Capítulo 6 - En el que todo sale mal

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Martin y Bea llegaron al local más de una hora antes de que comenzara el bolo. Tras comprobar el sonido, ambos se habían encerrado en la pequeña salita que había tras el escenario y hacía las veces de camerino.

–Estoy teniendo un deja vu heavy–Martin se quejó, dejándose caer en una silla de plástico de terraza serigrafiada con un logo de cerveza desgastado por el sol–La última vez que vine a este sitio, Hugo y yo nos escapamos para venir aquí a liarnos.

–¿Lo dices con nostalgia o...

Bea estaba planchando el vestido verde que se iba a poner esa noche con una de esas planchas de vapor, Martin estaba sentado detrás de ella, por lo que debía girar la cabeza para poder conversar. El vasco se tomó unos segundos para procesar la pregunta, tiempo suficiente para que su amiga pudiera terminar de planchar su ropa y acudiera a sentarse en el sofá raído que había junto a la silla de Martin.

–Más bien con un poco de repulsión. ¿En qué momento prefería liarme con él a estar de fiesta con vosotros?

–En el momento en el que estabas cegado de amor. Ya no lo estás y es normal que pienses así. Pero cuando vuelvas a estarlo, preferirás correr a liarte con tu novio en un cuarto húmedo y oscuro antes que perrear con Álvaro, todo sudoroso y borracho.

Martin negó con la cabeza mientras reía y se levantaba de su asiento para acabar en el mismo sillón que su amiga, con su cabeza apoyada en el hombro de esta.

–¿Cómo sabes tanto de la vida? Solo tienes un año más que yo.

–Soy mujer y lesbiana. Sabiduría multiplicada por dos.

Martin lanzo una carcajada y se acurrucó más a su lado. Bea era la persona que más seguridad le trasmitía en Madrid. Desde el primer día lo había metido bajo su ala y había actuado como si ella fuera mamá gallina y Martin su único pollito. Le gustaba hablar con ella de cosas de la vida, de asuntos profundos, siempre tenía una opinión interesante. Aunque también tenía un lado divertido y desenfadado que la hacía ser la amiga perfecta.

–Entonces, ¿lo tienes superado? A Hugo digo.

–Supongo. El contacto cero hace milagros–el chico estiró los pies y los subió sobre el palé de madera que hacía de mesa de centro improvisada.

Después de bloquearlo en todas sus redes sociales, dejar de seguir a todos sus amigos y familiares, borrar todas sus fotos juntos y sus chats, Martin había sentido un gran alivio. María, su hermana menor, le había dicho que dejar de verlo era la forma más rápida de dejar de sentir angustia por no tenerlo. Le hizo caso y acabó teniendo razón. Podía llevarse tres años con ella, pero María tenía mucha más experiencia en el amor y en las relaciones. Al final, Hugo era la primera y la única persona con la que había tenido una relación en su vida.

–¿No sientes que el contacto cero es un poco como echarte desodorante encima del sudor? Quiero decir, te ayuda a superar al principio y te quita la ansiedad pero, ¿y cuándo lo vuelvas a ver?

–Gracias Bea, ahora me quiero morir.

–Que no, mi amooor–pasó los brazos alrededor de Martin para traerlo hacia ella y abrazarlo. Este se río entre dientes–Es que no quiero que lo pases mal.

–No lo voy a pasar mal. Nuestra historia se cerró hace tiempo y mi vida es mucho mejor desde que él no está. Si en algún momento me toca verlo, no me va a provocar absolutamente ningún sentimiento.

–¿Estamos manifestando?

–Un poco, sí–reconoció el vasco con una carcajada. Hablar de ese tema con tanta libertad y hasta con risas de por medio hubiera sido impensable hace unos meses, incluso hace unos días. Y pensaba que estar otra vez en Madrid iba a ponerlo mucho peor. Al fin y al cabo, él nunca había estado en Madrid sin Hugo. Ambos llegaron juntos dos años atrás y solo 5 días después de que el chico le rompiera el corazón, Martin cogio el vuelo a Toulouse. Sentía que volver a Madrid sería como ir a cenar por Nochebuena con la familia y ver huecos vacíos en la mesa. Sentía que le faltaría algo.

¿Quién es ese Juanjo? Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