Un suspiro y mil disparos | t...

Por BeautifulDerangement

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Hay miradas que hablan. Y desde el momento en que los ojos de Mickaellie se encontraron con los de Yuu Shiroy... Más

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 [POV Aoi]
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30 [POV Aoi]
Epílogo

Capítulo 27

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Por BeautifulDerangement

Sigo a mi padre hasta la camioneta y ambos nos silenciamos en el camino; nos parecemos mucho en esto de que nuestras mentes maquinen demasiado como para no pronunciar palabra.
Estoy demasiado nerviosa, tanto así que termino por desviar la mirada hacia la ventana y contener las náuseas. Tal vez estoy cometiendo una verdadera locura, ¿quién diría que me subiría a voluntad en este vehículo y compartiría espacio con Hideto mientras nos dirigimos a visitar a un mafioso, que además es su amigo?
Y me pone más nerviosa aún el llevar drogas en mi poder.

Cuando llegamos a destino, continuamos igual de callados y salimos del coche. Hideto toma su teléfono y hace una llamada. Su voz tan sobria y contundente me pone la piel de gallina, suena cono un mafioso más y me incomoda.

—¿Kaz? No es momento de recordar viejos tiempos —sisea y resopla—. ¿Estás en el bar o tienes que mover el culo hasta aquí?... De acuerdo, nos vemos adentro.

Hideto me hace una seña para que le siga y voy tras él, abrazando mi mochila como si mi vida dependiera de ello. El bar tiene un cartel enorme y parecido al que hay en el Sweet Lemon, la diferencia con este es la manera en que sus luces cambian y su nombre: Deep Red Night Club.
Por dentro es tan elegante que me quedo boquiabierta, todo está repleto de gente, pero aún se puede apreciar la belleza del espacio... Incluso sabiendo todo lo que ocurre aquí dentro.

Nos acercamos a un hombre de lentes oscuros y Hideto lo saluda. Hablan sobre algo mientras caminamos entre las mesas hasta llegar a una puerta, la cual conecta a un amplio pasillo y a otra puerta al fondo.
Anonadada, miro el enorme espacio de aquella oficina a la que entramos. Me atrae lo maravillosas que se ven las pinturas impresionistas en las paredes y la iluminación.

—¿Arly?

El nombrado siquiera voltea a ver. Esta frente al ventanal, con las manos en los bolsillos de sus pantalones. Es moreno y lleva el cabello bastante largo, recogido en un moño desarreglado. También lleva tatuajes. Muchos.

—Puedo sentir un perfume de Chanel —sisea con voz grave y cortante—. Te dije que no hay más puestos, Kaz.

—Lo que hay aquí va a interesarte, lo aseguro.

El hombre voltea y me mira. Los ojos fríos e indiferentes, descarados, me asustan como la mierda. Luego pasa la mirada hacia Hideto y se le escapa una sonrisa confusa. Ambos se saludan con confianza y le ofrece una copa, la cual mi padre rechaza con amabilidad.

—Entonces... ¿Quién es y qué hace aquí? —le pregunta y me señala con un movimiento de su cabeza.

—Es mi hija —responde Hideto.

Al hombre se le endurece la mirada.

—¿Y por qué traes a tu hija aquí? Se nota que no le falta nada; estás chalado si crees que voy a contratarla porque sí. Va contra todas mis reglas.

—Tengo información importante —informo y me siento sin ser invitada.

Arly levanta una ceja ante mi repentino ataque de valentía. Dios mío, no debería sentirme nerviosa. Necesito ser fuerte, mostrar que nada ni nadie puede contra mí. Necesito esta maldita fachada de fortaleza, sino esto será un fracaso.
Asiente y hace una seña para que los demás se sienten también.

—Espero no me hagas perder el tiempo, cariño —dice con una mueca—. Habla.

—Es sobre Hana Shiroyama y algo que puede terminar con tu negocio.

—Bueno, adelante —me anima a seguir, sin embargo parece exasperado y ansioso.

—Quiero algo a cambio —me cruzo de brazos—. Ustedes necesitan algo de mí y yo necesito algo de ustedes —digo, y el tipo mira a mi padre con interrogación, pero luego asiente hacia mí para que prosiga—. Quiero protección.

—¿Es información valiosa?

—Lo es —aseguro con determinación y miro hacia la mochila, la cual dejo arriba del escritorio—. Me encomendó algunos trabajos que pueden perjudicarte de maneras irreversibles. En ese papel está la información del vuelo a Estados Unidos. Viajarás mañana, ¿no es así? —digo con convicción, y él frunce el cejo—. Adentro hay dos kilos de cocaína, puedes quedártela.

—¡Hija! —Hideto, sorprendido, me grita—.  ¿Pero qué demonios...?

—Te irás a las siete de la mañana —espeto e ignoro a Hideto—. Ella sabe que es el vuelo trescientos diez y que estarás fuera durante una semana. Quiere que ponga esa droga en tu maleta y me asegure de que la policía la encuentre. En caso de que no cumpla con mi trabajo, oí que mandará a sus hombres a hacer daño al avión, lo cual perjudicará a personas que nada tienen que ver en esto. Además... Dijo que debía golpear a tus chicas —levanto las manos en señal de inocencia—. Sabrás tú que no quiero hacer daño a nadie.

—Y si trabajas para ella, ¿por qué me lo estás contando?

—No trabajo para ella. Tiene a un amigo mío y lo está prostituyendo, prometió que lo liberaría si yo cumplo con esto. Tú debes conocerla mejor que nadie, es traicionera, no creo ni una de sus malditas palabras.

—Esa perra hija de puta... —sisea Arly, pasándose las manos por el cabello.

Le extiendo el papel con la información del vuelo y él tamborilea los dedos en la mesa mientras lo lee con los ojos encendidos. Está furioso y tenso, lo cual me da una sensación de temor horrible. El espacio se queda en silencio por unos minutos.

—No te he preguntado tu nombre. ¿Cómo te llamas?

—Mickaellie.

—¿La misma Mickaellie que Hana Shiroyama ha enviado a amenazar?

—¿Cómo... sabes eso?

Un escalofrío me recorre la columna vertebral. Este hombre me conoce, ¿cómo es posible?

—Conozco a su hijo, él me... —el moreno entrecierra los ojos—. Espera un jodido segundo, ¿estás haciendo esto por Yuu?

—Sí —susurro. Mi voz pierde fuerza.

Arly recarga su peso en el respaldo de su sillón -que es dos tamaños más grande que su cuerpo- y ladea la cabeza, interesado. Mi padre me mira de igual manera sin entender, y Kaz, el hombre de los lentes oscuros, se los quita para darme una mirada incrédula.

—¿Qué demonios, chica? Es su favorito. Me sorprende que te haya encargado solo esto a cambio de liberarlo.

—Ella está realmente confiada en que voy a aparecer en el aeropuerto con la cocaína y nos van a meter presos un buen tiempo —aseguro.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunta Kaz tranquilamente al ver que Arly no dice nada más.

—Prepara a nuestros hombres. Los mejores que tengamos. Entrégale armas a nuestras chicas también. Quiero a todos armados en este preciso momento.

—¿Qué harás? —cuestiona Hideto.

—Iremos a darle una visita a esa maldita. Haremos arder ese jodido lugar —responde rápidamente.

Me levanto de mi lugar y le grito que no lo haga. Probablemente Yuu esté ahí dentro, no quiero que comiencen una batalla campal mientras él esté en ese lugar. Tampoco quiero que lastimen a las chicas y mucho menos a las personas que están dentro. Quería protección, no una maldita masacre.
Arly me ignora mientras intento detenerlo, saca varias armas de su escritorio y pone tres arriba de la mesa junto a varios cartuchos. La determinación en su rostro me da miedo.

—Te daré protección, Mickaellie, pero si no sigues mis jodidas reglas, entonces no puedo hacer nada por ti. Toma un arma y deja de temblar.

Mi padre se adueña de dos de ellas y las mira un poco asustado al oír las palabras de Arly.

—No. Ella no irá. Además, no creo que sepa usarlas.

—Sé hacerlo —murmuro y tomo la restante—. Jura que nadie inocente morirá, Arimatsu.

—Nadie es inocente ahí dentro.

—Las chicas —susurro—. Sabes que no están ahí porque quieren, así que debemos dejarlas ir. Al igual que debes dejar que tus chicas abandonen este lugar.

Él niega con la cabeza.

—Mis empleadas no son prostitutas, Mickaellie —la expresión dolida de su rostro me sorprende—. Le doy trabajo a quien lo necesita, la mayoría son chicas vulnerables. Las protejo de Hana y su jodida red, y esa es la razón por la que me odia tanto.

—Ella dijo...

—Sé lo que dijo. Se lo dice a todo el mundo, pero no soy como ella. Sí, estoy dentro de las drogas y el juego ilegal, pero no en la trata. Lo único que hago es advertirle a los clientes que Hana explota a las chicas; unos lo toman, otros simplemente no me dan importancia y consumen su mierda —él toma aire y resopla como si estuviera cansado—. Y si hago esto, es porque Hana me quitó muchas cosas... Supongo que Yuu te contó sobre Akane.

El simple acto de oír su nombre me da escalofríos. Mi padre se acerca y le pone una mano en el hombro en señal de apoyo. Quiero saber qué relación tenía con ella, pero estoy asustada de preguntar ahora que veo su rostro furioso.
Sostengo el arma en mis manos. Estoy convencida que debo terminar con todo esto.

—Hice todo para evitar que Hana le hiciera daño. La saqué de la calle, le di un lugar para que se quedara, le di trabajo... Pero no tuvo peor destino que enamorarse de Yuu. Le advertí, pero no escuchó, solo actuó a mis espaldas —Arly se apoya en la mesa con las manos—.  Al día de hoy deseo no culpar a Yuu por las acciones desmedidas de Hana. Le dije que no volviera a cometer el mismo error, que no se interesara por alguien mientras estuviera bajo el control de Hana. Pero la ha cagado otra vez... Fijándose en ti.

—Mickaellie... —mi padre me mira y sé que va a preguntarme sobre eso.

—No es lo que piensas, solo quiero devolver el favor —siseo, cambiando el rumbo—. Me ha ayudado cuando lo necesitaba, superé muchas dificultades gracias a él. Solo deseo que sea libre.

—Todo está listo —la voz de Kaz se oye desde la puerta. Deja tres chalecos antibalas en el escritorio—. Sería bueno que los utilicen.

—Deja que ella se quede aquí, Arly. Es peligroso —murmura Hideto.

—Claramente, Mickaellie es inteligente. Deja que haga lo que ella crea correcto —responde el contrario en el mismo tono mientras se coloca el chaleco.

No me importa que Hideto me esté mirando con desaprobación, yo sigo a Arly a la salida y guardo el arma con cuidado, notando que el chaleco me queda un poco grande bajo la sudadera. Me lo acomodo mientras cruzamos la puerta trasera del club y los hombres de Arly salen en varios coches. No logro contar cuántos son, pero incluso las chicas salen armadas y parece que tienen una orden muy específica, ya que caminan muy decididas.

Ojalá pudiera tener esa determinación. A mí solo me tiemblan las manos.

Subimos a una camioneta color gris que tiene un aspecto bastante malo, me acomodo en el asiento mientras oigo atentamente a Arly dando indicaciones en su teléfono, y luego a nosotros. La idea es despistar a los hombres de Hana, tanto de los alrededores como los que deben estar esperando en el aeropuerto; una vez que ellos crean que Arly subió al avión, entraremos al club y le daremos una gran sorpresa a Hana.

Damos vueltas por la ciudad durante varias horas; un informante ha dicho que varios hombres han ido a al club echar un vistazo sospechosamente, lo cual indica que Hana a estas alturas ya debe pensar que Arly está en el aeropuerto.
O eso espero.

—Toma esto —ordena el moreno—. ¿Recuerdas bien lo que dije?

—Sí. Directo a la cara, con precisión, sin miedo —repito y miro el objeto.

Me coloco la máscara con cuidado y la ajusto a mi rostro, para luego esconderme tras la capucha de la sudadera que llevo. Me deja en la esquina del Sweet Lemon y camino con las manos en los bolsillos, apretando con fuerza el pequeño artefacto que debo utilizar. Intento no ponerme nerviosa ni actuar extraño hasta llegar cerca de los guardias de la entrada.
No tengo muchas opciones, simplemente saco el frasco y los rocío con el gas, cubriéndome para que no me afecte. Los dos custodios comienzan a toser, uno tantea su arma que lleva guardada en la cintura, y es cuando llega mi padre para detenerlo y pone un paño en su cara.
Arly hace lo mismo con el custodio restante y los dejan en el suelo, no sin antes desarmarlo. Yo me quito la máscara.

—Normalmente me gusta disparar, pero tú no quieres sangre —murmura Arly—, así que los dormimos.

El teléfono de Arly suena y él lo toma.

—Kaz, ¿cómo va todo por allí?

—Despejado. Al parecer están todos bastante concentrados en el aeropuerto, porque no veo a nadie aquí atrás.

—Perfecto, nosotros entraremos ya. Da la orden, los quiero a todos aquí en un minuto. No disparen a menos que sea necesario y no lastimen a nadie, ¿de acuerdo? Solo hay que deshacerse de la seguridad y sacar a la gente a la calle.

El moreno corta la llamada y varios coches y camionetas estacionan en la calle. Son seis como mínimo, de las cuales bajan sus hombres.
Me coloco detrás de Arly y nos separamos al ingresar. Él camina tranquilamente hacia la izquierda, donde están custodiando el área de la oficina de Hana, y yo camino hacia el lado contrario, donde las chicas están sentadas a la espera de que alguien las escoja para llevárselas.

Una de ellas me reconoce y se alarma, pero la tomo del brazo con cuidado.

—No digas nada —siseo y le muestro el arma—. Hoy se termina esta pesadilla, así que camina con cuidado hacia afuera y actúa normal. Hay dos camionetas color rojo estacionadas, suban rápido y las llevaremos lejos de esta mierda.

—¿Qué?

Un disparo se oye del otro lado y todos se cubren. Se vuelve un maldito caos cuando los refuerzos de Arly comienzan a hacer un gran alboroto y la salida se colapsa de gente queriendo escapar. Las chicas se tiran al suelo, asustadas. Yo intento calmarlas, aunque también estoy temblando.
Un hombre sale de un lateral y me apunta, imito su gesto y lo apunto también. No sé qué hago, simplemente lo veo caer al suelo con un agujero en su cabeza.

Maldita sea.

¿Lo maté?

—Sé más rápida la próxima vez —espeta Arly llegando a mi lado—. Saca a las chicas por atrás. Kaz está esperando.

Intento no enfocar la vista en la sangre. No respiro, solo doy la orden y me arrastro en el suelo, entre las mesas, siendo seguida por las jóvenes. Algunos de los hombres de Arly nos cubren mientras del otro lado continúan atacándose.
Encuentro la puerta trasera y las chicas salen con rapidez.

—¿Por qué haces esto? —grita una de ellas, alterada—. ¿Por qué nos ayudas?

—Porque si no hubiese sido por mi padre, tal vez yo hubiera estado en la misma situación que ustedes. Ya sube, te llevarán a un lugar seguro —le susurro para tranquilizarla—. Te prometo que Hana no volverá a hacer ningún daño.

Vuelvo al Sweet Lemon sin mirar atrás. Varios de los custodios de Arly están heridos, pero los hombres de Hana están peor que ellos. Me escabullo y arrastro por el suelo, mientras a lo lejos veo a mi padre pelear con un hombre que es el doble de tamaño que él. Se mueven rápido, no puedo arriesgarme a disparar, estoy jodidamente desesperada.
A esta altura, y con todo este desastre, no hay señales de Hana.

¿Dónde demonios estará?

Veo la zona despejada, así que continúo hacia la oficina de la mujer. Nadie está custodiando allí, lo cual me pone en alerta máxima cuando me acerco a la puerta. Me quedo cuerpo a tierra mientras abro con cuidado, ella está tan malditamente loca que es capaz de disparar sin pensar.

Nada.

No pasa absolutamente nada cuando abro.

Ella no está.

Entro a la oficina y todo está en su lugar, pero ella no se encuentra aquí.
Siento una mano en mi hombro y salto de miedo, apuntando con violencia hacia el cuerpo a mi lado.

—No está.

—Lo sé, Hideto. Acabo de descubrirlo —siseo y suspiro aliviada, pero noto que hace una mueca de dolor—. ¿Estás bien?

—No es nada, no te preocupes.

Su brazo sangra. Cierro los ojos ante ello. Le han disparado y eso se ve bastante mal. ¿Qué debo hacer? No puedo siquiera pensar en intentar curar la herida, me causa escalofríos.
Abro los ojos solo cuando mi teléfono vibra en mi bolsillo. Tal vez sea algo importante.


"Eres una perra inteligente, pero no lo suficiente como para engañarme. Juro que pagarás todo el dinero que me hiciste perder.

Mientras tanto, me desquitaré castigando al idiota de Yuu por meterse con niñas que creen que pueden ir de superheroínas. 

Te daré algunas pistas...

¿Te gusta el aroma de la pintura?

Encuéntrame si puedes.

H."


Respiro profundo e intento calmarme. No puedo comenzar a llorar ahora, llegué hasta aquí y debo continuar, incluso si mi cabeza explota intentando descifrar esa incógnita. ¿Pintura?
Mi padre lee el mensaje y frunce el cejo sin comprender.

—Es Hana —informo.

—Esa hija de puta lo sabía todo —gruñe Arly al entrar—. Me engañaste, ¿cierto?

—Maldita sea, ¿te puedes calmar? —brama Hideto.

—No hubiera hecho todo esto si hubiera sabido lo que tenía en mente esa mujer —hablo alto y le muestro mi móvil—. Ahora todo se complicó y no sé cómo resolver su jodido acertijo.

—¿Pintura? ¿Qué demonios tiene que ver la pintura con Yuu? —la frustración en la voz del moreno es notable.

Kaz entra junto a un hombre alto y ambos me examinan con la mirada, preocupados.

—¿Qué pasó?

—Hideto está herido —señalo, no sé por dónde empezar y me trabo con las palabras—. Hana no está aquí... Ella tiene a Yuu.

—Carajo —sisea Kaz y se pasa una mano por el cabello antes de acercarse a mi padre y guiarlo hasta la puerta—. Tenemos que salir de aquí y curar eso; además, ya es hora.

—¿De qué hablas? —pregunto sin comprender.

—No era mentira cuando dije que Arimatsu quería ver este lugar en llamas —responde Hideto y sale seguido por Kaz y el otro hombre—. Vámonos.

Arly me detiene. Está serio, tanto así que tengo un poco de miedo, pero solo me devuelve el teléfono y ahora parece un poco pensativo. Me pregunta otra vez por el mensaje, y yo no sé qué debo responder. No hay manera de que pueda relacionar una cosa así con el paradero de Hana y Yuu.

Tengo que pensar, joder.

Pintura. Pintura. Pintura.

Cierro los ojos. Un aroma fuerte llega a mi nariz, tengo memoria de ello. Sé que lo he sentido antes, pero mi mente se niega a darme ese recuerdo, como si hubiese sido algo muy negativo y lo hubiese enviado a un lugar del que ahora no lo puedo sacar.
Siento el aroma del humo del cigarrillo.

—Es allí —siseo y abro los ojos, encontrando a Arly fumando—. Sé dónde lo tiene.

—¿Puedes decirme la dirección exacta?

Niego con la cabeza.

—Hay una fábrica abandonada en las afueras de la ciudad. Allí me llevó cuando me secuestró. El lugar tenía mucho olor a pintura y habían maderas, es lo poco que recuerdo.

—Sé donde es. Porque... Allí llevó a Akane también.

Mierda. Esa información me alarma por completo, y una sensación desagradable me recorre la columna vertebral. Corro lejos por el pasillo y salgo hacia la calle, metiéndome en el coche donde me espera mi padre junto a Kaz y, sin siquiera pensarlo, me refugio en un abrazo de Hideto sin importarme que tenga el brazo cubierto de sangre. Él me pregunta qué ha pasado, pero no puedo responder, solo quiero quitarme este presentimiento tan horrible.

Veo por la ventanilla a Arly saliendo de aquel lugar, tan tranquilo que me da escalofríos. Detrás de él puedo ver algo brillante creciendo cada vez más.

Fuego.

Arly sube. La camioneta acelera y nos alejamos del Sweet Lemon que arde en llamas.

Espera, Yuu. Voy a encontrarte. Lo juro.

.

.

.

.

.

.

.

Nota de autora:

¿Me tardé dos meses? Sí.

¿Por qué? Básicamente anduve procrastinando y yéndome a Twitter cada vez que podía. Últimamente le estoy huyendo a la escritura, así que mil perdones si el capítulo no es lo que esperaban.
En realidad pensaba en hacer doble actualización, sin embargo algunas personitas ya iban pidiendo el capítulo... Así que acá está.

Les quiero un montón ♥

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