Contra el contrato.

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“Quiero que comencemos a llevarnos mejor. ¿Qué tal un café para conocernos más?”

Ese mensaje de parte de Niall me había llegado varias horas antes de despertarme y aún, siendo las 3 de la tarde, no le había contestado. No lo veía hace semana y media, aproximadamente. Y tampoco quería hacerlo. Pero debía. Maldito, maldito, maldito contrato, te odio. Después de como 6 horas de haber recibido el mensaje, decidí contestarlo.

“Sé que sueles decir 'nunca digas nunca' por tu ídolo, pero no todo es posible, cariño ;).”

Me encantaba ser sarcástica con él. Descargaba toda mi ira de trabajar, del contrato y de que la persona con la que tuviera que salir fuera nada más y nada menos que él. A los segundos obtuve su respuesta.

“Aún nos quedan 9 meses para soportarnos. Sería cool poder aunque sea tolerarnos, ¿no crees?”

No dudé en responder.

“No. Además, las salidas que no ordene Paul están prohibidas, ¿recuerdas?”

De nuevo, llegó la respuesta rápidamente.

“Están prohibidas si alguna de las dos partes no está de acuerdo, y sé que alguna parte de ti quiere conocerme mejor ;).”

Claro que sí Niall, claro.

“Sueña, Horan.”

Me senté en el sofá a mirar mi película favorita. Mi madre había salido con Emily, como siempre, usando el dinero que yo me mataba en ganar. Mientras la película iniciaba con los típicos comerciales, me dirigí a la cocina a cocinarme algo de pochoclo. Cuando estuvo listo, volví a mi lugar justo cuando estaba por empezar la película. Me tapé con la frazada ya que era un día bastante frío. La película empezó y cuando habían pasado unos 20 minutos estaba quedándome dormida, hasta que sonó el maldito timbre. Iba a quedarme dormida en el sofá, tapada, mirando mi película favorita, pero NO, sonaba el timbre. Maldito.

Me levanté, me estiré y cuando me acercaba a la puerta volvieron a tocar. Agh, insoportables. Cuando abrí en mi hermoso pijama de algodón blanco y mis pantuflas de conejo, me encontré con Niall al otro lado. La única razón por la que sonreí era porque afuera había un papparazzi, y la única razón por la que me ruboricé fue porque me daría vergüenza tener ésto puesto delante de cualquiera menos mi madre y mi hermanita.

—¿Qué haces aquí? —pregunté sonriendo pero mirándolo mal.

—El contrató prohibía salir, no entrar —contestó guiñando un ojo.

Rodé mis ojos y abrí mi boca para contestar que se largara, pero me tomó de la cintura y me acercó a él lo suficientemente rápido para callarme. Me quedé mirando sus ojos, tratando de no desviar la mirada a las cámaras para ver si seguían allí (Dios, qué duda idiota, claro que seguían allí, no se irían justo en ésta escena). Me besó, sosteniendo mi cabeza alzada hacia la suya. Cerré mis ojos, eso haría el beso más real. Cuando nos separamos en busca de oxígeno, entré a la casa tirando de su mano adentro también. No podía soportar más tiempo delante de las cámaras, y menos vistiendo así. 

Cerré la puerta y me di la vuelta mirándolo con el ceño fruncido.

—¿Qué diablos haces aquí? Repito.

—Como bien te dije, quiero conocerte mejor. 

Se acercó a mí acorralándome contra la puerta con un brazo a cada lado de mi cintura.

—Sal —ordené.

—Claro que no, preciosa —respondió dejando un beso en mi cuello.

—No trates de seducirme, idiota —lo empujé en el pecho para salir de su corral.

Detrás de las cámaras » n.h «Kde žijí příběhy. Začni objevovat