Trust ©

بواسطة FlorenciaTom

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Alia Mcgregor fue expulsada de la escuela que está localizada en Oregon, Estados Unidos. ¿Motivos? Problemas... المزيد

Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Trust: Vídeo presentación.
Capítulo 3.
Trust: Vídeo presentación II
Capítulo 4.
Trust: Video presentacion III
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
PRÓXIMAMENTE: Distrust
Capítulo 10.
Capítulo 11 (Parte 1).
Capítulo 11 (Parte 2)
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15(parte 1)
Capítulo 15 (Parte 2).
Capítulo 16.
Se viene...
Agradecimientos y Distrust.
Distrust.
PRÓLOGO DE DISTRUST
Trailer de la Saga Trust.
HISTORIA COMPLETA
A la mierda la gente
Trust NUEVA VERSION

Capítulo 5

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بواسطة FlorenciaTom


A la mañana siguiente de lo sucedido en el bosque, me la pasé todo el día encerrada en la casa de mi tía. No es que ella me había obligado a estar aquí, sino, que no conocía a nadie con quien salir a caminar y conocer un poco más de Newport. 

No quería ir con Fred porque no sabia como se comportaría conmigo cuando estuviéramos a solas.

No confiaba en él. Sólo estaba siendo algo falsa para poder sobrellevar la situación y no quedar mal.

Me ocupé de la limpieza de la casa mientras Megumi se encontraba trabajando en la mansión de los Bartons. 

Me pregunté cuales eran sus horarios en la panadería y por qué aún no había dicho que tenía una. Las sospechas de que era mentira que tenía un local de pan me empezaban a torturar de una manera insoportable.

A lo que voy es que mi hubiese gustado que me habla sobre la panaderia porque por eso estaba allí.

Me encontraba a solas en pijama a las cinco de la tarde en el sofá, mientras leía un libro de Becca Fitzpatrick que encontré en una de las bibliotecas de la sala cuando el timbre del teléfono invadió toda la tranquilidad con su pitido molesto. 

Como Fred se encontraba trabajando y Megumi no estaba, me vi obligada a atender. Pero cuando me mantuve frente al teléfono dude en hacerlo.

 Si eran mis padres me regañarían por no haberlos llamado como prometí que lo haría cuando llegara aquí, pero de todas formas se merecían unos buenos gritos de reproche de mi parte por trasladarme a Newport.

Cuando sonó el segundo timbre levanté el teléfono.

—¿Hola?

—¿Quién eres?

Una brusca voz femenina que no conocía preguntó al otro lado. Por un lado sentí alivio y por el otro, una punzada en el pecho al ver que no eran ellos.

—¿No se supone que yo tendría que hacer esa pregunta?¿Quien eres? —contraataqué.

—Michi — Respondió con arrogancia.

—¡Oh! Tienes el mismo nombre que mi gatito —mentí.

Yo no tenia gato.

—Entonces debe ser un gatito precioso —su voz me recordó a una persona lo suficiente presumida para ese tipo de contestación. 

Era como si estuviera hablando con otra Blis. No queria reflejar mis inseguiridades comparandola con ella pero...es que su voz...tan irritante...

—No, en realidad, es un gatito que siempre se hace en la alfombra y tiene una cola muy corta—me contuve para no reírme, pero era imposible.

—Escúchame mocosa, quiero hablar con Fred —dijo poniéndose agresiva.

—No está. Llama luego.

—Soy la novia y supongo que tú eres una de las idiotas con las que siempre sale a tomar una cerveza y regresa cuando se le de la gana y sin avisar—su respiración pasó de silenciosa a totalmente ruidosa.

— Sí, realmente tienes unos cuernos enormes entonces —respondí obligándome a aguantar las carcajadas que querían escaparse de lo mas profundo de mi garganta.

—¡Dile que hemos terminado! 

Lo que me faltaba.

Terminando con mi broma macabra decidí decirle:

—No puedo trasmitirle eso a mi primo, se supone que tienes que decírselo tú.

Silencio.

—¿Tu primo? —preguntó sobándose la nariz y con la voz quebrada pero con un tono sorprendido.

—Sí.

— Espera un momento...—se tomó unos segundos antes de continuar — ¿Eres Alia?

—Sí y rompo culos —solté con sarcasmo.

Ahora que lo pensaba...sonaba mejor cuando lo pensaba que cuando lo decia. Madre de Dios, soy una pervertida.

—¡Oh mi Dios! Lo siento tanto, no quise tratarte de...

—Se, se. Disculpas aceptadas —titubeé con los ojos en blanco—. Sinceramente me diverti contigo.

—¿Fred se encuentra en la casa?—esta vez preguntó con un tono dulce y amable.

—Está trabajando.

— Oh...por favor dile que lo he llamado y que cuando este libre se comunique conmigo.

—Bueno.

—Ah y ¿Alia?

—¿Sí?

—Me alegro muchísimo de que estés aquí devuelta — y sin decir más nada colgó.

Me quedé mirando el teléfono y después de varios segundos lo coloqué en su sitio. ¿A qué se refería con que este aquí devuelta?¿acaso ella me había visto cuando era pequeña en Acción de Gracias? Maldición ¿quién era esa chica?

Esa misma noche en la hora de la cena no hubo mucha charla con mi tía y mi primo. Me mantuve callada y con el rostro en el plato sin tener ganas de hablar con nadie. Aunque Megumi insistió tanto que le contara sobre lo sucedido con Blis, se conformó cuando sólo le dije que fue una especie de pelea pandillera. Luego, cuando mi tía fue a lavar los platos, me atreví a contarle a Fred la charla que tuve con su novia por teléfono.

— ¿¡Qué le dijiste, qué!?— Mi primo gritó en un susurro para que Megumi no escuchara.

—Pasaron cosas. Te volvera a llamar.

— ¡Yo la amo Alia! simplemente desde el principio le hubieras dicho que eras mi prima —puso las manos en su cara en forma de frustración.

—Me estaba aburriendo Fred, sólo quería divertirme un rato—eché la silla hacia atrás y me retiré de la mesa con brusquedad.

Maldito exagerado, no le hice nada. La chica estaba a la defensiva.

Los pasos de mi primo se escucharon detrás de mí y su mano viajo a mi brazo con fuerza, y me obligó a volverme.

—Escúchame bien Alia; No puedes meterte en las relaciones de los demás. No te metas con Michi, ella es muy importante para mí, ¿me oíste? —jaleé mi brazo para que me soltara y lo hizo.

Su manera de agarrarme y su forma de mirarme me hizo comprender que cuando él se enojaba no era el mismo chico agradable que me recibió en el aeropuerto. No puede ponerse así por una estupida broma que duró solo segundos.

Reaccioné a su violencia para hacerle entender que si él se ponia a ese nivel conmigo, yo también lo haria.

Lo agarré de la camiseta a la altura del cuello con mucha fuerza para que no se liberara fácilmente.

—No le hice nada a tu noviecita, y es más, le aclaré que soy tu prima y terminó pidiéndome disculpas. Deja de actuar como un imbecil y no vuelvas a tocarme nunca más en tu jodida vida, porque no te imaginas de lo que soy capaz de hacer cuando alguien se vuelve agresivo conmigo —dije con firmeza en mi voz y lo solté.

Su cara estaba como un papel. Me miró como si hubiera visto a un fantasma.

—Ahora si me disculpas, iré a ayudar a tu madre con los platos porque tú ni eso haces sabiendo que ella regresa de limpiar la casa de unos ricachones.—fui directo a la cocina dando grandes zancadas, dejando a Fred solo en el comedor.

Megumi tarareaba una melodía mientras limpiaba las alacenas. Cuando se percató de mi presencia me sonrió con simpatía.

—¿Necesitas algo, cielo?

—Sólo quería darte una mano—recogí un trapo de la encimera y comencé a refregarlo en la barra de madera.

—Oh, bien.

No era un silencio incomodo lo que se produjo pero sí fue necesario romperlo. A Megumi la veia como una mujer sumisa.

Me dio esa sensación desde que llegué a la casa. Era bonita, amigable pero cuando se enojaba tenia caracter y daba miedo. Nada a lo que yo recordaba o lo que me pintaba mi madre cada vez que la criticaba. 

Tenia una imagen de ella equivocada.

—Tía ¿eres buena guardando secretos? -le pregunté.

—Depende de que tan personal sea —respondió.

—Bueno, lo mío es lo suficiente personal, ya que nunca se lo he contado a nadie —por primera vez, tenia la necesidad de contarle a Megumi lo que podía hacer con mis manos.

Me sentía preparada para demostrarle al mundo lo que era, y creo que contándoselo a mi tía seria un buen comienzo. Me daba cierta confianza que mis padres nunca me dieron.

—Entonces a lo que te refieres es que quieres contarme un secreto ¿no? —dejó de limpiar y se sentó en uno de los taburetes largos de la barra, mirándome atentamente.

Me puse nerviosa porque por fin, alguien, estaba dispuesto a escucharme.

—Sí —largué un suspiro y también me senté.

—Antes de que me lo digas, te prometo que no se lo contaré a nadie. De esta casa, los secretos no salen, Alia —tomó mis manos y me trasmitió la seguridad que necesitaba.

Ella se comportaba conmigo de una manera especial, tenia un buen presentimiento. Quizás al principio no me creyera, pero se lo demostraría hasta que compruebe que mis palabras eran ciertas. Tomando valor y eliminando los deseos de echarme hacia atrás le dije sin mas preámbulos.

—Tengo un don.

Su sonrisa desapareció y frunció el ceño tratando de procesar lo que le estaba diciendo. Luego volvió a sonreir, pero era una sonrisa que sólo muestras cuando estás frente a una persona chiflada.

¡Va a pensar que estoy chiflada! Alerta roja, alerta roja, retrocedan, esto fue muy mala idea. Mierda.

—¿Qué clase de Don? —retiró sus manos de las mías y se cruzó de brazos por encima de la barra.

—Un don especial que supongo que pocas personas tienen.

Me costaba hablar. Este tema siempre me hacía poner la piel de gallina y era extraño liberar mis sentimientos después de tanto tiempo mantenerlos encerrados en una especie de cárcel.

—Se más especifica, Alia.

Cerré mis ojos y comencé a decir lo que podía hacer, hablando a toda velocidad.

—Puedo mover cosas sin tocarlas, puedo provocar catástrofes con tan sólo quedarme quieta, puedo hacer muchas cosas más. Sé que suena una locura pero...es algo con lo que convivo día a día y a decir verdad, me facilita las cosas.

Abrí los ojos con cuidado para ver la reacción de Megumi y ella tenia el rostro relajado y sonriendo. 

Fruncí el ceño por la forma en la que me miraba.

Tenía una expresión que decía algo como, ¿era sólo eso? Ya está, derechito al manicomio *PROCEDE A TIRAR CONFETI Y LOS CAMAROGRAFOS SALEN DE SUS ESCONDITES*

—¿Puedes servirme un vaso de agua?

Entonces preguntó. No entendía a que venía eso pero sin protestar me bajé del taburete para ir hacia el grifo.

Megumi me agarró del brazo cuando recientemente había dado sólo dos pasos.

—No, no. Sírveme un vaso con agua sin que te muevas del taburete, por favor — aclaró con una mirada cómplice. 

Ahora sabía a que se refería; ella quería una demostración y con mucho gusto se la daría.

Volví a sentarme y fijé mi vista en el fregadero. 

Después, busqué con mis ojos algún vaso de vidrio, memoricé su figura en mi mente cerrando los ojos. Los abrí pasado después de dos segundos y estiré uno de mis brazos en la dirección del vaso y con un pequeño movimiento circular de mi mano, el vaso comenzó a elevarse muy despacio.

Cuando era niña rompia los vasos, pero con el tiempo, tomé el control del asunto.

Los ojos de mi tía se veían como platos y su boca se encontraba abierta. Incluso pensé que se le estaba bajando la presión. 

El vaso flotaba frente a nuestros ojos mientras se dirigía en busca de agua. Con la otra mano hice abrir el fregadero y éste soltó agua con mucha más presión de lo debido. El vaso se colocó por debajo de la canilla y comenzó a llenarse. Cuando ya estaba lo suficiente lleno, cerré el paso del agua.

 El vaso vino en nuestra dirección y se apoyó frente a mi tía.

Las manos de Megumi temblaban, sus labios igual y sus ojos observaban el vaso como si fuese la septima maravilla del mundo.

Trague saliva.

Su silencio era como el filo de un cuchillo pinchandome la espalda.

—Me haces recordar tanto a tu abuelo.

Mi abuelo (padre de mi madre) falleció hace cuatro años atrás por una enfermedad terminal. Tenía recuerdos muy bonitos de él y su partida fue muy dolorosa para toda la familia. Pero le afectó mucho más a mi madre. 

Recuerdo que en ese tiempo no había un minuto que no la viera llorar, encerrarse en su habitación y no verla en todo el día. Sólo cuando cruzaba el pasillo para ir al baño.

—¿Al abuelo?

— Tu abuelo tenia las mismas habilidades que tú, Alia. Pero claro, tu madre nunca lo supo y mi madre tampoco, sólo yo lo sabía — Hizo una pausa para beber el agua que le había servido y luego continuó—. Cuando era pequeña, mi padre atendía la panadería en la que yo trabajo ahora. Una vez, acompañé a mi padre para ayudarlo a atender en el local. Mientras que mi padre amasaba, yo me ocupaba de la caja. Para ir al baño sé debía pasar por la cocina. Cuando fui de camino al baño me quedé pasmada en la puerta de la entrada de la cocina al ver a mi padre leyendo el periódico mientras que el palo de amasar se movía por si solo y los polvos de harina salían disparados hacia la masa. Recuerdo que ese día grité tanto que mi padre volcó el café que tenía en su mano y el periódico voló y se estrelló contra la pared —tragó saliva y noté que estaba temblando mientras lo contaba, pero no fue un impedimento para que ella siguiera hablando—. Mi padre no tuvo otra opción que contarme la verdad y me rogó que por favor guardara el secreto porque las personas no iban a entenderlo nunca.

Las camaras desaparecieron, los confetis también y lo que le habia confesado a Megumi...ahora ya no era mio. Era algo nuestro. De nuestra familia. 

No me sentía inferior, ahora me sentía más especial de lo que era. Pensaba que quizás el día de mañana mis hijos también lo tendría y así de generación en generación. Con tan sólo pensarlo me agarraba taquicardia por la emoción. Pero...¿por qué mi tía no era igual que él?

—Necesito saber más, Megumi. Mucho más. Por favor.

—Bueno él siempre fue un hombre reservado y no le gustaba que se metieran en sus cosas, pero cuando destapé la olla de su más intimo secreto él me convirtió en su mano derecha. El día en que descubrí que él tenia ese Don tan magnifico me reveló cada mínimo secreto de como podía mover objetos sin tocarlos. Como podía crear torbellinos con hojas de otoño y hasta trompas de tornados en baldes de agua.

En la manera en que lo contaba sabía que se sentía orgullosa de su padre y me encantaba verla con esa pizca de orgullo en sus ojos.

Dudo que mis padres me vieran alguna vez así.

—¿Y qué te contaba sobre su Don?, dime que decía de él ¿a qué edad descubrió que lo poseía? — le pregunté sin ocultar mi ansiedad por saber más.

—Lo descubrió cuando tenía nueve años, era tan joven para ese entonces, pero como a esa edad los canales de superhéroes eran los más vistos de ese momento, creyó que era normal que él los tuviera. Ya sabes, los superhéroes nunca dicen sus identidades y él hacia  lo mismo.

—Aparte de ti, ¿alguien más sabe de su Don? Digo, por parte de sus amigos y eso.

—No querida, sólo yo. Bueno, ahora lo sabes tú. —me guiñó el ojo en forma de complicidad. Se incorporó y puso una postura seria y sombría— Alia necesito que por favor este secreto lo lleves contigo hasta la tumba, no puedes confiar en nadie en este mundo y te suplico que no le cuentes nada a tu madre de lo que te he dicho.

—De mi boca no saldrá nada de lo que me contaste—dije con seguridad para demostrarle que mi abuelo podía seguir descansando en paz.

***

El domingo por la tarde Megumi llegó con una rata gigante dentro de una jaula a la casa. 

Fred fue a visitar a su novia y mi tía aprovechó para traer al lindo roedor ya que su hijo le tenía un profundo pánico a las ratas. 

Oh Fred, ahora que sé uno de tus miedos no dudaré en usarlo a mi favor.

Mi tía colocó con cuidado la jaula en la mesa y observó cómo la rata de pelaje negro se paseaba frenéticamente desesperada dentro de su pequeña cárcel.

—¿Y esto? —le pregunté—¿Me la tengo que comer?—mi nariz se arrugó.

—Es tu mascota de prueba.

—Mí ¿qué? —la miré con el ceño fruncido mientras que ella sonreía de oreja a oreja.

—Con ella practicaras.

La miré sin ninguna expresión en el rostro.

Estaba en contra del maltrato animal así que di un paso atrás al pensar que podía llegar a lastimarlo al pobre e indefenso bola de pelos.

—No creo que sea buena idea tía —hice una mueca, pero su rostro estaba serio como si pensara que le estaba tomando el pelo— ¡Tengo una idea! —dije con alegría — Llamaré a Blis y la obligaré a venir para que con ella pueda experimentar lo que se me plazca y...

—¡No! nada de seres humanos Alia —me regañó con firmeza.

— Pero Blis...es lo mismo y...

—No —dijo en seco y la miré con mala cara—. Mi padre una vez me confesó que para tener control de lo que ustedes hacen, deben practicar hasta domar su...para decirlo en otras palabras,su magi...

—¡No lo digas!— La interrumpí tapándole la boca con la mano — Odio con mi ser que nombren a lo que tengo con la palabra magia o poderes—le expliqué.

El termino magia me recordaba a Harry Potter y el termino poderes me hacia pensar en brujas. Yo no era ni bruja, ni maga, simplemente tenia una habilidad con la cual nací y era inexplicable de por qué yo tuve que nacer con ese "privilegio".

—Bueno como tú digas —dijo mi tía cuando sacó mi mano de su boca y poniendo los ojos en blanco —. Sumérgete en el bosque procurando que nadie te vea y busca una choza de madera que aproximadamente está a una manzana de aquí y enciérrate en ella. Busca la manera de dominar a la rata y practica con ella. Tienes que domarla como si fuera un caballo indomable — Dijo con voz ronca y notaba su nerviosismo porque sus manos se encontraban temblorosas.

—Ven conmigo por favor — Le pedí.

—No puedo — Desvió la mirada y se puso en marcha hacia la cocina.

—¿Por qué no? — Fui detrás de ella en busca de una explicación.

Se detuvo en seco y se volvió para mirarme.

—Porque ya eres lo suficiente mayor para que un adulto te controle y sabes como cuidarte— 

—No creo que quieras enviar a tu sobrina sola al bosque.

—El bosque es el que tendria que tener miedo por enviarte a ti—me responde, revolviendome el cabello y dirigiendose al segundo piso de la casa.

Como adoraba a mi tía la loca.

Sin perder más tiempo, agarré la jaula y la tapé con una toalla que saqué del cesto de la ropa sucia para que la rata no se alterara al ver la luz de sol. 

Saludé con un grito a Megumi y salí disparada hacia el bosque rogando que no oscureciera tan rápido. Me coloqué la capucha de la sudadera para que mi rostro no sea visible por si alguien me veía a la distancia. Caminé con pasos apresurados y cada tanto miraba a mi alrededor por si veía alguna choza a la vista. 

No voy a negar que cuando buscaba la choza también buscaba a Thomas con la esperanza de encontrarme con él.

Ese chico me despertaba intensamente la curiosidad, necesitaba verlo devuelta. 

Al instante, recordé el sueño que tuve hace varios días atrás. ¿Era casualidad que justo me encontrara con él esa misma noche? Y ¿si el chico del sueño era él? Esa pregunta vagó por mi cabeza en todo el trayecto hasta que encontré la choza.

Antes de ingresar, miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie me siguiera. Luego de comprobar que no me adentré en ella.

No estaba tan lejos de la casa de Megumi, por lo que perderse no era una opción.

La puerta rechinó molestamente cuando la cerré. 

La oscuridad me inundó los ojos y tuve que tantear con mi mano sobre la pared en busca de algún interruptor de luz. Cuando sentí la figura de uno, lo apreté. La habitación se iluminó y me quedé asqueada por todas las cucarachas que empezaron a escabullirse en las maderas llenas de humedad y esconderse luego de verse expuesta a la luz tenue que daba la vieja lampara que colgaba de un cable en el techo. El cuarto estaba lleno de escobas y baldes. No me quedaba duda de que estaba en un lugar que tenia dueño. Era más espacioso de lo que me imaginaba, dejé la jaula en el suelo y comencé a averiguar que más podía encontrar. El olor a encierro me inundó las fosas nasales. 

Si mi tía me habría dicho de como era el lugar, tranquilamente hubiera traído aroma a flores en aerosol. 

Una mesa gigante se destacaba en el centro del cuarto, era una vieja mesa de billar. El grisáceo polvo opaca el intenso terciopelo verde de ella. Tapando con mi brazo mi boca y la nariz comencé a sacudirla con la otra mano.

¡Genial!, ahora todo el aire estaba cubierto de polvo, maldito sea el constructor de esta choza por no haber dibujado una ventana en su plano.

Agarré la jaula y la puse sobre la mesa, luego saqué la toalla para que el animalito pudiera verme. 

Estaba en una punta de la jaula en forma de ovillo y vi como sus ojos suplicaban piedad.

—No te haré daño, simplemente...quiero domarte. Y si logro hacerlo, te convertiré en mi mascota por el resto de mi vida—le prometí.

Namaste.

Soy uno con la naturaleza.

No sabía si era buena idea sacarlo de la jaula ahora así que me conformé con tratar de que me hiciera caso dentro de ella.

—Antes voy a colocarte un nombre —puse mi dedo sobre mi mentón y lo miré pensativa, hasta que encontré uno —. Te llamare Fred porque eres muy miedoso. Ahora que ya tienes nombre, comencemos.

¿Qué iba a ordenarle a una simple rata? ¿por qué demonios Megumi no me trajo un perro o a un gato?a ellos se les hacia mas fácil entender a los humanos.

Puse mis manos abiertas frente a la rata y la miré fijamente.

No tengas miedo y acércate a tu nueva dueña, le ordené mentalmente.

La rata ni siquiera se mosqueó en obedecerme y eso me provocó algo de estrés. Me rasqué la nuca. 

Esto no será facil.

Tomando más concentración de la cuenta, volví a intentarlo.

No tengas miedo y acércate a tu nueva dueña,volví a repetir en mis pensamientos.

La rata estaba disfrutando de mi humillación y eso me provocó más frustración. No perderé la cabeza por ti, si pude hacer temblar un avión, estoy segura que podre domarte pequeñita. Intentando otra vez mientras dejaba mi mente en blanco y cerrando los ojos, repetí:

No tengas miedo y acércate a tu nueva dueña.

La rata seguía inmóvil. Perdiendo mi paciencia, comencé a sacudir la jaula con furia.

—¡Maldita rata con olor a alcantarilla, obedéceme! —la rata dentro de la jaula parecía pelota de tenis con las sacudidas y chillaba con gritos desgarradores.

Ay no, mierda. Dios, soy un asco ¡¿qué me pasa?!

—No conseguirás nada si la sigues maltratando de esa forma tan ridicula —una voz gruesa y masculina me hizo sobre saltar y me doy la vuelta de forma automatica en su dirección.

Un chico de cabello negro y de hombros anchos estaba parado con los brazos cruzados, apoyado en la puerta mientras me miraba con el ceño fruncido.  Tenia una posición comoda, por lo que me hizo dar cuenta de que está aquí hace rato.

—¿Y tú quién diablos eres? —solté con brusquedad y confusa ¿cómo demonios había ingresado sin hacer el más mínimo ruido?

—Christian, y estás en mi casa.

Lo miré desconcertada y recorrí de nuevo la habitación para ver si había pruebas de que alguien estuviese viviendo aquí adentro.

Prestando más atención, vi mantas ordenadas en una silla y platos sucios en el piso apilados en una de las esquinas de la choza. Maldije a Megumi a través de mis pensamientos por no haberse dado cuenta de que alguien ya estaba ocupando este sitio.

—No te preocupes, ya me iba —recogí la toalla del suelo y volví a tapar la jaula de mala manera.

Cuando caminé hacia  la puerta el joven me impidió el paso.

—¿A donde crees que vas?—en el momento que escuché su tono malicioso, mis piernas se sintieron como gelatina y eso provocó que caiga de rodillas contra el suelo.

La jaula resbaló de mi mano y cayó junto conmigo, provocando un estruendo seco. Todo fue involuntario, no tuve la intención de caer ni soltar nada.

Empece a sentirme mal.

—¿¡Qué haces!? —grité en panico.

Las venas de mi cuello estaban tan hinchadas que creí que iban a estallar, mis manos estaban flojas. Como si estuvieran adormecidas.

La puerta de la jaula se había abierto por la caída y la rata huyó. Al ver que no estaba tan lejos de mi alcance, grite en mi mente; ¡Muerde a Christian!

La rata obediente pasó sigilosamente por detrás del chico e introdujo sin piedad sus afilados dientes detras de su tobillo. En aquel hueco del pie en donde su media negra y pantalon oscuro no llegaban a cubrir. 

Christian soltó un desgarrador grito y mi debilidad se fue. 

Levantándome con velocidad, le pegué una gloriosa patada en la entrepierna y Christian cayó al suelo como un árbol recién talado, ahogando gritos y murmurando insultos contra a mí. Con rapidez busqué la rata y la introduje de nuevo a la jaula.

—Gracias Thomas Junior —dije cambiándole el nombre, porque después de todo, resulto ser mi héroe, al igual que él.

Abrí la puerta y comencé a correr hacia cualquier dirección que me llevara lejos de mi atacante.

—¡Espera! —la voz de suplica y entre cortada de Christian se escuchó a lo lejos, pero no le hice caso y seguí corriendo.

Después de correr, no sé cuantos metros, me paré en seco al ver que no recordaba el camino a casa y que ya estaba oscuro, la noche se había adueñado del bosque.

Estaba perdida y no tenia mi móvil a mano para llamar a Megumi. Sólo la luz de la luna me iluminaba y el frió devastador comenzaba a congelarme la piel. Sentía ganas de chillar y me obligué a mi misma a no ser tan cobarde. La jaula ya se sentía pesada y la coloqué en el piso mientras que me frotaba el brazo con la mano para eliminar el entumecimiento.

Giré sobre mi propio eje, asegurándome que no había rastros de Christian, pero dudaba que después de la fuerte patada que le di pudiera caminar.

Según mi tía, la choza estaba a una manzana de distancia de la casa, pero después de haber corrido en una dirección contraria, no sabía a que distancia estaba ahora.

Me senté bajo un árbol y acuné la jaula entre mis brazos. Mi vida era una mierda, mis padres prácticamente me abandonaron y ni siquiera se preocuparon en saber si yo me encontraba bien. No se molestaron en llamarme y mandarme toda la suerte del mundo para mi primer día de colegio en el instituto privado y decirme palabras de aliento asegurándome que todo saldría estupendo y que no tendría por qué tener miedo. Jamie no marcó mi numero en ningún momento y ahora se lo que le importo como hermana, en otras palabras, jamás pensó en mí. 

¿Con qué otro motivo te acostarias con la chica que acosa y golpea a tu hermana en la escuela y no haces nada para defenderla?

Levanté la vista en forma automáticamente al escuchar unos pasos que se acercaba. Al ver una silueta a lo lejos no muy bien definida, me aferré más a la jaula.

—¡¡¡Largate si no quieres que te mate!!!

No me había percatado de que estaba llorando y de lo asustada que estaba. La jaula temblaba a la par mia. 

Me sobé la nariz con la muñeca sin quitar mis ojos de la persona que se encontraba a lo lejos, parado y sin mover ni un sólo musculo. Esa imagen era digna de una película de terror.

Correr no era una opción porque esa persona habia logrado que me descompusiera en la cabaña y sabe Dios por qué lo hizo.

—¡No voy a matarte! —la voz del chico recorrió mis oídos y sentí un alivio precioso al ver que era Thomas que se aproximaba hacia a mí.

Solté la jaula y corrí hacia él con desesperación, creyendo que si no corría lo suficiente rápido, desaparecería.

Me arrojé entre sus brazos y lo abracé mientras que lloraba en su pecho desconsoladamente. Al principio creí que me empujaría y que trataría de alejarse de mí — como todos los demás— pero después de darme cuenta que me había rodeado con sus brazos me sentí protegida cuando apoyó su barbilla en la coronilla de mi cabeza.

—Dios, por fin una cara conocida—susurro contra su pecho y me separo un poco de él para verle la cara—¿Me guiarias hasta la casa de Megumi?

Thomas me miró un instante, callado, como si intentara desifrar por si sólo por qué estaba asustada. Me aparté de él y tomé el control de mi corazón desembocado que pedia a gritos que dijera que sí.

—Por supuesto que te guiare pero ¿por qué siempre estás sólo en medio de la noche en este bosque? Hay muchos pervertidos sueltos en Newport y me sentiría culpable si te hicieran algo, Alia. Esto de venir aquí debe parar.

Sus ojos verdes, amenazantes, se veian extraños.

—Por favor, dime qué haces en el medio del bosque —insistió.

—No puedo decirtelo —moría por decirle que trataba de domar una rata sin sonar como estúpida, pero me contuve—. No es que quiera hacerme la misteriosa pero sinceramente no puedo.

Thomas, mientras caminabamos, no paraba de estar tenso. Estaba molesto conmigo.

—Prométeme que no volverás al bosque en el medio de la noche. Te repito que hay muchos pervertidos sueltos en Newport y me sentiría culpable si te hicieran algo—dijo preocupado y con asco al decir la palabra pervertidos.

—No puedo prometerte algo que quizás vuelva hacer en el futuro—mi voz sonó seca.

— Entonces, maneja tu futuro y no te acerques al bosque cuando oscurezca —soltó con rabia.

Resoplé y asentí.

—Vamos a casa, Alia.

Me sorprendió y mucho cuando me tomó de la mano. Cuando dimos varios pasos recordé que había olvidado de recoger la jaula de la rata.

—Mierda. La rata.

Corrí hacia donde estaba y me llevé una sorpresa horrible.

La toalla cayó y destapó la jaula. Me quedé horrorizada al ver que estaba inmóvil y tiesa sin signos de que respirara.

Su cuerpo era una roca.

—Carajo.

Thomas se acercó a mí para ver que sucedía. Al darse cuenta de que lo pasaba se echó a reír. Yo lo fulminé con la mirada ante tanta frialdad con los animales.

Habló la chica que acaba de sacudirlo sin piedad, se burló rápidamente mi subconsciente.

—Dame la jaula —sin tener tiempo de protestar me la sacó de la mano y acercó su rostro a la jaula para examinar a la rata.— Está muerta —concluyó.

—Diablos — murmuré.

—Necesito que te alejes a una distancia determinada y que cierres tus ojos —me ordenó.

—¿Por qué?

—Ten confianza en mí y haz lo que te digo —dijo con sequedad.

Thomas ya estaba frustrado con mi presencia, no queria joderla más.

—¿Te marcharas? —pregunté con un hilo de voz.

Thomas puso los ojos en blanco

—Por supuesto que sí, huiré con la rata muerta y te dejaré sola—soltó con sarcasmo. Luego me observó serio y suavizó la voz—: no voy a irme a ningun lado, Alia. No sin ti.

Al ver que hablaba con sinceridad me alejé varios centímetros de él y cerré los ojos como me lo había pedido. Después de esperar varios minutos y al ver que no se escuchaba nada, tuve la sensación de que otra vez me encontraba sola.

Abrí los ojos con desesperación y me volví hacia él. 

Solté el aire que no sabía que estaba conteniendo al ver que venia hacia mí, con la jaula entre las manos y con una sonrisa radiante.

Thomas Junior estaba vivo y caminaba en círculos como si fuera un perro perdido dentro de su pequeña cárcel.

— ¿Cómo diablos...?— Lo miré asombrada, sin ni siquiera poder terminar con la pregunta.

—Todos tenemos secretos Alia —me guiñó un ojo e hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera.

—Por favor, dime que es lo que le hiciste Thomas junior —me di cuenta muy tarde al verle confesando sin pensarlo el nombre que le había puesto a la rata. Deseé con todo mi corazón que me tragara la tierra.

Thomas se echó a reír con una risa estruendosa y yo sentí como mis mejillas se ruborizaban.

—¿Se llama al igual que yo? — Preguntó entre risas.

— Sí— Confesé.

— Y dime, ¿por qué mi nombre? — Esta vez, ya no reía y me miraba con una mirada sombría.

— Porque...— Vamos Alia, inventa una escusa — porque eres lindo — Solté, sin pensar y contuve mis manos para que no me ahorcara a mi misma por la idiotez que dije.

— ¿Te parezco lindo?— Preguntó, en tono burlón.

— No quise decir lindo, sino, que te has comportado en forma muy linda conmigo — Aclaré.

Ahora en vez de sentir ganas de ahorcarme, tenia ganas de abrazarme a mi misma por la escusa muy bien elaborada que le dije.

*APARECEN DE NUEVO LOS CAMAROGRAFOS Y LOS CONFETIS EN EL AIRE* dios, mi imaginación tiene bajo presupuesto.

— Y ¿la rata se comportó de una forma linda contigo?—le notaba muchísimo que se estaba conteniendo para no reírse delante de mí.

—Me salvó — Dije un murmuro, recordando como esa bola de pelos le había mordido el talón a ese desconocido.

— ¿Perdona?— preguntó confundido ya que lo dije lo suficiente bajo como para que no me oyera.

— Olvídalo. Sigo creyendo que vives en el bosque — Dije para cambiar de tema.

— Sigue creyendo lo que sientas entonces.

— No te gusta que sepan de tu vida ¿verdad?

— Soy un chico muy reservado, no suelo contarle mi vida a cualquiera — Explicó.

— No eres el único que piensa de esa manera — Sonreí tímidamente y él sólo se conformó con mirarme de forma risueña.

Cuando llegué a casa y me despedí de Thomas, preparé mi actitud para enfrentar a Megumi y pedirle una explicación de por qué no me había dicho nada de que alguien estaba viviendo en esa choza.

Entré por la puerta trasera de la casa y escuché gritos de suplicas que provenían desde adentro. Me apresuré en entrar y vi la imagen de un hombre encima de Fred golpeándolo sin piedad, mientras que él se encontraba inconsciente en el suelo y a mi tía a su lado suplicándole a gritos que se detuviera.

Sin pensarlo dos veces, alcé una de mis manos y elevé al hombre hasta el techo. Acto seguido, lo estrellé contra una de las paredes de la sala. Un golpe seco me hizo estremecer cuando el hombre cayó al suelo con brusquedad, desmayado. Me quedé allí sin saber que decir y con la respiración trabajosa, preguntándome quién diablos era ese tipo.

Mi tía estaba igual de atónita que yo y las dos mirábamos al hombre en el suelo.

— ¿Quién es él? — Pregunté con un hilo de voz.

— Tu tío Melber — Dijo entre sollozos.

Me acerqué a donde estaba él y al instante lo reconocí.
































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