A Dan le gustaba sonreír, era muy bueno en ello y era el alumno estrella pero cambiaba cuando veía a Ethan provocarle sonrojos a Elijah, quien sonreía incómodo pero le ofrecía aquella faceta tan adorable al sujeto que seguía sin entender que Elijah era solo de él. Suyo, suyo, suyo.
Dan se repetía eso todos los días pero entonces comprendió que no lo había reclamado y no lo podía hacer porque le tenía mucho aprecio. ¿Ethan podría hacerlo? Dan no había sentido esa sensación de dolor más que una vez y detestaba sentirse así.
El espécimen raro había dejado completamente a su merced al investigador.