Capítulo 7

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―Te voy a extrañar mucho ― le dijo Casandra rodeando a Amal en un fuerte abrazo ―. Me vas a hacer mucha falta.
―Yo también te voy a extrañar, pero tienes a Sasha.
Casandra no le había dicho a Amal que su matrimonio con Sasha nunca iba a suceder, porque ahora sabía perfectamente de quien estaba enamorada.
―Puedes venir a visitarnos ― le dijo Flor ―. Coge un avión y en unas horas estarás allí. 
―Muchas gracias. Entonces no lo dude de que iré.
Amal apenas llegar a su ciudad natal, comenzó a recibir tratamiento, así como también su madre inicio el proceso para quitarle el Expósito y ponerle De la Rúa, como correspondía. Flor había dejado casi por completo su trabajo en la empresa, dejándola en manos de Cora y Edna, solo de vez en cuando si era necesario salía de casa para atender rapidamente los asuntos urgentes y regresaba de nuevo a lado de su hija, a la cual no dejaba sola ni un solo instante, pues sentía que alguien volvería a llevársela y perderla para siempre.
Amal echaba de menos su apartamento, el trabajo y a Casandra, que todos los días la llamaba o le enviaba mensajes para saber cómo estaba, pero ninguna de las dos hasta ese momento había tocado el tema de la boda. Amal trataba de no pensar en ello para que no le doliera, pero a veces era imposible no pensar en ello.
Para Amal era raro estar en una enorme casa, rodeada de personas que hacían la limpieza y la comida, su madre únicamente se encargaba de estar pendiente de ella, hacerle compañía y ayudarla en casi todo, como a ir al baño o a bañarse. El tratamiento de quimioterapia estaba empezando, pero Amal ya sentía los estragos y comenzaba a perder el cabello, alegrándose de estar lejos de Casandra para que no la viera en esas condiciones.
No tenía a Casandra cerca, pero su madre le estaba dando el amor que por años no pudo demostrarle, cuando llegaban a salir, Flor quería comprarle tantas cosas como si con ello fuera a regresar el tiempo, Amal a veces podía rechazarla amablemente y otras era imposible, pero le gustaba tener aquellas atenciones de su madre y de pilón las de su tía Cora y la tía política Edna.
Un Sabado, alrededor de mediodía, Flor le anuncio a Amal que tenía una visita. A Amal le extraño, pues allí no conocía a muchas personas, solo las que de vez en cuando iban a visitar a su madre, que feliz les contaba que había encontrado a su hija y se las presentaba hablando mil maravillas de ella, sin embargo, ese día, solo anuncio que tenía visita y se marchó dejándola sola.
Amal se estaba poniendo nerviosa al quedarse sola a la espera de la visita, no le gustaba sentirse expuesta a desconocidos. Pero su corazón dio un vuelco cuando vio que era Casandra la que entraba a la estancia con un oso de peluche en sus manos y por increíble que pareciera, Amal la vio sonrojarse como nunca, como si fuera ella ahora la que le daba pena estar allí.
Amal también se ruborizo, pues no tenía buen aspecto gracias a la quimioterapia que estaba recibiendo, estaba por ponerse de pie cuando Casandra se acercó a ella con rápidos y largos pasos para detenerla.
―No te levantes ― le dijo poniendo sus manos sobre los delicados hombros de Amal y dándole un beso en la frente
Amal cerró los ojos ante el gesto, al tiempo que se llenaba los pulmones del aroma de Casandra, la había echado mucho menos, demasiado para su propia desgracia. Casandra sintió un enorme alivio de estar junto a ella y poderla tocar, así como de embriagarse con su tan dulce aroma.
―Yo deseo ponerme de pie y darte un abrazo ― dijo Amal sintiendo sobre su frente aun los suaves y cálidos labios de Casandra sobre su piel. Su corazón no soportaba tanto contacto de esa forma.
―Está bien ― acepto Casandra apartándose de Amal y ayudándola a ponerse de pie.
Casandra le sonrió y Amal embobada como siempre le devolvió la sonrisa, una que ilumino sus ojos y a Casandra le acelero el corazón, tanto que llevada por su emoción envolvió a Amal en un fuerte y largo abrazo.
―Te extraño ― confeso Casandra ―. Me haces mucha falta, hubiese querido venir antes pero no había podido. Te traje a alguien para que te haga compañía por mí ― expreso dándole el oso de peluche.
―Gracias ― dijo Amal tomando fuertemente el obsequio entre sus manos.
―De nada
―No te preocupes, entiendo. Yo también te he echado de menos. Extraño trabajar y mi apartamento. Aunque no me puedo quejar.
― ¿Que se siente ser niña rica? ― le pregunto burlonamente.
―No está mal, pero me aburro. Mi mamá se la pasa haciéndome compañía todo el día y todos los días. No por ella que me siento aburrida, es el hecho de no hacer nada, ella no deja que mueva un dedo.
