—No te preocupes, si quieres me puedes dejar aquí.

—Seguramente no sea nada, pero me quedo más tranquilo si la ve un médico—le explicó, lo que le iba a decir podía sonar extraño después de toda la historia que ambos se traían—¿Te importaría venir con nosotros?

—No, no me importa, pero ¿no será un poco extraño?

—Como cita, sí, es un poco extraño, pero si a ti no te importa, para mí estaría bien.





Trez asintió, aunque en el fondo ir a un hospital con la hija enferma de su ligue era cuanto menos extraño.

Aún así, no podía negar que que Sten le quisiera a su lado en algo tan íntimo como la salud de su hija le decía que las cosas entre ellos habían cambiado.

Llegó a una casa de dos plantas adosada, una en la que no imaginaría a un hombre como Sten. Encantadora, diría su madre.

De ella salieron una mujer joven y una niña que obviamente era la hija del rubio.

Sten salió corriendo del coche y la tomó en brazos, la niña se vio muy pequeña entre sus brazos.

Trez se bajó, no sabía cómo comportarse. Solo hacía unos días ellos volvían a llevarse medianamente bien. Esto era un poquito demasiado.

—Él es Trez, mi amigo—le presentó—. Gracias por cuidarla—le dijo a la chica que acariciaba la frente a la niña.

No dijeron mucho más y salieron volando hacia el hospital, la niña se veía cansada y febril, y Trez no sabía qué hacer. Al menos, en una ciudad tan pequeña como Dublín, nada estaba realmente lejos y llegaron rápido al hospital.

Se quedó en un segundo plano todo el tiempo, observando como Sten se mostraba preocupado por su hija pero sin perder la calma.

Verle en un aspecto tan íntimo como cuidando de su hija, le hizo entender que quizás la vida de aquel enorme vikingo no fuera tan sencilla.

Trez permaneció en la sala de espera, y Sten pasó con su hija para que le hicieran pruebas.

Como había aventurado no tardaron mucho, le suministraron medicación y les recomendaron volver a casa. Y que la vigilara durante toda la noche.

Trez había entendido desde un principio que su cita se había acabado, por eso le costaba entender por qué Sten le querría allí con él.

Cuando llegaron de nuevo a aquella bonita casa, y Sten le invitó a pasar. Empezó a sentirse de verdad incómodo irrumpiendo en la vivienda de ambos.

Era una casa familiar, como sería la de sus padres, un hogar.

—Voy a acostar a Sigrid—le anunció—. Dile adiós a Trez.

La niña le había estado mirando todo el tiempo, parecía algo mejor que cuando fueron a recogerla.

—Adiós, Trez—dijo con la voz cantarina de los niños—Papi, Trez es muy bonito.

—Sí, es muy, muy bonito.

Trez sentía que no podría enrojecer más, de carácter básicamente tímido, los cumplidos eran algo que le hacían subir siete tonos en la piel. Que este hubiera llegado de padre e hija, lo aumentarían a diez.

Sten le señaló el sofá y Trez esperó, desde luego no era así como había esperado que acabara su noche.

Sobre una media hora después el anfitrión apareció con una amplia sonrisa en el rostro.

TrezUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum