He estado innumerable veces a punto de contarle que yo soy Justin, que soy yo quien le envía mensajes, quien la quiere, quien le molesta por las noches a altas horas de la madrugada y quien la ama. Pero la cobardía y el miedo me podían y hacían que me echara atrás.

Tampoco podía ir y decirle tan ricamente: "Hey, pelirosa, oh sí, te llamo así porque soy Justin. ¿Nos besamos?"

Oh, sus besos... Los echaba de menos. Necesitaba besarla, al menos una vez cada minuto del día. Quería recordar sus labios sobre los míos, su sabor a fresa mezclado a su colonia de vainilla. Su manera de hacerlo, tan tierna y salvaje a la vez. Quería que sus labios quemaran cada parte de mi piel que ella besara, quería que me hiciera olvidar todo cuanto sé. Que sus manos dejen huella en mi cuerpo, quería abrazarla y no echarla de menos tan dolorosamente como lo hago ahora.

La quería aquí, ahora, a mi lado, siempre.

Terminé de vestirme y bajé a la cocina para coger una galleta y besar en la mejilla a mi madre. Me despedí de ella con una sonrisa y salí de mi casa para dirigirme al instituto. Sin ganas, subí a mi coche y conduje hasta llegar ahí.

Odiaba tener que llegar y actuar como si no me gustara la chica con el pelo rosa, como si estuviera enfadado con ella cuando en realidad solo estaba ansioso por ir y besarla como lo habíamos hecho meses atrás, tener que sentarme junto a ella y hacer como si no existiera, como si no me importara.

Cuando ella era todo lo que me importaba, cuando ella era cuanto existe para mí.

A veces nuestras miradas se juntaban por unos segundos, pero luego uno de nosotros apartaba la vista rápidamente. Hubo una vez en medio del escenario, yo no apartaba mii vista de la suya, no quería deshacerme de esa pequeña conexión que había entre nosotros. Ella tampoco quitaba su mirada, jugaba al mismo juego que yo en ese mismo momento. Finalmente el estúpido de Louis pasó por en medio de nosotros dos, rompiendo la unión, y cuando me quise fijar, ella volvía a hablar con Rose.

Odiaba este silencio tan innecesario.

Stevens y yo no hablábamos nada más que para estudiar juntos la obra teatral. Y cuando llegábamos a la parte en la que nos teníamos que besar, a ella le surgía algún apuro inesperado, por lo que tenía que irse.

Se sentía como si hielo nos separara.

Llegué a mi casillero y saqué los libros de matemáticas, dejando los que no necesitaba dentro de este. Las horas transcurrían aburridas, como siempre, y cada vez que miraba el reloj de encima de la pizarra, parecía que las agujas se rieran de mí y no se movieran para hacerme sufrir.

Tras casi morir con las interminables 5 horas de clases salí exhausto de la clase de Biología para caminar directamente al teatro.

Hoy era el último ensayo que haríamos de Romeo y Julieta, todo porque finalmente, mañana, sería el día de la función. Sonreí nervioso ante la idea. No estaba mal, no me preocupaba que saliera mal la obra, ya que habíamos trabajado muy duro con ella, y a decir verdad, nos salía bastante bien. Sin embargo, eso no era lo que me "atormentaba", si no que tendría que besar a Stevens como si no me importara nada.

Abrí la puerta siendo uno de los primeros en llegar. Bufé cansado. Me dirigí hacia las escaleras para llegar a lo alto del escenario.

Mañana se acabaría todo. Lo poco que nos juntaba ahora entre Stevens y yo, se terminaría.

Giré mi cabeza hacia donde nadie me podría ver, y sonreí cuando ella entró junto con Ashley. Esta última me sonrió. Moví mi mano para saludarla.

Cuando todos estábamos presentes, comenzamos a ensayar. Primer acto, escena cinco. Romeo conoce por primera vez a Julieta, y se enamora perdidamente de ella. Acto idiota, escena vida real. Niall ve por primera a Stevens, la chica con el pelo más rosa, y cae de rodillas por su belleza.

-Si con mi mano he profanado tan divino altar, perdonadme -dije sujetando la mano de Stevens, mirándole a sus ojos marrones-. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso -llevé su delicada mano hacia mis labios y dejé un casto beso. La hice sonrojar, lo que me hizo sonreír. Apartó su mirada de mí.

-El peregrino ha errado la senda aunque parece devoto. El palmero sólo ha de besar manos de santo -contestó ella, sujetando el librillo con el guion en su otra mano, intentando no leer de este.

Seguimos toda la conversación que teníamos que narrar, con la señorita Klark atenta por si decíamos mal algunas de nuestras frases.

-Pues oídme serena mientras mis labios rezan, y los vuestros me purifican -me acerqué a ella, sabiendo que ella se apartaría y pediría ir al baño para no tener que besarme como había hecho todos los días atrás. Pero cuando mis labios rozaron su boca, y dejé una dulce caricia, me sorprendí.

-En mis labios queda la marca de vuestro pecado.

Dije mi siguiente frase, y volví a besarle tal y como venía escrita en las acotaciones. Quise sonreír como un idiota tras haberla podido besar otra vez, pero me contuve y seguimos practicando.

Me gustaba actuar (mucho más si se trataba de besar a Stevens), y me gustaba poder imitar a otra persona, así como Romeo. Recuerdo cuando de pequeño pedía a mi madre que pusiera en la televisión la película de Grease. A veces me lo negaba, ya que se lo pedía unas cinco veces a la semana. Cada vez que salía Danny, repetía lo que decía y cantaba junto a él, mirando la pequeña pantalla.

Bebí de la botella de agua que había traído Logan esta vez, y sacié mi sed. El aire caliente mezclado con el sudor del cúmulo de personas me hacía fatigar. Llevábamos cuatro horas aquí metidos, dos horas más de lo normal, para que todo saliera según lo planeado.

Cuando terminamos, Ashley vino a hablar conmigo, y Stevens se marchó fuera, a que su amiga acabara de hablar conmigo. Me dijo: "Acaba ya con esto. Fin de la obra", y salió corriendo. Ya entiendo por qué son tan sumamente amigas, hablaban igual de extraño y sin sentido alguno. Antes de que saliera por la puerta grité su nombre, se giró y como pude, gracias a la distancia que había entre nosotros, formulé: "¿Recuerda?", sabía que me entendería, así que no dije nada más. Con su mano cerró el puño dejando el pulgar libre, y tornó la mano. No.

"Acaba ya con esto. Fin de la obra".

"Acaba ya con esto. Fin de la obra".

"Acaba ya con esto. Fin de la obra".

De camino a casa, me coloqué los auriculares y me puse música. Repetía una y otra vez lo que me había dicho Ashley, pero no sabía qué significaba. Obviamente quería que le dijera a Stevens que era yo quien le enviaba mensajes constantemente, pero la frase tenía algo oculto. Ella siempre me mandaba mensajes subliminales. Quería que yo me diera cuenta solo.

Me tentaba a coger el teléfono, llamar a Stevens como Niall, y hablar con ella, decirle que yo era el Justin que tanto esperaba... Pero, vamos, no podía. No podía simplemente intentar parecer el Romeo de...

¡Ashley! Sonreí.

Todo tiene que acabar. "Fin de la obra". Suspiré nervioso y me tumbé en la cama para estar preparado y listo para mañana. Julieta conocerá por fin a su deseado Romeo.

Estiré mi brazo y cogí mi teléfono.

Yo a Stevens:

Nos vemos mañana en la obra.

Stevens:

Nos vemos mañana Niall.

Que abran el telón.

-

N/a: ¡SOMOS CINCO MILLONES DE LEÍDAS CHICAS/OS! Oh madre *se seca una lágrima imaginaria* os amo.

Cinco millones. No puedo con tanto. No lo merezco. Hay gente que escribe mucho mejor que yo y que sí se lo merece, y si pudiera, les daría mis visitas. No sabéis cuanto significa esto para mí.

Espero que os guste este capítulo, es "un premio". Ya que está narrado por Niall y es larguito, y he aclarado cosas así como el por qué Stevens por mucho que cogiera el móvil de Luke no encontraría el teléfono de "Justin", o si Ashley es compinche de Justin/Niall.

Gracias, Green xx.

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