—En el hombre del Hel —maldijo, observando frente a ella cómo Thor trataba de evitar los disparos de naves enemigas—. ¿Por qué no tomó la nave de guerra? ¡Se lo dije!

—¡Loki debió haberlo engañado! —supuso Brunnhilde, por encima del ruido de los disparos— No importa. Funcionará.

Syrina observó que cada vez se acercaban más a las naves sakaarianas, y se sintió agradecida de tener a la valquiria cuando ésta disparó con una excelente puntería a la nave más grande.

—¡Gran disparo! —halagó Bruce en voz muy alta.

—Gracias —respondió Brunnhilde, sonriendo orgullosa. Elevó la mano al cabecero de su asiento y presionó un botón dos veces, abriendo las comunicaciones—. Abre las puertas —le ordenó a Thor.

Brunnhilde aceleró y voló bajo la nave del Gran Maestro, al mismo tiempo en que Thor abría las puertas de par en par. Syrina se acercó a Bruce y lo tomó por el hombro. Había tenido que cederle su asiento, dado que era un mortal y podría salir lastimado en un brusco movimiento de parte de Brunnhilde, quien abrió también la compuerta superior, dejando el techo despejado.

—¡Espero que seas más resistente de lo que pareces! —le gritó Brunnhilde, sobre el viento y el sonido de los motores.

—¿Por qué? —gritó de vuelta Bruce.

—¡Cuidado con la cabeza! —le advirtió Syrina, envolviendo su brazo con la mano.

Bruce la miró asustado, y entonces salió volando hacia arriba, impulsado por la increíble fuerza de la diosa asgardiana, quien lo había lanzado al aire. Syrina lo vio cubrirse la cabeza con las manos antes de aterrizar chocar contra el techo de la nave del Gran Maestro y caer de golpe al angosto suelo. Por poco se deslizó por un lado, pero consiguió estabilizar su equilibrio y quedar adentro.

Syrina tomó asiento junto a Brunnhilde cuando escuchó a Bruce gritar:

¿No deberíamos estarles disparando también o algo?

Topaz, la fiel ayudante del Gran Maestro, estaba casi pisándoles los talones, y varias naves más continuaban persiguiéndolos y disparándoles, aunque sin éxito.

Sí, deberíamos —afirmó Thor en voz baja—. ¿Dónde están las armas en esta nave?

—No las tiene —respondió Syrina, frustrada— Loki te engañó. Esa nave sólo es para diversión. El Gran Maestro la usa para orgías y fiestas.

¿Dijo que el Gran Maestro la usa para orgías?

—Sí —contestó Thor, asqueado y con el ceño fruncido—. No toques nada.

Sólo avanzaron unos kilómetros más antes de que Topaz consguiera darle a uno de sus motores, provocando que la nave se sacuediera y que pronto resultara inservible. Explotaría en cualquier momento.

—Maldita Topaz —gruñó Syrina, viendo la pantalla con la alerta roja en el dibujo del motor izquierdo—. ¡Voy a matarte, cara de perro!

Brunnhilde quitó los controles y se levantó. Tomó su larga espada y saltó por el asiento hasta el techo. Syrina la siguió. Se miraron y asintieron. Dos segundos después, saltaron al vacío. Pudieron sentir en sus espaldas el calor abrasador del estallido de su nave.

Thor gritó horroizado al ver la nave explotar en el aire. Se sintió furioso e impotente. Estaba ahí sentado, sólo observando, sin hacer nada por ayudar a Syrina. Todo fue en cámara lenta, hasta que distinguió una mancha blanca y brillante en el cielo, cayendo hacia él.

La mancha se aclaró conforme ésta y él se fueron acercando. Su rostro se ensanchó en una enorme sonrisa cuando la vio aterrizar sobre la punta de la nave, apretando el agarre de sus manos para evitar salir volando. Al lado derecho, Brunnhilde aterrizó también.

—¡Entra! —le gritó Thor, a través del cristal.

Syrina levantó la mirada hacia él. Sus ojos centellaban con una impactante y hechizante luz dorada, y su cabellera blanca volaba hacia atrás. Se veía furiosa, pero su ira no estaba dirigida a él, Thor lo sabía. Acababan de explotar su nave y ella y Brunnhilde apenas habían conseguido salir.

Sin responderle, alzó la mirada al cielo, se puso de pie con firmeza y corrió por encima de la nave, pisando el techo. Thor la vio pasar por arriba de él, sin entender lo que estaba por hacer.

—¡Iré contigo! —gritó Brunnhilde, siguiéndola.

—¡No! Encárgate de que lleguemos al portal —le gritó—. Volveré a tiempo.

Entonces, Thor la vio saltar hacia la enorme nave que los perseguía y entendió lo que planeaba.

Syrina aterrizó sobre la parte trasera del buque espacial, entre los dos motores, y empuñó las manos hacia el suelo. Sintió la vibración y la fuerza de sus poderes brotando por su piel, se imaginó unas largas, afiladas y enormes lanzas doradas levantarse desde el fondo del océano. Cuando sintió ambas armas nacer, levantó las manos con las palmas abiertas hacia el cielo y las lanzas atravesaron los motores. La nave se detuvo y estalló un segundo después de que Syrina saltara hacia la otra nave.

Por el rabillo del ojo vio a Thor caer sobre otra nave y destruir el motor con sus propias manos. Sonrió de lado, sin importarle la peligrosa situación en la que se encontraban, y admiró su piel bronceada y con una fina capa de sudor corriendo por sus músculos.

—En otro momento —susurró para sí misma, lamentando haber notado su fuerte y sexy masculinidad justo en ese segundo.

Bajó hacia la ventana de la nave y la rompió. El sakaariano la miró desde abajo, pero no tuvo tiempo de reaccionar. Lo tomó por el cuello, lo sacó de su asiento con un simple levantamiento y lo lanzó al mar. Se acercó a los controles y puso el modo piloto. Regresó al techo y enfocó su visión en tres distintas naves. Thor se estaba haciendo cargo de la cuarta.

Levantó las manos, mostrando las palmas de sus manos a las naves, y las cerró en un puño cuando visualizó las armas en su mente. Tres grandes lanzas se materializaron a centímetros de sus manos y salieron disparadas a una gran velocidad. Las tres naves cayeron con un segundo de diferencia.

Thor observó aquello, impresionado, antes de saltar a donde ella estaba. Se miraron a los ojos en silencio, sólo unos segundos. Por un momento olvidaron lo que estaban haciendo, pero el brillo de unos fuegos artificiales llamó la atención de ambos. Había sido la nave del Gran Maestro. Al parecer las luces cegaron a Topaz, porque ésta no viró a tiempo y chocó contra un barco medio hundido.

Syrina sonrió contenta cuando presenció aquello. Casi pudo sentir a Brunnhilde sonreír también. Se agachó sobre los controles, quitó el control en piloto y aceleró hacia arriba, directo a la nave para fiestas del Gran Maestro.

Justo cuando se acercaron lo suficiente, doblaron un poco las rodillas y se impulsaron hacia arriba en un gran salto. Las puertas se cerraron a las espaldas de cada uno al momento en que aterrizaron dentro. En ese instante, Syrina se dio cuenta de lo cerca que estaban.

Ella no sólo era una mujer bajita, medía 1.57, sino que Thor también era muy alto, medía 1.90. No pudo evitar sentirse aún más pequeña y muy femenina frente a él. Sus profundos ojos celestes la dejaron sin habla. Sus facciones marcadas y varoniles lo hacían muy atractivo, y su nuevo corte de pelo le fascinaba, al igual que su barba abundante. Le hubiera gustado mirarlo unos segundos más para descubrir si él sentía la misma atracción, pero Bruce, desde el asiento de copiloto, interrumpió sus pensamientos.

—¡Oigan, nos acercamos al Ano del Diablo!

—Qué encantador —bufó Syrina.

—Qué encantador —bufó Syrina

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⏰ Last updated: Nov 16, 2020 ⏰

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enchantress [odinson] squad of heroines ³Where stories live. Discover now