De la guerra, el odio y otros...

Par Forevertaylorsusy13

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La guerra es una palabra infaltable en cada conversación. El odio es lo único que le da sentido a la vida... Plus

Sinopsis
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
Nota
Segunda parte : Las puertas al infierno
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
De la guerra
El odio
Otros amores
Epílogo
Extra
Final original(I)
Otros amores (II)
Epílogo (III)
Extra: Palmeras en la nieve

I

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Par Forevertaylorsusy13

Agosto 1942, Leningrado

Camila

Todas las historias tienen un comienzo.

Supongo que el comienzo de la mía fue cuando él entró por aquella puerta como un alma en pena que no deseaba atacar a nada ni a nadie pero aún así fue capaz de cambiarlo todo.

Muchas personas dicen que cuando tu vida va a cambiar lo puedes sentir en el aire.
Dicen que no siempre es una sensación tan perceptible, pero siempre está presente como si se tratara de una sombra que te acecha hasta que llegue el momento indicado donde dejar de ser una sombra y se convierte en los tenues rayos de esperanza que suelen presentarse en las miles oportunidades humanas que el destino suele reservarnos.

Sin embargo, cuando él apareció en mi vida, no pude darme cuenta de esa sensación hasta que se fue.

Para mí solo era el último cliente de aquella noche fría de verano que nada de especial tenía, ni siquiera hubiera sido capaz de recordarlo sino hubiera sido por esa extraña sensación que dejó impregnada en lo más profundo de mi ser en el momento en que decidió irse.

Nunca pensé que aquel chico de grandes ojos azules y mirada perdida sería quien cambiaría todo para siempre.

Él no tenía una belleza que sería recordada por días como lo fue mi cliente anterior. Un alemán de cabellos rubios y de ojos grises que te cautivaban tanto que no podías dejar de mirarlos, para complementar la belleza innata de aquel chico que parecía un ángel caído del cielo, él olor a tabaco y chocolate que llevaba en su piel como si fuera parte de él, era un olor tan agradable y único que despistó todos mis sentidos de los quince minutos más dolorosos de toda la noche.

Ese alemán dejó su huella en mí.

No solo recordaría su belleza sino también como había dejado la marca de sus fuertes manos sobre mis muñecas después de llevarlo al himmel, que creo que significa cielo en alemán.

Cuando "él" entró a la habitación yo aún estaba tratando de recomponerme de aquellos quince minutos sin tener que llorar.

Llevaba bastante tiempo en este trabajo y aunque ya no tenía la esperanza de que algún día me iría, aún habían días en que me sentía sucia y no podía dejar de llorar por el dolor que sentía después de estar aproximadamente con 20 hombres todos los días.

Pero como siempre decía Ally, más fuerte que ese dolor es morir de hambre ó no tener nada con que calentarse en las noches frías de inviernos.

Y tenía razón.

Él me miraba sin decir ni una palabra desde el marco de la puerta, yo no noté su presencia hasta que pude levantarme sin pensar en lo devastada que me sentía en aquel momento y con una mirada simple y más bien sumisa me levanté de aquella cama para ir a ponerme la ropa que había sido arrancada hace unos minutos, él se dio vuelta al darse cuenta que estaba desnuda y solo la sábana había ocultado la desnudez de mi cuerpo.

Yo sonreí ante ello, me pareció tierno de su parte.

Ningún hombre que conocía se hubiera dado vuelta.

¿Primera vez? — pregunté mientras trataba de arreglarme las pantimedias que hace menos de cinco minutos estaban en el piso frío de aquella habitación. El chico se tomó unos segundos antes de que su voz grave quedara en cada rincón de los escasos metros que presentaban las cuatro paredes que nos rodeaban, aún no veía su rostro con atención, pero por su porte y por su reacción, suponía que era un adolescente que tenía suficiente dinero como para vivir su primera experiencia.

—comentó algo nervioso y yo reí porque me pareció un chiste. Su voz era la de un hombre, como cualquier otro que había llegado por unos minutos de placer a mi puerta, es por esto que se me hizo casi imposible creer que fuera su primera vez en un prostíbulo.

Bien susurré con una sonrisa porque aún seguía creyendo divertido el chiste ¿Sabes qué hacer? —respondí mientras terminaba de ajustar el corsé que solía utilizar en el trabajo mientras mis manos recorrían sin ningún tipo de limitación las partes de mi cuerpo, todo mi ser ya no necesitaba ningún tipo de idea consciente sobre lo que tenía que hacer; llevaba mucho tiempo en este trabajo como para siquiera diferenciar a alguno de los clientes.

Para mí todos eran iguales, excepto cuando tenían algún tipo de característica que no solía ser común como el olor de su ropa, muchas veces llegaban soldados con el olor dulzón del chocolate que tanto me gustaba y centraba mi atención en ello, como también habían veces que los recordaba por la dureza con la cuál se comportaban durante los minutos que habían pagado. No obstante, prefería a los inexpertos ya que con ellos no solía ser tan doloroso como los que llevaban años viniendo a este tipo de lugares. Al ver por segunda vez a aquel chico sonreí internamente diciéndome que tal vez este sería mi cliente fácil.

Cuando terminé de vestirme me acerqué a él para que se diera vuelta y me viera, en diez minutos tenía que hacerlo sentir especial, que solo era de él y llevarlo al cielo. Eso era lo único que me mantenía con vida y la única forma de tener algo que comer en estos tiempos. No era un trabajo digno, ni tampoco preciado, era solo una forma de sobrevivencia que se había transformado en lo único que me daba vida porque la guerra me había quitado todo al igual que lo había hecho con todo el mundo.

¿Puedo hacerte una pregunta? —me contestó apenas se dio vuelta. Yo lo miraba contrariada, diez minutos se pasaban volando para ellos, para mí eran eternos.

Pero nadie los desperdiciaba con una pregunta, sin embargo, no podía negarle nada si había pagado por mis servicios.

Pregunta — respondí a secas, la verdad es que jamás se habían detenido a hacerme una pregunta, generalmente apenas llegaban comenzaban a sentirse excitados y no desperdiciaban ningún minuto de los que habían —pagaste por diez minutos, soy toda tuya —al principio me dolía decir que era de alguien, me sentía como si fuera nada, no obstante, después de varias semanas me di cuenta que los hombres suelen sentirse más importantes cuando creen que eres de ellos. Aunque fuese solo por unos minutos, así que solían volver después de aquella frase y eso siempre era mejor para mí.

¿Cómo te llamas?, no creo que Alegría sea un nombre mis ojos se abrieron como platos por el comentario, era obvio que mi nombre no era Alegría y si lo fuera lo hubiera cambiado por lo tonto que sonaba, sin embargo, era mi nombre del trabajo y el único nombre por el cual los hombres me reconocían.

Ally lo había escogido cuando me vio por primera vez, según ella era para que nunca olvidara lo que vio en mí cuando me conoció. Para mí solo era una palabra en desuso, creo que nadie en toda Rusia podría identificarse con aquella palabra.

No lo es —susurré a su oído, mientras lo miraba fijamente tratando de encontrar aquello que lo hacía distinto a los hombres que habían dejado sus marcas esta noche.

Sin embargo, fallé en los primeros segundos de aquel análisis, ya que era un hombre como todos los veinte que había tenido en esta habitación durante todo el día, pero había algo diferente en él, algo que me hacía sentir confianza con él para decirle mi nombre así que lo hice — Me llamo Camila, todos me dicen Mila fuera de estas paredes y los hombres me llaman Alegría —él asintió con una sonrisa que me hizo llenar por dentro; ¿cuántos años tendrá? fue lo primero que me pregunté, la guerra quitaba la humanidad a todos desde pequeños, en mi caso me lo quitó desde hace cuatro años.

Pero él no mostraba aquella humanidad destruida, todo lo contrario, la podía reconocer en el brillo de sus ojos, esto me hizo sentir de una manera tan incómoda que no tardé en apartar la mirada de aquellos ojos azules que mostraban una seguridad innata.

Me gusta Mila —ahora eran sus ojos azules quienes me examinaban pero no con aquella morbosidad de todos los clientes, no, él me veía delicadamente como si quisiera conocerme. Por unos segundos me ajusté a esa idea, pero luego la saqué al recordar que sino trabajaba no tendría paga, así que volví a la realidad.

Puedes llamarme como quieras no me molesta pero creo que tengo que realizar mi trabajo sino no me pagarán —suspiré algo cansada mientras comenzaba a pasar mis dedos por su camisa para desabrochar aquella prenda opaca y ver su pecho, cuando pude sacar la camisa y ver su torso desnudo, noté que éste llevaba varias cicatrices alrededor.

No me sorprendió ni en lo más mínimo aquel lienzo lleno de cicatrices que era su pecho, todos teníamos cicatrices por la guerra, yo misma tenía una en mi pierna izquierda de cuando explotó una bomba en el mercado y no pude escapar a tiempo.

Cuando terminé de acariciar su torso, comencé a bajar lentamente por sus pantalones obligando a mis sentidos que estuvieran alerta del suave deslizamiento que vivían los pulpejos de mis manos, sin embargo, él detuvo mi mano en el instante menos esperado obligándome a detenerme.

No tranquila, no quiero hacerlo —toda la emoción que había tenido con él se transformó en furia en tan solo unos segundos, no estaba ahí para perder el tiempo con él, me había quitado la oportunidad de ganar diez Kopecks que podían ayudarme a conseguir algo de leche en el mercado negro y ahora él simplemente no quería hacerlo.

¿Qué? —respondí atónita ante su declaración, la única razón que se me ocurría por la cuál un hombre no quería acostarse con la primera chica que encontraba era que tuviera gustos anormales. Había escuchado muchos casos parecidos, aunque nunca había visto uno — ¿te gustan los hombres? —todo tenía sentido si él respondía que si a esta pregunta, con razón había sido tan dulce y me había abordado con preguntas fue lo primero que pensé justificando cada uno de sus actos desde que había aparecido en la entrada, é no era un hombre de verdad.

Claro que no — contestó finalmente entre risas —es solo que no quiero hacerte daño — esa simple frase de pocas palabras me dejó absorta. Nunca en la vida la había escuchado y menos de alguien que había pagado por tener diez minutos conmigo, creo que el humo de las bombas ya estaba afectando su cerebro y lo hacía decir estupideces.

Entonces para que vienes a un lugar como éste sino quieres sexo —estaba enojada por la pérdida de tiempo que estaba teniendo con aquel hombre, mi último cliente era un idiota, así que fui hacia la cama para ver la bata rosada para taparme, había desperdiciado minutos con alguien que no valía la pena.

Estar aquí es mejor que estar en las calles, solo quería algo de compañía aunque sea por unos minutos, no te preocupes te pagaré por esto Mila —lo miré incrédula, en estos tiempos nadie hacía eso; si te sentías solo te aguantabas y ya estaba. A veces era mejor estar solo sin tener que cargar con más personas y responsabilidades ó tener que mantenerlos con vida.

Eres raro, ¿cómo puedes gastar dinero solo para conversar ?— comenté mientras me cruzaba de brazos, no creía en ni una sola palabra que salía de su boca a pesar de que sus ojos no mentían en ninguna afirmación, me parecía poco creíble que alguien en esta ciudad tuviera dinero para desperdiciar.

Desde que los alemanes cerraron los puertos y técnicamente sitiaron la ciudad para que muramos de hambre, por las bombas y sin contacto con el resto del mundo; nadie tenía dinero ni siquiera para comprar algo de pan.

Era normal ver cuerpos en las calles.

Antes te parabas para ver si se trataba de alguien que conocías, ahora solo pasabas de largo por miedo de que tuviera tifus ó alguna enfermedad contagiosa, al final de todo, nadie podía asegurar que tú no serías el siguiente.

¿Te molesta? —preguntó mientras volvía a abrocharse la camisa, claro que me molestaba pero no le dije eso, simplemente me encogí de hombros restándole importancia.

Es tu vida, pero con suerte hay para comer en esta ciudad y tú los gastas de una manera tan estúpida —refuté mientras él decidió sentarse a mi lado en la cama. Había tenido clientes inexpertos que lloraban cuando lograban introducir su líquido en mí, también había tenido clientes más excéntricos que nunca habían visto a una mujer desnuda, pero él no cabía en ningún cliente que había tenido antes y no sabía como actuar frente a él.

Mila, ¿cuántos años tienes? él estaba interesado en mí de una manera que no podía sentirme cómoda, aunque no había rudeza en su forma de hablar ni en la forma que me trataba, era raro ver amabilidad de parte de alguien.

La amabilidad se había perdido hace tanto que cuando aparecía tratabas de despreciarla por miedo de que detrás de ella se oculte algo peor.

¿Viniste a reportarme?, porque hago esto legalmente —suspiré enojada.

Él negó con la cabeza y tomó suavemente mi mano para que me diera cuenta que no tenía que tener miedo de él.
Esto se volvía cada vez más extraño.

No, solo vine a conversar, es cierto si quieres puedo irme ahora — él comenzó a buscar algo en sus bolsillos hasta que sacó dos relucientes monedas de diez koplecs, me quedé perpleja mirando aquellas dos monedas de cobre, no era mucho, pero eran un tesoro a pesar de todo.

Él las depositó en mi mano para probar que no estaba mintiendo cuando me dijo que me pagaría, se levantó de la cama y esta vez era yo quien lo detenía, me sentía una estúpida al no creerle pero tampoco me culpaba por ello, nadie le hubiera creído.

Bien —suspiré sin entender el rumbo que estaba teniendo esta conversación — Tengo 18 años, hago esto desde hace dos años ¿feliz? —él asintió algo contrariado, de hecho hasta podía notar algo de tristeza en su mirada y no sabía porqué, tal vez no pensaba que era tan joven.

Yo tengo 23 , eres muy joven para esto —reí ante ello, ¿de dónde venía él?, ¿del espacio?.

Yo había visto chicas de ocho años en las calles vendiéndose por algo de pan ó a veces solo por agua a los soldados, esa era la realidad desde que la guerra comenzó.

Aunque todos teníamos derecho a las raciones que daba el estado, éstas nunca eran suficientes y rara vez llegaban a nuestras manos, así que no quedaba otra que salir a las calles para buscar algo de suerte ó más bien algo de la vida que ya no se presentaba en nuestra rutina.

Era más fácil cuando eras mujer y tienes algo que mostrar como en mi caso, no tenía grandes pechos pero tenía rasgos poco comunes en estos lados y eso le interesaba más a los soldados.

Era muy triste definir la vida en un constante río de sobrevivencia donde simplemente existías porque esto era lo menos parecido a la definición que alguna vez había de vida antes de que la guerra estallara, pero poco y nada se podía hacer contra ello.

Bien por ti - respondí ignorando su opinión anterior —¿en qué trabajas? —para tener como pagar por esta conversación supuse que debía ser soldado, no encontraba otra explicación lógica para ello.

De todo un poco — respondió encogiéndose de hombros —principalmente traduzco textos en inglés ó en alemán — así que le pagaban por escribir unos textos, que ironía más grande, le pagaban por algo que yo podía hacer sin ningún problema y lo tenía que hacer por obligación cuando llegaba algún inglés ó un alemán .

¿Eres soldado? aún seguía con la idea de que tenía que serlo, aunque no estaba con ningún uniforme ni tampoco parecía tan corpulento como todos los soldados que había visto en este trabajo.

Algo así, la verdad es que es muy difícil de explicar en que trabajo.

Yo sé inglés y algo de alemán —no sé porque le comenté eso, tal vez para que supiera que su trabajo no era tan importante ni tan difícil que hasta yo podía hacerlo, él alzó su ceja dudoso por lo que le estaba diciendo.

Nadie pensaría que una chica que se acostaba con hombres por algo de comida podía saber leer o escribir, así que era menos creíble que supiera algún otro idioma.

Pero lo hacía.

Lo había aprendido por necesidad; el negocio iba creciendo y venían soldados de todas partes que no hablaban ni un poco de ruso, así que aprender aquellos idiomas hizo mucho más fácil los minutos con los clientes y también me ayudaba a no sentirme en una burbuja cuando ellos hablaban.

No te creo —respondió finalmente, yo sonreí porque sabía que respondería algo parecido.

Of course I do —escogí responderle en inglés porque era el que mejor se me daba, traté de hacer mi mejor esfuerzo en hablar como aquellos soldados que hablaban inglés de una manera formal y chistosa, se parecía al de los americanos pero hasta yo podía darme cuenta que el inglés oficial era el que utilizaban aquellos soldados altos que venían de lugares tan lejanos como Inglaterra.

¿Cómo aprendiste? —Una sonrisa se posó en sus labios, estaba sorprendido más que sorprendido con aquel detalle que seguramente no esperaba de una chica que trabajaba en un burdel.

Llevo dos años en el negocio más conocido del mundo, vienen personas de todas partes y me gusta escuchar, el inglés fue fácil pero el alemán aún me cuesta —él asintió afirmativamente, ¿para él también habría sido difícil aprender alemán? fue lo que me pregunté sin atreverme a decirlo en voz alta.

¿Sabes leer?.

Perfectamente en ruso, pero en inglés aún me cuesta y en alemán no puedo — nunca había tenido la oportunidad de leer en alemán, apenas conocía algunas palabras que me servían para entender a aquellos soldados, Ally se encargaba de ellos porque el alemán se le daba mejor que el inglés.

Sus ojos estaban destellando de felicidad y no tardó en buscar nuevamente en sus bolsillos hasta que sacó un pequeño cuaderno café y me lo pasó.

La tapa era de cuero y tenía algunas páginas salidas, hace mucho que no veía un cuaderno, supuse que era un diario, debido a que estaba lleno de fechas que el mismo me mostró cuando lo abrió.

¿Podrías leerme que dice aquí? — me preguntó mientras señalaba una de las páginas finales, asentí tratando de ver que decía. Al principio las palabras no sonaban en mi cabeza, hasta que me di cuenta que no era ruso, era inglés y traté de leerlo lentamente para no equivocarme.

-killed them, but they would not die.

Yea! all the day and all the night

For them I could not rest or sleep,

Nor guard from them nor hide in flight —las frases seguían pero él cerró inesperadamente el pequeño cuaderno , supuse que ya no quería escuchar más, algunas lágrimas caían a sus mejillas — ¿lo escribiste tú? — pregunté mientras trataba de pensar en aquellas frases escritas , no estaban al azar, seguían un orden y podía sentir la tristeza que sentía con cada palabra, era hermoso.

Ya quisiera —respondió mientras se limpiaba las lágrimas — él es Isaac Rosenberg un poeta de la primera guerra mundial, ese fragmento que leíste se llama los inmortales y es uno de mis favoritos —no había escuchado nunca aquel nombre, pero si sabía sobre la guerra anterior a ésta. Mi padre había peleado en ella y siempre me contaba lo horrible que fue; mamá siempre solía regañarlo por contarme sus anécdotas sobre aquel momento, pero él siempre decía que era necesario que todos supieran lo que es una guerra para que no se volviera a repetir.

Creo que fue mejor que muriera antes de esta guerra, estoy segura que se hubiera decepcionado con saber que su lucha en la primera guerra no sirvió para detener ésta.

¿Has matado a alguien ? —si era soldado como él decía, esta era una pregunta tonta pero quería saber si él había sentido lo mismo que aquel escritor cuando mataba a las personas.

¿Quién no lo ha hecho? —respondió sin ninguna expresión.

Él tenía tanta razón que sentí ese sabor amargo que siempre aparece en tu boca cuando no sabes que decir ante la fría realidad que te rodea, es esa insatisfacción humana que no te permite crear comentarios porque no había nada por lo cuál discutir ó tratar de defender.

Todos habíamos hecho aquel acto deplorable alguna vez en todo este tiempo, algunos tenían la facilidad de utilizar armas para ello, otros simplemente no ayudando ó no compartiendo su comida con alguien que te lo pedía y luego veías su cadáver en la calle —él que no haya pecado que tire la primera piedra —no dije nada a ello, conocía esa frase de la biblia tan bien ya que antes de que todo sucediera solía ser creyente. Rezaba todos los días y trataba de hacer las cosas bien, pero cuando comenzó todo esto, supe que no podía existir algún Dios que aceptara que sus hijos se mataran unos a otros, ni que dejara tanto sufrimiento en la Tierra.

Según Ally él no tiene la culpa, la tienen los humanos ya que nosotros somos los que causamos el sufrimiento que existe diariamente en el mundo.

Yo creo que es culpa de ambos.

Siempre llevas tu cuaderno a todas partes —pregunté mientras arreglaba algunos mechones castaños que se habían soltado de mi moño improvisado, la conversación ya no era incómoda y creo que hasta yo podría responder todo lo que él quisiera preguntarme.

Así es, es una parte de mí, es la parte que la guerra aún no me quita.

Debes ser afortunado, la guerra a mí me lo quitó todo —suspiré ante ello, era cierto que algunas personas habían perdido muchas más familiares en la guerra y que vivían situaciones más tristes que la mía, pero aún dolía recordar a mi familia y como ellos habían muerto.

Aún dolía recordar que en algún momento no hubo guerra y que mi vida era feliz, eran poco los instantes en que me tomaba el tiempo para recordar aquellos días, la verdad es que ya no eran recuerdos presentes solo eran pedazos de lo que mi mente recordaba hace un tiempo atrás, supongo que cuando ves que cada día es peor que el anterior, solamente olvidas una época pasada cuando no fue así.

Eso no es cierto, si lo hubiera hecho no estarías aquí, ¿qué es lo que te hace seguir con vida Mila?— la respuesta era fácil, nada.

No había nada que me mantuviera con vida.

Cuando papá murió, tuve que ser fuerte y tratar de sacar a mamá y a mi hermana pequeña para que ellas no sufrieran. Luego cuando mamá murió pensé que Sofi era la razón por la cual seguía con vida y ciertamente lo era.

Cuando ella se fue, me quedé sin nada, sin razones, sin felicidad y con heridas que hasta ahora no han podido cicatrizar.

Nada —respondí secamente y él negó ligeramente con su cabeza haciendo que sus rulos negros se movieran con él.

Algo debe mantenerte con vida, sino ¿ por qué seguirías aquí?. No es muy agradable luchar todas las mañanas contra la muerte sino tuvieras nada por lo cual seguir con vida, entonces simplemente dejarías que la vida se te sea arrebatada , no gastarías fuerzas para mantenerla — jamás lo había pensado de esa manera y sonaba bastante lógico, sino quisiera seguir con vida no era muy difícil atraer a la muerte, pero todas las mañanas tenía miedo a no despertar.

Tal vez el miedo se había convertido en mi razón.

Supongo que el miedo de morir.

Ahí está —afirmó — la guerra no te ha quitado ese miedo, cuando lo haga te darás cuenta que ya no te queda nada y desearás morir, la vida solo se mantiene por un hilo de razones, cuando pierdes esas razones por las cuales deseas estar vivo, ella se va sin más, tan rápido como el viento —era lo más lindo que había escuchado hace tanto, aunque hablaba sobre la muerte me gustó mucho. Tal vez él era mejor como escritor que como soldado y por eso su trabajo consistía en traducir textos, tal vez eran hasta sus propios textos los que él traducía.

Eso es muy lindo, ¿lo sacaste también del poeta?—recordé el poema y como aquel hombre pensaba que había matado a esos soldado, pero no lo había hecho y eso le dolía más que la acción de haber quitado vidas. Quizás a él también le pasaba lo mismo, su corazón no lo dejaba matar a personas y por eso prefería gastar su tiempo y su dinero teniendo una conversación en vez de utilizar sus armas.

No, eso lo he pensado yo —aunque él no me lo hubiera confirmado sabía que la reflexión había salido de él.

El silencio se apoderó de la habitación, miré el reloj que estaba en la única pared que no estaba destruida por las bombas, habían pasado solo ocho minutos desde que aquel alemán se había ido.

Pero habían sido los ocho minutos más interesantes de toda mi vida, mis muñecas ya no dolían tanto y tampoco me dolía tanto esta vida.

¿Cuáles son tus razones? —pregunté interesada mientras pasaba mis dedos por su manos, éstas eran ásperas, tenían callos y algunas cicatrices; pero si podían escribir algo tan lindo como lo que me había comentado esa noche, entonces eran las manos más bonitas que había visto hasta ahora.

Él se tardó unos segundos para meditarlo, supuse que él jamás se había hecho aquella pregunta y le gustaba más escuchar la respuesta de otras personas que sus propias razones, yo también hubiera preferido lo mismo.

Pues querer contar todo lo que sucedió en esta guerra a las próximas generaciones —un nudo en la garganta se hizo presente cuando escuché estas palabras, eran las mismas que papá había utilizado cuando me contaba esas historias de la guerra, se me hizo imposible no llorar ante ello.

Él trató de consolarme pero yo me negué.

¿Y de qué sirve eso? —respondí con furia recordando nuevamente las tardes en la cual mi padre se había sentado en el jardín conmigo y me había mostrado aquella cicatriz que tenía cuando le apuntaron su pierna izquierda por las trincheras.

Él la mostraba con orgullo porque demostraba la valentía que había tenido en aquel momento, cuando era pequeña también lo veía orgullosa de ello, me sentía orgullosa de que mi padre fue tan valiente como para perder una pierna en batalla.

Ahora me parecía una estupidez, yo jamás daría alguna parte de mí por algo como una guerra.

Para que no se vuelvan a repetir los mismos errores Mila, si tenemos testigos de lo cruenta que fue esta guerra, el ser humano no volverá a cometer ese mismo error dos veces — esa era la mayor mentira, eso pensaron las personas como mi padre que ya habían vivido una guerra pero no funcionó de nada sus historias, ahora vivimos otra guerra que tal vez sea peor que la anterior.

¿Qué es cruenta? —  pregunté tratando de controlar mi rabia hacia su respuesta, él no tenía la culpa de ser tan incrédulo en pensar que con contar su historia detendría una próxima guerra, mi padre tampoco tenía la culpa de ello  —¿Crees que la guerra termine? — respondí suspirando.

Ya había perdido la esperanza de que la guerra terminara, creo que nadie mantenía aquella fe, solamente los locos. Pero quería escuchar de sus labios que podía terminar.

Sus ojos azules comenzaron a buscar los míos, yo bajé la mirada tratando de no llorar de nuevo, no obstante, a él no le importaba y alzó mi mirada para que lo viera.

Cruento significa que algo es muy sangriento como Leningrado - tragó saliva antes de seguir con lo demás  — y todas las guerras tienen que terminar en algún momento, nada dura para siempre — por primera vez sus palabras sonaban duras y sin sentido, por primera vez sentí que él era real.

¿Y sino llegas a contar tu historia ? — susurré tratando de recordar aquella frase, nada dura para siempre.

Era una frase devastadora, sin embargo, cuando ya lo habías perdido todo se podía convertir en una frase esperanzadora como ahora que significaba que no siempre perderías todo.

Significaba que algún día las cosas podían cambiar y sin darme cuenta, ese día ya había cambiado las cosas de alguna forma, aunque sea solo mi vida la que había cambiado.

Entonces estará mi cuaderno para contarla  —  una sonrisa invadió su rostro y tomó nuevamente el pequeño cuaderno mientras lo golpeaba contra su palma - en estos pedazos de papel llevo mi razón de vivir, este cuaderno es más valioso que pan negro u oro.

—¡Estás loco!, ¿cómo un pedazo de papel puede ser tan importante ? — con cada nueva palabra que él decía me hacía sentir que escribir le había afectado demasiado la cabeza, un trozo de papel y palabras bonitas no iban a quitarte el hambre.

¿Alguna vez has escrito algo? —  negué rápidamente, sabía leer y escribir porque me lo habían enseñado en el colegio, pero además de ayudar a hacer las cuentas a Ally, nunca tomaba un lápiz y un papel.

Tampoco es que sobrara el dinero para comprar ese tipo de cosas.

No , creo que hay cosas más importantes que hacer — me encogí de hombros algo avergonzada por mi respuesta.

Lo sé, pero te reto a contar una historia, alguna vez a escribirla y sentir como las palabras se apoderan de tu papel, cuando lo hagas dime si es valioso o no.

Bien, lo haré algún día cuando la guerra termine — respondí irónicamente, no me imaginaba escribiendo una historia y si lo hiciera ¿qué podría contar?, ¿mi vida?, podría ser mi vida pero no tenía nada de interesante, era la misma vida de todos los que viven en Leningrado; aunque claro no era literalmente la misma, pero al final de todo ninguna historia era tan interesante como para ser contada.

Lo estaré esperando Mila  —  al parecer no entendió el sarcasmo en mí ó simplemente quiso ignorarlo — creo que ya terminaron los diez minutos — contestó finalmente viendo el reloj de la pared, ni siquiera me había dado cuenta de ello, pero habían terminado hace cinco minutos.

Quería decirle que quería seguir conversando, no obstante, no lo hice.

Era muy tarde para quedarse conversando.

Así es, adiós  — respondí cortantemente mientras me levantaba de la cama y guardaba en el único bolsillo de mi vieja chaqueta café las dos monedas de hoy. Él también se levantó de la cama y esperó a que terminara de guardar las monedas para ofrecerme su mano en forma de despedida.

Lev Barnivov su nombre no era poco común , pero él lo era así que decidí guardar en mi cabeza aquel nombre, tal vez algún día le pediría el favor a cambio y querría otra conversación con él un gusto conocerla madame, espero que coincidamos otra vez en nuestros caminos y aunque sonara extraño, eso sonó más como una promesa que como una despedida.

Nadie puede asegurar que viviremos para ver el amanecer de mañana.

Eso es cierto, por eso no pierdo mi vida de vista — contestó feliz mientras golpeaba con su mano el bolsillo de su pantalón donde guardaba el cuaderno.

Adiós  — no sé si él se dio cuenta de eso, pero sonreí cuando se fue, yo también creía que lo encontraría nuevamente.

Apenas se fue, entró una castaña que conocía perfectamente. Era Ally ya con su chaqueta para dirigirse a casa. Las otras chicas ya se habían ido y solo quedábamos nosotras dos como siempre.

Ally había sido mi mejor amiga desde siempre, habíamos sido vecinas y cuando mi padre murió vivimos una temporada en su casa, creo que ya ni siquiera la palabra querer podía caber en el sentimiento que sentía hacia ella.

Ella se convirtió en lo único real después de perderlo todo y aunque ella odiaba verme en este trabajo, sabía que no había otra alternativa para seguir con vida.

—¿Ya has terminado Mila? — preguntó dulcemente mientras me abrazaba, los abrazos de Ally eran los únicos que aceptaba fuera de estas cuatro paredes, no dejaba que nadie más me tocara, creo que era suficiente con lo que me tocaban todos los días.

Sí Ally — respondí con una sonrisa mientras no dejaba de pensar en Lev, Ally me miró contrariada al ver esa sonrisa, estaba sorprendida por verme sonreír - no podrás creerme, pero vino un tipo solo para conversar — Ally alzó la ceja extrañada y no pudo controlar la risa al escuchar aquella tontería.

¿Conversar ? ¿sobre qué? — alcé mis hombros porque no sabía como explicarle la conversación.

Ni idea, no entendí mucho de su conversación, pero es un escritor loco — respondí mientras me cambiaba la ropa de trabajo por la falda y la blusa con la cual había venido a trabajar en la mañana.

Ally me ayudó a ponerme la vieja chaqueta mientras seguía riendo por lo que le había comentado.

¿Y gastó dinero solo en conversar? —  ella aún no podía creerlo y la comprendía, si ella me hubiera contado lo mismo tampoco le hubiera creído.

Así es, ¿loco no? — Ally asintió y yo me arreglé la blusa porque me quedaba algo grande, pero como aún no tenía dinero suficiente para unas agujas me decidí a hacerle un pequeño nudo que siempre se desataba.

Mucho, ¿hoy te irás conmigo ó irás directo a tu casa? el toque de queda comenzaría en media hora, así que podía irme a mi casa tranquilamente. Por lo tanto, rechacé irme con Ally ya que ella utilizaba siempre esos diez minutos hacia su casa para encontrarse con un chico, los había visto un par de veces cuando ella me acompañaba a casa, ella jamás me hablaba de él, decía que no era necesario.

Pero yo creo que era su forma de no dejarlo ser alguien en su vida y tener ese miedo de perderlo. Además ¿quién podía arriesgarse a salir con una prostituta?, no tenía sentido.

Iré a casa, estoy muy cansada tengo ganas de dormir por años suspiré.

La verdad es que estaba cansada pero si Lev se hubiera quedado más tiempo, yo también me hubiera quedado toda la noche conversando.

No pidas deseos que pueden ser concedidos ¿eh? — no pude evitar sonreír por ello, Ally como siempre era la chica que nunca perdía el humor, no importaba que pasara en su vida, siempre estaría para hacerme sonreír, creo que ella también pertenecía a mis razones.

Tienes razón — afirmé tratando de ponerme los guantes negros que casi ya no tenían ni lana en ellos de tantos años de uso, aunque estábamos en verano, era mejor llevar toda la ropa que pudieras contigo, porque nunca sabías que iba a pasar.

Te veo mañana puntual, descansa pequeña — reí ante ello, a pesar de que yo era varios centímetros más alta que ella, no dudaba en tratarme como una bebé y no podía decir nada en contra, porque me gustaba — tú cierras hoy — me dio un beso en la mejilla y se fue.

Bien, cuídate Ally —  susurré mientras apagaba la luz de la habitación, ahí fue cuando me fijé que a Lev se le había quedado su cuaderno.

El cuaderno estaba ahí esperando a su dueño como si fuera a regresar.

Reí ante este pensamiento, al parecer conversar por diez minutos con ese loco me había afectado más de lo normal, pero por una extraña razón, sentí que esta no sería la última vez que lo vería.

Y así fue.

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