Lo que no dicen del amor PGP2...

farfallafugace

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El amor es impredecible, caótico y no conoce barreras. Eso lo aprenderán April y Alexia, cuando al enamorarse... Еще

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farfallafugace

Al otro día, April como si de un milagro se tratase se levantó temprano, quería ir a ver a los niños en pediatría. Y para eso, no debía retrasarse.

Ella intentó hacer el menor ruido posible, mientras iba de puntillas al baño. No quería despertar a su amigo que aún se veía cansado.

Todo se jodió cuando se dirigió a la cocina para preparar el desayuno y su almuerzo. Las ollas cayeron al suelo y el escandaloso estruendo se apoderó del hogar; y el eco aumentó el bullicio.

—Hola ardillita, ¿y ese milagro que estás despierta? —dijo Justin esbozando una ligera sonrisa.

—¡Oh! Buen día yo bien… perdón por el ruido. No sé solo no podía dormir.

La muchacha parecía indiferente, así que el chico sonrió y se acercó a abrazarla para tratar de aligerar el ambiente.

—Oye, reina, ¿ya vas a hacer el desayuno? ¿O me encargo yo y tú vas a vestirte? —dijo Justin con una sonrisa.

La muchacha se dirigió con rapidez hasta su habitación para darse una ducha caliente; necesitaba relajarse y no le tomó más de una hora. Miró el borroso reflejo que el espejo empañado le devolvía y con un sonoro movimiento de su mano sobre la fría superficie, logró verse un poco mejor mientras envolvía su cabello en la toalla.

Extrajo del armario su uniforme de pediatría, ataviado con muñequitos rosados y azules para resultar llamativo y que los niños no le tuvieran miedo.

—April, ya está listo el desayuno —dijo el muchacho en un susurro. Sabía que a su amiga no le gustaba que hablara tan fuerte tan temprano.

—Hoy puedo ir a buscarte en la moto ardillita, si deseas… —avisó con una sonrisa.

—Me harías un gran favor, no quiero ir sola por la calle. Hoy empiezan las fiestas de la ciudad y puede ser peligroso, mucha gente se queda y se embriagan —el chico solo asintió mientras metía el almuerzo de su amiga en una taza y luego en un pequeño morral.

—Entonces, a las 10 estaré esperándote —susurró.

—Por cierto, ¿podrías preparar un poco de café? Sin azúcar por favor —pidió con una sonrisa.

Aquella petición hizo que su amigo la mirara raro, pero sin chistar ejecutó lo que ella le pedía.

—Muscules, ¿hoy no tienes que trabajar? —preguntó con voz tranquila.

—No, por las fiestas hay vacaciones hasta el 15 de febrero… sabes que algunos alumnos siempre se van de viaje con sus padres.

—Oh, cierto… ¿Y qué harás durante todo ese tiempo?

—No lo sé… hace poco, salí del armario con mi familia y por allá no me quieren ver. Eso es seguro.

—Oye… —susurró—¿por qué no me habías dicho? Lo siento por no estar contigo —mencionó April abrazándolo.

—Estabas en Freliz en ese momento, no quería molestarte con mis cosas, debías trabajar —susurró con voz ahogada.

—¿Te acuerdas de la promesa que hice hace 13 años?

—Que siempre ibas a estar conmigo…  Ante cualquier cosa, no importaba si estabas durmiendo o trabajando. Que lo que fuera que pasara no me ibas a dejar solo.

—Y las promesas se cumplen… lo lamento por estar trabajando todo el tiempo.

—Éramos demasiado pequeños, ardillita ¿Sabes que te quiero?

—Igual… rompí una promesa y me siento mal por eso. Y sí, me lo dices siempre.

—Ya pasó, no es nada…

—De verdad que… cuando los adoptaron a ti y a Lucas creí que en serio los iban a cuidar y a amar y mira… sus otros hijos mataron a tu hermano y no hicieron nada, ahora te dan la espalda… qué familia.

—Es lo que nos tocó, al menos me sacaron de ese orfanato y pagaron mis estudios.

—Eres un maldito conformista —mencionó la muchacha entre risas ocasionando una sonrisa decaída en su amigo.

En el transcurso de unos minutos, la muchacha acabó de desayunar. Y de conversar un rato con su amigo como desde hace mucho no lo hacía.

—Adiós muscules, te quiero —dijo y envolvió a Justin con sus brazos.

Al salir de la casa, se asomó a cada lado, varios de sus vecinos estaban por viajar y ella… tenía que trabajar.

—¿Si pensarán en su futuro…? Deberían hacer plata para su vejez, ¿no? —susurró April, tan despacio que apenas pudo oírse ella misma.

«6:05 AM»

Hacía bastante frío, el invierno era de las peores cosas en la vida. Al menos para ella. Para su suerte ya había pisado el hospital.

—Debo pasar a dejarle el café a Ciro… ¿Le gustará con o sin azúcar? —susurró.

«Vamos a comprar una estevia por si acaso. Tal vez le guste el café dulce.» pensó. «Mejor le compraré un sobre de endulzante y que él decida si echarle o no.»

—Por suerte se mantendrá caliente en el termo.

El recuerdo de Ciro tan cerca de ella ayer antes de regresar a casa llegó a su cabeza tan rápido que no le dio tiempo de asimilar que sus movimientos comenzaban a ser automáticos. Se tocó los labios con sutileza al imaginar el instante un beso, uno que quizás no llegaría jamás. Tal vez Ciro no sería su príncipe.

«Puff… que estúpida.» pensó burlándose de sí misma. «¿Cómo crees todavía en ese cuento de hadas April?»

—¿Por qué me siento rara estando cerca de él? Me estaré… No, es imposible. Apenas nos conocemos y se supone que prometí no enamorarme de nuevo y aquí voy a meter la pata de nuevo —susurró.

—¿Cerca de quién…? ¿Te gusta alguien? ¿Me das café?

Al oír la voz de Harry se asustó y casi regaba el café.

—Que yo sepa no soy tan feo como para que casi riegues el café —sonrió mostrando su dentadura blanca.

April se sonrojó apenas notó que se encontraba distraída.

—Hola Harry, lo lamento. Tenía la cabeza en otro lado —murmuró comenzando a tararear una melodía. Que cualquiera aseguraría como romántica.

Se dirigió al lado de emergencias aun siendo seguida por el chico que le seguía el paso.

—El café es para Ciro. Anoche se quedó aquí de guardia, supongo y seguro que necesitará desperezarse, aparte que con el invierno, debe estar muriendo de frío y no, no te voy a dar —confesó.

Cuando ingresó se alegró se encontraba en el escritorio de recepción llenando unos papeles.

—Servicio a domicilio —habló con voz chistosa.

—Hmmm, oh, muchas gracias florecita… no te hubieras molestado —confesó haciendo que April se sonrojara—… me hacía falta, no puedo pegar un sueño, anoche no sé en qué momento me ganó el cansancio y perdimos un paciente del que debía estar pendiente.

«Eso de seguro le va a perjudicar, pobrecito.» pensó. «Qué mal.»

—Tranquilo no es molestia, aparte de que hace demasiado frío.

—Anoche, mis compañeros intentaron despertarme, pero no funcionó y ellos no pudieron hacer nada. Pero bueno, por algo pasan las cosas era un señor de edad avanzada tarde o temprano le pasaría. ¿Y eso que llegaste temprano?

—Me levanté a buena hora y como vivo con mi mejor amigo él me ayuda con el desayuno —espetó con voz alegre.

—¿Debo ponerme celoso de ese hecho? —preguntó mientras removía el endulzante en su bebida.

—No, para nada. Él es gay… Lo que sí, es que me sobre protege y sabe de lucha libre. Es el chico del otro día que me llevó el almuerzo.

—Ok, entonces me alegro mucho de no tener competencia y tendré cuidado. No quiero morir joven.

—Oye, ya tengo qué ir a mi consultorio. Que te vaya bien Ciro. A ti igual Harry.

La muchacha con una sonrisa se alejó despacio hasta que quedó fuera de urgencias y se fue corriendo a reportarse.

—Casi llega retrasada. ¿Dónde estaba? ¿En Júpiter? ¿O se quedó en la nebulosa planetaria? Mi compañero dice que la vio entrar temprano.

«6:52 AM estuve a buena hora, incluso más temprano de lo establecido.» pensó. «Mejor no discutiré.»

April con una sonrisa se acercó a las escaleras y subió los escalones que la llevarían a su destino.

«Podría haber tomado el ascensor.» pensó. «Habría sido más rápido.»

—Buen día, doctora, vengo para entregar los exámenes que pidió hacerle a mi hijo Felipe —recordó la mujer.

—Perfecto, le pido que por favor espere y los llamaré por orden de llegada —respondió April con una sonrisa.

—Buenas tardes, disculpe me he perdido… ¿De casualidad sabe dónde atiende el doctor Marcelo Flores?

—Sí —confirmó con una sonrisa—él ve en endocrinología.  Al otro lado; Tienes que ir hasta el fondo de este pasillo y luego vas por la derecha y caminas hasta la última puerta.

—Muchas gracias —susurró en un tono casi inaudible.

«¿Será un chico o una chica?» pensó. «Cada vez entiendo menos a la gente.»

April sonrió de nuevo y la chica le correspondió el gesto y se fue siguiendo la indicación brindada.

—Bien, veamos quién es el primero en la lista… hay bastantes personas que atender hoy —susurró—¡Geraldine Morrison!

Desde una de las sillas del fondo se escuchó la voz de una mujer, se oía desesperada.

—¡Aquí estamos! Buenos días, doctora —gritó una mujer de unos 36 años.

—¿Cómo está? Pasen a mi consulta…

—¡No! Mamá, no quiero que esa mujer me vaya a inyectar —exclamó una niña de unos 3 años que miraba con terror el consultorio.

—Hola pequeña, mi nombre es April… hoy voy a ser tu doctora y prometo que no poseo agujas… anda, dame la mano y yo te llevo.

—Bien, siéntense aquí. Dejen cierro… —April mostró una sonrisa, la niña aún no sé había sentado así que se puso de cuclillas para observar a la niña —oye, si me colaboras subiendo a la camilla te daré una galleta.

—Mami. ¿Puedo comer una?

—Ahora no, pero gracias doctora —informó y agradeció con una sonrisa.

—Comprendo bien, ahora sí cuénteme señora… ¿Por qué trae hoy a su hija?

—Vera doctora, mi hija tiene casi 8 años, pero le han estado saliendo una gran cantidad de vellos.

—Y estos vellos… están manifestándose en su monte de Venus, ¿axilas? Y otra cosa. ¿Ha sangrado de manera constante y abundante?

—No en esos lados, y respecto al sangrado… la he revisado y nada —la mujer le sonrió, se le notaba bastante preocupada así que April le devolvió el gesto intentando calmarla.

En una pequeña libreta, April anotó lo que le decía la madre de la infanta. Y luego levantó la vista.

—Mamá… —la niña intentó hablar, pero el vómito que se avecinaba en ese momento no la dejó.

«Ay… acababan de limpiar, no importa.» pensó.

—¿Estás bien pequeña? —preguntó y la infanta asintió—. Le mandaré un medicamento para el vómito… se lo dará durante un mes antes y después de cada comida, solo si ve que vuelve a vomitar —dijo poniéndose un cubrebocas.

—No será necesario, vomita por estrés —informó.

April tomó a la niña con cuidado y se dirigió al gran aparato de su consultorio que le brindaría la información del peso de la menor. No sin antes avisar a la limpieza que pasara.

—Oh, está un poco pasada de peso. ¿Está comiendo bien? —preguntó.

—Sí, sí… Ella siempre ha sido de buen comer. No le doy mucha comida. Que raro…

—Entiendo, entonces mejor deberá llevarla con un endocrinólogo pediatra que la examine… Aquí hay una doctora buena, Alanís Sophia Grentiny pida que le den una cita para mañana y le comenta todo lo hablado. Ven preciosa vamos a pedirte.

«No mide lo que debería.» pensó. «Pobrecita, bueno, al menos la madre se ve que sí se preocupa.»

—Okay, le informo, para la edad que tiene su estatura debería llegar a un metro… pero tiene menos de eso, esto puede ser por herencia, pero es mejor prevenir —al decir eso, la cara de la mujer volvió a mostrar preocupación.

—Ya… ¿Eso es todo? —preguntó.

—Sí, ya hemos terminado, puede ir a recepción y con este papel pide la cita del nutricionista que la evalúe y verá él si la manda con otro especialista.

—Muchas gracias…

—El paciente que sigue es… ¡Víctor Manuel Chalmers!

Uno, dos y cuatro minutos y al fin sin darse cuenta se consumieron las horas, ya iba siendo momento de irse así que buscó sus cosas y salió rápido del hospital encontrándose con Justin que ya había ido por ella.

—Ardillita, ten, te traje un saco —dijo poniéndolo con cuidado en el cuerpo de su amiga.

Dos minutos, nada más eso tardó la moto en llegar a su hogar y ambos bajaron con cautela.

—No puede ser… olvidé el termo.

—Por cierto, ¿ahora si me dirás para quién era el café? Por qué, que yo sepa, tú no lo tomas y menos sin azúcar.

—Para Ciro, te hablé de él en la mañana…

—Comprendo —dijo mientras parqueaba la moto.

Ambos ingresaron al edificio y se dirigieron al ascensor. Intentaron llamarme, pero no funcionaba.

—Disculpen, el elevador ha presentado una falla y se mantendrán apagados hasta mañana —dijo el hombre de unos 45 años.

—Bueno, muchas gracias por la información.

—Voy a mandarle un mensaje a Damon, ¿tienes hambre?

—¿Para qué le vas a escribir? Y sí, tengo bastante hambre.

—No quiero subir tantas escaleras y no voy a dejar que vayas tú sola… —April no respondió, puesto que cuando lo iba a hacer se fue la luz.

—Lo qué falta… amor, ¿cómo estás? No hay electricidad dónde April y sabes que vive bastantes pisos arriba…

—Se pueden venir acá, así me hacen compañía.

En medio de la tiniebla, April y su amigo se dirigieron a la salida y caminaron hasta la moto. Se irían a dormir a la casa de Damon, le daba pena molestar, pero no tenía otra opción.

—¿Qué es lo que piensas tanto? —preguntó Justin con una sonrisa.

—Es que, no comprendo por qué se me hace tan complicado entender lo que siento.

—¿A qué te refieres? —indagó.

—Siento que me gusta Ciro… sé que apenas lo conozco, pero no sé…

—Tranquila… seguro es algo pasajero,
ya pasará.

—¿Porque  suenas así? Bueno, ya no importa —el chico no dijo nada y solo ayudó a April a subir de nuevo al vehículo.

Justin sin dar respuesta echó a andar su moto y con alta velocidad tomó camino al hogar de su novio.

—Damon vive en un lugar, un poco pequeño. No digas nada al respecto por favor.

—Está bien…

Luego de unos minutos ya se encontraban en la casa de Damon y Justin tocó la puerta y su novio les abrió.

—Hola cariño… April… ya te preparé una cama e hice la cena. Imagino que no han comido.

—Gracias por dejarnos quedar esta noche… y estás en lo cierto. Traemos hambre.

Los tres ingresaron y se pusieron a cenar lo que Damon había preparado. No les quitó tanto tiempo y cuando terminaron se fueron a descansar.

«Mañana será un día agotador seguro.» pensó. «Menos mal que Damon vive a pocas cuadras del hospital.»

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