Introducción

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Cuando Isabel llegó un día lluvioso al Cervantes, nadie parecía haberla visto antes.


Pisó con decisión los peldaños de la entrada y sin una expresión clara en su rostro fue protagonista de varias preguntas y pensamientos. Nadie había mirado los ojos de Isabel con anterioridad, ni había sentido ese aroma a rosas al pasar. Nadie había oído antes su voz y sin esperarlo ocupó el asiento delantero del 2ºB, un asiento que había permanecido vacío con anterioridad, por lo que todos pensaron que acababa de llegar, que era la típica chica nueva

que se incorporaba a mitad de curso que nadie conoce y con la que no habla nadie.La palabra "típica" no podía utilizarse con Isabel, aquella chica rubia de ojos oscuros que en su asiento delantero tomaba notas de todo lo que veía no era una persona "típica". No hablaba con nadie ni era conocida por nadie... parecía estar escondida en sí, aunque su apariencia no era tímida.Constantemente mantenía su media sonrisa inexpresiva, a veces pasaba su mano por su pelo liso y otras miraba su color de uñas durante minutos.Nadie, aunque muchos querían saber su nombre o la opinión que tenía de algunos profesores, se había parado a hablar con ella, a presentarse o sentarse a su lado e interpretar un sencillo "Encantado".A Isabel parecía no importarle aquello, pasar como un fantasma por la vida era su especialidad. El segundo día fue la imitación del primero, mismas horas, mismos silencios aunque las preguntas que rodeaban a la chica comenzaron a desaparecer con el paso de las horas.Isabel era ajena a todo aquello que la rodeaba de forma invisible, continuó sentándose en primera fila, en la biblioteca bajo los versos de poetas olvidados y era la última en salir tras el esperado sonido del último timbre, con su bandolera gris y su media sonrisa que parecía no extinguirse ante la soledad.La soledad le gustaba, intentaba siempre estar sola aunque a muchos les resultase extraño. Nadie se preguntó donde vivía, ni a donde iba en aquel coche oscuro conducido por ella tras las seis horas de clase.Los días pasaron, uno tras otro, con los mismos esquemas que la chica seguía con precisión. ¿Por qué cambiar las costumbres? A veces cambian por sí solas.Pronto, todos comenzaron a hablar de Isabel, de su pelo rubio siempre bien alisado, de sus lecturas a solas en la biblioteca, de sus notas extrañas en un cuaderno viejo de color verde. Y es que aquella tarde Isabel apareció muerta en el interior del segundo cubículo del baño y todo dio un giro... porque nadie está realmente solo. Todos tenemos a alguien, aunque este a kilómetros de distancia...

Secretos que jamás contaste - Isaias CortejosaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora