[A LA VENTA EN AMAZON] Te enc...

Por HildaRojasCorrea

211K 2.5K 645

[A LA VENTA EN AMAZON - SOLO 3 CAPÍTULOS DISPONIBLES] David es un hombre de veintinueve años, tiene dos traba... Mais

Capítulo 2
Capítulo 3

Capítulo 1

14K 869 250
Por HildaRojasCorrea

David miró la hora en su teléfono móvil, eran casi las doce de la noche, sintió un deseo irrefrenable de escuchar su voz, y solo la llamó.

Tuuuuuuuuuu... tuuuuuuuuu... tuuuuuuuuu...

«No contesta... tal vez Ingrid ya está dormida», pensó él, al ver que llevaba varios tonos y ninguna respuesta.

«El usuario al que llama no contesta»...

—¡Qué mala suerte! —masculló. Con algo de brusquedad apretó el aparato y por accidente volvió a marcar—. ¡Mierda, la voy a despertar!

Iba a cancelar el llamado pero escuchó la voz de ella que saludaba desde el otro lado de la línea, el pulso de David se comenzó a acelerar contento y emocionado.

—Hola, amor, ¿cómo estás? —saludó un poco nervioso, pero con una sonrisa en los labios.

—Bien, mi chanchito, ya me iba a acostar. —Bostezó ella sonoramente—. ¿Todo bien?

—Sí... —Suspiró profundamente—, solo... es que te echo mucho de menos. Quería escucharte.

—¡Ay, chanchito!, pero si nos vimos ayer. No puedes ser tan mamón. —Ingrid en el instante en que soltó esa oración se dio cuenta de que estaba metiendo la pata hasta el fondo—. Dime eso cuando hayan pasado más de tres días. Aún te siento entre mis piernas —explicó y dio una risita coqueta para enmendar su error.

David sintió una punzada de vergüenza, se quedó con la sensación inicial de la crítica sin importar lo que ella dijo después. Ingrid tenía una increíble facilidad de hacerle sentir de esa manera. «Pero no lo hace a propósito, solo es un poco fría», justificaba él para no darle más vueltas al asunto. Ya no importaba, ni siquiera tomó en cuenta el comentario erótico de ella. Ahora ya no ansiaba tanto oír la voz de Ingrid.

Ambos quedaron en silencio por un par de segundos que se volvieron dos siglos. David iba a romper el incómodo hielo pero no hallaba qué decir...

—¡Delivery! —Fue el llamado desde el interior de local que lo trajo de vuelta a la realidad. Él se sintió un poco aliviado, tenía la excusa perfecta para huir de lo que sentía.

—Me llaman para un reparto... me debo ir, Ingrid. Te amo. Descansa —se despidió apresurado.

—Yo también, cuídate. ¡Chauuuu!

Fin del llamado.

Era la medianoche de un viernes en Santiago, la hora punta para las entregas de pizzas a domicilio en la ciudad. David es repartidor de noche, motoboy de entrega de correspondencia rápida la mitad del día y estudiante de ingeniería en construcción lo que restaba de la jornada. En resumidas cuentas, sus días son largos, extenuantes y llenos de actividad. ¡Ah! y también agreguémosle que intenta por todos los medios mantener una relación amorosa con Ingrid, a la cual con suerte ve un par de veces a la semana. Se podría decir que se llevan bastante bien, pero a David le gustaría estar más tiempo con ella, sentía que no era suficiente lo que le entregaba a la mujer que amaba, pero ella en realidad era de carácter práctico y no se hacía problemas por la falta de tiempo, trabajaba a jornada completa como asistente gerencia de una importante inmobiliaria, así que sus horarios para compartir con David también eran reducidos.

—Son dos pizzas, una hawaiana, y la otra, mmm.... Está borroso aquí... ¡Ajá! doble queso y pepperoni. Colón 455, departamento 505, La Cisterna. —David memorizaba la información que leía del recibo para hacerse la imagen mental del mapa del sector. Conocía cada recoveco de la zona de reparto de la pizzería como si se tratara de la palma de su mano, llegar ahí sería pan comido.

Se montó en su motocicleta, «La Marilyn», ella era su mayor tesoro, y a la vez su más fiel herramienta de trabajo. Era económica, no le fallaba nunca y básicamente vivía gran parte del día montado sobre ella.

Encendió el motor, el potente rugido lo envolvió y emprendió su carrera contra el reloj, debía llegar a su destino en diez minutos. Zigzagueaba a toda velocidad, cruzando los semáforos casi en rojo, corría veloz entre los automóviles, microbuses y una que otra bicicleta, dejando tras de sí una estela de bocinazos e improperios de parte de los choferes.

No tenía alternativa, si no era osado, pagaba la multa por entregar tarde el pedido. «Si llega un minuto tarde, la pizza es gratis», versaba el slogan de publicidad.

—Maldita sea la gente de marketing, se nota que en su puta vida han hecho una pizza y mucho menos la han entregado en menos de veinticinco minutos... Idiotas. —Ese era su eterno rosario cada vez que lo mandaban a repartir al filo de la hora límite, y desde que bajaron el tiempo de entrega, era peor la cosa.

Le quedaban solo cinco minutos cuando llegó al edificio donde debía hacer la entrega. Según su experiencia, si el departamento no estaba más allá del quinto piso, subía la escalera porque el ascensor era un soberano desperdicio de preciosos minutos.

—Buenas noches, vengo a hacer una entrega al departamento 505 —anunció David al conserje del edificio.

—Deme un segundito, joven. —El conserje, tomó un auricular y tecleó el número del departamento a una vertiginosa velocidad digna de un caracol con muletas—. Aló, hay un joven que viene a entregar... —Puso la mano sobre el auricular—. ¿Qué es lo que trae? —susurró.

David no podía creerlo, ¿el viejo pensaba que tenía toda la noche, acaso? Inspiró profundo para no perder el control y no ahorcar al pobre tipo.

—Pizzas, vengo a entregar pizzas. —Y apuntó las evidentes cajas cuadradas de donde salía el olor de esas exquisitas masas con queso mozzarella y llenas de colesterol.

—Viene a dejar unas pizzas... ok. —El conserje miró a David y cortó—. Suba, joven. Quinto piso.

—¡Gracias!...

David corrió por las escaleras, subiendo los peldaños de dos en dos con su preciada y aromática carga, y solo le quedaban tres minutos. El corazón empezó a bombear con más rapidez, y ya a la altura del cuarto piso, el cuerpo le estaba empezando a pasar la cuenta y se encontraba resoplando, pero aún tenía fuerzas... Solo un poco más.

*****

¡Ding dong!

—Al fin llegó la pizza. Yo voy a abrir la puerta, tú pareces puta deprimida con todo el rímel corrido y vas a espantar al pobre repartidor —dijo Marcelo a su amiga que ya tenía hipo de tanto llorar y lo fulminaba con los rayos láser imaginarios que salían por sus ojos—... No me mires con esa cara, es la verdad, pareces mapache.

Marcelo abrió la puerta y se encontró con un joven repartidor muy atractivo y jadeante, y por su homosexual cerebro se le atravesó inmediatamente una perturbadora escena lasciva. Sonrió y el chico de las pizzas solo esbozó una tímida y tensa sonrisa.

«¡Qué mala onda! Es hétero hasta las re patas», maldijo Marcelo mentalmente. Cualquiera que lo viera nunca pensaría que Marcelo Riquelme es gay hasta la médula, de hecho, ni siquiera habla como suelen caricaturizar a los de su preferencia. Es un hombre común y corriente... que le gustan los hombres comunes y corrientes.

—Buenas noches, traigo el pedido de... —Leyó la comanda—. Ainelen Lemunao.

—Acá es —contestó Marcelo, con un tono de voz neutral.

—Son dos pizzas, una hawaiana y la otra es doble queso pepperoni.

—¿Y el helado? —interrogó con preocupación al notar que el repartidor solo mencionaba las cajas de pizza.

—¿Cuál helado? —preguntó de vuelta totalmente desconcertado.

—Deberías haber traído un helado de chocolate... —explicó— ¡Ahhhh, tenemos un problema! ¡Uno enorme! —afirmó pasándose la mano por la frente.

—Esto es todo lo que me entregaron —excusó un poco nervioso—, y en el recibo no dice nada más. Debieron tomar mal tu pedido, lo siento —justificó el joven de las pizzas.

—¿Cómo te llamas? —interpeló cambiando de tema bruscamente.

—David... Velasco... —respondió vacilante. Mierda, cada vez que le preguntaban el nombre era para plantar un reclamo del porte de Siberia, y después iba a tener que comerse la tremenda penqueada por parte de su jefe, se lo iban a regañar de lo lindo.

Marcelo salió del umbral de la puerta y la juntó. Miró fijo y serio a David, se veía a todas luces que era un buen cabro.

—Mira, David. Estoy acá con un tremendo problema, mi amiga, la señorita Ainelen acaba de tener un... digamos un problemilla, y necesitamos urgentemente ese helado de chocolate. Las pizzas son para mí. Pero ese helado es mi salvación. Ella está a punto de colapsar, si la lleno de azúcar se calmará, se dormirá y yo podré irme a mi casa a una hora decente. Necesito ese helado... a-ho-ra —argumentó con un tono suplicante— ¿Puedes traerlo? Te doy el dinero por adelantado, pero es imprescindible que sea rápido.

—¿Qué? Oiga... —David se rascó la cabeza, era el momento raro del mes, con el cliente raro del mes, todo junto en un solo reparto—. Va a ser complicado, los helados se acabaron, entregué el último en el pedido anterior.

—No puede ser. ¡Es terrible!, mira, ven. —Marcelo abrió un poco la puerta y en silencio le indicó a David que mirara. En el interior había una mujer joven llorando como María Magdalena. «Es un cuadro deprimente, pobre niña», pensó David compasivo—. Si no tenemos ese helado estoy fregado —continuó Marcelo susurrando—. Soy un hombre muerto de desesperación, por favor, anda a una estación de servicio y cómprame uno, de chocolate, con almendras si puedes —precisó las características del helado perfecto para su amiga—. Te lo suplico, no puedo dejarla sola. Me parte el alma verla así —dramatizó para apelar al buen corazón de David—. Te daré una jugosa propina —ofreció sin asco, agotando todos sus recursos para convencer al joven.

David no podía dejar de mirar a la mujer que lloraba, estaba como hipnotizado. Había algo en ella que no lograba identificar y que le obligaba a seguir observándola fijamente. Dentro de su padecimiento ella emanaba una energía que él era capaz de percibir como si se tratara de una fuerza de la naturaleza. David estuvo sumido en un extraño trance hasta que ella se dio cuenta de que él la estaba espiando.

—¿Y tú qué miras?, ¿que no has visto nunca a una mujer llorar? —increpó molesta y dolida, Ainelen tenía mucha pena, rabia y dolor, e injustamente se estaba desquitando con el repartidor curioso, y básicamente, con cualquier ser humano portador del cromosoma XY—. ¿Por qué no te vas a mirar a tu abuela?

—Basta, Ainelen... —reprendió firme Marcelo como si fuera su papá—. David me traerá el helado —aseguró sin haber esperado la respuesta del confundido repartidor—, se acabaron en la pizzería y él va a ir a buscar uno en otro lado. Deberías agradecerle por ser un hombre tan bondadoso.

—Sí, claro —replicó sarcástica sorbiéndose los mocos—. Todos los hombres son unos cerdos y tienen toda su bondad conectada con su pene. Incluido tú, traidor. —Y volvió a explotar en un llanto desgarrador.

—Sálvame de esta, por favor —rogó Marcelo con real angustia y sacó un billete de veinte mil pesos—. En cualquier momento ella me corta las pelotas, y realmente apreciaría que no lo hiciera, todavía las uso.

—Ya, bueno. Hay una Copec cerca... —David aceptó el billete y lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón. Le entregó las cajas de pizza a Marcelo, cerrando de esta manera el trato y comenzó a caminar en dirección a las escaleras—. ¿Chocolate era el sabor, cierto? —preguntó para no olvidar—... ¿y si no hay de...?

—Del que sea, menos de piña... Gracias, viejo... me has salvado el culo. Nos vemos más rato

—Nos vemos...

Marcelo cerró la puerta, miró a Ainelen, y luego hacia el cielo suplicando por respuestas, su mejor amiga nunca aprendía, siempre se involucraba con la crème de la crème de los imbéciles y terminaba llorando. ¿Cuándo iba a ser el día que conociera a un buen hombre que no le fuera infiel, o que no fuera frío e indiferente, o que no fuera vago... o cafiche... o que no fuera casado... o que no fuera gay? De hecho, hace tres años él mismo le rompió el corazón, ella lo amaba en secreto y un día le confesó sus sentimientos. Todavía se le apretaban las tripas a Marcelo al recordar la cara de decepción de Ainelen cuando le dijo que era más gay que Freddy Mercury y Elton John juntos.

—Ya, guachita. El hombre de las pizzas va a traer el helado. ¿Te fijaste que estaba más bueno que el créme brûlée?

Ainelen lo miró con cara de odio, no era momento para fijarse en hombres... Marcelo nunca iba a cambiar, siempre le buscaba un «tipo bueno que la mereciera», y ella nunca tomaba en cuenta sus «candidatos».

—No, no me fijé —dijo sonándose la nariz ruidosamente con un pañuelo desechable—. Ese tipo era un sapo, un mirón, un metiche y más encima estúpido porque no trajo el helado.

—Ya te salió la vena mapuche, Ainelen. Por si no me tomaste atención, los helados se habían acabado y enviaron las pizzas sin tu tesoro. David, así se llama por si te interesa, va a ir a una Copec y lo va a traer.

—Uy sí, él es tan buen samaritano —ironizó—, a lo mejor le gustas y lo hizo para caerte bien y ganar puntos.

—Estoy completamente seguro de que le gustan las mujeres, tanto como a ti te gusta el helado. A los heterosexuales los huelo a treinta kilómetros de distancia. —Marcelo sonrió con ternura—. Ya, arriba ese ánimo... ¿Quieres un pedazo de masa llena de grasa y colesterol? —ofreció él y ella asintió con la cabeza. Marcelo abrió la caja de la pizza doble queso pepperoni, sacó dos trozos, y le entregó uno a su amiga que de inmediato empezó a comer extasiada, estaba hambrienta—. Así me gusta, que comas mucho antes de la dieta del despecho.

Ainelen sonrió por primera vez desde que el mundo se le hizo trizas esa tarde, ¿qué sería de su vida sin Marcelo, su único y mejor amigo? Probablemente sería mucho más desastrosa y miserable.

El repartidor esa noche no volvió.

Continuar a ler

Também vai Gostar

80.3K 2K 12
Dicen que cuando eres diferente, eres raro. Cuando tienes gustos diferentes también dicen lo mismo.. Pero, ¿qué pasaría si mis gustos son un poco ext...
1.3K 119 25
Libro #2 de "Colección Destinos" Nació para un solo propósito: darle vida a un ser con la sangre de un arcángel o de Lucifer. Una criatura que termin...
Dos almas rotas Por Dandelion

Ficção Adolescente

724 92 46
Jack estaba cansado de muchas cosas, sin embargo solo seguía con vida por una razón. Camila a pesar de estar destruida, seguía de pie para encontrar...
6.2K 128 6
(Actualización: en algún momento fuiste importante, pero ya no más.) Esta "historia" es dedicada a @Argentina-Chan, van a ver cosas que no creerán qu...