Sellado con un beso II

Start from the beginning
                                    

-¿No se supone que es mi cumpleaños? Bueno, ¡yo digo que no quiero regalos!

-Y yo digo que organizo el cumpleaños, de modo que si yo digo que habrá regalos, habrá regalos. Punto. Eso no se discute.

-Pero Bella, ¿por qué es tan grave que se festeje tu cumpleaños? –preguntó Sulpicia, amable, pero confusa-. Teniendo a tu padre aquí, y toda una vida supuestamente humana que llevar adelante, ¿no es lo más esperable que festejes tu cumpleaños?

-¿Ves? Tengo razón –se mofó Alice, añadiendo dos cosas más a su lista.

-No me gusta ser el centro de atención, y menos si es por el hecho que yo oficialmente cumpla años. Eso es algo que no se puede cambiar, pero de ahí a festejar un cumpleaños que lo es sólo en apariencia, hay un trecho muy, muy largo –respondí, fulminando a Alice con la mirada. Ella se limitó a sacarme la lengua.

-Muy bien, tendremos mucho de preparar –dijo Alice, releyendo la lista-. Velas, flores, pastel, bocaditos, sándwiches, bebidas, globos, música...

-¿Para qué rayos queremos comida y bebida, me quieres decir? –bufé, enojada.

-Para agasajar a nuestros invitados, desde luego. ¿O piensas tener a Jake y los suyos toda la noche a pico seco? –me replicó Alice con superioridad.

Me crucé de brazos y gruñí, cada vez más rabiosa.

-Prepara toda la fiesta que quieras, porque yo no voy a ir. Ni lo sueñes.

-Bella, no puedes faltar a tu propia fiesta de cumpleaños. Vendrás. Lo he visto –anunció Alice.

-¿Cómo que lo has visto? ¿No se supone que Jake y los otros chicos están invitados?

Alice parpadeó un momento, culpable, antes de esbozar una sonrisa de disculpa.

-De acuerdo, no lo vi –confesó Alice, que no parecía muy arrepentida de su mentirota-, pero vendrás. Vamos, Bella, vendrás, y si tenemos que sujetarte entre varios...

-Olvidas que todavía tengo mi fuerza de neófita -le recordé.

-Olvidas que contamos con Jasper, Félix y Emmett, tres luchadores excelentes –me recordó Alice a su vez-. Creo que entre los tres podrán contigo.

Me mordí el labio, buscando nuevos argumentos, pero la verdad es que se me estaban acabando las excusas. De modo que suspiré, harta y cansada de la discusión que de algún modo supe desde el inicio que estaba perdida.

-De acuerdo. Vendré a la maldita fiesta. Odiaré cada segundo, no me gustarán los regalos, y me pasaré la noche a cara de perro. ¿Satisfecha? –mascullé.

-¡Sí! Ya verás cómo las pasamos bomba –prometió Alice.

-Pero pongo una condición –advertí, muy seria-. En clases, nadie tiene que saber que es mi cumpleaños. Se acercarían demasiado, me felicitarían. Yo tendría que responderles por cortesía, pero no me alcanzaría el aire, y estaríamos en un problema.

-De acuerdo –aceptó Alice de inmediato-. En clases, nada. ¡Aquí, todo!

Mientras yo mascullaba un insulto, Alice de pronto se volvió a Aro, que nos había estado observando con una sonrisa extraña.

-¡Aro, eso es...! –jadeó en su dirección-. ¿No le parece... excesivo?

-No, en realidad no –respondió Aro con una sonrisa más ancha-. Es más, me parece nada más que lo justo y apropiado. Es... perfecto para ella.

-Hum, tendré que aumentar el nivel de la fiesta, si tendremos ese tipo de regalos –musitó Alice, pensativa.

Sulpicia, con su modo más majestuoso, se limitó a mirar a Aro en espera de una respuesta.

El jardín de senderos que se bifurcanWhere stories live. Discover now