–Nena, necesito cenar contigo. ¿Podrías?

–Claro, Christian. –Susurró ella. Aquel sería el momento perfecto para ponerle fin a su relación.

–De acuerdo. Nos vemos a las... ¿seis, quizá?

–Sí. –Contestó en un susurro. De acuerdo, a eso de las seis o seis y media, rompería su propio corazón.

–Vale. Te esperaré en el estacionamiento del bufete. Hasta luego. –Ella colgó, devolviéndole el celular a su colega.

**

¿Anastasia se estaría vengando de aquella vez en donde él la había dejado plantada? No lo sabía. Pero parecía que sí. Y honestamente no le estaba gustando aquello. Eran las siete de la noche y él seguía como un imbécil esperándola en el bufete. Sabía que ella había ido a las afueras de la ciudad, pero no debería haberse tardado tanto. Y honestamente estaba comenzando a preocuparse por ella.

¡Y eso tampoco estaba bien! ¡Él nunca se preocupaba por nadie! ¡Debería darle igual si lo dejaban plantado o no! Debería ir a un maldito bar a buscar a otra mujer en vez de estar allí parado como un imbécil esperando a Anastasia. Subió a su auto dando un fuerte portazo, decidido a hacer lo que haría normalmente pero mientras se dirigía a aquel bar, no podía dejar de sentir cómo algo muy fuerte oprimía su pecho; era un mal presentimiento.

Al llegar allí, uno de sus amigos de copas, lo saludó amablemente. Era uno de los meseros. Y al verlo, le llevó a su mesa la misma bebida de siempre.

Él se acercó a la barra, tratando de buscar a su fiel amigo; el que le aguantaba todas las borracheras, con el que siempre hablaba de todos sus problemas.

– ¿Qué te pasó ahora? ¿Qué te trae por aquí?

No sé lo que siento. –Contestó cortantemente, tomando de un trago aquella copa de vodka, sintiendo cómo aquel líquido resbalaba por su garganta.

–Vaya. –Comenzó a contestarle, alzando las cejas. – ¿Sientes algo? –Le preguntó directamente.

"Interrumpimos la programación habitual, para dar un boletín especial informativo; una de las tantas carreteras que comunica al Seattle con los estados vecinos, ha sufrido un colapso. Piedras de las montañas que estaban a su alrededor han caído encima cuando ésta estaba siendo transitada en hora pico, provocando así, cientos de heridos y fallecidos. Más información en su noticiero radio activo, a la misma hora de siempre. Seguiremos con la programación."

Christian palideció al escuchar aquellas palabras. ¿Un estado vecino? ¿Cuál sería? ¿Y si era el estado en el que estaba Anastasia?

"Heridos y fallecidos."

¿Y si ella estaba entre esas personas? ¿Y si había...? No. No. Anastasia tenía que estar bien. Tenía que estar en su casa, burlándose por haberlo dejado plantado. Sí, eso.

– ¿Qué pasa, Christian? –Le preguntó Ismael.

Necesito... Necesito hacer una llamada. –Susurró, colocándose de pie y sacando su celular de su bolsillo, yendo hacia la salida. Inmediatamente marcó el número de Jose y directamente cayó al buzón de voz.

Mierda.

Decidió ir de nuevo al bufete, tenía que buscar el expediente de aquel caso y conseguir el número de aquella familia. Tenía que conseguir el número de la casa de Anastasia, de Kate o de alguien.

Y lo consiguió. Mientras la frustración lo invadía; los Iturbe le informaron que ellos habían salido a eso de las seis hacía el Seattle. Al llamar a Kate, ésta le informó que había quedado de verse con Jose, pero que él no había llegado. La preocupación estaba presente en ambos.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now