Capítulo 12: inesperada visita

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—Esto...—dije, de repente nerviosa porque estaba sola con un chico súper sexy en mi casa.—¿Quieres comer? Voy a calentar una tarta que preparó mi madre.

Negó con la cabeza.

—No, gracias. Ya comí antes.

Asentí y me dirigí a la cocina. Horus me siguió, sigiloso como un gato, y se sentó en la mesa que había allí.

Saqué la tarta de la nevera y la puse en el microondas. Apoyé mi cadera contra la barra y lo miré.

—¿De dónde eres?

Me intrigaba muchísimo su origen. Nunca había visto a alguien con sus facciones, ni con sus ojos. Y no me refería a su color, sino a lo que trasmitían.

Se rascó la nuca y suspiró, como si hubiese respondido a esta pregunta miles de veces. Aunque suponía que así era.

—Vengo de un lugar muy, muy lejos de aquí.

Bueno, eso tenía sentido.

—Ese lugar tuyo, ¿tiene nombre?

Rio.

—Claro que tiene. Pero primero... ¿por qué tienes tantas verduras y frutas en la nevera?

Su repentino cambio de tema me tomó desprevenida, y me quedé en silencio, procesando la información. Horus se levantó de la mesa y abrió la nevera de un tirón.

—¿Eres vegetariana?—preguntó, asombrado.

Asentí con la cabeza y recuperé mi habla.

—En realidad, soy vegana.

Alzó las cejas y cerró la puerta de la nevera.

—Vaya.

Parecía que se había quedado sin palabras y me resultó extraño. Él siempre sabía qué decir.

—¿Tan raro te parece que no coma cadáveres?—No sabía qué había pasado con la Iris tímida. Parecía que Horus se había convertido en la quinta persona del planeta con la que podía hablar libremente.

—No—respondió, y volvió a sentarse en la silla.—Me sorprendió. Yo tampoco consumo carne ni nada que derive de los animales.

Casi se me caen los cubiertos al piso.

—¿Qué? ¿Es una broma?

No lo podía creer.

Sonrió.

—Pues créelo. Lo soy desde que nací. O incluso antes.

Bueno, eso era más raro todavía.

—Yo también—dije, perpleja.

Era la primera vez en mi vida que me encontraba alguien parecido a mí, no solo físicamente, sino en cuanto a valores. Estaba impresionada.

Saqué la tarta del microondas y me dirigí al sofá de la sala de estar. Me senté y Horus se sentó al lado mío. En ese momento, me di cuenta que no tenía idea de que edad tenía.

—Horus, ¿terminaste la escuela?

Se recostó contra el respaldo y asintió con la cabeza, pensativo.

—Sí, lo terminé hace...un par de años. ¿Por qué, no parece?

Me sonrojé y miré a un punto fijo, tratando de calcular su edad. Debía tener 19 o 20 años, si es que no había repetido ningún año. Eso significaba que me llevaba unos...

—¿Estas tratado de calcular mi edad?

Lo miré y me puse más roja.

—Es que...me daba intriga—murmuré.

Rio.

—Era más fácil que me lo preguntes directamente—respondió.—. Tengo 20 años.

¿Veinte años? Vaya. Por más de que solo nos separaran tres míseros años, me sentía muy pequeña al lado de él.

—Oh. Pero entonces, ¿estudias o algo?

En Mine Concect había solo una universidad estatal, así que no había muchas más opciones. Lo único que sabía era que trabajaba en esa heladería.

Negó y su mirada se tornó más dura.

—No, por ahora solo trabajo en la heladería.

Asentí. Le quería preguntar por qué no estudiaba nada, pero ya le había hecho demasiadas preguntas y no quería quedar tan entrometida, ni que esto pareciera un interrogatorio, así que opté por algo que todos amaban:

—¿Quieres ver una película?

Su mirada perdió la dureza de antes, y la curiosidad la reemplazó.

—Claro. Nunca he visto una.

O bueno, no todos lo amaban.

Lancé una risita, y lo miré. Él me miraba serio, pero contento.

—¿Es una broma, verdad?—Tenía que serlo. Estábamos en el siglo XXI. Debía de haber visto alguna película.

Negó con la cabeza y me miró divertido.

—Es en serio. Nunca he visto una. Simplemente, no tuve la necesidad.

Lo miré boca abierta. Me tenía que estar tomando el pelo. ¿No había tenido la necesidad? Pero, ¿trabajaba demasiado en la heladería y no tenía tiempo? ¿Nunca había tenido televisión? Bien, quizás era eso, provenía de una familia con bajos recursos y no se podían permitir una tele u ordenador.

—Vaya.—Temía decir algo que lo ofendiera.—Entonces tengo que iniciarte.

Así, nos dispusimos a hacer una maratón de nada más ni menos que Harry Potter. Eran clásicos perfectos para iniciar a ver películas.

Cuando llegamos a la número tres, yo apenas podía tener los ojos abiertos. En cambio, Horus parecía estar pasándoselo de maravilla. Tenía los ojos muy abiertos y miraba todo con mucha atención. Se reía en partes que para mí no eran graciosas, y parecía un niño con un nuevo juguete. La sensación de ternura se apoderó de mi pecho y no la pude sacar de allí.

Solo esperaba que no se hiciera más profunda.

HorusOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz