La Detective Impertinente

TulioRamirez1 tarafından

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Fernando Salgado, un joven de veinticinco años, tiene como sueño convertirse en un detective como su padre. P... Daha Fazla

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1: EL CASO DE LA HIJA DEL EMBAJADOR
CAPÍTULO 2: EL CASO EN CÓDIGO BINARIO
CAPÍTULO 3: EL CASO DEL DISCO DE ORO SANGRIENTO
CAPÍTULO 4: EL CASO DEL CABALLERO FANTASMA
ESPECIAL DE NAVIDAD: AÑORANZAS DEL PASADO
CAPÍTULO 5: EL CASO DE LOS LAMENTOS OLVIDADOS
CAPÍTULO 6: EL CASO DE UNA JOYA CARMESÍ (PRIMERA PARTE)
CAPÍTULO 7: EL CASO DE UNA JOYA CARMESÍ (SEGUNDA PARTE)
CAPÍTULO 8: EL CASO FUERA DE ESTE MUNDO
CAPÍTULO 9: EL CASO DE LA HABITACIÓN ESCARLATA
CAPÍTULO ESPECIAL: UN LAZO A DISTANCIA
CAPÍTULO 11: EL CASO DEL CERO ABSOLUTO (SEGUNDA PARTE)
CAPÍTULO 12: EL CASO DEL TRÉBOL CIBERNÉTICO (PRIMERA PARTE)
CAPITULO 13: EL CASO DEL TRÉBOL CIBERNÉTICO (SEGUNDA PARTE)

CAPÍTULO 10: EL CASO DEL CERO ABSOLUTO (PRIMERA PARTE)

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TulioRamirez1 tarafından

La mañana transcurría como de costumbre en la agencia. Mientras yo me dedicaba a escribir los informes de mis pasados casos, Amanda se ejercitaba frente a mí. Usaba top deportivo color rosa y pantaloncillos cortos a juego, y tenía el cabello recogido en una coleta. Ella se inclinó hacia el frente para iniciar un serie de flexiones, dejando ver el contorno de sus glúteos bajo sus pantaloncillos, lo que me hizo sonrojar y apartar la mirada de inmediato, pero en el fondo, estaba agradecido de verla recuperada salvo por la cicatriz en su pierna, que aunque se notaba poco, era evidente a simple vista.

Estaba tan distraído, que me sorprendí cuando Amanda se inclinó detrás de mí para ver lo que estaba haciendo. Estaba empapada en sudor.

- ¿Qué tanto escribes, Saltamontes? -dijo ella mientras se secaba el sudor del escote con una pequeña toalla.

- Hago informes de cada caso que resolvemos, Jefa. Es algo que me enseñó a hacer mi padre.

- Oh, ya veo -dijo ella mientras me despeinaba con la mano. Hice un ademán para apartarla-. Tu papá te educó muy bien. No podía esperar menos de un detective como él.

- ¿A qué te refieres? -pregunté extrañado.

- Eres ordenado y muy listo, Saltamontes. Tienes lo necesario para ser un gran detective como tu papá. Por supuesto que con mi ayuda, serás aún mejor -concluyó con una gran sonrisa.

- Deberías ducharte y cambiarte de ropa, por si llega algún cliente.

- Si nos necesitan, poco importa como luzca. Además, puedes atenderlos tú sin problemas. Después de todo, es experiencia para ti -dijo mientras me despeinaba una vez más. Hice un mohín de disgusto.

Amanda volvió a colocarse sus audífonos y se apartó de mi lado, reiniciando su rutina de ejercicios con unos abdominales. La miré por unos instantes, mientras repetía en mi mente las palabras que dijo sobre mi padre. Recuerdo que le conté sobre mi incidente con Benavides en la Academia, pero no le había dado muchos detalles sobre mi padre. Concluí que, con lo perceptiva que es, imaginó la clase de hombre que era, así que le resté importancia y seguí escribiendo.

En eso, sonó mi teléfono celular. Era Victoria.

- Buenos días, Fernando. ¿Estás ocupado?

- Ahora mismo redactaba unos informes, pero no es nada del otro mundo -dije mientras miraba a Amanda haciendo unas sentadillas-. ¿Cómo estás?

- Necesito hablar contigo. ¿Podemos vernos al mediodía?

- ¿Sucede algo? -respondí al notar que Victoria hablaba con un tono de voz entrecortado. Algo le preocupaba.

- No me gustaría hablarlo por teléfono. ¿Puedo ir a tu oficina? Estaré allí en una hora.

Miré el reloj de la computadora, que indicaba las once de la mañana.

- Está bien, no creo que haya problemas.

- Gracias, Fernando -dijo antes de colgar la llamada.

Amanda estaba de pie, mirándome con los brazos cruzados.

- ¿Quién era? ¿Algún cliente?

- Era Victoria. Quiere verme al mediodía.

- ¿Tan rápido vas a buscar consuelo en los brazos de otra mujer? Eres muy voluble, Saltamontes -dijo Amanda con una risa sarcástica.

- ¡Ese comentario fue desagradable, y lo sabes!

- ¡Tranquilo! Fue una broma inocente, no era mi intención hacerte enojar -Concluyó manteniendo su sonrisa.

Le devolví la mirada de forma severa. Amanda tenía todo mi respeto, pero ella sabía ser un incordio si se lo proponía.

- Me iré a dar una ducha. Cuando esté lista, puedes irte a almorzar con tu amiga. Pero recuerda que ya estamos a tiempo completo otra vez y tienes que regresar. ¿Entendido?

- Si, jefa -dije entre dientes.

Amanda se encerró en su habitación, mientras exhalaba un suspiro de frustración. Si no fuera porque ella es una excelente detective, hubiera renunciado mucho tiempo atrás. Además, habían otras cuestiones que me impedían alejarme, y eran todos los incidentes que la mantenían en el ojo del huracán sin saberlo. Todavía recuerdo su reacción cuando leyó lo del "Muelle 21" en el mensaje que Axel le envió la primera vez, sumado a aquella vez que se interesó en Clarissa Martinelli. Amanda era un manojo de secretos que de alguna manera la involucran en algo realmente turbio, y mi deseo de ayudarla de alguna forma se fortalecía.

Un ominoso apellido volvía a aparecer en mi mente: "El Gran Martinelli".

¿Sería la propia Clarissa? ¿O se trataba de alguien más? ¿Eran parientes o una simple coincidencia? No estaba seguro de nada, pero existía alguna conexión con Amanda, y estaba decidido a descubrirlo. Aún si eso significaba soportar las bromas pesadas de mi jefa.

En cuanto llegó el mediodía, Amanda ya estaba arreglada con su ropa formal, pero se dirigió hacia la puerta de la oficina.

- Voy a salir a arreglar un asunto importante, así que te encargo la oficina. Si llega algún cliente, toma el caso que te propongan.

- De acuerdo -Le contesté sin despegar la mirada de la pantalla del computador.

No pasaría mucho tiempo cuando escuché unos suaves golpes frente a la puerta. En cuanto la abrí, hice pasar a Victoria, que me respondió con un beso en la mejilla. Era su primer gesto de aprecio hacia mí desde aquella noche.

- Te prepararé algo de café, si gustas -dije mientras me dirigía hacia la cocina, pero ella hizo un gesto negativo con la cabeza.

- No es necesario. Gracias.

- Entonces, ¿qué está pasando? Te noté preocupada cuando me llamaste.

Victoria se acomodó en la silla del escritorio antes de proseguir.

- Fui suspendida de Victimas Especiales.

- ¡¿Por qué?! -El gesto de sorpresa que hice incomodó a Victoria, por lo que recobré la compostura de inmediato-. ¿Por qué te suspendieron? ¿Qué está pasando?

- ¿Recuerdas lo que pasó en la sala de interrogatorios? Dije que si no resolvíamos el caso, pondría mi cargo a la orden. Lo mismo dijo Raimundo.

- Si, lo recuerdo bien. Pero se supone que el caso quedó resuelto. Todo fue provocado por Axel.

Victoria negó con la cabeza una vez más.

- No es así. Es verdad que Axel estaba al mando de un juego macabro, pero eso no resuelve los asesinatos de esas mujeres. No tenemos ningún sospechoso ni pistas que nos lleven al culpable, así que Benavides tomó la decisión de suspendernos a Raimundo y a mí.

Azoté los puños sobre el escritorio en frustración por lo que ella me acababa de contar. "¿Hasta cuándo ese desgraciado seguirá destruyendo nuestras vidas?" era lo único que podía pensar.

- No puedo creer que Benavides siga siendo tan detestable. No es tan diferente a la Academia de Policía.

- Ahora que lo mencionas, creo entender por qué Benavides te tenía tanto odio.

La miré mostrando interés. No me había detenido a pensar en eso desde hacía años.

- Quizá esté relacionado a tu padre.

- ¿Mi padre?

- ¿No lo recuerdas? Cuando ingresaste en la Academia, una de las cosas que siempre comentaban los maestros era tu afinidad con Mauricio Salgado. Él fue un detective famoso, y todos tenían altas expectativas contigo. Para ese momento, Benavides ya estaba afectando tus notas, y a Javier y a mí nos aplicó sus tretas por ser tus amigos.

Me quedé en silencio unos segundos, sin saber qué responder. En mi mente, reviví todas las zancadillas que Benavides, desde su puesto de director, siempre me había puesto para evitar mi progreso académico.

- O sea que todo se reducía a envidia hacia mi padre. Lo que pensé.

- Si. Es lo que creo. Tal vez por eso quería imputarte los asesinatos de las mujeres.

Sentí una punzada de culpabilidad al ver que Victoria y Raimundo estaban sufriendo las consecuencias de involucrarse conmigo. No pude mirar a Victoria a los ojos.

- Lo lamento.

- Fernando, deja de ser tan condescendiente contigo. No me arrepiento de haberte defendido, y se están basando en el hecho que perdí mi arma de reglamento en este incidente para suspenderme. Eventualmente todo se aclarará, pero hasta entonces, necesitaba informarte de lo que está pasando. Además, no era precisamente sobre esto que quería hablarte.

- ¿De qué se trata entonces?

- Es sobre Raimundo -el gesto de Victoria se tornó muy sombrío-. Desde que ocurrió el incidente en el aserradero, comenzó a aislarse de nosotros. Dejó de hablarme directamente mientras trabajábamos, y desde que ocurrió la suspensión, llevo un par de días tratando de contactarlo y no me contesta las llamadas. Creo que hay algo más grave que está ocurriendo, y aun no comprendo que pasa.

- Quizá esté frustrado por la suspensión. Yo también lo estaría -dije mientras recordaba el día que decidí abandonar la Academia, y la insistencia de Victoria de luchar por mantenerme estudiando. Quizá Raimundo tomó una decisión similar.

- Antes de la suspensión, decidí investigar algo por mi cuenta. ¿Recuerdas ese extraño símbolo pintado en la Habitación Escarlata?

- Si, el símbolo del cero.

Victoria metió la mano en su bolso, y extrajo una unidad USB. La dejó sobre el escritorio, al alcance de mi mano.

- Pude acceder a los archivos acerca del asunto de los asesinatos, y logré dar con casos que ocurrieron en el pasado. Estos asesinatos no son nuevos para la Comisaría, pero recibí la suspensión y ya no puedo seguir investigando. Si Asuntos Internos descubre que yo tengo esta unidad, me metería en un lío más grande. Por eso necesito tu ayuda.

Tomé la unidad USB y la miré detenidamente. Recordé el cuaderno de Maussán, aún guardado en una gaveta del escritorio. "Tal vez encuentre más pistas si comparo ambas informaciones", concluí.

- Yo continuaré esta investigación, pero... ¿Qué tiene que ver con Raimundo?

- Solo alcancé a leer unos archivos y no conozco todos los detalles, pero parece que Raimundo estuvo investigando asesinatos similares hace más de cinco años. Tal vez haya alguna pista en ese detalle.

"Hace cinco años... aún seguía en la Academia", repetí en mi mente.

- Solamente cuento contigo para descubrir que está pasando con Raimundo, y de paso, investigar por nuestra cuenta estos asesinatos. Si es la mejor manera de ayudarlo, estoy dispuesta a seguir adelante. ¿Me ayudarás?

Asentí sin dudarlo. Victoria sonrió aliviada.

- Cualquier cosa que averigües, por favor, dímelo. ¿Está bien?

- Lo haré. Pero... ¿Qué harás ahora con el tema de tu suspensión?

- Me las arreglaré. Se requiere mucho más que un comisario engreído para detenerme.

Esa actitud fuerte y determinada siempre había sido un rasgo de Victoria en la Academia. Nada de eso había cambiado en lo absoluto.

- Nos vemos después. Y no te preocupes por mí. Estaré bien.

Victoria se retiró de la oficina luego de darme un beso de despedida. Me alegró el saber que ahora estábamos en paz luego de estar separados tantos años, y que ella había olvidado el rencor que le había provocado mi retiro de la Academia. Imaginé que Raimundo estaba pasando por una situación similar, pero ella tenía razón. Seguramente necesitaba nuestra ayuda.

El resto del día transcurrió sin ningún cliente que atender. A media tarde, Amanda había regresado exigiendo cualquier reporte de lo que hubiera pasado en la oficina, así que le conté de forma resumida lo que Victoria me había dicho. Amanda me escuchó con atención. Cuando terminé, se sentó sobre el escritorio.

- ¿Revisaste los archivos que ella te dio?

- Aún no. Pero si estuve revisando esto -le extendí el cuaderno de Maussán-. ¿Recuerdas la investigación que él estuvo haciendo antes que lo secuestraran? Está relacionado con el mismo incidente, así que traté de organizar esta información primero.

- No está mal. No quiero que se mezcle esa información tan valiosa con basura como esta -dijo ella señalando otras páginas, donde habían dibujos de extraterrestres-. Pero es algo tarde, así que lo mejor que podemos hacer es salir, tú y yo.

- ¿A dónde vamos, jefa?

- A casa de Raimundo, por supuesto.

Amanda y yo abordamos el auto y en poco tiempo, habíamos llegado un edificio que se veía viejo por el paso del tiempo, con la pintura desconchándose aquí y allá. Amanda tocó el botón del intercomunicador, pero no hubo respuesta de nadie. Apenas tuvimos oportunidad, entramos al edificio y subimos al quinto piso. Llegamos en poco tiempo, lo cual me llamó la atención. Amanda conocía a la perfección la dirección del ex comisario, por lo que debieron tener una relación muy cercana en el pasado. Quizá más de la que imaginaba.

Mi jefa tocó el timbre un par de veces, pero nadie contestó.

- Jefa, tal vez no esté en casa. Deberíamos intentar llamarlo más tarde.

Amanda me miró con el ceño fruncido, pero lentamente, esbozó una sonrisa que me hizo temblar de nervios.

- ¿Oyes eso, Saltamontes?

- ¿Oír qué? No oigo nada.

- Guarda silencio, y escucha.

Hice lo que me ordenó, pero no escuchaba absolutamente nada.

- Es el llanto de un bebé.

- ¡¿Cómo que el llanto de un bebé?! ¡¿Te volviste loca?!

Ella levantó el índice y se tocó la punta de la nariz.

- ¿Puedes oler eso? ¡Huele a humo! ¡Hay algo que se incendia!

- No huelo absolutamente nada. ¿Qué demonios te pasa?

Amanda se metió las manos al bolsillo, sacando una pequeña cartuchera. La abrió y extrajo un par de ganzúas pequeñas.

- Hay un incendio en este apartamento, y hay un bebé encerrado. Si no nos damos prisa, podría ocurrir una tragedia, así que vigila si viene alguien. Voy a abrir la puerta -concluyó guiñándome el ojo.

De inmediato se agachó a la altura de la cerradura y comenzó a manipular las ganzúas, mientras que yo me llevaba la mano a la cabeza tratando de ocultar la vergüenza ajena. Ella era capaz de todo tipo de maromas mentales para convencerse que hace las cosas bien.

En pocos segundos, hizo un gesto de victoria. La puerta comenzó a abrirse lentamente, y me hizo un gesto para que entráramos en el departamento. En cuanto entramos, ella cerró la puerta.

- ¡Estás irrumpiendo en el departamento de un policía! ¡Tienes que hacerte ver la cabeza! -le reclamé aún en voz baja, pero ella no me miró. Me hizo una seña con la mano.

- Mira a tu alrededor.

Hice lo que me ordenó, y guardé silencio al instante. La casa tenía restos de basura y botellas de licor vacías por doquier. Los muebles parecían intactos, por lo que nadie más había irrumpido en el apartamento. Pero no me gustaba el ver tantas botellas tiradas.

- ¿Crees que le pasó algo a Raimundo? -pregunté con un nudo en la garganta. Amanda sostuvo su Glock con la otra mano.

- Solo hay una forma de averiguarlo. Sígueme.

Ella comenzó a andar lentamente hacia cada una de las habitaciones con su arma preparada ante cualquier intruso escondido, mientras que yo la seguía de cerca. El salón, la cocina y el baño estaban libres, y nos estábamos aproximando hacia su habitación. Amanda me hizo una seña con la mano para detenernos, y se llevó un dedo a la boca para guardar silencio. Luego, se aproximó despacio hacia el umbral, un paso detrás del otro, y en un movimiento rápido, entró en la habitación apuntando hacia el frente.

No ocurrió nada.

- Entra, Saltamontes. Todo está bien. No hay nadie.

La habitación de Raimundo tenía la cama desarreglada y sobre una pequeña mesa de noche, había varias botellas vacías de cerveza. El resto de la habitación parecía estar en orden, salvo por un pequeño detalle. Sobre la cama estaba un pequeño baúl abierto, y varios papeles sobresaliendo de su interior.

Amanda tomó uno de los papeles y me lo enseñó. Era un viejo recorte de periódico, con fecha de cinco años atrás.

EL "CERO ABSOLUTO" ATACA DE NUEVO

La noticia hablaba sobre la muerte de una mujer de 19 años, la tercera víctima para ese entonces, que había sido encontrada al bordillo de una carretera. Describían una cicatriz en su cuerpo como de un círculo y una línea diagonal dividiéndolo en dos, como una firma característica del agresor. La foto, en cambio, mostraba una joven sonriente y de cabello lacio, cubriéndole las orejas.

Amanda tomó otros recortes mostrando las dos primeras víctimas, también mujeres, y todas fechadas para el mismo año. Era evidente que se trataba de un asesino en serie.

El apodo del criminal, "Cero Absoluto", me hizo recordar las palabras de Amanda: El hombre que acompañaba a Axel en la Habitación Escarlata también se apodaba "Cero". No debía ser una coincidencia.

Mientras Amanda seguía leyendo los recortes de periódico, yo miré dentro del pequeño baúl. Encontré una fotografía que se veía decolorada por el paso del tiempo, mostrando a la misma mujer del recorte. Había una segunda foto debajo y la tomé. Luego se la mostré a Amanda.

La foto mostraba a Raimundo con un aspecto más joven, sosteniendo en brazos a una pequeña niña con el cabello lacio. Ambos sonreían a la cámara con felicidad.

- ¿Qué opinas, jefa? -le pregunté para llamar su atención.

Amanda me dirigió una mirada severa, pero el brillo de sus ojos era otro. Estaba asustada.

- Tenemos que encontrar a Raimundo antes que cometa una locura.

Al poco rato, Amanda y yo estábamos en camino a la oficina. Logré convencer a Amanda de no llevarse el contenido del baúl y tomé fotografías de todo el contenido con mi celular, y mientras ella conducía, miraba en silencio la fotografía de Raimundo y la niña que sostenía en sus brazos. Los rasgos eran idénticos entre uno y otro, y si la comparaba con el recorte de periódico de la adolescente muerta, no cabía duda que se trataba de la misma chica. Cuando Amanda se detuvo en el estacionamiento, llamé su atención.

- ¿Esta chica era la hija de Raimundo?

Mi jefa exhaló un suspiro pesado.

- Nunca la conocí, pero Raimundo hablaba mucho de ella. Él la amaba muchísimo. Ahora entiendo por qué dejó de hablar de ella hace años -concluyó bajándose del auto. Yo la seguí de cerca hasta los ascensores.

- ¿Eso fue de cuando trabajabas en la policía? -pregunté mientras las puertas se cerraban. Ella se cruzó de brazos, frunciendo el ceño-. ¿Jefa?

- Raimundo debe estar persiguiendo a "Cero Absoluto" por su cuenta, y va a cometer una estupidez si no lo encontramos antes.

Las puertas del ascensor se abrieron y ella salió de inmediato.

"¿Son cosas mías o evadió mi pregunta?", pensé mientras la seguía.

Caminé solo unos pasos cuando la encontré parada en el pasillo, con los brazos en la cintura. Frente a la puerta de la oficina, un hombre de cabello largo y atado en una pequeña coleta y anteojos le devolvía la mirada. Se le notaba ansioso, y tenía el puño sobre la puerta, como si la hubiera tocado.

- ¿Se puede saber qué hace frente a mi oficina? -preguntó Amanda de forma autoritaria. El hombre parecía encogerse.

- ¿Esta es la Agencia de Detectives Manrique? Necesito hablar con alguien de un problema que tengo.

Mi jefa sonrió de par en par, suavizando su mirada.

- Acaba de llegar a mi oficina, así que atenderemos su problema de inmediato. Saltamontes, entra ya y prepara un poco de café.

- Entendido, Jefa -respondí mientras abría la puerta de la oficina, permitiéndole el paso a ambos.

Me tomó solo unos pocos minutos hacer algo de café instantáneo y regresé a la oficina con las tres tazas servidas en la bandeja. El hombre agradeció gustoso la taza y bebió un sorbo cuidadosamente. Amanda no tomó reparos en tomar su taza y bebió un buen trago, pese a lo caliente que estaba la bebida. Yo me paré junto a ella mientras escuchábamos a nuestro cliente.

- Lamento mucho haber venido a estas horas, pero estuve toda la mañana en la estación de policía.

- No se preocupe. Siempre es buena hora para visitarnos siempre y cuando no pasen de las cinco, que es la hora en que cerramos. ¿Puede decirnos cuál es su problema?

- Si. Verá, me llamo Julián Galindo, y trabajo como técnico de sonido en un canal de televisión. No sé si conocen a Iker Maussán. Él me recomendó que viniera a verlos.

- Oh, sí. El célebre investigador. Sé muy bien quien es -Amanda hizo una mueca con la boca, tratando de contener la risa.

- El problema que tengo, es sobre mi hija Rosaura. Ella... -la voz del hombre se quebró por un momento, y se restregó los ojos con los dedos bajo sus anteojos-. Ella desapareció hace un par de noches, y no sé dónde encontrarla.

- Cuando dice que fue a la policía, ¿estaba reportando su desaparición? -intervine luego de dejar mi taza sobre el escritorio. El señor Galindo asintió.

- Me dijeron que debía esperar al menos setenta y dos horas antes de iniciar la búsqueda, pero que debía estar atento por si me llamaban en caso de un secuestro. Perdí toda la mañana en la estación para que me negaran la ayuda.

- ¿Puede decirnos más sobre Rosaura? ¿Qué edad tiene? ¿Qué clase de amigos frecuenta? Esas cosas nos serán muy útiles.

- Ella tiene diecinueve años, detectives. Estaba interesada en trabajar en la televisión y en el modelaje. Guardaba muchas revistas de modas e incluso me dijo que quería trabajar en la marca "Farelli's", aunque ya se imagina que no lo consiguió por todo el escándalo.

- Mejor para ella, en mi opinión personal -Amanda asentía mientras hablaba. Nosotros fuimos responsables de revelar el escandalo-. ¿Ella aún seguía interesada en ser modelo?

- Así es. Yo mismo trataba de arreglar un cupo en algunas audiciones en televisión, pero ella no conseguía ningún papel. Eso no la hacía desistir en su empeño de intentarlo, y contactaba muchos fotógrafos para hacer un portafolio. Es muy testaruda cuando se lo propone.

Amanda se llevó la mano al mentón. La notaba pensativa.

- ¿Sabe de alguien que quiera hacerle daño? ¿O a usted?

- No tengo problemas con nadie, y estoy seguro que ella tampoco. Rosaura es muy sociable, y casi siempre usa su computadora para conocer nuevos amigos.

Mi jefa y yo nos miramos por un momento. Eso podía ser un indicio para nosotros.

- Tomaremos su caso, señor Galindo. Haremos lo posible por encontrarla. Sin embargo, debe cancelar mis honorarios antes de empezar.

- Usted dígame cuanto es. El señor Maussán me dijo que lo pagaría en mi lugar sin importar el monto.

"Podrá ser un charlatán en televisión, pero no es una mala persona", pensé mientras el cliente y Amanda se ponían de acuerdo. "Tal vez está tan agradecido con nosotros, que nos enviará clientes regularmente".

El señor Galindo nos dio un fuerte apretón de manos, agradecido por haber tomado el caso de su hija. Nos dio su número de teléfono anotado en un papel que Amanda le extendió.

- Encontraremos a Rosaura, pase lo que pase -dijo Amanda con firmeza, apretando aún más la mano del cliente.

- Si... Muchas gracias, detective -concluyó él mientras agitaba su mano por el dolor.

Poco después de retirarse, Amanda se reclinó sobre el escritorio, ocultando su cabeza en sus brazos.

- ¿Te ocurre algo, Amanda? -dije mientras me inclinaba sobre ella. Con una mano libre, señaló hacia su habitación y luego la extendió.

- Tráeme mi analgésico -concluyó con la voz amortiguada por su propia postura. No perdí tiempo en ir a su habitación y buscar entre sus cosas los analgésicos para su migraña.

En cuanto le entregué la pastilla y un vaso con agua, me los arrebató y tragó todo de inmediato.

- No tengo ninguna duda de que la desaparición de Rosaura, y "Cero Absoluto" están relacionados. Y si ponemos a Raimundo en la mezcla, me preocupa el cómo termine esto.

- Raimundo es un hombre muy capaz. Estoy seguro que sabrá que hacer antes -añadí tratando de tranquilizarla. Ella me miró de forma severa.

- "Cero Absoluto" mató a la hija de Raimundo, y no me quiero imaginar el dolor que debe estar sintiendo al saber que el asesino sigue suelto. Va a buscar venganza de un modo u otro, y tu amiga te dijo que está suspendido. No tiene absolutamente nada que perder. ¿Te das cuenta de cuantas cosas pueden salir mal si Rosaura llega a estar involucrada?

- Tal vez Rosaura está con alguna amiga, o está en otra ciudad atendiendo una audición.

- ¡No seas idiota, Fernando! -me contestó azotando el puño contra el escritorio-. Para que esté más de un día desaparecida sin avisarle a su papá, significa que algo malo pasó.

No supe que contestar ante esa observación. Ella tenía razón, como siempre.

- Los archivos que trajo tu amiga nos podrían ayudar a entender cómo piensa el asesino. Quiero que me los busques de inmediato.

- ¡Si, jefa! -contesté mientras buscaba el dispositivo USB que guardé junto con el cuaderno de Maussán.

Los archivos no fueron difíciles de encontrar. Eran seis carpetas separadas con números en lugar de palabras, por lo que asumí que eran códigos de archivo. Amanda abrió una a una las carpetas y me permitió sentarme junto a ella para leer los documentos. Nos tomó un par de horas revisar cada detalle y las fotografías de cada una de las víctimas, y compararlas con las anotaciones del cuaderno.

Las tres primeras carpetas tenían fecha de seis a cinco años atrás, mientras que las últimas tres eran de apenas unos meses. Había una diferencia muy clara en el patrón que el asesino usaba para sus víctimas. Mientras que las tres primeras víctimas eran adolescentes y estudiantes universitarias, las últimas tres variaban mucho de edad y oficios: Una abogada, la familiar de un diplomático, y la hija del presidente de una empresa tecnológica. Todas fueron torturadas, y tenían tallada en la piel la marca del asesino: el número cero, con una línea diagonal surcándola de izquierda a derecha.

Por supuesto, el archivo de la hija de Raimundo estaba allí: Natalia Cabral.

- Hay un cambio demasiado evidente en el patrón -señaló Amanda hacia la computadora-. Las víctimas no parecían tener una relación con gente importante, sino que fueron seleccionadas al azar, pero cuando llegamos a la hija de Raimundo, se detuvo por cinco años. ¿Tienes una idea de por qué, Saltamontes?

- Creo que es obvio. Mató a la hija de un policía.

- ¡Exacto! No es alguien que quiera meterse con peces gordos. Pero eso cambió con las tres últimas víctimas.

- ¿Y a qué cree que se deba, jefa?

- A que estaban alimentándolo. Le entregaban victimas selectas para torturar, y eso me incluye a mí.

Amanda se acarició la pierna, donde tenía la cicatriz.

- Axel -Concluí de inmediato. Amanda asintió una vez más.

- Ya estamos seguros de que Axel fue quien le dio acceso a las últimas víctimas. La razón que desconozco es por qué, pero eso lo sabremos cuando atrapemos a ese lunático. Ahora entra Rosaura a la ecuación, una joven que quiere ser modelo.

- Regresó al mismo patrón de antes, ¿no es así?

- Es muy posible. Está solo, y cometerá algún error que nos ayudará a encontrarlo. Pero ahora la duda que tengo es el cómo se contactaron ella y el asesino. Tal vez fue a través de Internet, y para eso necesitamos ver el tipo de páginas que frecuentaba -Amanda me miró a los ojos-. Tendrás que ir a su casa y revisar esa información.

- ¿Y qué haremos con Raimundo? -pregunté con mi voz quebrada con la preocupación. No tuve idea de qué debía atender primero.

- Solo nos queda una opción, y es llamar a tu amiga Victoria para que nos ayude. Después de todo, ella no tiene nada más que perder, ¿O sí?

En cuanto el atardecer comenzó, Amanda y yo habíamos decidido que debíamos hacer, por lo que me fui a casa. No había manera para ayudar a Raimundo, y lamentarnos por lo que le ocurría no ayudaría en nada. Lo mejor era dormir un poco, y comenzar a investigar el nuevo caso a la mañana siguiente.

No me había olvidado de todos los cabos sueltos que representaban el pasado de Amanda, asi que organicé todas mis evidencias en una cartelera de corcho que compré unos días atrás. Allí organicé cada una de las pistas que había recolectado, y las até con hilo rojo para hacer las conexiones correspondientes. Aún no tenía claro el panorama, pero las conexiones eran claras. Algo en el pasado de Amanda está amenazando su vida, y Axel era una marioneta de alguien más poderoso. El misterioso "Gran Martinelli" era la clave, pero seguía sin saber nada sobre él. Pensé en esperar que Slash me llamara de un momento a otro informándome si había encontrado algo sobre las cosas que le pedí, pero si pasaba más tiempo, se lo recordaría apenas concluyera el caso de Rosaura Galindo.

Mientras miraba la cartelera, no paraba de pensar en la manera en que Amanda evadió mi pregunta sobre su tiempo en la estación de policía. Ya estaba convencido que ella y Raimundo habían sido compañeros de trabajo, y que de alguna forma u otra, estaban relacionados con Benavides. Ese triángulo se veía como una mezcla potencialmente peligrosa. No podía imaginar que tan mal se llevaban esos tres, aunque no me extrañaba nada de Benavides. Lo que me contó Victoria confirmó mis sospechas.

Fue entonces cuando mi mente hizo una nueva conexión que no había previsto. Corrí a mi habitación, y rebuscando entre cajas con viejas pertenencias, encontré un álbum de fotos de mi infancia. En una de ellas, estaba mi papá cargándome en brazos cuando tenía cinco años, durante una fiesta de cumpleaños. Me dirigí de vuelta a la sala, y reorganicé algunos papeles. Los nombres de Amanda y Raimundo atados de una forma, y el de mi padre y Benavides del otro lado.

Los cuatro estaban conectados de alguna manera.

"No es posible", pensé en un estado de confusión total. "¿Acaso Amanda conoció a mi padre?"

El rostro sonriente de mi padre me devolvía la mirada, cargando a mi yo de cinco años, sin imaginar que en unos años en el futuro, conocería su final de forma trágica. Había una conexión con Benavides muy clara, y seguramente conoció a Raimundo, pero... ¿con Amanda?

Necesitaba respuestas sobre esta conexión, y solo había una persona que podría dármelas. Teníamos que encontrar a Raimundo a toda costa.

A la mañana siguiente, nos reunimos en la oficina. Amanda había contactado a Victoria y ella aceptó la invitación. Encontré a ambas mujeres esperándome sentadas en el escritorio, listas para ejecutar el plan. Yo me dedicaría a investigar la desaparición de Rosaura, mientras que Victoria y mi jefa visitarían a los familiares de las primeras víctimas para buscar pistas de Raimundo. Amanda había llamado al señor Galindo de antemano para informarle que lo visitaríamos, aunque la única visita sería yo.

Partimos de inmediato y Amanda condujo hacia el edificio que le habían indicado, dejándome en la entrada.

- Llámame una vez que investigues cualquier cosa que descubras. Yo pasaré por ti y hablaremos en la oficina en cuanto nosotras terminemos. ¿Está claro?

- ¡Si, jefa! -contesté mientras me inclinaba en la ventanilla del auto-. Buena suerte.

- Nos vemos, Fernando -dijo Victoria poco antes que el auto arrancara y desapareciera por una cuadra.

Miré el pequeño edificio de apenas cinco pisos donde vivía el señor Galindo, con la pintura desconchándose aquí y allá. Comprendí que una chica como Rosaura aspirara a ser modelo con tanta vehemencia, significaba que deseaba salir de la pobreza donde vivía ella y su padre. Toqué el botón del comunicador que conectaba al apartamento de nuestro cliente y escuché su voz de inmediato, preguntando quien era.

- Soy Fernando Salgado, el ayudante de la detective Manrique -contesté con seriedad-. Vengo a hacerle unas preguntas.

- Enseguida bajo, detective -contestó antes de cortar la comunicación.

En pocos minutos, el señor Galindo abrió la puerta del edificio para dejarme pasar. Me indicó el camino hacia las escaleras debido a que no había un ascensor, así que tuvimos que subir hasta el tercer piso a pie. En cuanto llegamos, me dejó entrar a su apartamento.

- Espero que me perdone, pero no esperaba su visita. No he limpiado la casa.

- No se preocupe por nada -dije en cuanto entré a su hogar. No era un lugar precisamente pobre, pero se notaba la humildad con la que vivía. Los muebles se veían desgastados, pero se veía acogedor. Me sentí a gusto.

- ¿A qué debo el honor, detective? ¿Tiene información de mi hija? -preguntó mientras se acercaba a mi lado.

- Aún no. Recién estamos comenzando la investigación. Mi jefa está siguiendo otras pistas, pero me ordenó que viniera a ver la habitación de Rosaura.

El señor Galindo asintió, aunque por sus gestos, estaba algo confundido.

- Usted dijo que ella hablaba con mucha gente por Internet. Pensé que tal vez haya alguna pista en su computadora.

- ¡Si! Eso es verdad. Ella es alguien muy sociable y siempre mantiene contacto con gente de todo el mundo por sus redes sociales. Venga conmigo.

Mientras andaba detrás de él, miré algunos de los retratos colgados en las paredes y enmarcados en algunos portarretratos de la sala de estar. Se veía a Rosaura muy sonriente y abrazando a su padre. Recién me fijé que tenía el cabello castaño, pintado con un mechón azul al lado izquierdo de su rostro, y uno violeta del lado izquierdo, y no pasaba de sus hombros. Tenía los ojos de color café oscuro muy vivos en cada uno de los retratos. Amanda tenía razón al suponer que su desaparición no estaba relacionada a algún problema familiar, aunque no teníamos evidencia de nada.

Entramos a la habitación de Rosaura, al final del pasillo. Estaba algo desorganizada, y con afiches de modelos y cantantes de moda pegados en las paredes, y algunas prendas de ropa sobre la cama. Lo que me llamó poderosamente la atención, era la computadora. A simple vista, podía verse que era moderna, y lo completaban dos pantallas colocadas una al lado de la otra. También tenía un trípode que terminaba en una lámpara de neón circular. Era como un set de filmación en miniatura.

- Ella transmite muchos videos a través de sus redes sociales. Quizá sea influencia mía por trabajar en la televisión -dijo el señor Galindo con una risa nerviosa-. Esa computadora la compró ella gracias a lo que ganó grabando sus videos, pero su interés está en el modelaje.

- ¿Desde hace cuánto se dedica a transmitir esos videos?

- Tendrá unos dos... quizá tres años. Ella lo hace durante las noches, que es cuando tiene tiempo libre de la universidad. Ella estudia Comunicación Social. Supongo que interactuar con las masas es su gran talento.

Tomé nota de todo lo que decía en mi libreta, mientras pensaba en todas las implicaciones de la afición de Rosaura. Si de verdad tenía contacto con millones de personas, no sería raro que interactuara con cientos de fanáticos locos. Dar con uno en específico, y que ese alguien fuera "Cero Absoluto", sería como ganar la lotería varias veces seguidas.

- ¿Puedo ver la computadora unos minutos? -pregunté señalando el equipo. Galindo asintió, permitiéndome sentarme en la computadora.

En cuanto encendí el equipo, tanto el teclado como la propia computadora comenzaron a brillar emitiendo luces multicolores. "¿Cuánto ganaba Rosaura emitiendo sus videos?", fue lo que me pregunté mientras el sistema operativo entraba en funcionamiento.

Lo primero que hice en cuanto abrió la computadora, fue abrir el navegador para buscar sus redes sociales. En una de las pestañas, pude acceder a una página de transmisión de videos en vivo. Habían videos previamente grabados de transmisiones previas, y activé uno de ellos. Duraba al menos dos horas, pero me centré solo en los primeros minutos.

En cada video, Rosaura saludaba jovialmente a los espectadores. Lucía como toda una profesional, hablando sin titubear y con la misma efusividad que el saludo inicial. Los temas eran variados. Desde jugar sesiones de videojuegos, hasta hablar sobre moda o maquillaje. A un lado de la pantalla, podía ver una serie de mensajes escritos por los fans, mandando saludos y continuando la conversación que ella pudiera haber iniciado. Adelanté la línea de tiempo cerca del final, donde comenzaba a despedirse, rogándole a sus seguidores que interactuaran con ella y donaran lo que quisieran para apoyarla. En ocasiones, una imagen animada aparecía en una esquina, indicando que un seguidor le había enviado dinero, a lo que ella agradecía enviando muchos besos a la pantalla. Se notaba que tenía mucho éxito, si consideraba la humildad del apartamento con el sofisticado equipo que tenía enfrente.

- ¿Rosaura le ha hablado sobre cuánto dinero gana haciendo estos videos?

- No. Ella nunca lo menciona, pero me di cuenta que ganaba bien para comprar todo esto, y también se encargaba de la comida mientras yo pagaba las cuentas. Lo que me enorgullece más es que no abandonó nunca sus estudios. Usualmente dormía de más los fines de semana por todo el entusiasmo que le pone a esto.

- ¿Y por qué pensó en dedicarse al modelaje? -pregunté con algo de suspicacia.

- No lo sé a ciencia cierta, detective. Una vez me dijo que quería intentarlo, y que deseaba contactar fotógrafos para hacer un portafolio.

- Me gustaría ver un poco más los videos, por si consigo alguna pista. Creo que me tomará algo de tiempo.

- Tómese el tiempo que necesite, detective. Yo llamaré a la televisora para avisar de mi ausencia. Estaré en la sala si me necesita -dijo el señor Galindo antes de retirarse de la habitación.

Decidí buscar otras redes sociales, y seguía encontrando videos de Rosaura en todo tipo de actividades, desde caminar en una playa, comer en un restaurante, o haciendo bailes improvisados en su propia habitación. No variaba mucho el tipo de contenido a los videos largos, pero entendí por qué llamaba tanto la atención.

Me recordó mucho a Melanie.

Mis pensamientos se interrumpieron por algo que mencionó Rosaura en otro video. Regresé la línea de tiempo lo suficiente para escuchar la frase en cuestión. Ella invitaba a sus seguidores a apoyarla en un sitio totalmente diferente a sus redes habituales, y con una voz sugerente, les decía que no se arrepentirían de lo que verían.

Miré a la puerta de la habitación, pero como no vi a su padre cerca, decidí buscar dicho sitio. Era una página para contenido "exclusivo", cerrado bajo un sistema de pago. No fue muy difícil deducir que clase de contenido estaba vendiendo.

Aparté el navegador para buscar las carpetas y revisar los diversos archivos. Había algo de desorden, aunque no se comparaba a la computadora de Amanda, pero no me tomó mucho tiempo dar con una carpeta de videos e imágenes. Al abrirlos, no pude evitar sentir temor de que el señor Galindo entrara a la habitación. Eran fotografías subidas de tono de Rosaura, vistiendo ropa interior o trajes de baño muy ajustados. No me quedé mirando mucho tiempo para evitar algún momento incómodo, pero ahora entendía la razón de elegir el modelaje como carrera alternativa. Por supuesto, explicaba que ganara lo suficientemente bien para dedicarle tanto esfuerzo a este contenido.

Volví al navegador, y encontré una página dedicada a llevar un diario en línea, donde Rosaura escribía pequeñas frases acompañada de una fotografía suya en poses más normales. Me fijé que había un pequeño ícono en la esquina superior izquierda, que abrió una ventana para conversaciones. Ella tenía algunos contactos en el listado, con pequeñas ventanas de "chat" con otros usuarios.

Uno de los usuarios tenía un icono que me mantuvo paralizado unos segundos que parecieron horas. Un "cero" pintado en rojo, con un fondo negro.

¡Había dado con el contacto clave!

Tuve un impulso de avisarle al señor Galindo, pero me detuve antes de mencionar su nombre al recordar las palabras de Amanda. "Los clientes no quieren la verdad, sino que conteste sus preguntas". No podía decirle nada aún, o pensaría lo peor de inmediato. Tenía que permitirle al menos una luz de esperanza al pobre hombre mientras durara la investigación.

Comencé a leer la conversación, a la par que tomaba fotografías con mi teléfono. El usuario misterioso, que tenía escrito el apodo "xxxMizterZeroxxx", le enviaba mensajes cortos alabando su belleza. Ella contestaba de igual manera, agradecida por la atención. Conforme leía, no encontré ninguna evidencia de malignidad en las palabras del misterioso fan. Pero conforme llegaba a las últimas líneas, encontré otro mensaje revelador.

"Te enviaré el contacto de un fotógrafo que conozco, que sabrá capturar tu belleza para tu carrera como modelo".

¡Otra pista a mi favor!

Para un contacto así, tuve que entrar a su correo electrónico publicado en su diario en línea. Para mi buena suerte, el usuario y la contraseña estaban guardados en el propio navegador, por lo que no tendría que recurrir a Slash para este trabajo. Con todos los encargos pendientes para mí, no quería añadir otro trabajo que drenara mis escasos fondos.

Revisé uno a uno los correos electrónicos, y encontré en sus mensajes recibidos la respuesta de un fotógrafo profesional, citándola a su estudio con dirección incluida. La fecha de envío fue de tres días atrás. Si mis cálculos no me fallaban, significaba que ese mensaje es de un día previo a la desaparición de Rosaura.

Era momento de marcharme, por lo que salí de la habitación. El señor Galindo se acercaba a mí, con una taza de café en la mano.

- ¿Gusta un poco? Acabo de prepararlo -dijo él de forma cortés, ofreciéndome la taza. No tuve el valor para rechazarlo y acepté la taza humeante, tomando un sorbo-. ¿Descubrió algo?

- Tengo algunas pistas que me gustaría analizar con mi jefa, pero es probable que Rosaura fuera contactada con alguien que tal vez pretenda hacerle daño.

El rostro del señor Galindo se contrajo, conteniendo las ganas de llorar. Las manos le temblaban.

- Aún no es nada seguro, por lo que no puedo revelarle nada concreto. Es solo una suposición, por lo que debo irme y seguir esta pista lo antes posible.

- ¿Cuándo podré saber lo que le ocurrió a Rosaura? Por favor, dígamelo.

- Lo contactaré a la brevedad. Se lo prometo -contesté luego de tomar un último sorbo a la taza de café.

Con esa promesa, di por concluida la visita y fui acompañado hasta la entrada del edificio por mi anfitrión. Tenía un potencial sospechoso, y decidí llamar a Amanda de inmediato para hacérselo saber. Sin embargo, ella no contestó mis llamadas. Decidí mandarle tanto a ella como a Victoria el mismo mensaje de voz.

"Conseguí a un posible sospechoso. Su nombre es Laureano Soler. Trabaja como fotógrafo profesional y fue la última persona que vio a Rosaura. Te enviaré la dirección de su estudio. Te veré allí".

Abordé el transporte público y me dirigí al estudio de inmediato, mirando el reloj de mi celular. Había tardado casi tres horas revisando la carrera de Rosaura en Internet.

No fue difícil ubicar el estudio fotográfico de Soler. Estaba ubicado en toda una planta de un edificio de oficinas, en el centro de la ciudad. Me detuve en la entrada unos minutos pensando cómo abordarlo sin levantar alguna sospecha sobre la investigación.

"¿Qué haría Amanda en esta situación?", me pregunté. La respuesta fue obvia: "Miente como corsario. Eso es lo que ella haría".

Tomé un poco de aire para aplacar mis nervios y entré al edificio, dejándome llevar por lo primero que se me ocurriera. Subí hasta el cuarto piso y busqué la oficina donde funcionaba el estudio.

Fue el propio Laureano Soler el que abrió la puerta. Era un hombre de complexión mediana, con una barba de candado donde se intuían unas canas. Tenía el cabello corto de color negro muy intenso, y usaba unos anteojos de montura sencilla. En cuanto me vio, noté que se mantuvo en silencio por un periodo muy breve de tiempo, como si decidiera si saludarme o no.

- ¿Puedo ayudarlo? -preguntó con la puerta entreabierta.

- Mucho gusto. Vengo de parte de la Agencia de Modelaje "Manrique y asociados". Me gustaría conversar con usted acerca de su trabajo como fotógrafo -comencé a hablar sin pensar, dejándome llevar por lo primero que salía de mi mente. Hice un enorme esfuerzo de mantener coherencia al hablar y evitar que descubriera mi mentira-. ¿Puedo pasar?

- ¡Por supuesto! Permítame -dijo mientras se hacía a un lado-. Está de suerte. Ya terminé mi trabajo de hoy y no tengo modelos aquí. Podemos hablar en mi oficina.

Asentí cortésmente y entré a la oficina. No era tan grande como imaginaba. La sala de espera no era mayor a un pasillo con un pequeño escritorio, pero no había nadie sentado allí. Me hizo pasar más allá de esta sala y recorrimos el estudio, donde estaban las luces y la pantalla de fondo para tomar las fotografías. Caminamos al final del pasillo, donde entramos a su oficina. Me llamó la atención que no hubiera nadie en todo el lugar, lo que me causó suspicacia.

La oficina estaba decorada con fotografías de modelos en pasarela y algunas usando bikinis. En algunos marcos, se veían fotos a gran tamaño de revistas de moda. El escritorio estaba lleno de papeles desperdigados. Detrás de él, había un librero cargado de libros, pero no me fijé en ningún título en particular.

Tomé asiento frente al escritorio, mientras que el señor Soler tomaba su lugar.

- Bueno, soy todo oídos. Me decía que viene a proponerme un trato, pero aún no me ha dicho su nombre.

- Carlos López, encantado -dije mientras le extendí la mano. No se me había ocurrido ningún nombre mejor-. Como le decía, represento a una agencia de modelaje con alta proyección internacional, y estamos buscando fotógrafos profesionales para extender nuestro catálogo. Vimos su trabajo y nos interesamos, pero quería ver un poco de su trabajo antes de tomar su decisión.

Soler se ajustó los anteojos mientras guardaba un incómodo silencio.

- Trabajamos en el pasado para la marca "Farelli's", antes que estallara el escándalo. No sé si la ha oído nombrar.

- Si. Ahora que lo menciona, conozco esa marca -el fotógrafo asintió-. Fue muy desafortunado lo que pasó. Es desagradable.

- Es por eso que necesitamos buscar nuevos socios para fotografiar a las modelos que representamos, y dejar atrás ese desastre. ¿Tiene usted algún portafolio?

- Por supuesto. ¿Qué sería de un fotógrafo sin un portafolio de trabajo? -respondió mientras se ponía de pie y me daba la espalda, tomando una carpeta en lo alto de su librero. La tomé gustoso-. Allí puede ver parte de mi trabajo con el modelaje, y también para el anuncio de algunas marcas comerciales. Ese portafolio en particular también contiene mi trabajo más personal.

Comencé a hojear las páginas mostrando interés. No eran cosa del otro mundo. Las modelos posaban en diversas poses sugestivas, o usando vestidos de gala, y en algunas, sosteniendo algún producto comercial como un perfume o una copa de licor. Hice varios gestos aprobatorios para mantener mi mentira lo más convincente posible. Por el rabillo del ojo, noté como Soler se paseaba junto a mí.

- Al final, encontrará la que considero mi colección artística más personal, y que no le muestro a cualquiera. Aspiro llevarla a una galería de arte en los próximos meses.

- ¿No hay problema en que le eche un vistazo? -pregunté sin perder detalle de su caminata. Me hacía sentir algo inquieto.

- Adelante. No tengo ningún problema.

Decidí adelantar varias páginas del portafolio, hasta que encontré la colección. Al instante, Soler me dirigió la palabra una vez más.

- ¿Sabía usted que entre todos los números, el Cero es el más simbólico de todos?

Las mujeres fotografiadas tenían una pose que me paralizó por unos instantes, al tiempo que el fotógrafo hablaba. Todas ellas tenían los brazos alzados y en arco sobre sus cabezas, como si formaran un círculo. Ninguna sonreía.

Las manos comenzaron a temblarme, mientras escuchaba el discurso de Soler.

- Es un número que no tiene valor, pero que al mismo tiempo representa abundancia. Un cero solitario es un concepto. Una idea de la no existencia de un número, y sin embargo, se le toma como un número que existe y que puede medirse. Es el inicio del infinito.

Comencé a girar lentamente la cabeza hacia su dirección. El hombre se paseaba hacia mi espalda.

- El Cero representa la inmortalidad, el círculo unitario completo. Es el ser y el no-ser. Por eso es tan cautivador. Quiero representar mi pasión por el Cero en mi magna obra de arte, que muy pronto voy a revelar... ¡Es una pena que usted no esté para verlo!

Me moví de forma instintiva, levantando los brazos para defenderme del ataque del fotógrafo, que sostenía un enorme cuchillo en sus manos. Caí de la silla por el feroz ataque, impidiendo que el filo del arma me alcanzara. El fotógrafo estaba encima de mí haciendo fuerzas para apuñalarme.

- No he olvidado los disparos que me hizo en la Habitación Escarlata. Voy a hacer que pague el haberme interrumpido en mi arte.

El rostro de Soler estaba desfigurado por un gesto demencial, que mezclaba ira con una enfermiza alegría. Estaba dispuesto a matarme allí mismo si no hacía nada para impedirlo, y por fortuna para mí, la gruesa carpeta con las fotos había caído a mi alcance. Extendí rápidamente mi mano y al tomarla, la azoté contra su cabeza con fuerza. Eso lo desbalanceó y pude zafarme de su agarre.

Corrí hacia la puerta, pero no pude llegar. Soler me sostuvo de las piernas, haciéndome caer. Traté de luchar una vez más contra él, pero sus brazos eran más pesados que los míos y el filo del cuchillo se acercaba a mi pecho cada vez más. Las venas se dibujaban en la frente del "Cero Absoluto", dándole un aspecto maniático.

Mis fuerzas se desvanecían y el filo del cuchillo se acercaba a mi pecho. Cerré los ojos mientras aún forcejeaba, esperando el fatídico golpe.

Pero súbitamente, el peso de su cuerpo fue levantado. Abrí los ojos, y vi a un hombre a mi lado, ayudándome a ponerme de pie. Raimundo me ayudó a incorporarme.

- ¿Estás bien, chico? -Asentí de inmediato, aún confundido-. Yo me encargo. Él es mío.

"Cero Absoluto" se puso de pie, sosteniendo aún el cuchillo, pero Raimundo fue más rápido que él. Logró evadir el cuchillo y lo golpeó en el estómago, haciéndolo arrodillar del dolor. Luego lo pateó en el rostro, enviándolo de bruces contra el escritorio. Mientras tanto, yo estaba confundido. Seguía sin entender de donde había salido el ex comisario, pero había llegado en el momento oportuno. Jamás me había sentido tan afortunado de verlo.

Raimundo levantó al psicópata del suelo y lo azotó contra el escritorio, para comenzar a estrangularlo. Me di cuenta de lo que estaba haciendo y me interpuse para detenerlo.

- ¡No, por favor! ¡No lo mates!

- Este malnacido mató a mi hija, y estuvo muchos años evadiendo la justicia. Ahora voy a hacer que pague, y nada me lo va a impedir.

Sentí la amargura en las palabras de Raimundo como una punzada en el pecho.

- Hay una chica desaparecida, y él es el único que sabe dónde está. ¡Si lo matas, nunca la encontraremos!

Raimundo no parecía escuchar razones. El apretón que ejercía en el cuello del asesino era intenso.

- ¡Raimundo! ¡No cometas una locura! ¡Hazlo por la chica! -insistí mientras forcejeaba con él. Me devolvió la mirada por un momento, y optó por soltar el agarre. Soler cayó al suelo, tosiendo por el estrangulamiento.

- Levántate -le ordenó Raimundo con los dientes apretados. Soler se levantó poco a poco, apoyando las manos en el suelo.

No le dio tiempo a incorporarse. Raimundo volvió a golpearlo en la cara, salpicando sangre en el suelo.

- ¡Levántate! -volvió a repetir Raimundo, apretando los puños. Esta vez, Soler se levantó más fácilmente, aunque se le veía aturdido por los golpes-. Ahora, vas a decirnos donde está la chica desaparecida.

Soler comenzó a reír de forma desafiante, lo que hizo que Raimundo apretara más los puños.

- Ella culminará mi obra maestra. No la van a encontrar -dijo mientras reía como desquiciado.

Raimundo volvió a acercarse al psicópata y lo sostuvo de la solapa de la camisa, pero de pronto, el gesto del ex comisario cambió de la rabia, a una sorpresa súbita. Me di cuenta con horror que comenzó a aparecer una mancha en la camisa de Raimundo.

¡Lo había apuñalado en el abdomen!

Me arrodillé ante Raimundo, que se quejaba de dolor al momento de caer al suelo. El asesino corrió a la puerta y desapareció por el pasillo, pero no pude perseguirlo. No quería dejar a Raimundo solo y mal herido. Desesperado, busqué mi teléfono y marqué el número de emergencias, hablando de forma atropellada mientras lo veía doblándose del dolor.

- ¡No! ¡Raimundo! -Escuché la voz de una mujer que conocía muy bien.

Me di la vuelta y miré a Amanda, horrorizada en el umbral de la oficina al ver a su amigo herido de gravedad. Detrás de ella, Victoria se llevaba las manos a la boca por la sorpresa.

Amanda se agachó ante el ex comisario, sosteniendo su cabeza.

- ¡No te vas a morir aquí, Raimundo! ¡Aguanta! ¡Vamos a llamar una ambulancia! ¡Quédate conmigo! ¡No me vas a abandonar también! ¡Raimundo!

***CASO EN INVESTIGACIÓN***

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