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Par LiaBenavid3s

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Callie Morgan tenía claro que va a morir, pero jamás se esperó que ¿él? fuera su asesino. 🔒OBRA REGISTRADA... Plus

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Parte del diario de Callie.
Capítulo 26
Confesiones en el centro de rehabilitación
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32 PARTE I
Capítulo 32 PARTE II
Capítulo 33
Capítulo 34 PARTE II
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
NOTA DE AUTORA IMPORTANTE

Capítulo 34 PARTE I

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Par LiaBenavid3s

CUENTA REGRESIVA.

Apenas Marcos lo supo, exhaló y se rascó la nuca. Ni siquiera manifestó un gesto abrumado o uno que se sucumbía ante mi presión, sino que era más de: «vaya, te enteraste. Sí, bueno, creo que tengo una explicación para eso». Evidentemente no la había, pero sus expresiones, por desgracia, no cambiaron mucho.

—Fue tu culpa —soltó.

—¿Eh?

—Si no te drogaras tanto tal vez sabrías a quién te llevas a la cama, ¿no?

—Marcos... —susurré, atónita, como si la persona que vivió conmigo durante casi diez años, fuera un completo... desconocido—. ¿Qué demonios ocurre contigo?

—Escucha: yo sabía que él estaba grabando, pero lo llevó a manos equivocadas. No se me pasó por la mente porque pensé que ese cerebro frito que tiene podía pensar un poco y... —Llenó de aire sus pulmones—. Y no divulgarlo, ¡pero lo hizo de todos modos! En fin, te drogaste y misma lo llevaste hasta tu cama. ¿Es mía la culpa?

—¡Grité para que me ayudaras!

—Y yo pagué la renta para que ni tú ni yo viviéramos en la puta calle. De nada.

—¿De verdad no sientes culpa?

—Y tú, Callie... ¿Sientes culpa?

No negaré que la angustia y la incapacidad de mirarlo a los ojos se estaba acentuando cada vez más. Ni siquiera sentía ganas de llorar o de espetarle un par de cosas con toda la ira que se supone que debía tener... Yo solo sentía repulsión y ganas de vomitar...

De todas formas, vi la posibilidad de la muerte sobre mis ojos y la presunción de Marcos sobre un posible delato. En palabras resumidas, se me pasó por la cabeza que, si decía algo, estaría en grave peligro. Marcos se estaba comportando como un ser sin remordimientos y eso era muy malo...

Así que cargué con la culpa como método de supervivencia.

—Es que yo pensé que él no me haría daño. Estaba drogada.

—De eso se trata... Tú lo incitaste.

—Lo sé...

—¡Pero siempre caes en los mismos errores una y otra vez por culpa de las drogas!

—¡Ya lo sé, Marcos! Escucha: Dylan se encargó de desaparecer el video... Ahora no... no hay evidencia de lo que hice. —Agaché la mirada.

—Eso espero. Total, si guardaste algo, la perjudicada serías tú, y lo sabes.

Demonios... Pero, ¿qué pasaba si descubría que yo tenía la suficiente evidencia como para mandarlo a la prisión?

—Es... es por eso que me aseguré de que nadie lo viera —confesé— Créeme que yo... me avergüenzo mucho... Y sé que la culpa... fue mía. Pero lo primero que hice fue eliminar cualquier tipo de evidencia por miedo. Ya se borró, Marcos.

—Solo espero que no vuelvas a caer en los mismos errores —dijo. Increíblemente su cuerpo no se movía. No había gesto ni expresión en él. Lo malo es que siempre fue así y recién me di cuenta de que era un ser peligroso. Solía creer que era retraído... Incluso un muchacho tímido que se aburría fácilmente; pero supongo que lo malinterpreté.

—No lo volveré a hacer... Lo... Lo prometo. —Traté de sonreír, aunque fuera un poco, aunque no me consumieran los nervios—. Pagaré tu renta, pagaré las deudas, pero ya sabes, me mudaré definitivamente de casa, me voy con la banda.

—No te diré las gracias, Callie. Es lo mínimo que puedes hacer después de haberme dejado años la responsabilidad a mí.

Para mi fortuna mi celular sonó, y la voz de Javiera diciéndome que estaba llegando gente hasta la casa, hizo que le regalara una última sonrisa para marcharme rápidamente con Dolly en mis brazos. Él me siguió solo con la mirada y eso me puso la piel de gallina. Continuaba inmóvil, rígido. Me miraba fijamente; sus ojos eran mi pesadilla. Turbiedad. Su semblante carecía de expresión y, a decir verdad, nunca me causó tanto terror como esa noche. Si se movía, me podía asustar el doble.

Consumida por los nervios, pestañeé y salí rápidamente.

Apenas cerré la puerta, tomé aire y fingí que todo estaba bien. Pretender que yo tuve la culpa supongo que se dio a mi favor; eso era justamente lo que yo quería lograr en ese entonces.

—¡Apúrate que viene llegando gente! —advirtió la rubia sacando la cabeza por la ventana—. ¡Ya tenemos dos minutos de retraso en el evento!

Rápidamente subí al lado derecho y dejé a Dolly en mis piernas. Coloqué mi cinturón y la acaricié mientras que Javiera echó a andar el auto. Tal parece que Dolly sintió mis nervios, porque se acurrucó cerca de mi estómago. Me dio algo de paz..., pero solo algo porque los temblores que tenía en mis manos delataban que mi cuerpo me estaba pidiendo algo.

Empecé a sudar. Me miré por el espejo lateral y vi solo un rostro pálido, somnoliento y triste.

Mientras nos dirigíamos hacia el hotel, no voy a desmentir que tuve la idea de denunciarlos, a ambos. ¡Pero yo ya era famosa! Y claramente el video se iba a filtrar de algún modo. Yo no quería que nadie se enterara. Tenía un dilema que supongo que tardé demasiado en decidir. ¿Qué debía hacer? No era algo lindo que millones de ojos morbosos vieran como un chico abusaba de mí... Creo que era algo obvio que muchos me culparían por eso.

Como era de esperarse, decidí que mi tristeza no debía ser compartida, así que sufrí en silencio.

Una vez que llegamos hacia el estacionamiento, mucha gente, mucha, se acumuló cerca del auto. No negaré que no tenía ganas de tomarme ninguna foto con nadie, aunque, de todas maneras, me di el tiempo de bajar el vidrio y firmar algunos autógrafos. Una locura teniendo en cuenta que hace un un año andaba vagando por las calles buscando un trabajo para que no nos quitaran la casa.

—Vaya, sí que te quieren —acotó Javiera ya en el estacionamiento. Sacó las llaves y se bajó.

—A ti también te adoran mucho... —Cerré la puerta y tomé a mi gata en brazos—. Te pidieron muchas fotos también...

Nah, pero la mayoría ni siquiera sabe mi nombre... Aunque no importa, ¿eh? Creo que es mejor así. —Entrelazó su brazo con el mío y subimos hacia la sala de celebraciones que brindaba el hotel.

Le dejé la orden a los de la recepción para que cuidaran a mi gata.

Supuse que sería una noche larga, llena de sonrisas fingidas y la pretensión de volvernos aún más famosos. Honestamente, tan equivocada no estaba, porque nuevamente me encontré con el lujo bajo mis pies. Opulento como el alumbrado que descendía de las velas sobre los candelabros puestos en las mesas de mármol. Lujo y más lujo como las cortinas color zafiro con borlas de plata. Riqueza como la vestimenta y los bufidos llenos de diversión de la gente con dinero. Nadie me conocía, sin embargo, todos estaban dispuestos a hablarme y a compartir un trago sin quitarme la sonrisa de encima. Todo me resultaba tan deprimente...

Eso sí, mis ojos se alegraron cuando mi vista se enfocó en John. Ahí estaba, sentado arriba de un mesón con las manos bajo sus muslos. Involuntariamente sonreí un poco al ver como conversaba con Alex, quien estaba abajo y de pie mirándolo hacia arriba. John estaba algo triste y Alex hablándole bastante, como siempre.

Mis piernas me decían que querían irse a posicionarse junto a Freedman, pero a la vez sabía que no iba a poder abrazarlo o darle cariño sin pensar que le estaba haciendo daño. Así que vacilé un poco sin saber qué hacer... Hasta que él se percató de mi presencia y me miró con atención.

Tragué saliva y le sonreí un poco cuidadosa. 

Lo quería tanto que realmente deseaba estar con él... 

Tal vez estaba dispuesta a cambiar para que así él y yo algún día... no lo sé, hubiéramos podido estar juntos... 

Fue el primer chico que en verdad se enamoró de mí, aún viendo mi etapa más oscura. Tenía más para ofrecerle, más que la mugre en la cual me estaba transformando. 

Avancé hacia allá, dispuesta a querer hablar con él. 

—¡Dónde está mi bebé hermoso! —Interrumpió de manera repentina la madre de Alex con unos tacones que desafiaban al equilibrio—. ¡Alex, mi bebé! ¡¡Mi pequeño rockstar ya es toda una celebridad!! —Pellizcó sus mejillas—. ¿¿Quién es el bebé de mamá??

—Joder, mamá —regañó y se puso colorado—. Ya no soy un niño...

—¡Dime quién es el bebito hermoso y precioso de mamá!

—Alex es el bebé de mamá... —respondió él rodando los ojos.

—Guapo. —Lo besó en la frente, muack—. ¡Mi Johnsito! Cada vez te pones como quieres, ¿eh? —John se bajó de la mesa y le dio un abrazo. Alex le gesticuló un: «está loca» con su dedo índice en la cien.

No pude evitar preguntarme si en un futuro no muy lejano yo terminaría como su mamá. No quería imaginarme a mí en ese estado. No era primera vez que veía a la madre de Alex, pero cada vez lucía peor. Los moretones en sus brazos, las marcas de jeringa y su evidente anorexia me hacían pensar que estaba en un estado muy deteriorado. Consideré de inmediato si la rehabilitación era la solución a mi problema, pero no era fácil, pues yo le temía más a la abstinencia que a la mencionada muerte.

—A ti te conocí cuando eras pequeña, ¿eh? —Me apretujó a su pecho—, y a tu hermano también... ¿Cómo está Marcos?

Joder...

—Está... aislado en casa, como siempre —me limité a decir.

—Ah, bueno, le das mis saludos. Iré a beber un trago y a saludar a mi regalón. ¡Chris, guapo! —Se dirigió hasta uno de los extremos donde conversaba con unos amigos. Al verla, abrió los ojos como platos para después fingir una sonrisa asustada.

Y entonces, papi y mami Freedman hacen su aparición estelar, creando un foco circular de cámaras que apuntaban a ambos.

—Joder, moriría por saber qué pasa en su cabeza para atreverse a venir hasta acá —se enfureció John bajándose del mesón y bebiendo una botella de cerveza. Se posicionó en el mismo punto el cual yo los observaba.

—Me pregunto lo mismo. —Lo miré, a lo que él me devolvió la mirada.

—He tratado de alejarlos, pero parece que más se acercan... —Bebió y después trató de analizar mejor la situación—. Es que no entiendo, ¿sabes?... Mi madre tiene todo para separarse de él, y... sigue a su lado. Ese hombre la manipula por completo y lo peor de todo es que lo prefiere antes que a sus propios hijos...

—Bueno, creo que los padres no son perfectos... Sino miren a la mía —Se integró Alex apuntando con la mirada a Amanda que estaba bailando con Chris. A todo esto, el pelinegro se reía genuinamente con la madre de Alex. Se fumaban sus cigarrillos como dos señoras chismosas.

A la fiesta se integraron los BulletFord. Por primera vez en la noche, ya me estaba repiqueteando la pierna con nerviosismo. Ver a Meredith, Dylan y Derek era mi calvario.

Estaba rodeada.

—Hola chicos. —Oliver se dirigió hasta nosotros con las manos en los tirantes de su mochila—. ¿Cómo están?

John bebió la cerveza de la botella como si fuera agua.

—Como la mierda —dijo y se marchó.

Lo seguí con la mirada. No quería que se fuera, pero por alguna u otra razón, supuse que se trataba de un conflicto parental lo que lo tenía tan tenso.

—Oye, Alex... ¿Tu celular... funciona? Es que... después de lo que pasó el otro día... No me has hablado.

El chico lo dijo con un deje de timidez. Lamento ser chismosa, pero en ese momento me limité a mirar de reojo y a poner en alerta mi oído.

—No, pff, no funciona... —Se lo mostró—. De hecho, no prende... El otro día se me cayó así al suelo. —Lo lanzó al piso y después lo recogió—. Ves... Un vejestorio.

Era claro que Alex estaba nervioso. ¿Se gustaban? ¿A qué se refirió Oliver con lo de "el otro día"?

—Oh, entiendo... —dijo con un ápice de decepción. Yo volví a mirar de reojo—. Bueno, estaré conversando con Derek. Cualquier cosa... estaré allá.

—Claro, iré luego... —respondió dándole palmaditas en el hombro—. Colega.

El rostro de decepción del chico de cabello azulado no tardó en aparecer.

Cuando Oliver se marchó, posé mi vista en el rubio. Ambos nos miramos de una manera íntima. Comprendí que Alex Brown estaba verdaderamente arrepentido por su expresión. No sabía que había pasado entre ellos, pero por lo que me percaté, lo habían pasado más o menos bien. (No es por presumir, pero ya había captado una vibra entre ellos).

—No creo que le guste... ¿O sí? —me preguntó.

—Cuando eras pequeño... ¿nadie te lanzó por accidente al suelo?

—Vale, ya, deja la ironía... Es que... —Se acercó para susurrarme—. Es jodidamente perfecto, ¿vale? Me... asusta. Además, mírame a mí, estoy hecho un trapo.

—Un trapo sexy.

Él chasqueó la lengua algo divertido y se pasó una mano por su cabellera platinada como si le hubiera hecho un alago. 

—Ay, ya, tampoco es para tanto —sonrió, colorado. 

—Juégatela por él, qué es lo peor que puede pasar. ¿Morirte? 

—A lo que voy es que no lo voy a hacer sufrir con el problema que tengo con las drogas. No quiero tener a un médico de cabecera. Le haría daño. 

Agaché mi mirada. Creo que nunca me sentí tan identificada con él en ese momento. Aquellas palabras tenían un cupón para mi problema también... Y sin descuento. No quería que John pasara con una persona conflictiva y manipuladora como yo... O al menos que se encontrara con esa versión de mí.

—Tal vez él te haga bien, Alex. Quizá no en el plan de que quieras usarlo para sanarte, quizá él te hace bien y ya... No hay nada de malo en eso...

Mi vista simplemente se enfocó en John, sin embargo, este estaba demasiado alcoholizado para notarme. Sostenía una botella de Jack Daniels en una de sus manos y la bebía afirmado en la pared de una esquina. Se había sacado su sudadera, de modo que solo poseía sus jeans negros y su remera blanca holgada. Chris, por otro lado, continuaba bailando con la mamá de Alex.

No quería hacer una comparación de quién lucía más ebrio de los dos Freedman, por lo que concluí que ese comportamiento era para molestar a Patrick, quien no paraba de mirarlos como si lo fueran a desprestigiar... De nuevo.

—¿Sabes qué? Tienes razón. —Alex tomó de su trago—. Iré hacia donde Oliver y no dudaré un puto segundo en comerle la boca.

Abrí mis ojos como platos cuando lo vi dirigirse con esa decisión hasta donde estaba él. Atravesó la pista de baile de una manera tan confianzuda que, en el momento en el cual le toca la espalda para que se diera vuelta, no dudara en... ¿estrecharle la mano?

Ay, Alex, estás chiquitito. 

De todas formas, dejé de mirar la escena porque Dylan y Meredith se integraron a la conversación. El chico de cabello castaño tenía su mano en el trasero de la pelirroja. Curiosamente, ella me miró de reojo, como diciendo: «él es mío». No me quedó otra que resoplar y darme un reposo de tanta estupidez.

¿De verdad quería a un hombre tan repugnante como Dylan?

Y hablando de estupidez, me fui hasta el patio interno del hotel con intenciones de drogarme; así que me desplacé cerca de la piscina y saqué una servilleta de mi bolsillo que tenía cocaína para esnifarla discretamente. Inhalé duro y me fregué la nariz, pero estaba tan fuerte que comencé a retroceder y me fui de espalda hacia los arbustos. ¡Wop!

—¿Qué quieres que haga? ¿Eh? —Me di una especie de voltereta hacia atrás aprovechando que tenía los pies en alto y me escondí detrás de estos mismos para escuchar.

—¡No lo sé, Chris! Hay algo que se llama: "decir la verdad".

—¡La verdad se cuenta cuando corresponde, John!

Miré con el rabillo del ojo levantando una rama y me enfoqué en dos atractivos hermanos ebrios discutiendo en la alberca. 

—Y cuándo corresponde según tú, ¿eh? Decirle frente a todo el mundo es humillarla.

—¿Te interesa después de que ella misma te metiera una patada por el culo para sacarte de la casa?

—Tengo mis razones para seguir defendiéndola aún —espetó Chris. 

—¡Claro! Te hago una lista y entérate. —Comenzó a enumerar con los dedos—. Sé que quemó tu álbum de fotos con Kai, que te lanzó toda tu ropa afuera de la casa, que a uno de tus perros los fue a lanzar a una carretera para que se perdiera... ¿Dónde está tu jodida madre, Chris?

—¿No entiendes que papá la manipula?

—Manipulada o no, ¡estoy jodidamente harto que nos trate como basura! 

John colocó sus manos en los bolsillos y alzó su cabeza al cielo tratando de mantener la paciencia. Su cuello estilizado y su mentón perfilado se lucieron en aquella panorámica.

Chris lo miró como si no tuviera remedio la situación y se rascó la nuca. Todo su atuendo negro se contrastó con su piel pálida y con algunos modestos lunares.

Y yo... sentí que me mojaron el culo.

Ahogué un grito para que no se dieran cuenta que los estaba espiando. Miré y miré hacia abajo y lo único que vi fue una manguera que lanzaba un agua tan helada que quedé tiesa.

—Por más que la manipule no significa que sea una hija de puta con sus hijos —continuó John.

—Habla por mí, porque tú sigues siendo el favorito. Y creo que tienen razón en elegirte... —Se encogió de hombros—. Todo lo que he hecho supongo que ha dado problemas, ¿no?

—Chris, papá nos odia, ¿sí? Odia a nuestra banda, odia la música, odia... a... A Callie. ¿Crees que no tiene contactos para acabar con esto cuando quiera? 

—¿Acabar? 

—Pagarle a la disquera o qué se yo. 

—O mandar a matarnos —ironizó Chris y luego bebió. 

«Mierda». Susurré para mí misma al sentir que la manguera tenía cada vez más presión. Me puse de rodillas y comencé a gatear hasta la llave a mi izquierda.

—¿Sabes qué otra cosa da problemas, Chris? Pequeños problemas de metro y medio...

—¿Con o sin flequillo?

Dejé de gatear y abrí mis ojos como platos. No moví ningún músculo. 

Lentamente saqué la cabeza como si fuera un topo. Ambos me miraron con un rostro de pocos amigos.

Como un rayo volví a esconder la cabeza.

—Ya sal de ahí, Callie —dijo Chris con una relajación absoluta.

Lo iba a hacer, pero Patrick Freedman se desplazó a paso rápido hacia ellos con una autoridad fastidiosa. Percibí a una mujer con enormes tacones detrás de él con la intención de frenarlo.

—No, Patrick, no vas a regañar a tus niños —advirtió Amanda, la mamá de Alex desde atrás con una voz muy chillona—. Hoy no, Pat.

—¿Se puede saber por qué el par de idiotas no ha ido a saludar a su madre? —Patrick se detuvo y los increpó de manos en las caderas.

—¿Tal vez porque tienen miedo? —reprendió la mujer rubia con un tonillo de obviedad.

—¡Tú cállate, Amanda! 

—¡A mí no me harás callar, cabeza de alcachofa! 

—Muy buen comentario, esperable de una adicta. 

Alex y Javiera también aparecieron en la escena. Ambos corrieron hacia ellos y frenaron con un rostro sorprendido cuando analizaron la situación. 

—¿Te preocupas por mi madre? —preguntó John, acercándose hacia él—. ¿O te da miedo que te deje porque la engañas?

El silencio que se formó después de eso era equivalente al primer acto de una obra de teatro. Yo le hubiera agregado aplausos y un cierre del telón. Tras bambalinas le hubiera añadido más rubor al rostro de Patrick y más labial a los pronunciados labios llenos de Botox a la madre de Alex. No le tomé mucha importancia porque estaba drogada, pero vaya, aparte de bravucón era un infiel.

—¡¿Cómo te... atreves?! —Patrick alzó la palma de su mano para golpearlo, pero se reprimió, dejando la mano en el aire—. Yo jamás le haría eso a tu madre.

—¿Entonces las fotos con esa chica en Dubái son falsas? —inquirió Chris posicionándose al mismo nivel de John. Ambos mantenían una postura de pedir una explicación—. ¿Qué? ¿Vas a negar que le estabas metiendo la lengua en la garganta a una jodida menor de edad?

Abrí la boca y la tapé con mi mano. Quizá él tenía mala reputación, pero de ahí a llegar a ser un pedófilo, delató que el sujeto claramente no tenía límites. La talentosa capacidad de hacer todo mal y seguir teniendo poder era increíblemente injusta.

—¿Te das cuenta el ejemplo que eres para tus muchachos? —chilló Amanda, a lo que Alex trató de tocarle el hombro con timidez para que se calmara.

—¿Y tú Amanda qué mierda vienes a reclamarme si te la pasas todo el día drogada? Eres tan buen ejemplo que le metes drogas a tu hijo desde que cumplió los doce. Wow, ¿quieres que te aplauda? 

—¡No te metas con mi niño!

—Mamá...

—¡No interrumpas, Alex!

—Bueno ya basta, ¿no? ¡Ustedes son unos inmaduros! —regañó Javiera—. ¡Usted señor Freedman solo busca perjudicar a Chris y después hacer como que nada pasa para que no hablen mal de usted! ¡Es un jodido hipócrita! Todos sabemos que le importa más su reputación que sus propios hijos.

—Mejor cállate, niñita. Tú y tu prima tenían mucho futuro al lado de mis hijos. Desperdiciaron su carrera y ahora están solas. ¡No me hablen de estar bien o estar mal a mí! —dijo alzando la voz para que todos lo escucharan—. ¡Su mamá se fue llorando porque ni siquiera la saludaron!

—Me da igual. —John se encogió de hombros.

—No, no te da igual. Tú quieres a tu madre y ella te quiere a ti. De tu hermano me puedo esperar siempre lo peor. Pero tú, John... Eres mi mayor decepción. Pudiste haber sido grande hijo, pero... —negó con la cabeza— ahora solo siento repudio.

John lo empujó.

Todo indicaba que Patrick sí iba a golpear a John de vuelta, pero Chris se interpuso y lo increpó de la misma manera que lo hizo con Dylan. Su padre automáticamente se preparó para darle unos manotazos, pero yo entré en pánico y le di todo el voltaje a la manguera. Sin que me viera, le lancé un chorro tan fuerte, que terminó por perder el equilibrio y... ¡Cayó a la piscina!

¡¡SPLASH!!

Mierda... Eso no estaba en mis planes...

—... ¡Patrick Freedman ha caído a la piscina! —gritó un periodista apurando al camarógrafo.

—... ¡El chisme de la semana!

—... ¡Necesito que grabes esto, Federico!

Absolutamente todas las cámaras llegaron para atropellar con el flash al rostro de Patrik, quien se sacudió la cabeza llena de agua y miró lo que estaba pasando a su alrededor. Se fregó el rostro y conectó su vista con la mía. 

Oh, blody hell... 

Alex abrió los ojos a más no poder.

Javiera se cubrió la boca con ambas manos para no reír.

La madre de Alex apuntaba a su rostro y sí que se retorcía de la risa.

—¡Eso te pasa por puto! —rió la señora.

Tanto Chris como John se rascaron la nuca. Tenían un rostro de: «carajo...». Pero también percibí que tuvieron ganas de echarse a reír.

—Tú me vas a escuchar —me amenazó colocando su pierna en la barandilla para subirse.

No si no me alcanza.

—... ¡Callie Morgan ha lanzado al famosísimo empresario al agua!

—... ¿Estará drogada?

—... ¡Enfoquen!

Y a la cuenta de tres... no me importó nada y me fui corriendo con la fuerza de un torbellino hacia adentro. Estaba lo suficientemente volada para comprender ciertas cosas, una de ellas, que humillé a un hombre de mucho poder con una maldita manguera.

Drogada e inclusive con un ápice paranoia, llegué cerca de la recepción. Confundida y con una tos inexplicable, me afirmé en un pilar de mármol, tratando de recuperar el aliento. Fue en ese momento donde vi a una chica dirigirse hacia mí, una silueta familiar que era perteneciente a Meredith Koch.

—Si quieres vivir, tú y yo tenemos que hablar, urgente.


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