Estoy tomada.
Mi cabeza está palpitante y mis pensamientos son caóticos.
Soy una basura.
O quizá no.
No, no lo soy.
¿Soy un monstruo al lastimar a alguien que dice lastimarme porque me ama? ¿Por qué según él soy quién lo provoca?
No.
Las lágrimas inundan mis ojos otra vez, me duelen los párpados y estos están hinchados de tanto llorar.
Llevo así una semana, desde que se lo llevaron. No he dejado de llorar y temer por mi vida.
Permanezco borracha todo lo que puedo para darme valor de enfrentarlo si se cruza por esa puerta de nuevo con ganas de asesinarme.
No he salido a la calle en un mes, por miedo.
Tres semanas atada a él y a su maltrato diario, por miedo a que me golpeara al ver que quería salir.
Una semana libre, por miedo a que él escape, me encuentre y me asesine.
Parecen situaciones similares, pero no lo son.
Temo por mi vida, pero sé que he sido muy valiente.
Eres muy valiente.
No todas las víctimas de violencia logran denunciar a sus abusadores.
Pero yo tuve suerte.
Tuve mucha suerte.
Mi familia y mis amigos me creyeron, la policía encontró pruebas suficientes, y él, era lo suficientemente inestable para que lo consideraran una amenaza para mí persona.
Ahora está lejos, no podrá hacerte daño Caroline, no podrá.
No podrá.
No.
—
(Viernes, 01 de Febrero.)
— ¡No! - Grité con tanta fuerza que sentí que me iba a desgarrar la garganta. - ¡Jerard, déjame por favor, me duele!
— ¡Eres una zorra! - Su mano sujetaba mi cuello con tanta fuerza que sentía que estaba perdiendo el aire, hasta que lo notó y me soltó. Sus ojos parecían querer salirse de sus órbitas de la furia que reflejaban en ellos.
— Jerard, y... - Un puño en mi mejilla derecha envió lo que iba a decir devuelta a mi garganta.
— ¡Cállate, maldita prostituta! - Un nuevo golpe fue recibido en mi débil cuerpo, el impacto en mi vientre me hizo caer sentada en el suelo. - ¡¿De qué te sirve no salir si te vuelves una prostituta en tu propia casa?!
— Jerard, escúchame, por favor. - Dije entre sollozos y sosteniéndome el vientre. - Yo no soy una prostituta. - Jerard se dirigió rápidamente hacia mí, en un acto reflejo tape mi rostro con mi brazo libre pensando que iba a golpearme. - Soy tuya, soy tu novia, no he hecho nada que quebrante eso.
— Que orgulloso me siento. - Dijo en tono irónico. - Tengo a una prostituta de novia.
— Deja de decirme eso, por favor. - Lloré al escucharlo. - No soy una prostituta, soy una mujer que te ama.
— ¿Y cómo me lo demuestras? - Tomó el brazo que tapaba mi rostro y lo apartó con rabia. Sujetó mi mentón con fuerza obligándome a mirarlo a los ojos, sus dedos incrustados en mi barbilla provocaban un dolor punzante en mi mandíbula, y el puño que me había dado hace un momento, hizo a mi cara entera palpitar de dolor. - Trayendo a un hombre a nuestra casa y quién sabe haciendo que cosas con él.
— Jerard, no hice nada con él, lo juro, él solo quería visitarme. - Un nuevo golpe fue recibido en mi cara y del impacto caí sobre mi hombro, mi cara palpitante estaba apoyada sobre el sucio suelo, lleno de manchas de sangre recién salpicadas y también de otras más viejas.
Jerard caminó hasta que quedó frente a mi nuevamente, me dolía el cuerpo, así que no hice esfuerzos para levantarme. Su cara revelaba furia y el mío, seguro completo terror.
No podía creer que este sería mi final, tan cerca de la salvación e iba a morir a manos de un demonio, es más, el mismísimo diablo. Estaba absorta en mis pensamientos hasta que un golpe me sacó de ellos.
Una patada se incrustó en mi abdomen, el dolor me hizo encogerme en posición fetal. Lo miré con mis mejillas bañadas en lágrimas, sus ojos develan total frialdad ante mis sollozos.
Mis labios ensangrentados por lo rotos de los mismos y por la sangre que sale de mi nariz articulan un leve "Por favor", súplica que es ignorada y en cambio recibo dos nuevas patadas. Mis sollozos son ahogados por la sangre que comienza a subir por mi garganta, por lo que empiezo a toser.
Escucho a lo lejos sirenas y pienso que todo por fin acabará, sonrió para mis adentros porque mi cara duele lo suficiente como para impedirme estirar mis rotos labios en una sonrisa.
La cara de Jerard se deforma al oír lo mismo que yo oigo, cada vez se escuchan más cerca y él se encuentra casi en shock, me mira con odio y sin poder creer lo que está pasando.
Escucho que maldice y me insulta, camina sosteniendo su cabeza, unos golpes en la puerta hacen que se detenga, su expresión es de terror.
— Jerard Dotter. Abra la puerta y salga con las manos en alto. - Escucho que dice una voz al otro lado de la entrada.
Jerard niega y me arrastra un poco más al centro del salón.
— Jerard Dotter, segundo llamado. Abra la puerta y salga con las manos en alto.
— ¡No! - Grita en respuesta.
— Jerard Dotter, último llamado. Abra la puerta y salga con las manos en alto. - La voz hizo una pausa. - De lo contrario, derribaremos la entrada.
La desesperación en sus ojos era evidente, pero sabía que no saldría por su cuenta.
Escuché como golpeaban la puerta con algo duro y luego esta cedía y se rompía, mis fuerzas no me alcanzaban como para levantar mi cabeza y mirar hacia la puerta. Pero me sentía aliviada.
Unas manos tocaron suavemente mis hombros y solté un quejido. Ya no tenía fuerza ni siquiera para hablar pero sentí que habían dos personas hablando junto a mí, un chico y una chica. Escuché que uno de ellos dijo que iría por asistencia medica y una chica asintió en respuesta.
— Jerard Dotter, salga de dónde esté, no haga su situación más difícil. - Insistió una voz masculina.
Escuché pasos y después su voz.
— Voy a salir de aquí, pero muerto. Y ella se va conmigo. - Mi corazón comenzó a latir rápidamente. Me sentía impotente al no saber la situación que se originaba a mis espaldas.
— Dotter, baje el arma ahora mismo.
— No voy a ir a la cárcel, la amo, no puedo ir a la cárcel por amarla. El amor no es un crimen. - Decía entre sollozos.
— Señor Dotter...
— ¡No se me acerquen! ¡Ninguno de ustedes se me acerque!
— Señor Dotter, no haga esto peor.
— ¿Peor? ¿Usted cree que esto puede ser peor? - Rió desesperado. - La amo, y ustedes me quieren llevar lejos de ella.
— Señor Dotter, usted no la ama, esto es violencia. Irá a la cárcel por cada uno de los actos atroces que a cometido contra la señorita Caroline. - Reconocí la voz, era el oficial que había venido ayer a mi casa, pero no podía recordar su nombre.
Que desagradecida.
— Así que esto fue. - Oí su risa maníaca a mis espaldas y sentí escalofríos. - ¿Así te querías deshacer de mi maldita prostituta? ¿Querías mandarme a la cárcel para revolcarte con este policía de mierda? Eres una zorra.
— Señor Dott...
— ¡Tu cállate maldito infeliz! - Oí un disparo, al que le siguieron dos más.
Oí pasos acercándose a mí y comencé a temblar de nervios. No quería más golpes.
No más.
Me pareció irónica mi propia expresión.
"No más."
¿Cuántas veces había rogado que los golpes se detuvieran?
— Díganle a los paramédicos que ya pueden ingresar por la señorita Caroline. - Casi lloro al oír que era la voz del oficial que lo había enfrentado, estaba bien.
— Él... - Dije en un apenas audible susurro.
— Estará bien para su juicio. - Dijo en un tono neutro, mientras acariciaba mi cabeza con suavidad.
Varias personas entraron al lugar, pusieron algo junto a mí en el suelo y me subieron a él, me aseguraron y salieron conmigo del recinto.
Un dolor punzante se concentró en mis párpados, si bien mis tenía los ojos cerrados, no salir por mucho tiempo me había hecho olvidar lo que se sentía el sol en mi cara, en mi cuerpo. Pero lo disfrutaba de alguna manera, era la muestra de que era libre, de que ya no iba a lastimarme más.