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NORA

❁══════❁

Desde que tengo memoria siempre habíamos pasado la primera semana de febrero en la sierra y ese año no iba a ser diferente, por lo que aquella mañana nos despertaron como de costumbre a las cinco y media de la mañana.

Lina y yo parecíamos dos zombies presas del cansancio pero eso no opacó en lo más mínimo la emoción que tenía.

Nos demoramos media hora en colocar el equipaje en lo alto del coche y cuando nos pusimos en marcha fue entre risas y bromas.

Lina estuvo inmersa en la consola que tenía entre manos, mis padres hablaban animadamente y yo dejé que la música me relajara la mente.

Fuera hizo el típico tiempo invernal.

Los copitos de nieve flotaron por el oscuro cielo y aterrizaron en mi ventanilla para luego convertirse en gotitas de agua y deslizarse lentamente hasta desaparecer.

El viaje no sería corto y yo todavía tenía sueño, así que mis párpados no duraron mucho en sucumbir al cansancio.

٭٭٭

— iNora! — me desperté exaltada.

— ¿Qué pasa? Me has asustado joder.

— Esa boca — mi madre me miró por el retrovisor.

— Juega conmigo — me puso la consola en la cara.

— ¿Para eso me despiertas? — puse los ojos en blanco.

Asintió sonriendo y se desabrochó el cinturón.

La distancia que nos separaba parecía ser mucho más grande de la que era y todo por la complexión diminuta de mi hermana.

— Tu equipo es este — dijo señalándome la pantalla.

— ¿En serio? ¿No había otro?

Negó sonriendo y me contagió la mueca.

Lina sabía que era del Real Madrid pero igualmente prefería elegir a su eterno contrincante, el FC Barcelona.

Nos adentramos en el partido y de vez en cuando celebrabamos los goles que nos metíamos la una a la otra.

— Que mala eres, ¿es que no aprendes? — dije después de ganar cuatro partidos seguidos.

— ¡Has hecho trampas! — se quejó con la cara contraída del enfado.

— ¿Te has picado? — levanté la ceja.

No me contestó y eso hizo que la situación me hiciera más gracia.

Le pellizqué la parte alta de la cadera, botó del asiento y las dos estallamos en risas, ella por las cosquillas y yo por su reacción.

Mi padre se giró y nos suplicó que no empezáramos con la guerra de las cosquillas visiblemente divertido, cuando de repente dos faros iluminaron el coche entero.

Su expresión cambió dejando paso al terror y volvió a mirar al frente, pero fue demasiado tarde.

Un estruendo reinó sobre el silencio que fue segundos después quebrado por gritos desgarradores.

Los cristales estallaron en trocitos y del impacto del coche nos abalanzamos todos hacia delante, pero por suerte o por desgracia, el cinturón evitó que llegásemos más allá.

A todos menos Lina, que se lo había desabrochado instantes antes.

Las consecuencias fueron apareciendo, un corte bastante feo provocó el hilo de sangre que se deslizaba por mi pierna hasta llegar al suelo del coche.

Gotas del mismo líquido aterrizaban en mi camiseta.

Me toqué el cuello y el roce de mis dedos provocó que hiciera una mueca.

Intenté moverme pero tenía la pierna encajada en el asiento delantero y ese movimiento sí que me causó un dolor que manifesté en un pequeño quejido.

Les llamé buscando una respuesta pero todo estaba en un silencio aterrador.

— ¿¡Papá...!? ¿¡Mamá...!? ¡¿Lina...!? Por favor... Contestad... — pedí sollozando.

Al no obtener respuesta empecé a gritar desesperadamente pidiendo ayuda, pero mis súplicas parecían congelarse con el helado viento de esa mañana de febrero.

— Mis padres murieron en el acto y ella... Luchó hasta el final pero no pudo conseguirlo — me callo al relatar esa historia que tan apartada de mi mente he mantenido y miro a Mateo que solo me observa.

— Di algo — digo al recibir de él solo silencio.

Estira el brazo hasta mi cuello y me recoge la mano, me he estado tocando el tatuaje todo este rato sin darme cuenta.

Pasa un dedo por la caligrafía y cuando termina nuestros ojos se encuentran.

— ¿Fue por ellos? — su voz se resume en un susurro.

Asiento mordiéndome el labio, no quiero volver a llorar.

— ¿Qué paso después?

— Estuve seis meses en una casa de acogida hasta que conocí a Melanie y Óscar... Ningún familiar quiso hacerse cargo de mi, ni siquiera estuvieron presente en el entierro, solo se ocuparon de pagarlo... Les enterré yo sola Mateo — la voz se me rompió al final.

Pensar en todo lo que viví, estar sola en el cementerio, sola pero a la vez como en casa porque sabía que ellos estaban conmigo.

Pasaba ahí días y días contándoles lo miserable que era mi vida y en lo mucho que les necesitaba.

— ¿Por qué ellos y no yo? — pregunto soltando por fin la cuestión que ha estado persiguiéndome durante dos años. — ¿Por qué ella? Tenía trece años y toda una vida por delante. Y-yo le prometí que estaría presente en su graduación, en su primer gol, en su primer título como jugadora profesional... L-le juré que estaría presente en todo y lo único que presencié fue como murió a mi lado — las lágrimas brotan de mis ojos sin cesar, una tras otra y me tapo la cara en un intento fallido de acallar mis sollozos.

Mateo una vez más me consuela.

Me aparta las manos de la cara, me alza la cabeza hasta estar a su altura, me seca las lágrimas con sus labios, me abraza y no me suelta.

— Nunca debí preguntarte nada... No llores por favor Nora, me está matando verte así.

Niego con la cabeza y le beso con rabia y dolor.

Le beso porque necesito olvidar, le beso porque lo necesito a él.

tenías que ser tú; truenoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