donde trabajas... Trabajabas —soltó con evidencia, levantando ligeramente la barbilla, acentuando la nuez de su cuello.

Fruncí el ceño y volví la mirada a la carretera. ¿Desde cuándo la tienda de Gabrielle Bertin estaba en un barrio ruso?

Sin embargo y pese a mis peores sospechas, pronto llegamos a una de las vías que seguían la ruta del autobús de la línea 171 y pronto me ubiqué. Así que no pretendía venderme, después de todo.

—Ahora gira a la derecha —le anuncié, cuando nos detuvimos en uno de los innumerables cruces de la gran calle.

—Ya lo sé —dijo, con verdadera soberbia. Era tan desagradable.

Probablemente aquel estaba siendo el viaje más incómodo que había sufrido en mi vida.

En el espacio reducido de su Maserati destacaba el maravilloso perfume que emanaba Narcisse. Podía ser un capullo, pero olía como la mejor de las flores, para mi desgracia.

El deportivo avanzó lentamente hasta llegar justo frente a la puerta de la tienda en la que había trabajado durante más de un año, donde se detuvo, sin más, como si no hubiera más de cinco coches detrás nuestro y él fuera el rey de la calle.

Bufé, cogiendo la manilla para intentar abrir la puerta, poco antes de darme cuenta de que estaba bloqueada. Me giré hacia él, encarándolo.

—¿Puedo bajarme del coche? —pregunté, con una ceja levantada, sin entender a lo que venía esa repentina retención contra mi voluntad.

Él se apoyó en el volante, fingiendo que no oía el estridente sonido del claxon del coche de atrás, tan solo para mirarme fijamente a los ojos en completo silencio, como si estuviera intentando ver más allá de mis pupilas.

—No hasta que no me jures por tu vida que no has sido tú quien me ha descubierto —soltó, como si el secuestro fuera algo legal.

Fruncí el ceño.

—¿Crees que lo que me apetecía esta mañana era ser aplastada por una manada de periodistas solo por fastidiar tu anonimato?

Él respiró hondo, sin molestarse siquiera por los continuos pitidos de los coches que se habían acumulado detrás del suyo.

—Me bastaba con un no —dijo, serio.

—Como si me hubieras creído —bufé, intentando de nuevo salir de allí.

Narcisse arrancó el coche de nuevo, como si fuera a salir de un momento a otro de allí.

—Es difícil tomarla en serio, señorita Tailler —rio, aunque sin ningún atisbo de sonrisa en su bello semblante.

—Está claro que no sabe nada sobre mí, señor Laboureche.

De pronto y, sin venir a cuento, una retorcida sonrisa de satisfacción iluminó por completo su rostro, demostrando una vez más la horrible personalidad que le atormentaba.

Oí un clic a la vez que apoyaba su mano en el reposabrazos de la puerta del piloto y fue entonces cuando logré abrir la puerta, al fin.

Sin embargo, antes de salir del coche, tuve el valor de girarme de nuevo hacia él, tan solo para decirle:

—Eres un hipócrita.

Vi su sonrisa desaparecer, así como, en pocos segundos, lo hizo su coche, liberando a los que lo seguían del atasco eterno que su intento por retenerme había provocado.

Me quedé un rato en la calle, disfrutando del modo en el que la suave brisa hacía volar el bajo de mi falda y provocaba que algún cabello rebelde acariciara mi rostro a su vez, con tanta suavidad que prácticamente no lo notaba.

¿Qué había cambiado, para que me sintiera a gusto después de discutir con alguien?

Negué con la cabeza, antes de darme la vuelta hacia el que había sido mi trabajo durante tanto tiempo, el cual acababa de cambiar por un puesto de Selecta, algo que muchos de los mejores diseñadores del mundo siempre había soñado alguna vez.

Abrí la puerta con cautela, sabiendo que la campanilla que colgaba del techo iba a acompañar mi llegada de todas formas, aunque ni siquiera hizo falta que sonara, ya que todos los presentes, incluido el cartero que siempre visitaba en persona a Gabrielle, ya se habían percatado de mi presencia.

—Oh, mi niña, ¿cómo lo has logrado? —dijo a modo de saludo Bertin, actuando de una forma más maternal de la que lo había hecho mi madre, jamás, en su vida.

Sonreí, dando un paso al frente para encarar a todas mis antiguas compañeras.

Ninguna de ellas parecía feliz por mí más que nuestra jefa, quien sostenía un periódico que no dudó en pasarme, sonriente como hacía tiempo que no la veía.

Lo agarré, sorprendida por la forma en la que todos me observaban, para descubrir en la portada una fotografía de Narcisse, trajeado y con el móvil pegado a la oreja, justo frente al edificio de Laboureche, por debajo de Bastien y de mí, ambos descendiendo las escaleras, aunque yo mucho más sonriente que él.

—Narcisse Laboureche y su amante, Agathe Tailler, descendiendo la escalinata del éxito —oí a Gigi decir, antes de darme cuenta de que estaba recitando el pie de portada.

Levanté la mirada hacia ella, aunque no fuera solo su rostro el que mostraba confusión.

—¿Así se consiguen los buenos puestos hoy en día? —gruñó Alessandra, mirando a Gabrielle, quien frunció el ceño en su dirección.

—Oh, malditas envidiosas, ¡alegraos por Agathe! Es mi pupila, ¡una de mis costureras es ahora Selecta! —gritó con efusividad, exagerando todos sus movimientos.

Realmente, Gabrielle Bertin estaba triste. Desde el momento en el que recibió la primera carta, su rostro ya no mostraba la misma vivacidad y ahora, pese a fingir repentina alegría por mi situación, no había recuperado su infinita energía que a tantas nos había atrapado.

—Jamás me acostaría con alguien para ser reconocida. De hecho, nunca he querido serlo. Tan solo quería trabajar duro para alcanzar mi sueño y, bueno, aquí estoy, para despedirme porque lo he conseguido —dije, colocando mi bolso bajo el brazo para ofrecerle la mano a Gabrielle en señal de respeto.

Ella, no satisfecha con mi ofrenda, me abrazó, pegando su cabeza de rizos rojos contra mi pecho debido a su baja estatura. Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal antes de permitirme sonreír.

Cuando se apartó, observé a mis compañeras, quienes seguían con el mismo semblante serio y receloso, como si aquel abrazo hubiera sido mucho más.

—Siento que no podáis alegraros por mí —dije, a la vez que me encogía de hombros.

Gigi puso los ojos en blanco antes de darse la vuelta y desaparecer en el taller durante varios segundos, para volver con una lona negra entre los brazos, que ocultaba, indudablemente  un vestido.

Fruncí el ceño, sin entender por qué me estaba ofreciendo aquello, hasta que otra de las chicas me alcanzó un sobre, en el que había escrito "Agathe" como único destinatario.

—Ha venido Marinette a devolverlo esta mañana. Ha dicho que ya no lo va a necesitar —me dijo, cuando cogí la carta.

—Dicen que se acostaba con un Dios griego a espaldas de su prometido, hasta que él lo descubrió —le aclaró Gabrielle al cartero, como si necesitara el chismorreo para entender por qué estaba aquello allí.

Bufé, abrazando mis regalos de despedida como lo único que realmente iba a llevarme de allí, antes de sonreír, sintiendo que iba a liberarme de algún modo al decir adiós, por fin, a aquel lugar.

—Que te vaya bien, Agathe Laboureche —rio Alessandra, ladeando la cabeza a la espera de que me marchara.

Y mi sonrisa se esfumó de pronto, porque volví a recordar que todos sabían ahora quién era yo y, para bien o para mal, Narcisse, el hombre al que más despreciaba hasta aquel entonces, formaba parte de mi maldita identidad.

* * *

Annyeonghaseyo!

Estoy flipando con mi motivación para escribir últimamente, this is a regalo del cielo y no me digáis que no JAJAJAJA

También es que hace una semana que no voy a hacer la compra y literal que hoy me he alimentado de galletas y café durante todo el día, así que... DE NADA. Mentira, no voy por vaga, a quién voy a engañar xd

What do you think about el inesperado rescate/secuestro/liberación de Narcisse? ¿Buenas o malas intenciones? Porque si ya le relacionaban con Agathe antes de esto, al ver que ella se sube a su coche... Jiji, nah, yo misma aumento el drama.

Os adelanto que se vienen capítulos intensos (bueno, en unos 20 o así JAJAJAJAJA) y que ¡al fin! sabremos más sobre Louis XIX, por qué Bastien lo ocultó y qué (ajam hermano ajam) secreto esconde por ahí... Really important matter, lo jurooooooo.

Como dije un día "get ready for el hermano ge-me-lo".

Annyeong!

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