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נכתב על ידי macabeso23

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Ella creyó tenerlo todo, pero olvidó una cosa; de encontrar el amor nadie se escapa. ¿Podría más la soberbia... עוד

Capítulo 1. [Daños Colaterales]
Capítulo 2. [Desde El Día Uno]
Capítulo 3. [La Propuesta]
Capítulo 4. [Eternas Coincidencias]
Capítulo 5. [Imagen Y Semejanza]
Capítulo 6. [La Casa Del Cielo]
Capítulo 7. [Inefable]
Capítulo 8. [Acertijos]
Capítulo 9. [Resarcimiento]
Capítulo 10. [Secuelas Del Pasado]
Capítulo 11. [El Primer Beso]
Capítulo 12. [Lágrimas Y Olvidos]
Capítulo 13. [Pasiones Recíprocas]
Capítulo 14. [Efímero'S]
Capítulo 15. {Guía Espiritual}
Capítulo 16. [Mundos Cruzados]
Capítulo 17. [La pieza del rompecabezas]
Capítulo 18. [La curiosidad mató al gato]
Capítulo 19. [Entre Imaginación Y Realidad]
Capítulo 20. [Un Juego De Seducción]
Capítulo 21. [ Islas Canarias, Parte 1]
Capítulo 22. [Islas Canarias, parte 2]
Capítulo 23. (Entre Su Mundo Y Mi Mundo)
Capítulo 24. [Avril]
Capítulo 25. [Libre Verdugo]
Capítulo 26. [El Plan Cero]
Capítulo 28. [Fragmentos De Verdades part. 2]
Capítulo 29. [Quince Minutos]
Capítulo 30. [La Efímera Felicidad]
Capítulo 31. [Colisión]
Capítulo 32. [Al Descubierto]
Capítulo 33. [El primer amanecer]
Capítulo 34. [El mejor de los inicios]
Capítulo 35. [Las Personas Inteligentes...]
Capítulo 36. [No estaba triste, estaba nostálgica...]

Capítulo 27. [Fragmentos De Verdades]

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נכתב על ידי macabeso23

Macarena sentía que su corazón estaba quebrándose, desmoronánse, pidiendo auxilio por dentro. Le dolía el hecho de no saber cómo actuar después de haber escuchado tantas verdades para las que no estuvo preparada.

Recordar la sensación del agua helada cayéndole sobre la cabeza era tenebroso, pero ni siquiera podía hacerle justicia a cómo se sentía realmente. Veía su vida pasar a través del agua cayendo en cascadas, perdiéndose entre aquellas delgadas líneas de simplicidad que no le permitían ver más allá que agua.

Unos largos y extensos minutos fueron suficientes para tomar el control nuevamente de su vida, y allí dentro del agua, se prometió no dejarse llevar por sentimentalismos. No podía ser emocional, tampoco actuar bajo sus deseos porque era un arma de doble filo que tarde o temprano le pasaría factura, justo como había sucedido cuando aceptó jugar el mismo juego que Bárbara y allí supo qué tal vez no era tan digna de ser su oponente porque sin que Bárbara lo supiera, ella había ganado de nuevo.

—Macarena—la castaña escuchó la voz de su padre detrás de la puerta mientras le daba unos suaves toques. Ella respiró profundamente al recordar que él también le había mentido aunque desconocía por completo sus razones—. Sé que estás ahí y también sé que estás escuchándome—empezó Alonso—. Quiero que sepas que estoy contigo a pesar de todo. Puedo entender tu molestia, porque también te mentí, pero lo hice para protegerte, porque no quería que tuvieras esos ejemplos en nuestra familia—lo escuchó suspirar—. Comprendo que para ti sea difícil asimilar que después de tantos años sepas que tienes... Que tengo una hermana—le dijo—, pero nunca esperé esto. Jamás creí que ella volvería a nuestras vidas y que pasaría todo esto.

—¿Sabías que Bárbara solo estaba usándome y no me dijiste nada?—le preguntó desde su habitación sin abrir la puerta.

—No lo sabía. Fue ella quien me lo dijo—le respondió—. Tampoco sabía que Bárbara era la mujer con la que ella se había involucrado sentimentalmente años atrás—Macarena cerró los ojos—. Sabía su historia, también que había cometido muchísimos errores por dejarse llevar por sus deseos, pero no sabía la magnitud de su error. Las noticias en nuestro mundo corren muy rápido, Macarena—Alonso desvió la mirada al recordar el día que había descubierto que su hermana se dedicaba a reclutar mujeres para venderlas. Mujeres jóvenes e inocentes—. Me sentí tan asqueado, tan mal de saber la clase de monstruo que era Sáhara—susurró pegándose más a la puerta de la habitación de Macarena—. Mi hermana le hizo mucho daño, Macarena—dijo Alonso pausadamente—. Le arrebató muchas cosas de su vida, le arruinó su juventud, pero no sabía quién era ni cómo se llamaba.

—¿Cómo nunca supiste su nombre?—le preguntó curiosa.

—Era una especie de... Casa, donde estaban—recordó—. "La casa del cielo".

—¿La casa del cielo?—preguntó Macarena con el ceño fruncido.

—Un nombre bastante convincente para recordar a qué se dedicaban y qué hacían dentro de esa casa—murmuró—. Mi hermana era la proxeneta líder—dijo con amargura—. Algunas veces usaba sus encantos para su conveniencia, y otras veces solo hablaba de los buenos beneficios y de la vida tan prometedora que habría después de aceptar entrar a esa casa. A Bárbara nunca la reconocí porque manejaban nombres claves—Macarena se acercó más a la puerta al escuchar la versión de su padre—, eran nombres griegos, de la antigüedad o algo así.

—¿Cuál nombre?—le preguntó Macarena con más interés. Alonso se permitió responder con sinceridad porque después de todo, ya no podía seguir ocultando cosas. No tenía sentido.

—Afrodita—respondió.

Macarena lo pensó.

—¿Como la Diosa del amor?—devolvió la pregunta casi en un susurro.

—La misma—respondió—. La Diosa de la sensualidad, del carisma, del amor en general, pero Macarena, eso no es lo importante.

La castaña abrió la puerta para verlo a los ojos.

—Toda mi vida omitiste detalles importantes, papá—le dijo con desdén—. Es justo que seas sincero conmigo y me respondas con la verdad. ¿Por qué me mentiste?, ¿por qué nunca fuiste capaz de decirme que tienes una hermana?—Alonso la vio con tristeza—. No importa qué tanto mal haya hecho, nosotros no juzgamos, no somos como el resto piensa que somos solo por tener dinero y un apellido reconocido. Tú y yo siempre hemos sido diferentes y yo creía en eso que solo teníamos, papá—le dijo con dolor—, y es terrible darte cuenta que en realidad no tienes nada. Que nada de lo que yo creía es real y me duele mucho porque jamás lo esperé de ti. El golpe hubiese sido más suave y la caída menos dolorosa.

—No quise lastimarte—Macarena sonrió con tristeza cuando escuchó esas palabras. Ya había escuchado aquella mentira tantas veces que de solo pensar en su sufrimiento, era agonizante. Nadie entendía el torbellino de emociones que la embargaban por dentro, porque era difícil de explicar, era difícil de entender también.

—Eso ya lo he escuchado mucho—contestó entre suspiros dándose la vuelta. Alonso entró a la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas mientras veía a Macarena sentarse en el sofá amueblado en forma de L que había allí. La castaña no dijo nada más esperando canalizar sus pensamientos que eran muchos.

—No quería que te involucraras con esa mujer, Macarena. La vida que llevó años atrás la condenó de por vida—se defendió—, muchas veces intenté reparar sus errores, sacarla de ese mundo de mala muerte porque no tenía la necesidad. Puedo comprender que algunas personas lo hacen porque no tienen más opciones, que sus recursos son menores a los habituales, pero, ¿cómo justificaba lo que ella hacía?—ambos se vieron a los ojos tras la pregunta de Alonso—. Sáhara siempre fue una mujer rebelde, Macarena. Estaba en desequilibrio emocional, mental y yo no podía hacer nada más por ella. Es imposible conseguir a alguien que no quiere ser encontrado.

—¿Cómo te diste cuenta que ella se dedicaba a prostituir mujeres?—le preguntó directamente.

—Es un pueblo chico, pero el infierno es grande—respondió—. Los rumores empezaron a correrse más y no me tocó de otra que investigar por mi cuenta. Cada cosa que se especulaba era peor que la anterior y no quería eso para mi familia. Tenía mucho para perder si nos relacionaban directamente con ella. También sabía que Sáhara no cambiaría por nosotros—Alonso suspiró recordando el pasado—. Fue duro para mi al principio pero aprendí a sobrevivir con la idea de no saber nunca más de ella—vio a Macarena con desilusión—, y sé que puedo parecerte egoísta por haberla dejado quizá cuando más me necesitó, pero antes que ella, estabas tú y jamás iba a permitir que tú estuvieras manchada por algo que no te correspondía.

Macarena respiró hondo.

—Sigue siendo muy díficil para mi, papá.

Alonso se acercó a ella sentándose a su lado.

—Lo siento mucho—murmuró una vez a su lado—. Sé que esa mujer...—Macarena lo interrumpió.

—Lo que sucede con Bárbara no tiene que ver contigo—contestó ella sin verlo—. Es mi asunto y solo yo debo solucionarlo.

—Pero Macarena...—ella negó.

—Lo que hiciste al mencionar su pasado fue muy bajo—le recordó con la mirada triste—. No te creí capaz de algo así.

Él soltó una risa burlesca.

—¿Crees que no lo merecía?—le preguntó—. Esa mujer no es más que una víbora mentirosa que te utilizó, jugó contigo y con tus sentimientos y no puedo creer que estés defendiéndola después de la humillación que te hizo pasar.

—Bárbara es mi asunto—le dijo con firmeza Macarena—. Voy a solucionar este problema por mi cuenta y espero que no te metas en las decisiones que tome—Alonso la vio.

—Lo único que espero es que entre esas decisiones que tomes no sea perdonarla—Macarena bajó la mirada y él se dio cuenta—. ¿Has pensado en perdonarla?—ante su silencio endureció la mandíbula—. ¡No puedo creerlo Macarena!

—Aún no tengo ni puta idea de qué voy a hacer, papá—se exaltó—, no sé si quiera verla de nuevo, si me gustaría que me explicara las cosas, si perdonarla, si fingir que nunca nada de esto pasó o alejarme de ella para siempre—lo vio—, lo único que sé es que dentro de este corazón—se apuntó el pecho—, hay un profundo amor por ella y no puedo evitarlo. La odio, por lo que me hizo, pero la amo por lo que soy cuando estoy con ella—sollozó casi enmudecida—. Estoy profundamente enamorada de ella.

—Creo que te estás equivocando—comentó sin saber muy bien qué decir. Alonso nunca había visto tan afligida a Macarena y le sorprendía y a la vez le entristecía verla así por alguien que no valía la pena. Que no la merecía—. Pero dejaré que seas tú quién ahora tome las decisiones. Es tu vida, te pertenece únicamente a ti y tú serás la única responsable de lo que pase de aquí en adelante—suspiró—. Ojalá te des cuenta que no todas las personas merecen segundas oportunidades.

Alonso se puso de pie para marcharse.

La voz de Macarena lo interrumpió.

—¿Por qué?—cuestionó ante lo último.

Él sonrió con tristeza.

—No todos somos dignos de segundas oportunidades.

....

—¿Segura que no me necesitará más?—le preguntó Avril a Macarena mientras estacionaba el vehículo. La castaña la observó por el retrovisor, sonriéndole a penas, con la mirada un tanto triste.

—Muy segura, Avril—respondió.

—Macarena...—dijo Avril en un hilo de voz.  La castaña la vio—. Quiero que sepas que cuentas conmigo para cualquier cosa que necesites—Macarena le sonrió en agradecimiento—. No me gusta entrometerme en los problemas ajenos, pero si puedo ofrecer mi ayuda y mi apoyo es más que suficiente para mi—ambas sonrieron—. Espero que todo salga bien—la reconfortó con una sonrisa cálida a la cual Macarena correspondió de la misma forma.

Al bajarse del auto, los nervios empezaron a hacerse presente. Horas atrás le había escrito a la morena, pidiéndole una conversación pacífica donde ambas pudieran expresar sus sentimientos sin nadie que las interrumpiera, Bárbara aceptó gustosa, casi fundiendo la pantalla de su teléfono al responderle con rapidez. Una sonrisa se formó en sus labios cuando Macarena le escribió, había mejorado su día significativamente puesto que tendría la oportunidad de expresarse, de liberarse de esas cadenas de la cual era prisionera sin saberlo. Finalmente, se permitiría ser sincera, con Macarena, con ella misma, con sus sentimientos.

¿Qué tienes cuando no tienes nada, cuando estás en cero?

Escribió en una libreta donde diariamente escribía sus pensamientos, sus preguntas complejas, sus incógnitas. Bárbara era una mujer sumisa de sus emociones, pero tenía tanto por dar que seguía descubriéndose a sí misma. Canalizó sus energías, pensando y divagando mentalmente entre el bien y el mal. No era mujer de cuestionarse, de cuestionar sus decisiones, pero ese día algo había cambiado.

Ni siquiera se preocupó por inventar una excusa creíble.

Para ella ya no habían mentiras que valieran porque había descubierto "algo nuevo" en Macarena que la había animado a querer actuar diferente, al menos con ella. Era lo único que la reconfortaba.

Allí, sentada en su gran sala, donde tuvieron su primera cita, Bárbara la esperaba con una copa de vino blanco en sus manos. El zapateo inquieto de sus piernas resonaban por todo el lugar haciendo eco. La soledad era abrumante. Una casa tan grande, silenciosa, vacía, era su mayor vicio. Veía su reloj cada cinco minutos, nerviosa y un tanto impaciente, entonces recordó su época de estudios donde persistía la misma sensación porque cada día era un nuevo comienzo. Cada día, era el primero y el último.

Fundida en sus pensamientos, escuchó el timbre alarmando sus sentidos y alborotando sus hormonas. El vino pasó ileso por su garganta, haciéndola tomar un poco de coraje, un tanto de valentía.

—Hola—murmuró tras abrir la puerta y ver a Macarena perfectamente arreglada frente a ella. Su cabello estaba recogido en una coleta, descuidada, sus mejillas rosadas y una sonrisa muy pequeña de cortesía—. Pasa, por favor—le pidió haciéndole espacio.

Bárbara se detuvo en la puerta viendo el auto del chófer de Macarena. Esta esperó cinco segundos y arrancó rechinando las llantas del vehículo.

—Gracias por venir a verme—le dijo cerrando la puerta para verla.

—Solo quiero terminar con esto—contestó sin darle importancia. La morena asintió acercándose a su pequeño bar a mitad de la sala. Todo bajo la quisquillosa mirada de Macarena que la veía sin parpadear.

—Ni siquiera sé cómo comenzar—comentó mientras se servía su segunda copa de vino blanco.

—Comienza por dónde quieras—respondió—, tienes muchas cosas que contar.

Bárbara la vio en completo silencio mientras se acercaba a ella pero no lo suficiente como para tocarla. Frente a frente, la morena le dio un largo sorbo a su copa de vino mientras reunía el valor necesario para hablar de algo que  para ella fue difícil de superar y que jamás había hablado con nadie. Sabía que tenía una, quizá, traumatizante historia que contar pero lo haría, se arriesgaría, porque ese era su plan cero, la verdad que muchas veces defendió. Aquella única verdad que la haría libre. 

 —Cometí muchos errores a lo largo de mi vida—empezó a hablar la morena mientras Macarena reposaba su espalda en el sofá y se cruzaba de brazos—, y no me enorgullezco de las cosas que hice y a quienes lastimé en el proceso. Muchas veces sentía que, demostrar lo que realmente sentías te hacía débil, una persona fácil de manipular, de engañar y lo sé porque eso fue lo que hicieron conmigo años atrás—murmuró casi en un susurro—.  Las circunstancias me arrimaron a ser esto que soy pero que nunca deseé ser. Yo no quería esto para mi vida, nunca me proyecté de esta manera. Quería ser exitosa, reconocida, que todos supieran mi nombre en cualquier rincón del mundo pero no quería convertirme en alguien que no soy. Trabajé solo para la mitad de lo que deseaba, pero me olvidé del proyecto más importante —ambas se vieron a los ojos—, yo. 

La morena volvió a tomar de su vino sin pensar. 

Sacó una cajetilla de cigarrillos y encendió uno muy lentamente. El humo entre sus labios y el fuego entre sus dedos adormecían un poco sus sentidos. Hacía mucho que no fumaba. Era un hábito que había alcanzado abandonar antes que la consumiera por completo volviéndola adicta. Bárbara ni siquiera era presa de sus vicios, que eran pocos, pero letales. 

Había abandonado la idea de sentirse prisionera de algo tan banal como el cigarrillo. Por supuesto que, aquello era algo que Macarena estaba presenciando por primera vez y, supuso entonces que, eso era parte de la verdadera Bárbara. 

—Conocí a Sáhara muy joven. Era inexperta, ingenua; una presa fácil de engañar con promesas vacías—le dijo—. Era la primera vez que le entregaba mi corazón a alguien. Yo solo vivía por ella. Quería serlo todo en su mundo, ser más de lo que muchos decían que era para ella y que, muchas veces me negué a creer. La conocí una noche de Agosto y, recuerdo haberla visto pasando muy borracha, caminando en zigzag por el frente del edificio donde vivía en esa época. Estaba joven, Macarena, muy joven. Mi padre siempre viajaba por negocios—Macarena se incorporó un poco sobre el sofá al escuchar que Bárbara mencionaba a su padre. Era la primera vez que la morena lo mencionaba desde que se conocieron. La morena le dio una calada larga y áspera a su cigarrillo y continuó—. Nuestra relación era buena. lo bastante buena que se puede ser cuando no tienes la atención completa de tu padre, pero al menos existía, y yo era conforme con eso. Le ofrecí mi ayuda y ella la aceptó de inmediato, como si hubiese sabido mágicamente que yo le ofrecería mi ayuda, que estaría allí para ella. Apestaba a alcohol. Sabía quién era Sáhara mucho antes que ella me dijera su nombre esa noche. 

La morena respiró hondo mientras bebía y luego le daba otra calada a su cigarrillo. 

—Su historial era denigrante—continuó—. Se rumoraban muchas cosas de ella, nada buenas, pero yo sentía que era mucho más de lo que otros afirmaban. Quería conocerla, a ella, a su mundo, vivir un poquito de su vida llena de adrenalina y dejar un rato mi aburrida vida. Definitivamente, ese fue el peor error de mi vida y el inicio del infierno en el que he vivido desde ese día. 

—¿Qué sucedió?—le preguntó Macarena un poco conmovida con el relato de la morena. 

—Me involucró en su mundo—respondió—. Caí rendida ante sus encantos y no me di cuenta de todo lo que se avecinaba. No me importaba nada, Macarena. Quería dejarlo todo si era preciso por Sáhara. Estaba adsurdamente enamorada de esa mujer y ni siquiera podía ocultarlo. Luego conocí la casa—recordó desviando la mirada—. Muchos la conocían como "La casa del cielo". Era un lugar escalofriante, terrible para quienes la habitaban, pero encantadora para quienes solo iban de visita. Habían códigos, reglas que seguir y personas que siempre estaban vigilando tus pasos. Su nombre era Hetera—le dijo Bárbara en un hilo de voz—. No entendía de qué hablaban cuando se referían a ella por ese nombre. Conocí a otros—Macarena la vio—. Zeus, Poseidón, Hera, Hades—recordó pausadamente.

—Como los Dioses—comentó Macarena viendo a Bárbara—. Dioses Griegos.

—Ellos formaban parte de La casa del cielo, Macarena—susurró Bárbara—. Era su zona de confort. Su mejor anzuelo. Ella formaba parte también. Su nombre era Hetera, dentro de la casa. Nadie debía saber la identidad de la otra persona fuera de esas cuatro paredes. Era prohibido. Así era como se manejaba todo bajo perfil y no permitían ningún tipo de vínculo entre ellos mismos. Claro que, ella y yo fuimos las primeras en romper esa regla. Ese código infalible.

—¿Cómo fue que ella te involucró en ese mundo?—le preguntó Macarena.

La morena desvió la mirada, encontrándose con un punto fijo en la nada. La única verdad, era su mano cerrada contra aquella copa y un cigarrillo a medio terminar entre sus dedos. Lo demás solo eran cenizas.

Las cenizas del pasado.

RECUERDOS Y MEMORIAS DE BÁRBARA

ALGUNOS AÑOS ATRÁS:

—Cierra los ojos—una mujer susurró contra el oído de otra que dibujaba una sonrisa en su rostro emocionada por la adrenalina del momento—. ¿Confías en mi?—le preguntó, besando su lóbulo, succionando, pegando sus caderas, rozándose entre suspiros. La más pequeña asintió con mucha velocidad mientras la otra sonreía sin que pudiera verla.

Descubrió sus ojos, para luego posarse a su lado, viéndola de reojo. Su reacción no fue la esperada. Ella no decía absolutamente nada. Parecía estar en shock.

—¿Qué es este lugar?—le preguntó dando vueltas cortas viendo todo con fijación. La mujer respiró hondo.

—Dijiste que querías saber más sobre mi, lo que hago, quién soy y... ¡esto es lo que soy!—señaló todo el lugar—. Sé que puedes estar pensando que es innecesario, por mi familia, o por las razones que puedas tener, pero esto me hace feliz y quiero que seas parte de mi mundo—la más pequeña abrió los ojos conteniendo la respiración—. No estoy exigiendo nada, pero quiero que lo pienses. Nada me haría más feliz que estar contigo a cada instante—estiró su mano para que Bárbara la tomara, quien lo hizo bajo los efectos de la confusión—. Ven conmigo. Nadie nos podrá separar jamás si estás conmigo.

—¿Por qué?—cuestionó sin entender muy bien—. ¿Qué es lo que te impide estar conmigo en otro lugar?

Ella respiró hondo.

—Tengo deudas—contestó a media voz.

—Yo puedo ayudarte a pagarlas—le dijo sin pensar—. No importa cuánto tenga que trabajar, lo haría día y noche, incansablemente por ti. No quiero que sigas haciendo esto y... Yo también quiero estar contigo, pero no aquí.

—No es tan fácil—contestó ella.

Bárbara tomó su mano.

—Haremos que lo sea—la mayor se conmovió al escucharla—. Estamos juntas. Seré tu apoyo y tú el mío. Es lo único que necesitamos—besó sus labios fugazmente—. Empezaré a buscar trabajo para que no tengas que volver a esto. ¿Cuánto dinero debes?—le preguntó.

—Casi toda mi vida—Bárbara abrió los ojos—. Es mucho dinero. Ni siquiera trabajando día y noche podríamos reunir la cuarta parte del dinero que logro conseguir trabajando aquí. Es por eso que necesito de tu ayuda—ambas se vieron.

—¿Cómo podría ayudarte yo?—le preguntó Bárbara en voz baja.

—Trabajando conmigo—susurró acariciando su mejilla. La morena la vio en silencio—. Dos cabezas piensan mejor que una y así podríamos estar juntas también—le dijo—. ¿No te gustaría verme todos los días?—besó su cuello delicadamente.

—Puedo ayudarte—dejó de besarla en cuanto la escuchó—. Pero jamás he trabajado como mesonera, ni recibiendo pagos, ni sirviendo cervezas—ambas se vieron—, pero puedo aprender si con eso logro ayudarte a reducir tus deudas.

La mujer soltó una bocanada de aire poniéndose de pie para darle la espalda a Bárbara. La morena se sentó en un extremo de la cama, viendo como la persona de la que estaba perdidamente enamorada guardaba silencio.

—No me has entendido—murmuró sin verla—. No es lo que quería mostrarte.

—Explícame, entonces—le pidió.

