Lacerante © [+21]✔

De jane_n_johnmest

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Motivado por la desesperación y el miedo, Davlian Ainsworth enterró un cuchillo en el cuello de su padre. Un... Mais

SINOPSIS + PORTADA
BOOKTRÁILER PRINCIPAL
PERSONAJES
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
AVISO IMPORTANTE
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20 [+18]
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27 [+18]
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
ADELANTO DEL PRÓXIMO CAPÍTULO
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42 [+18]
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
¿Te gustaría Lacerante en físico?
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
CAPÍTULO 71
CAPÍTULO 72
CAPÍTULO 73
CAPÍTULO 74
CAPÍTULO 75 🔪PARTE I
CAPÍTULO 75 🔪PARTE II
CAPÍTULO 75 | 🔪PARTE III
CAPÍTULO 76
CAPÍTULO 77
CAPÍTULO 78
CAPÍTULO 79
CAPÍTULO 80
EPÍLOGO
ILUSTRACIÓN♥
EPÍLOGO

CAPÍTULO 49

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De jane_n_johnmest

12 de enero de 2019

Berlín, Alemania

Se habían cumplido cinco meses desde nuestra llegada a Alemania, un país donde había pasado gran parte de mi vida y que había sido testigo de mi amor hacia una mujer que ya no estaba a mi lado. Pero que, sin embargo, estaba siendo testigo de grandes cambios en mi vida y en la nueva persona en la que me estaba convirtiendo.

Priscila estaba de cumpleaños, así que no podía llegar con las manos vacías a la que en ese entonces era nuestro hogar. Me detuve frente a la entrada de floristería y sonreí, sabía cuanto le gustaban los girasoles y no podía no comprárselos. Tiré de la manilla de la puerta hacia afuera y entré al lugar. Una chica joven me recibió con una sonrisa, mientras la mujer mayor que parecía ser su abuela, estaba en el otro extremo arreglando flores.

—Willkommen, wie können wir Ihnen helfen? [1] —Me saludó con una enorme sonrisa.

—Ich brauche ein Sonnenblumen-Arrangement [2] —Le hice saber.

La muchacha me dio la espalda y empezó a buscar con sus ojos entre los diferentes arreglos, los cuales estaban hermosos, los girasoles que amablemente les había pedido.

—Sehen die für Sie gut aus? [3] —Señaló un hermoso arreglo.

Era una pequeña maceta de color negro, estaba adornada por unas pequeñas hojas verdes, en el centro tenía tres grandes y preciosos girasoles, los cuales estaban rodeados por unas rosas de color rosado pálido.

—Sind sie echt? [4] —Pregunté, al ver lo irreal de la belleza de aquellas flores, que estaban tan relucientes, llenas de vida y color.

—Genau wie alle unsere Blumen, junger Mann [5] —habló la señora que se encontraba en el otro extremo, la miré con una sonrisa y agaché mi cabeza en señal de disculpas.

Pagué las flores y salí de aquel lugar con el corazón rebosante de alegría, sabía que cuando Priscila las viera, chillaría de la alegría.

Desde que llegamos, no he dejado de buscar trabajo, pero las cosas no han sido fáciles. Tenía dinero suficiente para vivir por unos cuantos años más, pero eso se acabaría pronto. La llegada del bebé sería más o menos en un mes y entre eso, los gastos de la casa y las visitas que tanto Priscila, como yo estábamos haciendo al psicólogo, el dinero no alcanzaría para mucho más. Tenía que encontrar un trabajo lo antes posible, fuera en lo que fuera, menos en cosas que tuvieran que ver con mi oscuro pasado. Lo que menos deseaba, era volver a esas andanzas.

Saqué las llaves del bolsillo de mi pantalón, las introduje en la cerradura y giré dos veces para después abrir la puerta. Todo adentro estaba en silencio, dejé las flores sobre el comedor.

—Ya estoy aquí —anuncié, pero no recibí respuesta alguna.

Me desplacé hacia la cocina para ver si ella estaba allí, pero no la encontré, entonces subí las escaleras hacia el segundo piso que tenía la casa. Caminé por el pasillo hasta la habitación en donde ella dormía y la encontré acostada de lado sobre la cama, su embarazó se notaba más ahora que tenía ocho meses, casi nueve. Estaba dormida y se veía demasiado tranquila como para perturbar su sueño.

Me senté con cuidado de no despertarla, sobre la orilla de la cama y pasé las yemas de mis dedos, por sus cabellos rubios que ahora llegaban un poco por debajo de sus hombros. Mientras me preguntaba por qué razón no me permitía amarla. Ella era tan dulce y atenta conmigo, preocupada y amorosa, pero yo no podía todavía amarla como ella merecía. Le pregunté muchas veces a la psicóloga cómo podía hacerlo, pero ella dijo que solo debía dejarlo al tiempo, que cuando menos lo esperara, entonces yo estaría amándola tanto como ella a mí.

Quité mi mano en el segundo en que ella se removió sobre la cama y sus ojos se abrieron despacio, entonces me miró y sus delgados labios dibujaron una tierna sonrisa cerrada, le devolví el gesto enseguida y ella se incorporó a mi lado.

—¿Cómo te fue? —Preguntó, llevándose una mano sobre su abultado vientre.

—Bien, te traje un regalo —dije y ella ladeó la cabeza.

—¿De verdad? —Interrogó—. ¿Te acordaste?

—Claro que sí —tomé su mano libre y rocé delicadamente mis labios sobre el dorso de su aterciopelada mano.

—¿Qué es?

—No es nada de demasiado valor, pero... sé que te va a gustar.

—Davlian, eso es lo de menos. Lo importante es que te has acordado —dijo, al mismo tiempo que me abrazaba por el cuello con ambos brazos.

Cerré mis ojos y acaricié su cabello, mientras respiraba el dulce aroma que desprendía su cuerpo. Me sentí feliz en ese momento, me sentí rebosado de paz y de una alegría que no podía explicar de ninguna forma.

Me puse de pie y tomé su mano, para conducirla a la planta baja y mostrarle las flores tan hermosas que había comprado para ella. Apreté su mano contra la mía, entretanto bajábamos con cuidado las escaleras.

—Son para ti —dije, en cuanto nos detuvimos en el comedor.

Ella me miró con una hermosa sonrisa y luego volvió a abrazarme.

—También te acordaste cuáles son mis favoritas —habló, mientras caminaba hacia la mesa y levantaba la maceta con ambas manos, para después oler las flores—. Están demasiado hermosas, Davlian, gracias —volvió a mirarme.

—Feliz cumpleaños, rubia —le sonrió—. Espero que sigas teniendo la oportunidad de cumplir muchos más y ser inmensamente feliz.

Ella vuelve a dejar las flores sobre la mesa y camina devuelta hacia donde me encuentro, lleva una de sus manos hacia mi rostro y acuna mi mejilla en ella.

—Mi hijo y yo, ya somos feliz, Davlian y eso es gracias a ti.

—Y mereces más, lo sabes —agregué, con los ojos cerrados—. Por eso quiero darte más.

—No necesito que... —La interrumpí.

Entonces ahora ella yo, quien estaba acunando su rostro con ambas manos, observándola directamente a los ojos.

—Quiero darte más, Priscila —deslicé mis manos por su cuello, hasta llegar a sus hombros, luego bajé por sus brazos, hasta sostener sus manos. Me arrodillé a sus pies y ella solo me miraba expectante—. ¿Me dejarías intentar darte más? —Le cuestioné.

Se quedó en silencio unos segundos, sabía por su rostro que trataba de entender que estaba pasando.

—¿Qué quieres decir con darme más, Davlian?

—¿Dejarías que yo intentara amarte? —dije, sin dejar de mirar sus ojos azules y sin dejar de sostener sus manos—. ¿Dejarías que este hombre a tus pies, intentara darte el amor y la felicidad que mereces?

Ella solo me miraba, estaba tan quieta como una noche tranquila, sus pestañas no se movían. Pero vi como su pecho se infló y un hueco se abrió en medio de su cuello. Luego exhaló y vi sus labios abrirse ligeramente.

—Davlian... —susurró como si se estuviera ahogando e inmediatamente me puse de pie.

—¿Qué ocurre? —Busqué sus ojos con desesperación, entonces me contempló con los suyos, los cuales estaban cristalinos por las lágrimas que acumulaban—. ¿Dije algo malo? ¿Te sientes mal? Perdóname —me disculpé.

—No... —dijo enseguida, acariciando mi mejilla—. Es que... —tragó saliva—. No sé... no te entiendo... ¿Qué es lo que...? —Volví a interrumpirla.

—Solo quiero que seas mi novia, pero si tú no...

—Sí quiero —me sonrió, mientras las lágrimas se deslizaron por ambas mejillas—, pero, no quiero que me des tu amor a medias... —cerró sus ojos y los apretó un par de segundos—. Yo sé que no me amas y como tú dijiste una vez, no quiero aferrarme y caer de golpe.

—No te caerás, porque haré lo imposible para que eso no pase. Confía en mí.

—Lo hago —dijo, entonces acortó la poca distancia que nos separaba y pegó sus labios a los míos.

Llevé mis manos hacia su rostro y abracé sus mejillas, al mismo tiempo que la besaba con dulzura. Fue en ese momento en que algo dentro de mí, retumbó. Sentí aquellas cosquillas en mi interior, como cuando estás demasiado nervioso y ansioso, pero feliz al mismo tiempo. Por fin me sentía feliz, lleno, regocijado. Tendría la familia que por tanto tiempo había deseado tener y sería el padre que tanto había soñado ser. Me encargaría de amar a Priscila tanto como ella a mí y amaré a su hijo como si fuera completamente mío, porque así sería. Yo sería su padre y él sería mi hijo, sin importar nada.

Después de haber comido la cena que preparé para los tres, fui al baño para prepararle a Priscila un baño de tina caliente, era su cumpleaños y quería que lo pasara lo mejor posible. Se merecía eso y más.

—No deberías consentirme tanto —dijo de pie, debajo de la puerta.

Alcé mis ojos hacia ella, aún sentado sobre el suelo a un lado de la tina.

—El agua está tibia.

—Gracias —dijo, poniendo un mechón de cabello detrás de su oreja.

Me levanté del suelo y caminé hacia ella.

—Llamaré a Robert, mientras te bañas, si me necesitas solo grita —deposité un beso en su frente—. Ten cuidado.

—Lo tendré.

Salí del baño para dejarla a solas y darle privacidad.

Busqué mi teléfono celular y entre mis contactos, hallé el número del señor Anderson. Habíamos estado en contacto desde que Priscila y yo llegamos a Alemania. Él estaba junto a Jared y la señora Kelly, viviendo una buena vida en Australia. Estaba feliz por él, porque al final, el pequeño Jared había resultado ser su hijo en verdad. Cuando pienso en eso, solo recuerdo con pena a mi madre. A pesar de todo, nunca había escarmentado o aprendido de sus errores, al contrario, siempre buscaba hacer más daño.

En cuanto escuché su voz a través de la bocina, una sonrisa automática se dibujó en mis labios.

—¡Hijo, qué alegría escucharte!

—Señor Anderson —hablé—. ¿Cómo han estado?

—Las cosas están bien, hijo. Kelly ha sido un gran apoyo para mí y para tu hermano, ella es una gran amiga.

—Me alegra escuchar eso —dije con sinceridad—. Después de todo lo que pasó, necesitaba que algo bueno pasara.

—Necesitábamos, Davlian, necesitábamos.

—Sí —afirmó.

—¿Cómo está Priscila?

—Ella está bien, su embarazo va bien y nos dijeron que el bebé puede venir en cualquier momento.

—Me encantaría estar ahí para conocerlo, pero ya sabes que las cosas aún están complicadas. Yo estoy trabajando y Jared todavía está pequeño.

—Lo sé, señor Anderson, no es necesario. Yo los llamaré cuando el bebé esté aquí —sonreí.

—Esperaré esa llamada. Dales mis saludos a Priscila.

—Lo haré.

Lo escuché suspirar.

—¿Pasa algo? —Inquerí, entonces lo oí chistar su lengua.

—¿Has sabido de tu madre?

—No —negué enseguida—. Hace tiempo que no sé nada sobre ella, lo último que supe fue que había sido arrestada y encarcelada. Nessien me contó que le rebajaron la condena, porque padece una condición mental.

—¿Condición mental?

—Jennifer siempre ha estado loca, señor Anderson, usted y yo lo sabemos.

—Con tu madre nunca se ha sabido, Davlian, es calculadora y no creo que en verdad tenga ninguna enfermedad. Ella solo es mala porque así nació.

—Olvidémosla, no es necesario que la recordemos ahora que estamos encontrando la paz —dije—. Yo sinceramente no quiero saber nada de ella, cada vez que la recuerdo, la herida dentro de mí arde y estoy trabajando duro para que cicatricen.

—Lo siento —se disculpó—. Yo tampoco quería recordarla y menos recordartela, pero no puedo evitar preguntar por ella. Todavía hay algo de... —Guardó silencio.

—Está bien, yo entiendo.

—Gracias por llamarme —agregó con alegría—. Me alegra saber que estás convirtiéndote en el hombre de bien que siempre supe que serías.

Me quedé callado, con una sonrisa gigantesca en los labios. El señor Robert siempre había actuado como un padre para mí, siempre me había deseado lo mejor y había sido el primero y el único en incentivarme a estudiar, para ser alguien de bien en la vida y por eso, que se había ganado mi cariño. Estuvo para mí, cuando necesité a un padre y cuando mi madre no fue capaz de estarlo.

—Tengo algo que decirle... —respiré profundamente.

—¿Es algo malo? —Interrogó con preocupación.

—No —respondí—. Es algo bueno, se trata de Priscila y yo.

—Te escucho.

—Hoy le pedí que fuera mi novia y en cuanto el bebé nazca... —hice una pausa para mirar detrás de mí—. Le pediré que se case conmigo.

No podía creer lo que de mi propia boca había salido, pero era un pensamiento que tenía guardado hace rato y hoy había dado el primer paso.

—¿Estás seguro de eso?

—Hace unos meses hubiera respondido que no, pero ahora estoy seguro. Quiero ser feliz, señor Anderson, quiero cambiar mi vida y si no soy yo quien toma la iniciativa, no hay manera de que logre esos objetivos.

—Hijo, me hace muy feliz escucharte hablar así y estoy muy feliz por la decisión que has tomado. Te deseo toda la felicidad del mundo y toda la dicha que mereces. Sé que ustedes serán muy felices, si así se lo proponen.

—Gracias —musité.

—No tienes que darme las gracias, soy yo quien te agradece que confíes en mí. Sé muy feliz, Davlian y cuida a la familia que ahora tienes.

—Lo haré, los cuidaré con mi vida de ser necesario.

—Esperemos que eso no tenga que pasar.

Después de haber estado hablando por una hora con el señor Anderson, volví a la habitación para buscar a Priscila, pero ella ya estaba recostada bajo las sabanas. Me quedé de pie en medio de la oscuridad y le di gracias a Dios por la oportunidad que me estaba dando. Caminé para acercarme y rodear la cama, entonces me senté sobre el suelo junto a esta. Puse una de mis manos sobre su vientre y me acerqué a él.

—Hijo —susurré para no despertarla—. Quiero que sepas, que inexplicablemente me siento feliz. Gracias —le hablé como si él pudiera escucharme—. Te prometo que protegeré y amaré a tu madre, tanto como te amaré y te protegeré a ti.


___________________________________

[1] Bienvenido, ¿cómo podemos ayudarle?

[2] Necesito un arreglo de girasoles.

[3] ¿Ese le parece bien?

[4] ¿Son reales?

[5] Igual que todas nuestras flores, joven.

Buenas noches, aquí le dejo el nuevo capítulo, espero que les guste. No es lo más, pero pronto se vendra lo bueno. Ya saben que las actualizaciones dependen de sus votos, sin más, me despido y nos leemos cuando se cumpla la meta. I love you so much<3.

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