Capítulo 22

3.2K 164 5
                                    

Los padres de Duncan habían salido hace 10 minutos de la habitación tras estar como 1 hora entera dentro.

Tras hablar con su madre y advertirme que me alejase de su hijo, Sophia me pidió permiso para ver a Duncan, y yo por supuesto lo acepté.

Temía por Duncan pero más temía por quién había provocado esto. Sentía que era mi culpa, por haber bajado antes. Sentía que ese accidente era para mí.

Presentía que detrás de todo estaba Larry y sus malditos secuaces, esos que le ayudaban cuando él estaba en la cárcel o fuera del país.

—¡Rosie! —oí una voz a mis espaldas sacándome de mis pensamientos. Me giré y vi que se trataba de Luisa, la cuál llevaba tiempo sin ver.

—Oh, Luisa —me tiré a sus brazos sollozando, expulsando toda la tensión que estaba sintiendo en estos momentos. Nadie se había parado a pensar en cómo me estaba sintiendo yo.

—Cariño, ¿qué ha pasado? Ha salido en las noticias.

—Un auto arrolló a Duncan, y esta mal —susurré sin voz.

—¿Pero... un auto?

—Salió de la nada, y yo... no sé que pensar, Luisa.

—No es tu culpa, Rosie, ten claro eso hija, sea quien sea el responsable no tiene nada que ver contigo. Deja de culpabilizarte de cada cosa, tú eres la que menos culpa tiene.

—Pero Luisa, todo ocurre cuando estamos bien. Siento que Larry está detrás de todo, y no quiero que siga haciéndoles daño, sé que es capaz de todo.

—¿No estarás pensando en volver con ese monstruo?

—Solo digo que no quiero verlo sufrir más, amo a Duncan, Luisa, y no soporto verlo mal. Y si para que esté bien él, yo tengo que arriesgarme, lo haré.

—¡Rosie, ni se te ocurra! —exclamó Luisa.

—Luisa, no puedo ver como la persona que amo puede morir.

—Duncan va a morir si sabe que su chica esta con un maltratador loco, y que posiblemente te mate psicológicamente, cariño.

Suspiré profundamente ante las palabras de Luisa. Tenía razón, pero yo no podía olvidar que si yo estaba con Duncan, Larry seguiría atormentándonos.

—Rosie, ya puedes entrar —la voz de Sophia interrumpió nuestra conversación y sin pensarlo me dirigí a la habitación donde Duncan estaba.

La imagen de Duncan en esa cama desgarró mi pequeño corazón. Me acerqué lentamente a su lado. Sus ojos se dirigieron a mi, y me escanearon completa.

—Estoy bien, amor —susurré acariciando su rostro.

Su rostro estaba magullado pero podía respirar y hablar. Su cabeza estaba vendada y sus ojos estaban entrecerrados. De su mano derecha salía un gotero que le administraba algo. Y su muñeca izquierda estaba escayolada e inmóvil.

Sus piernas estaban recubiertas por una sábana así que no veía si estaban bien o no. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver que mi chico estaba sufriendo por, en cierto modo, mi culpa.

—Lo siento tanto, Duncan.

Sus ojos me miraron confundidos pero de su boca no salió nada.

—¿Qué? —susurró.

—Me mata verte así, siento que todo es mi culpa, pero... te amo tanto que no puedo irme.

—Pero... ¿quién eres?

Su pregunta me dejó helada por unos minutos. Lo miré buscando la risa o la ironía por algún lado pero no la encontré. No quería imaginarme lo peor.

—Duncan, soy yo, soy Rosie —dije empezando a ponerme nerviosa.

—¿Rosie? ¿Qué Rosie?

Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver que efectivamente, no se acordaba de mí. Dejé de tocarlo y salí fuera de la habitación llorando.

Maltratada Onde histórias criam vida. Descubra agora