Hay labios tan finos...
Que en vez de besar, cortan.
Lo pude sentir.
Sentí sus labios sobre los míos, era cálido y tierno.
Kirishima me había besado. De hecho, lo seguía haciendo. Dios, ¿esto siquiera es real? Espero que no. Que sea un sueño y que pronto despertaré.
Pero no lo era. Cuando finalmente logré volver en sí, llevé mis manos a sus hombros, empujándolo.
—¡Sal de mi habitación! —le grité. —¡Vete!
Él había caído al suelo ante en repentino acto, me miraba con sus ojos confundido. Parecía un cachorro con sus orejas abajo.
—Espera Bakugou, yo... Lo-!
—¡He dicho que te vayas! —lo interrumpí, si seguía mirándome de esa manera terminaría cediendo —¡Largo!
Kirishima se puso de pie, mirándome directo a los ojos de manera desafiante.
—No me iré, Bakugou. No hasta que me digas qué pasa. —su voz sonaba grave y seria —¿Qué está pasando contigo? ¿Algo anda mal? ¿y esas marcas en tu muñe-
—No es de tu incumbencia.
El brillo en sus ojos se apagó, su mirada era dolida mientras intentaba acercarse a mí.
—Eres mi amigo, Bakugou. —dijo. Apreté fuertemente los dientes para no volver a gritarle.
Porque no quería hacerlo. No quería gritarle, no quería tratarlo mal. Yo... No quería alejarlo de mí.
Pero detesto que me mire de esa manera, triste. Detesto sientan compasión.
—Los amigos no besan a sus amigos. —dije cortante, mientras fruncía el ceño —No te compadezcas de mí. No quiero tu lástima.
—¡Yo no...! -pero no lo dejé terminar. Me gané tras de él, comenzando a empujarlo para que saliera pronto de mi habitación. —¡Bakugou, en verdad, yo...!
Le cerré la puerta en la cara, puse el pestillo y me dejé caer de espaldas contra ella hasta llegar al suelo, ocultando mi rostro entre mis rodillas.
Ahora mismo, me siento mal. Malditamente mal.
Mi corazón seguía latiendo de manera descontrolada, mis labios ardían, como si aún pudiese sentir ese cálido tacto.
Esto realmente es una pesadilla.