Cuarenta y tres. (*)

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—Bueno, en ese caso habría que adaptar nuestra habitación. —Responde encogiéndose de hombros y sonriendo.

No esperaba que aceptara tan fácilmente, sabía que a Will le gustaba nuestra privacidad, pero creo que ahora también deberíamos de comenzar a procurar la seguridad de nuestro bebé.

Al pensar eso, dirijo una de mis manos sobre mi vientre. Will ladea la cabeza en cuanto ve que me he quedado callada.

— ¿Pasa algo? —Niego. Bajo la vista sin dejar de sonreír.

—Es solo que no puedo dejar de pensar en lo mucho que deseo que esté con nosotros, ya quiero tenerlo entre mis brazos —Confieso.

—Parece que nos sentimos igual. —Will posa su mano a un lado de la mía y ambos nos miramos. —Te amo nena.

Sus palabras me hacen sonreír.

—Nosotros igual te amamos. —Contesto, mi respuesta hace que el rubio frente a mí sonría genuinamente y se acerque hasta dejar un beso rápido sobre mis labios.

— ¿Qué planes tienes para hoy? —Cuestiona tomando uno de los panqueques.

—Debes ir a casa de tus padres —le recuerdo.

Él rueda los ojos.

—No quiero hacerlo aún —confiesa.

—William las empresas quedaron bajo tu poder, amor, escuchaste a tu padre, eres el heredero —pronuncia, luego se detiene, parece considerar algo que me hace mirarla con curiosidad —eso último se escuchó como si estuviésemos en una película de fantasía —añade con gesto pensativo —pero no hablamos de eso —sacude las manos —tienes que ir, y hacerte cargo.

—Anna...

—William, es lo que siempre deseaste ¿no? Poder liderar las empresas de la manera en la que tú crees correcta. Llegó el momento que le cierres la boca a todas esas personas que no creen que seas capaz —aseguro.

Él sonríe, soy consciente la manera en la que su cuerpo se relaja y asiente con ligereza.

—Bien, me has convencido —responde —Ann, de verdad gracias por todo.

Elevo uno de mis hombros, en un gesto para restarle importancia.

—No me tienes que agradecer absolutamente nada —murmuro —soy tu compañera, solo quiero lo mejor para ti, aunque parezca lo contrario. —él sonríe.

No es necesario que diga nada más porque la mirada que me dedica, lo dice todo.

WILLIAM

Seguramente mi padre no esperaba que viniese tan pronto a hablar con él. Pero por insistencia de Anna, aquí me encontraba.

La había llevado al departamento de su mejor amiga, sabía que si lo que mi padre quería hablar conmigo era tan importante como lo imaginaba, me tomaría tiempo. Y no quería que ella se quedara sola en casa.

—Me alegra ver que viniste tan rápido —confiesa mi padre cuando entramos. Hay un hombre con él, al que no consigo reconocer.

—Él es el abogado que tu abuelo tuvo en vida —informa señalando al hombre —justo estábamos hablando de testamento.

—Que gusto que estés aquí, William —pronuncia el abogado —eres el principal interesado en esto.

—Creo que si —murmuro.

Los tres tomamos asiento alrededor del escritorio de mi padre.

—Como sabes, cuando te casaste y firmaste el contrato, se estipuló en él que cuando tu abuelo falleciera, tú serías el principal beneficiario —me recuerda. Asiento en silencio, sin decir nada —eso no cambió, no hizo ninguna modificación al testamento así que...—se detiene, mientras busca un par de documentos y me los tiende —eres oficialmente el dueño del cincuenta por ciento de las acciones de las empresas Blake —pronuncia con una sonrisa. —El puesto del CEO regresa a ti, la dirección operativa depende exclusivamente de tus decisiones. Incluso tu padre, solamente posee el treinta por ciento de las acciones, lo que quiere decir que antes de tomar cualquier decisión, tú tienes que aprobarlo.

Es extraño el sentimiento de orgullo que me llena el pecho.

—Solo necesito tu firma —añade —para saber que aceptas los términos.

—¿Hay algo más? ¿Alguna cláusula? —inquiero.

—Nada más, hijo —mi padre habla con una sonrisa.

—Todo es tuyo, William —asegura —el dinero disponible en las cuentas bancarias queda a tu nombre, cuentas de banco, edificios de las empresas, autos, y la casa en donde tu abuelo vivía, es tuya.

—El abuelo te quería después de todo ¿no es cierto? —inquiere mi padre con una sonrisa en el rostro —Él sabía de lo que eras capaz, Will —asegura —porque tu tenacidad, y la firmeza en la que lo enfrentaste, las heredaste de él. Tu abuelo, que en paz descanse, sabía que no iba a poder contra ti porque eras exactamente iguala a él.

—Papá...

—Nunca dudamos de ti —asegura —solamente queríamos prepararte, no fueron los mejores métodos, claro está, pero...creo que funcionaron.

No sé cómo reaccionar, o qué decir. El abogado me tiende la pluma, y señala el lugar en donde debo firmar, cuando lo hago, el sentimiento de orgullo y satisfacción me llena el pecho.

—Felicidades, William —pronuncia el abogado con una sonrisa —Eres oficial y legalmente, el dueño del imperio Blake.

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Amor por Contrato[SAV #3]  ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant