¿Acaso no tenía ya suficiente con Penny? Me dolía el pecho. Miré mis manos vendadas y maldije a Zoe para mis adentros. Me concentré en odiarla, porque en ese momento me apetecía descargar mi ira sobre su persona. Cayden se sentó a mi lado y su brazo rozó el mío.

No quería mirarle, aquella situación me hacía sentir ridícula. Sentí como uno de sus dedos acariciaba lentamente mi brazo, haciéndome cosquillas. Su brazo se envolvió al rededor de mi espalda y me atrajo levemente hacia él. Cuando sus labios besaron mi coronilla quise echarme a llorar. No quería que me consolase porque eso significaba que realmente ocurría algo. Aún así apoyé la cabeza en su hombro porque su cercanía como siempre conseguía sosegarme.

—No tienes de que preocuparte. Jamás le darían la custodia a tu padre después de lo que ocurrió—me recordó.

Algo me decía que tenía razón pero aún así no podía evitar que me asolase la incertidumbre. Miré como su mano izquierda se apoyaba sobre mi rodilla, prácticamente tragándosela debido a su tamaño. Jugueteé levemente con sus dedos, acariciándole los nudillos. Noté la mirada de Cayden clavada en mi, distraído.

—No quiero vivir con mi padre—dije al fin. Sentí como al exteriorizarlo el aire volvía a entrar en mis pulmones.

—¿Acaso crees que dejaría que te llevasen con tu padre?—me preguntó. Me mantuve en silencio.

Sabía que si el juez dictaba que tenía que irme a vivir con él no habría nada que hacer. Era ridículo que un chico de diecisiete años pensase que podría hacer algo en una situación así, pero en ese momento mis esperanzas eran mínimas y decidí creerle. Un rato después Cayden me llevó un vaso de agua y no fue hasta que acabé con él cuando volví a sentir que podía hablar de nuevo.

—Quiero llamarle y dejarle claro que es un mentiroso y un...—Cayden me cortó.

—Entiendo que quieras decirle todo eso y mas, es más, te ánimo a hacerlo pero creo que antes deberías consultarlo con tu madre—opinó. Le miré sorprendida. ¿Desde cuándo era Cayden coherente? Justo en este momento necesitaba que me ayudase a echarle un mal de ojos a mi padre, no que fuésemos cuerdos.

—Podría habérmelo dicho cuando fui a cenar a su casa el otro día. Fue un cobarde, ni siquiera tenía intenciones de hacerlo. ¿Acaso le importa una mierda lo que yo quiera? Se ve que no, de ser así lo hubiese hablado conmigo—dije furiosa poniendo mis brazos en jarras. Cayden agachó la cabeza y se pasó las manos por el pelo con nerviosismo.

—Que hijo de la gran puta—murmuró negando.

—¿Sabes qué es lo que más me duele?—la voz se me quebró y me pellizque la pierna disimuladamente para no lanzarme a llorar.—Que empezaba a pensar que había cambiado y que se preocupaba por mi a pesar de que nos viésemos poco...Pero ya veo que no, es más que obvio que solo ha pensado en él mismo al querer obligarme a que viva con él—farfullé. Sentía la furia de mil demonios agitando mi cuerpo. Realmente quería ver a mi padre, echarme a llorar y restregarle por la cara que mi estado era su culpa pero, ¿Acaso le importará a él eso?

—No necesitas importarle a ese cabrón, Hester. Te lo aseguro.—me dijo tras mirarme a los ojos.

—Es mi padre, Cayden.—le respondí. Después de todo lo era y por mucho daño que me había hecho (y que me estaba haciendo en esos momentos) anhelaba su cariño y aprobación. Cayden suspiró.

—No es tu padre. Un padre no hace las cosas que ese hombre te ha hecho a ti—dijo sin morderse la lengua. Por un momento recordé la anticuada versión de papá cuando tenía cuatro o cinco años. Un padre que se pasaba las horas comiéndome a besos y que se moría por pasar algo de tiempo conmigo y con mamá. Ese era mi padre, o al menos lo que quedaba de él.

La noche que coincidimos.Where stories live. Discover now