—Quiero que trabajes conmigo pero no de cajera, tampoco de mesonera—le informó—. Necesito más de ti. Más compromiso de tu parte conmigo—volteó a verla—. ¿Me amas?—le preguntó arrodillándose entre el medio de sus piernas. Los ojos de Bárbara brillaron al sentir su caricia en la carátula de su mano.

—Sabes que sí—contestó sin dudar.

Ella sonrió.

—Entonces... Demuéstralo. Demuéstrame que me amas tanto como yo a ti.

—¿Cómo puedo hacerlo?—le preguntó confundida Bárbara.

Ella se acercó a su oído, susurró unas cuantas palabras, haciendo que la expresión de Bárbara cambiara por completo. Sus ojos se abrieron, un poco, y su boca se cerró tragando grueso.

La mujer se separó quedando solo a centímetros. Ambas viéndose fijamente.

—¿Me amas?—le volvió a preguntar.

Los ojos de la morena se llenaron de lágrimas.

—¿Lo haces?—volvió a preguntar tomando sus manos—. Contéstame, por favor.

—Te amo, pero...—la hizo callar.

—Dejaré que lo pienses, mi amor—se separó de ella—. Puedes tomarte el tiempo que quieras pero mientras menos te demores, más rápido podríamos salir de mis deudas y vivir la vida que soñamos lejos de aquí. Solo quiero estar contigo, Bárbara—le dijo casi en un susurro—. Te amo, ¿lo sabes?—le preguntó pero la morena desvió la mirada—. Eres lo único que me mantiene fuerte y quiero que también lo seas por mi. Esta es mi vida, tú querías ser parte de ella y ahora que te la estoy mostrando quieres renunciar.

—No he dicho que quiero renunciar a nuestros planes, Sáhara—le dijo Bárbara.

—No me llames así—le pidió—. Sabes que...—Bárbara la interrumpió.

—Que está prohibido, lo sé—ella asintió—, pero no es fácil lo que me estás pidiendo. Prácticamente me estaría convirtiendo en...—ls morena guardó silencio cuando sintió la mirada de Sáhara sobre ella.

—Dilo—le exigió. Ella negó—. Dilo, Bárbara.

—¡No!—contestó firme—. Necesito pensarlo. Voy a tomarme unos días.

—Piénsalo rápido—pidió—. Necesito saber si cuento contigo o no.

La morena respiró hondo antes de salir por ese lugar en las penumbras.

.....

—¿Qué fue lo que te pidió?—le preguntó la castaña.

—Acostarme con alguien—dijo en voz baja haciendo que Macarena abriera los ojos—. Allí supe a qué se dedicaba realmente. Todo ese tiempo pensé que solo servía tragos, atendía la caja pero no. Cuando me pidió acostarme con alguien me sentí tan...—respiró profundamente—, triste. Haría cualquier cosa por ella, y estaba dispuesta a trabajar incansablemente pero no de esa manera. No quería convertirme en alguien que no era pero mi peor error fue enamorarme ciegamente—le dijo—. La amé con todo mi ser y eso fue mi destrucción.

—Qué contraproducente puede ser el amor a veces—comentó Macarena sin poder creer lo que escuchaba. La morena asintió mientras iba por otra copa de vino blanco—. ¿Puedes...—Bárbara volteó a verla. La castaña señaló la copa en sus manos.

—¿Una copa de vino?—le preguntó con media sonrisa. Una sonrisa triste.

—Me encantaría una copa de vino en estos momentos—contestó Macarena con sinceridad.

Bárbara asintió llenando dos copas con vino.

Un fragmento de tiempo donde cabían eternidades mientras ambas mujeres se fundían en sus propios pensamientos, en sus propios sentir.

Macarena podía sentir el dolor en las palabras de la morena. Era un escenario que nunca imaginó que Bárbara pudiera haber vivido pero que sin embargo la conmovía completamente. Estaba dolida, con ella, con Bárbara y con sus mentiras, pero esa noche había decidido dejar a un lado su rencor y escuchar su versión. El haber mencionado su pasado solo había despertado la curiosidad de saber qué había detrás de todo. Quizá, querer encontrar las respuestas a sus preguntas.

Pero Macarena sabía que la historia apenas empezaba y aún habían muchas cosas por contar.

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