Sky - Finding Love

TheGirlToKillFor द्वारा

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TIENES LA MITAD DE NUESTRO PODER Y YO TENGO LA OTRA....... Cuando Sky ve por primera vez a Zed, el chico malo... अधिक

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Esa misma tarde, Tina me llevó a casa en su auto con la excusa de que deseaba ver dónde vivía. Creo que, en realidad, estaba  a la pesca de una invitación para conocer a mis padres. Su vehículo no tenía más que dos asientos, todo el espacio de la cejuela estaba dedicado a las herramientas del negocio de fontanería de su hermano. Al costado del auto, todavía se alcanzaba a leer Monterrey Reparaciones.

-Me lo dio cuando compró la camioneta -me explicó alegremente mientras hacía sonar la bocina para abrirse paso entre un grupo de adolescentes-. Al menos por un mes más, será mi hermano favorito.

-¿Cuántos hermanos tienes?

-Dos. Más que suficiente. ¿Y tú?

-Soy solo yo.

Charlamos amigablemente mientras recorríamos el pueblo. Su familia parecía maravillosa, un poco caótica pero unida. Con todo ese apoyo,  no era raro que tuviera toneladas de confianza. 

Apretó el acelerador y trepamos velozmente la colina.

-En clase de música, conocí a Zed y a Yves Benedict -mencioné en  forma casual mientras trataba el hecho de que había sudo arrojada hacia atrás contra el asiento como un astronauta en el momento del despegue.

-¿¡No crees que Zed es divino!? -Exclamó. Hizo sonar los labios con entusiasmo y dio un volantazo para evitar a un gato que había osado cruzar delante de ella.

-supongo que sí.

-Acá no hay nada que suponer. Esa cara, ese cuerpo... ¿Qué más puede pedir una chica?

¿Alguien que se fije en ella?, pensé.

- Pero tiene muy mala disposición y vuelve locos a los profesores. Dos de sus hermanos eran muy parecidos pero dicen que él es el peor. El año pasado, casi lo echan de la escuela por ser irrespetuoso con un profesor. Eso sí, el Sr. Lomas no le agradaba a nadie. Se descubrió que le gustaba demasiado algunas chicas, no sé si entiendes a qué me refiero. Lo echaron al final del año.

-¡Puaj!

-En fin. Es una familia de siete varones. Tres todavía viven con los padres en una casa en lo alto del pueblo, junto a la estación de la telecabina, y los mayores en Denver.

-¿Telecabina?

-Sí, su padre la maneja durante la temporada y la madre es instructora de esquí. Todos pensamos que los chicos Benedict son los reyes de la pista.

-¿Son siete?

Le tocó la bocina a un peatón y agitó la mano en señal de saludo.

-Los padres les han puesto nombres siguiendo el orden alfabético. Supongo que eso les ayuda a recordarlos: Trace, Uriel, Victor, Will, Xavier, Yves y Zed.

-Nombres raros.

-Familia rara. Pero los chicos son geniales.

Cuando llegamos, Sally y Simon estaban desempacando los materiales de arte. Se notó claramente que estaban encantados de que hubiera llevado una amiga a casa tan pronto. Mi timidez les preocupaba más a ellos que a mí.

- Lamento mucho no tener para ofrecerles más que galletas compradas en la tienda -dijo mi madre mientras sacaba unos refrescos de la caja de las compras y los colocaba en la mesa de la cocina. ¡Como si ella fuera el tipo de madre que cocinaba sus propias galletas!

-Y yo que esperaba un verdadero té inglés -comentó Tina con ojos pícaros-. Bocadillos de pepino y esas tortitas con dulce y crema.

-Querrás decir scons con mermelada -acotó Simon con fuerte acento británico. Sally y yo nos largamos a reír.

-Perdón, ¿me perdí de algo? -preguntó Tina al ver nuestra reacción.

- Es una vieja broma familiar... no es graciosa -dijo Simon brevemente-. Basta, chicas. Tina, Sky nos contó que te gusta el arte. ¿Qué sabes del nuevo centro?

-Vi el edificio y me pareció totalmente increíble. El Sr. Rodenheim tiene grandes aspiraciones para el lugar - le echó un vistaso a un cuaderno de bocetos que Sally acababa de desempacar. Miró cada uno de ellos con determinación y se mostró impresionada-. Geniales. ¿Son carbonillas?

Sally se puso de pie y se echó la bufanda por encima del hombro.

-Sí, es una técnica para hacer bocetos que me gusta mucho.

-¿Van a dar clases?

-Es parte del arreglo -confirmó Sally mientras le lanzaba a Simon una mirada de placer.

-Sra. Bright, me gustaría venir, si es posible.

-Por supuesto, Tina. Y llámame Sally.

-Sally y Simon -agregó papá.

-Perfecto -repuso Tina apoyando el cuaderno y hundiendo las manos en los bolsillos-.De modo que Sky sacó los genes artísticos de ustedes.

-Ah... no -Sally sonrió un poco avergonzada. Siempre pasada lo mismo cuando la gente preguntaba. Nos habíamos puesto de acuerdo en que nunca fingiríamos ser algo distinto de lo que éramos.

-Tina, soy adoptada -expliqué-. Mi vida fue un poquito complicada hasta que ellos me recibieron.

Entiéndase "Realmente desastrosa"- Me habían abandonado en una estación de servicios de la ruta cuando tenía seis años y nadie había conseguido localizar a mis padres biológicos. Estaba traumatizada: ni siquiera podía recordar mi nombre. En los cuatro años siguientes, solamente me había comunicado a través de la música. No ea una época que me agradara recordar. Me había quedado la persistente sensación de que algún día alguien se presentaría y me reclamaría como si fuera una maleta perdida por una línea aérea. No deseaba que me localizaran.

-Lo siento... no quise entrometerme ni disgustarte. Pero tus padres son geniales.

-No hay problema.

-Bueno -exclamó Tina mientras tomaba su bolso-. Tengo que irem. Nos vemos mañana -y desapareció con un alegre saludo.

-Me gusta tu amiga -anunció Sally dándome un abrazo.

-Y ella piensa que ustedes son geniales.

-Los norteamericanos piensan que los zapatos son geniales -señaló Simon-, alguien que les ofrece llevarlos en auto es genial: no sé que harán cuando se topen con alguien verdadermante genial. Van a tener que buscar otra palabra.

-Simon, no seas un viejo tan quejoso -Sally le dio una palmada en las costillas-. ¿Cómo fue tu día, Sky?

-Bien. No, más que bien: genial -le eché una gran sonrisa a Sally-. Creo que lo voy a paar bien scá -siempre y cuando me mantenga alejada de la Sra. Green.


El ensayo de la banda de jazz cayó al final de la semana. Mientras tanto, no me crucé con los hermanos Benedict en los pasillos ya que nuestros horarios no parecieron superponerse. Solo una vez divisé a Yves a la distancia mientras jugaba vóley, pero las clases de Zed no coincidían con las mías.

Tina sí lo vio.

Nelson jugó básquet con él: hombre valiente.

Pero yo no. Por supuesto que no me pasé todo el tiempo buscándolo.

Me enteré de varias cosas más acerca de Zed. Tanto él como su familia eran uno de los temas favoritos para el chismerío. Tres de los hermanos Benedict -Trace, Victor y ahora Zed, el menor- eran famosos por andar por Wrickenridge con sus motos atronadoras. Participaban delas peleas en los bares y dejaban un tendal de corazones rotos entre la población femenina: la mayoría de las veces, debido a su imposibilidad para salir con chicas del pueblo. Trace y Victor, los dos mayores, se habían calmado un poco desde que trabajaban lejos. Y lo irónico de la cuestión era que ambos eran agentes policiales,  lo cual no impidió que sus hazañas pasadas continuaran relatándose con sumo deleite y algo de cariño . El veredicto parecía ser: Malos pero no miserables.

La síntesis de Tina era la más escueta: "Como el chocolate belga, absolutamente pecaminoso y completamente irresistible".

Culpable por estar demasiado interesada en alguien que acababa de conocer, intenté quitarme el hábito de buscarlo constantemente. No solía comportarme así. En Inglaterra, rara vez me había interesado en algún chico. Y sí para variar, hubiera elegido un candidato, no habría sido Zed. Y además, ¿qué tenía de atractivo? Nada más que una mirada de desprecio. Por eso, el interés que había despertado en mí me volvía una persona superficial. Era posible que se hubiera convertido en el antihéroe de la trama de mi historieta en curso, pero eso no  lo transformaba en un buen candidato en la vida real. Tal vez el hecho de que estuviera tan fuera de mi alcance lo volvía extrañamente "seguro"de desear: la relación no podía avanzar más allá porque la luna podría caerse del cielo antes de que él notara mi presencia.

Nuestros caminos se cruzaron una vez, pero eso sucedió fuera de la escuela... y, definitivamente, no fue mi beneficio. Camino a casa, me había detenido en la tienda para comprar leche cuando fui interceptada por la Sra. Hoffman. En medio del interrogatorio acerca de cómo me iba en cada una de las asignaturas, también me pidió que le buscara algunos productos.

-Sky, querida, necesitaría un frasco de salsa de eneldo -precisó señalando una botellita verde del estante más alto.

-Bueno -repuse. Coloqué las manos en la cadera y alcé la mirada: estaba demasiado alto para ambas.

-¿Por qué colocarán estos endemoniados estantes tan altos? -bufó la Sra. Hoffman-. Tengo -esos deseos  de llamar al gerente.

-No hace falta -no quería estar ahí cuando eso ocurriera-. Yo se lo alcanzo -eché un vistaso por el pasillos para ver si había a mano una escalera disponible y divisé a Zed en el otro extremo.

Mi vecina también lo detectó.

-Pero, mira tú. Es uno de los hermanos Benedict... Xav... no, Zed. Si quieres saber mi opinión, esos nombres son estúpidos.

No quería saber su opinión porque estaba segura de que también tendría algo que decir con respecto al mío.

-¿Te parece que lo llamemos? -sugirió.

Eso sería perfecto. "Perdóneme, Hombre Lobo alto y guapo, pero ¿podría ayudar a la inglesa enana a alcanzar la salsa?". Me parece que no.

-Está bien. Puedo hacerlo sola -afirmé. Me apoyé en el estante más bajo y me estiré en puntas de pie. Enrosqué los dedos alrededor del frasco más alto y casi...

En ese instante, mi pié patinó y aterricé de espaldas en el piso, la botellita salió volando de mis manos y se estrelló contra las baldosas. Los de salsa de eneldo se balancearon de manera inestable como a punto de caer pero, milagrosamente, se mantuvieron en su lugar.

-¡Maldición!

-Sky Bright, ¡no voy a tolerar ese lenguaje tan impropio de un niña! -exclamó la Sra. Hoffman.

De inmediato, apareció la empleada arrastrando una mopa y un balde con ruedas que parecía un perro barrigón.

-Leanne, no pienso pagar por eso -anunció enseguida la Sra. Hoffman señalando el desastre que yo había hacho con el frasco.

Me levanté con dificultad mientras sentía que ya se me estaba formando un magullón en la base de la columna, pero resistí la tentación de frotarme la zona lastimada.

-Fue mi culpa -admití. Hundí la mano en el bolsillo y extraje un billete de cinco dólares: el chocolate que pensaba regalarme.

-Guarda tu dinero, cariño -dijo la empleada de la tienda-. Fue un accidente. Todos lo vimos.

Sin decir  una palabra, Zed se acercó con paso tranquilo, tomó fácilmente  del estante otro frasco de salsa de eneldo y lo colocó en la canasta de la Sra. Hoffman.

La mujer lo miró con expresión agradecida. Quizá no había reparado en que  en que le estaba sonriendo al chico malo de la escuela.

-Gracias, Zed. Eres Zed, ¿verdad?

El chico asintió amablemente, sus ojos me observaron fugazmente con un dejo de burla.

¡Zas! Paraliza a su enemigo con un simple parpadeo.

-¿Cómo están tus padres, querido Zed?

¡Maravilloso! La Sra. Hoffman había encontrado otra víctima que interrogar.

-Están bien -respondió y, después de un pausa, agradó-: señora.

¡Guau! ¡Qué extraños eran los norteamericanos! Al chico malo del pueblo también se le inculcaban buenos modales... no como su equivalente británico que nunca hubiera soñado llamarle a alguien "señora".

-Y tus hermanos mayores, ¿en qué andan?

Me escabullí con un ligero "adiós". No podría jurarlo, pero mientras me alejaba, me pareció oír que Zed mascullaba "traidora", lo cual me hizo sentir mucho mejor con respecto a la caída ridícula que había protagonizado delante de sus propios ojos.

No había ido muy lejos cuando escuché el rugido de una motocicleta a mis espaldas. Miré por encima del hombro y divisé a Zed maniobrando una Honda negra, zigzagueando con destreza entre el flujo de tráfico que regresaba a casa. Obviamente, era mucho mejor que yo para interrumpir una conversación con la Sra. Hoffman. Al verme, disminuyo la velocidad pero no se detuvo.

Continué la caminata tratando de no preocuparme por el hecho de que se estaba haciendo de noche y él permanecía detrás de mí. Me siguió hasta que llegué a la puerta de mi casa y después se marcho velozmente levantando la rueda delantera la rueda delantera de la moto. Al instante, una pequeña caniche del vecino comenzó a lanzar ladridos agudos como si se hubiera electrocutado.

¿Qué había sido eso? ¿Intimidación? ¿Curiosidad? Pensé que la primera opción debía ser la correcta. Si llegaba a enterarse de la cantidad de tiempo que había pensado en él esa semana, me moriría de vergüenza. Eso tenía que terminar.


Viernes por la mañana, los noticieros locales mantenían una cobertura ininterrumpida de un tiroteo entre bandas ocurrido en la ciudad cercana de Denver. Varios miembros de una familia habían quedado atrapados en medio del cruce de fuego y ya se encontraban en la morgue. Parecía algo muy lejano a los problemas de nuestra comunidad de montaña, de modo que me sorprendió descubrir que era la noticia del día. La violencia al estilo de la serie Ka- Pow! estaba muy en la imaginación pero en la realidad resultaba perturbadora. No quería pensar en eso paro mis compañeros de clase no dejaban de hablar del tema.

-Dicen que se trató de un asunto de drogas que salió muy mal -nos contó Zoe, una amiga de Tina, durante el almuerzo. Ella tenía una actitud muy irrelevante hacia la vida y me gustaba especialmente porque era apenas más alta que yo, gracias a su madre china, que era muy  pequeña-. Pero asesinaron a cinco miembros de la misma familia, incluido un bebé. ¿Cómo se puede ser tan enfermo?

-Escuche que los pistoleros escaparon. La policía ha emitido una orden de captura por todo el estado -añadió Tina con aire entendido. Su hermano mayor trabajaba en la oficina del alguacil-. Brad se anotó para trabajar horas extras.

-Dile a tu hermano que no se preocupe: si vienen por acá, la Sra. Hoffman los descubrirá enseguida -Zoe partió una rama de apio y lo cubrió de sal mientras, con la mano libre, colocaba hábilmente su largo pelo negro por arriba del hombro-. Me la imagino arrastrándolos .

-Sí, los hará implorar clemencia -coincidió Tina.

La Sra.Hoffman: la Jueza  Despiadada que aplica justicia con su cuchara de madera letal, cavilé.

-¿Creen que los pistoleros vendrán hasta acá?

-¿Perdón? ¿Que ocurra algo excitante en Wrickenridge? Abre los ojos -sentenció Zoe con una sonrisa.

-No, Sky -agregó Tina-. Imposible. Estamos al final de un camino que no conduce a ningún lado. ¿Por qué habría alguien de venir acá a menos que tuviera esquíes enganchados en los pies?

Era una buena pregunta.Tarde me di cuenta de que había sido una estúpida al no comprender que estaban bromeando cuando decían que Wrickenridge podía quedar envuelto en una historia criminal, pero Zoe y Tina no se burlaron de mi inteligencia sino que se mostraron muy divertidas. El echo de que yo fuera extranjera las volvía mucho más tolerantes.

Ofrecí mis excusas para escapar de todas las charlas de asesinatos y llegué a la clase de música cinco minutos antes de la hora. Como tenía el lugar para mí sola, dejé que mis dedos acariciaran el hermoso piano con un nocturno de Chopin. Me ayudó a borrar la sensación estremecedora que me asaltaba al pensar en el tiroteo de Denver. La violencia siempre me producía pánico como si fuera a liberar a un tigre de una jaula de recuerdos que habitaba en mi interior: algo que no podía derrotar ni superar. No estaba dispuesta a dejar que eso sucediera.

Como todavía no teníamos un piano en casa, ya había comenzado a sentir fuertes síntomas del síndrome de abstinencia. Mientras recorría las notas, me distraje pensando cómo me recibiría hoy Zed y Chopin se transformó en algo más funky entrelazado con el tema de misión imposible. 

La puerta se abrió de golpe y me di vuelta con ansiedad mientras el corazón me latía con fuerza, pero solo se trataba de Nelson.

-Hola, Sky. Yves y Zed no están en la escuela - el Hombre Elástico entró a los saltos y sacó su instrumento del estuche. 

Experimenté una fuerte oleada de desilusión que preferí atribuir a que se negara la posibilidad de tocar y no a que no podría ver el objeto de mi secreta obsesión.

-¿Te interesaría igual que probáramos algunas cosas juntos? -pregunté y dejé correr los dedos sobre las teclas.

Nelson torció la boca con una mueca.

-¿Qué clase de cosas tienes en mente, dulzura?

-Mmm... estoy segura de que hay algunas canciones que podríamos ensayar -me levanté y hojeé la pila de partituras que había encima de la mesa.

-Rayos, ¡me estás ignorando!

-¿Yo? ¿En serio? -sentí que me sonrojaba por completo-. ¿Qué te parece esto? -y le arroje una pieza cualquiera.

-¿Melodías de obras musicales? -profirió mirando hacia abajo-. Digo, Oklahoma tiene algunas buenas, pero...

-Ah -se lo arrebaté sintiéndome más nerviosa aún al ver que se estaba divirtiendo conmigo.

-Tranquila. Tengo una idea mejor: ¿porque no me dejas elegir a mí?

Aliviada, abandoné las partituras y volví al taburete del piano, donde me sentía segura.

-¿Te pongo nerviosa? -me preguntó Nelson con expresión grave y mirada de curiosidad-. No tienes que tomarme en serio, solo estaba bromeando.

Pasé mi larga trenza por encima del hombro y la envolví alrededor del puño. Tenía que mantenerla bajo control.

-Tú no.

-¿Los varones en general?

-¿Es tan evidente? -repuse mientras me golpeaba suavemente la cabeza contra la tapa del piano.

-No -contestó Nelson-. Es que yo tengo una sensibilidad especial para reconocerlo -esbozó una amplia sonrisa.

-Tengo algunos problemas -comenté frunciendo la nariz de disgusto hacia mí misma. Mis problemas eran varios y, de acuerdo al psicólogo infantil al que había ido desde los seis años, todos surgían de mi profunda inseguridad. Bueno, caramba, como si yo no hubiera podido descubrir eso por mí misma teniendo en cuenta de que me habían abandonado.

-Todavía no me siento muy segura aquí.

-Pero recuerda que yo te protejo -Nelson eligió una partitura y me la mostró-. Cuando estás conmigo, puedes relajarte. No tengo intenciones nefastas con respecto a ti.

-¿Qué significa nefastas?

-No lo sé, pero mi abuela me acusa de eso cuando piensa que hice algo malo y suena bien.

Eché a reír y eso me relajó un poco. 

-Muy bien. Si te portas mal, le contaré a tu abuela.

-No puedes ser tan cruel, brit -comento con un estremecimiento fingido-. Bueno, ¿vamos a pasarnos el día hablando de cualquier tema o tocamos algo de música? -Nelson tomó el saxo y revisó que estuviera afinado.

-Música -anuncié mientras apoyaba la partitura en el atril y empezaba a tocar con entusiasmo.

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