La ayudante....

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- Un poco más a la izquierda, indiqué- Un poco más... más... ¡perfecto!.

Mi ayudante empujó hacia atrás la caja de medicamentos que había estado sosteniendo en sus manos, hasta dejarla guardada en su lugar correspondiente de la estantería. Estaba subida al pequeño alzador que yo usaba para acomodar las piernas tras un duro día de trabajo, y es que, gracias a su alta estatura, no necesitaba alzarse mucho más.

- ¿Ahí va bien?, preguntó.

Volví a mirarla, centrándome esta vez, de forma poco profesional y algo descarada, en cierta parte de su anatomía situada en los bajos de su espalda. Sacudí la cabeza, ¿estaba mirándole el trasero a una reclusa? ¿Estaba mirándole el duro y prieto trasero a una reclusa? ¿Pero en qué diablos estaba pensando?

- Sí, muy bien, gracias.

Bajó de un salto, sacudiéndose las manos y sonriendo. Su corte había cicatrizado casi del todo y ahora apenas estaba cubierto por una pequeña gasa con esparadrapo. Aquel era el primer día oficial de Lauren como mi ayudante y de momento parecía bastante dócil y colaboradora.

- ¿Qué más tenemos que hacer? cuestionó, mirándome con curiosidad.

- Inventario, informé, ampliando mi sonrisa ante su extraña expresión.

-¿Inventario? ¿Y eso qué es? ¿Nos vamos a inventar medicinas nuevas?.

- No, no, claro que no, expliqué, riendo.

- Inventario es... tomar nota de la cantidad de medicinas con las que contamos. Llevar un listado para saber qué necesitamos comprar. ¿Entiendes?

Ella asintió rascándose la cabeza, y supuse que le parecía una labor aburrida, pero si así era, no se quejó. Dedicamos un par de horas a contabilizar cajas de gasas, tiritas, vendas, botellas de alcohol y demás enseres que yo precisaba para mi trabajo, en aparente calma, hasta que algo la enturbió. La puerta de la enfermería se abrió de improviso y, como casi siempre, no trajo nada bueno. El doctor Mendez cruzó el umbral con su pulcra bata abrochada sobre la ropa, llevando consigo un maletín vacío que pretendía llenar de medicamentos para su periplo por el módulo de máxima seguridad. Nada más encontrarse cara a cara con Lauren su semblante se ensombreció regalándome una mirada dura y antipática que me hizo sentir incómoda.

- ¿Qué hace esa aquí?, escupió molestó, señalandola con el dedo.

- Ayudarme, contesté con simpleza.

- Tú mismo dijiste que debía solicitar la colaboración de una de las reclusas, ¿no? Pues... hecho está.

- ¡De una de las reclusas! ¡De una cualquiera, salvo está!, gritó

- ¡Es un peligró estar con está mujer!.

- Precisamente por eso se ha ofrecido a espantar a todas las ratas que se crucen en mi camino. Es tan fiera que no se ha aparecido ni una en toda la mañana, explique con sinceridad al cúal a él no le hizo gracia mis palabras, pero...

Oí cómo Lauren soltaba una carcajada que intentó disimular tapándose la cara con la mano, mientras los ojos de Mendez echaban chispas en mi dirección, incrédulo de lo que oía.

La Enigmatica JefaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum