𝐗𝐕. 𝐋𝐚 𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝑸𝒖𝒊𝒅𝒅𝒊𝒕𝒄𝒉

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—Me ha enviado esto —dijo Hermione, tendiéndoles la carta. Harry la tomó. El pergamino estaba húmedo; las gruesas lágrimas habían emborronado tanto la tinta que la lectura se hacía difícil en muchos lugares.

A Bella se le llenaron los ojos de lágrimas.


Queridas Bella y Hermione:

Hemos perdido. Me permitirán traerlo a Hogwarts, pero van a fijar la fecha del sacrificio.

A Buckbeak le ha gustado Londres.

Nunca olvidaré toda la ayuda que nos han proporcionado.

Hagrid


—No pueden hacerlo —dijo Bella, llorando—. No pueden. Buckbeak no es peligroso.

—El padre de Malfoy consiguió atemorizar a la Comisión para que tomaran esta determinación —dijo Hermione secándose los ojos—. Ya saben cómo es. Son unos viejos imbéciles y los asustó. Pero podremos recurrir. Siempre se puede. Aunque no veo ninguna esperanza... Nada cambiará.

—Sí, algo cambiará —dijo Ron, decidido—. En esta ocasión no tendrán que hacer ustedes solas todo el trabajo. Yo las ayudaré.

—¡Ron!

Hermione le echó los brazos al cuello y rompió a llorar. Ron, totalmente aterrado, le dio unas palmadas torpes en la cabeza. Hermione se apartó por fin.

—Ron, de verdad, siento muchísimo lo de Scabbers —sollozó.

—Bueno, ya era muy viejo —dijo Ron, aliviado de que ella se hubiera soltado—. Y era algo inútil. Quién sabe, a lo mejor ahora mis padres me compran una lechuza.



Las medidas de seguridad impuestas a los alumnos después de la segunda intrusión de Black impedían que Harry, Bella, Ron y Hermione visitaran a Hagrid por las tardes. La única posibilidad que tenían de hablar con él eran las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Hagrid parecía conmocionado por el veredicto.

—Todo fue culpa mía. Me quedé petrificado. Estaban todos allí con sus togas negras, y a mí se me caían continuamente las notas y se me olvidaron todas las fechas que me habían buscado, chicas. Y entonces se levantó Lucius Malfoy, soltó su discurso y la Comisión hizo exactamente lo que él dijo...

—¡Todavía podemos apelar! —dijo Ron con entusiasmo—. ¡No tires la toalla! ¡Estamos trabajando en ello!

Volvían al castillo con el resto de la clase. Delante podían ver a Malfoy, que iba con Crabbe y Goyle, y miraba hacia atrás de vez en cuando, riéndose.

—No servirá de mucho, Ron —le dijo Hagrid con tristeza, al llegar a las escaleras del castillo—. Lucius Malfoy tiene a la Comisión en el bolsillo. Sólo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo...

Hagrid dio media vuelta y volvió a la cabaña, cubriéndose el rostro con el pañuelo.

—¡Mírenlo cómo llora!

Malfoy, Crabbe y Goyle habían estado escuchando en la puerta.

—¿Habían visto alguna vez algo tan patético? —dijo Malfoy—. ¡Y pensar que es profesor nuestro!

Harry, Bella y Ron fueron hacia ellos, pero Hermione llegó antes:

¡PLAF!

Dio a Malfoy una bofetada con todas sus fuerzas. Malfoy se tambaleó. Harry, Bella, Ron, Crabbe y Goyle se quedaron atónitos en el momento en que Hermione volvió a levantar la mano.

III. El Prisionero de Azkaban | La Historia de los PotterOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz