Be careful, my dear

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Apegada al centro de la cuidad, una amplia casa era liderada por la hermosa serenidad. En una de sus habitaciones, la ventana permitía el acceso a los traviesos rayos del sol. Descansando en la cama, su cara sintió calor, el astro rey hacía su magnífico trabajo, y le obligó a despedirse de sus placenteros sueños. Abrió lentamente sus ojos, pues se negaban a adaptarse a la claridad matutina. Con esfuerzo se sentó, y estiró su cuerpo.

Pensó levantarse, pero sintió su cintura rodeada por unos relajados brazos. Les observó por unos momentos, para después voltear a su derecha, y destapar al culpable, quien se encontraba profundamente dormido. Sonrío con gran tranquilidad, cerró los párpados, con satisfacción en el corazón, decidió dar delicadas palmadas sobre el mexicano.

— Otra vez invadiste mi cama a media noche — soltó José en tono suave, recibiendo un adormilado "Mhmm." — Debemos comenzar el día, tienes que levántarte de una vez — continuó con los ligeros golpes.

— Sólo cinco minutos más — rogó repleto de cansancio. Liberó al brasileño del agarre, tomando las sabanas, y cubriéndose de nuevo con ellas.

La sonrisa permaneció, disfrutó de la hermosa calma. Aquella paz fue cancelada por la necesidad de alimento, el estómago no la dejaría pasar. Mirando a su compañero, Carioca decidió hablar:

Eu quero comer...

¡Quesadillas! ¡Hay que hacer unas quesadillas! — con gran júbilo, Pistoles exclamó saliendo de la cama. José le siguió.

La brillante mañana pintaba los cielos, las calles empezaban a llenarse de color, la gente era quien se encargaba de dar vida a tan bello lugar. La enorme catedral tocó sus campanas, las pequeñas, y regordetas palomas iniciaban sus recorridos, volando por las construcciones, y esculturas llamativas. Los negocios abrían, el embriagante olor a comida saturaba todo el sitio. Así eran todas las mañanas en la capital del estado de Jalisco, la deslumbrante Guadalajara.

[ • • • ]

El rocío deslizaba por las hojas de la abundante vegetación, el transporte continuaba avanzando por carreteras, hubo necesarias paradas en el camino, pero después de todo, habían logrado llegar a un nuevo lugar. Seguían sin ser sospecha de alguien, la misión iba de maravilla.

— Sí nos dirigimos al centro podremos ahorrar tiempo, las ganancias estarán en nuestras manos para la próxima semana, y no habrá rejas que nos detengan — dijo uno de los misteriosos encapuchados.

— Me parece perfecto, mientras tanto, no debe ser descubierta por nadie más — miró otro los asientos traseros. — Un paso en falso y nos la quitarán — advirtió cegado por la codicia. — Compremos unas tortas ahogadas, hace hambre.

[ • • • ]

— ¡Y ahí va otra más! — el tapatío gritó de nuevo, le dedicó una fugaz mirada a su compañero; se encontraba listo. Deleitado por el olor del queso derretido, lanzó, la tortilla salió volando por la cocina. En cuanto la vio aproximarse, Carioca alzó los brazos, logrando que la apetecible quesadilla cayera dentro del plato, junto a otras más.

Era la segunda mañana que pasaban en su acogedora casa, aún no lograban acostumbrase a su antiguo horario. En la entrada del enorme hogar, se mantenían intactas las maletas de viaje. Su llegada al aeropuerto de la Ciudad de México, y después tomar otro vuelo a Jalisco fue a altas horas de la noche; ni tiempo, ni fuerzas tuvieron para desempacar.

Diamante perdido [Pistoles & Carioca]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang