¿Este bebé es tuyo? (PP #1)

Por CarpeDiemBabyx

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Chase es un chico que está cursando su primer año de universidad y sus únicos objetivos en la vida son: ir de... Más

Prólogo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.

Capítulo 1.

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Por CarpeDiemBabyx


Lo primero que mis oídos oyen al despertar son los reclamos de mamá cuando ella entra en mi habitación y abre las cortinas haciendo que la luz solar golpee mi rostro con fuerza haciendo que mi cabeza duela más de lo habitual. No recuerdo a qué hora llegué anoche pero supongo que fue bastante tarde.

Intento cubrir mi rostro con el edredón pero el pedazo de tela es arrancado de mi cuerpo con fuerza.

—¡Despierta! —grita mamá haciéndome gemir de dolor— Claro, ahora te duele la cabeza pero anoche cuando estabas bebiendo con tus amigos, los vagos, no te dolía nada, ¿verdad? ¡Eres un holgazán, Chase!

Ruedo los ojos y me siento en la cama, sobando mi cabeza porque realmente la jaqueca me está matando.

—Ya, estoy despierto, ¿podrías callarte un segundo, mamá? Por favor...

No escucho nada salir de su boca, solo siento como toma mi oreja y tira de ella hacia arriba haciéndome gritar de la impresión. Ella zarandea mi cabeza y yo intento apartar su mano porque si sigue tironeando de esa manera, me quedaré solo con una oreja.

—¡Eres un irresponsable, ¿me escuchas?! —me grita en el oído, sin soltarme— ¡Tu padre y yo no estamos pagando tu educación para que te comportes de esta manera! ¡¿Quieres ser independiente?! ¡Pues busca un trabajo y paga por ti mismo tu educación!

—¡Ya, mamá! —me quejo, lloriqueando.

—Si quieres mandarte solo, ¿Por qué no te vas, te casas y tienes un hijo tan irresponsable como lo eres tú? ¡Apuesto a que ahí nos entenderías!

Ella suelta mi oreja y me empuja, haciendo que mi cuerpo caiga sobre la cama. Lloro con dramatismo, arrastrándome fuera de su alcance porque mamá sí que es peligrosa cuando está enfadada. Del miedo que he sentido al quedarme sin oreja se me ha espantado hasta un poco la borrachera.

—¡Apestas a alcohol, Chase Hoffman! —ella vuelve a gritar, desde la puerta— ¡Espero que no bajes a desayunar sin bañarte primero! ¡Y te apuras! ¡Tus clases están por comenzar!

—¡Ya, mamá! —le grito esta vez yo, cansado de sus regaños.

—Mocoso insolente... —ella gruñe y hace el intento de llegar a mí, pero yo soy más rápido y me encierro en el baño— ¡Será mejor que te apures!

Resoplo y decido no responderle nada porque si lo hago, ella seguirá lanzando más mierda detrás de la puerta. Así que, solo tomo mi cepillo de dientes y lavo mi boca para quitar aunque sea un poco el sabor a alcohol de ella. Después, tomo una toalla y me meto en la ducha. Regulo el agua y cuando estoy a punto de aplicar un poco de champú en mi cabello, el agua helada golpea mi cuerpo con fuerza haciéndome chillar.

—¡Mamá! —grito tan fuerte como mi pulmones me lo permiten.

—¡Con agua helada se espanta la borrachera más rápido! —grita de regreso y apuesto a que está sonriendo en estos momentos.

Entre maldiciones, me baño rápidamente y salgo de la ducha tiritando como una hoja. Me seco el cuerpo y salgo a mi habitación, vistiéndome con rapidez antes de que termine sufriendo de hipotermia.

Cuando estoy listo, tomo mi bolso, mi cartera y el teléfono junto al cargador y salgo de mi habitación arrastrando todo. El dolor de cabeza no había disminuido y sabía que ahora, luego de la ducha tendría que aguantar el sermón de papá. Siempre cuando llegaba a altas horas de la madrugada y mamá era la que me despertaba para ir a clases, le metía cosas en la cabeza a papá para que él me reclamara. El problema es que él siempre se dejaba llevar por lo que decía su esposa.

—¡El hijo ilustre ha ingresado en la habitación!

Ignoro el comentario sarcástico de mi madre y camino directo al refrigerador para sacar la caja de zumo y beber de la misma. Al acabar, la guardo de nuevo y me encuentro con la mirada severa de papá y a mamá parada a su lado, de brazos cruzados y alzando una ceja como diciendo: de esta no te escapas, engendro del demonio.

—¿Hay algo que quieras decirme, Chase? —cuestiona papá, haciendo a un lado su taza de café. Él está listo para irse al trabajo, vestido impecablemente pero aun así, sigue aquí.

Resoplo y creo una respuesta en mi mente antes de abrir la boca.

—No.

—¿No? —él alza las cejas— ¿Estás seguro?

—Sí, papá, estoy seguro —digo, mirando a mamá. Ella achica los ojos en mi dirección y por un momento me pregunto si realmente ella es mi madre—. ¿Puedo irme ya?

—¿Y el desayuno?

—Comeré algo en la universidad.

El hombre suspira y finalmente, asiente. Camino fuera de la cocina y escucho como mamá le reclama, diciéndole que tendría que ser más estricto conmigo. Tomo mi bolso otra vez y cuando voy a coger las llaves de mi coche, me doy cuenta que no están en el lugar que las dejé.

—Oye, papá, ¿dónde están...

No termino de formular la pregunta cuando mamá aparece, moviendo las llaves en el aire.

—¿Buscas esto?

Suspiro —¿Podrías darme las llaves del coche, mamá?

—Déjame pensarlo... —ella dice y luego hace una mueca pensativa— Uh-oh, creo que este día tendrás que caminar a la universidad. Espero que la caminata hasta allá te haga pensar bien las cosas y te refresque ese cerebro lleno con alcohol que tienes.

—Bien, como sea.

Tomo mis anteojos de sol y salgo de la casa dando un fuerte portazo para demostrarle lo cabreado que estoy. Sin embargo, voy hasta el garaje y saco las llaves de la motocicleta que tengo escondida en la caja de herramientas sonriendo porque la mujer no es más lista que yo. Desbloqueo la moto y tomando el casco, la conduzco hasta quedar bastante lejos de la casa para poder subirme y echar a andar el motor. Ni loco iría caminando hasta la universidad. ¡Son veinte cuadras!


*


Al llegar a la universidad, estaciono la motocicleta en el lugar asignado y me bajo, encontrándome de inmediato a mis amigos apoyados en el coche de Sam. Me acerco a ellos y después de saludarlos, Tyler me tiende dos analgésicos y una botella con agua. Las bebo en completo silencio, arrojando la botella vacía en un contenedor de reciclaje.

—¿Qué tal la mañana? —me pregunta Sam, comenzando a caminar.

—Una mierda, mamá me despertó con sus gritos. Tengo una migraña de los mil demonios y más encima no quiso pasarme las llaves del coche. Estoy estresado, necesito unas vacaciones, urgente.

Tyler ríe —Te dije que no bebieras tanto, hombre.

Lo ignoro y sigo caminando en dirección a la entrada. En cuanto ponemos un pie dentro de la universidad, el timbre suena dando inicio a las clases. Mi estómago ruge por comida y mi garganta está seca.

—Iré por algo de comer al casino. ¿Podrías guardar esto por mí? —les digo, tendiéndole el casco a Sam.

—Claro, nos vemos en el salón.

Asiento y doblo a la derecha para ir hasta el casino. La Facultad de Medicina está completamente llena de alumnos que en este momento se encuentran caminando de un lugar a otro, buscando sus salones para no llegar atrasados.

Ingreso al casino y camino hasta la vitrina para comprar un emparedado y un vaso de café sin azúcar. Cuando tengo mi orden, pago por ella y regreso a la puerta, devorando mi sándwich mientras que con mi otra mano, sostengo el café.

Al salir, tropiezo con una chica que se me queda mirando como si fuera una especie de alucinación. Miro a mi espalda asegurándome si me está mirando a mí y cuando lo hago, volteo nuevamente, encontrándome con su mano muy cerca de mi mejilla. Ella me acaricia el rostro, sus labios separándose y sus ojos mirándome, agrandándose más y más.

—¿Qué diablos haces? —le digo, con la boca llena. Ella me ignora y sigue acariciando mi rostro. Aparto su mano de un movimiento brusco— ¿Qué haces?

Sostengo el emparedado con mis dientes y me quito los anteojos, dejándolos sujetados en mi cabeza. La chica extraña intenta acercarse de nuevo a mí pero me alejo, confundido y enojado por su actitud. La cabeza aún me duele y no quiero tener que lidiar con una loca de remate.

—Apártate de mi camino, loca. —le digo y ella alza su mano, tomando una foto con su teléfono. Frunzo el ceño y aprieto mis labios para no gritarle que se vaya a la mierda. Sin más, camino y golpeo su hombro con el mío— Estúpida loca.

Sigo mi camino sin mirar atrás mientras me dedico a devorar mi sándwich antes de ingresar al salón. Me bebo el café rápidamente y cuando estoy a punto de botar la basura a un contenedor, la loca de remate aparece, haciéndome rodar los ojos.

—¡Hola! ¿Cómo te llamas? Yo soy Serena y mi número es 514-721-6209.

Suelto un gruñido y la empujo por la frente con mi dedo índice.

—Apártate, loca de remate.

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