―Me imagino, años sin tenerte y ahora no quiere pasar un día sin ti.
―Lo sé. Aunque es extraño a veces.
― ¿Porque? ― le pregunto Casandra mirándola a los ojos.
―Porque nunca imagine que conocería a mi madre y sobre todo que ella no me había abandonado. Yo la odiaba.
Casandra nunca imagino que Amal guardara ese sentimiento, que a pesar de verse tranquila y serena, por dentro llevara algo que le carcomía el alma y no le daba paz y tranquilidad.
― ¿Cómo van los nervios? ― le pregunto Amal a Casandra cuando ambas tomaron asiento.
― ¿Nervios?
―Por la boda, estas a un mes de contraer nupcias con Sasha ¿Cómo esta ella? ¿Vino contigo?
Casandra se odio de que Amal estuviera tan acostumbrada a no ser el centro de atención, que tuviera siempre que adaptarse a las situaciones que ella le imponía cuando conocía a mujeres o cuando le rompían el corazón, ahora que la veía con otros ojos sintió que nunca mereció que fuera su pañuelo de lágrimas.
―No, Sasha no vino conmigo. Y hay algo más que tienes que saber. No me voy a casar, he roto nuestro compromiso.
― ¿Porque?
―Porque me di cuenta de quien estoy enamorada realmente es de otra persona ― manifestó Casandra muy seria y Amal le dedico una sonrisa de incredulidad. 
―Otra vez te has enamorado ¿Que voy a hacer contigo? No puedes ir por la vida enamorándote a cada segundo de la mujer que acabas de conocer ― la reprendió Amal.
― ¿Y si te dijera que la conozco de años?
―Pues te diría que has perdido tiempo.
―Ahí si te doy toda la razón, perdí tiempo por tonta.
― ¿Quién es ella?
―Ella tiene los ojos dormilones más bonitos que he visto en toda mi vida.
Amal no podía creer lo que escuchaba, sobre todo no podía obviar la mirada que Casandra le dedicaba en ese momento y desde el instante en el que entro a la estancia
―Ha sido mi mejor amiga y ha estado apoyándome siempre y en cada momento. Nunca supe lo mucho que la quería hasta que desapareció de mi vida, fue entonces que comencé a darme cuenta de que me faltaba algo, que no me sentía completa y que la extrañaba dolorosamente y me desesperaba no saber de ella.
Casandra se levantó de donde estaba y se acercó a Amal, se cuclillo ante ella y le tomo las manos, obligándola a soltar al oso de peluche que estaba siendo torturado entre sus manos.
―Estoy enamorada de ti Amal, pero no sé si tu aun me sigues amando.
― ¿Crees que dejar de amar es fácil? Por supuesto que no lo es y yo siempre voy a estar enamorada de ti.
Casandra sonrió y se enderezo para buscar los labios de Amal, que estaba temblando de la emoción. Aquello ojos azules la miraron con intensidad y Amal se sumergió en ellos, se dejó besar, disfrutando por primera vez de un beso consensado por las dos y no robado como el que Casandra le diera la primera vez.
― ¿Estas dispuesta a ser novia de una persona enferma con leucemia? ― le pregunto Amal cuando su sentido común la devolvió a la tierra ―. El medico nos dijo que podría tardar dos años o más o simplemente nunca dejar el tratamiento. Mis esperanzas de vida en este momento no son muy claras y te quiero tanto... ― explico tomando el rostro de Casandra entre sus manos.
―No me importa, tú te vas a curar.
―No lo sabemos aún.
―Pero prométeme que vas a poner todo de tu parte.
―Lo hare.
Casandra no se hospedo en ningún hotel, se quedó en una de las tantas habitaciones que había en la enorme casa de Flor, así pudo quedarse más tiempo con Amal, cenar con ellas y su madre, así como darle un beso de buenas noches antes de irse a dormir.
Tras un tiempo, Amal había perdido el cabello y todo el vello del cuerpo. La primera vez en que Casandra la vería con su nuevo aspecto, lloro el día antes abrazada a su madre, pero Flor le dijo que a Casandra no le importaría. Aun así, cuando Casandra llego, Flor hablo con ella minutos antes de que viera a Amal y le advirtió cual era el estado emocional de su hija.
―Te aprecio, pero si haces llorar y sentir mal a mi hija no voy a tener piedad contigo.
Casandra trago en seco, jamás nadie, ninguna de sus suegras la había amenazado ni mirado de tal manera como Flor lo estaba haciendo.
―Si de verdad la amas, no la hagas llorar. Ella no es como todas esas a las que has tenido. Amal ha estado enamorada de ti desde siempre y si no vas a darle lo que ella desea darte, es mejor que nunca la hubieras ilusionado y la hubieras dejado que creyera que te perdio.
―No la voy a dejar ― respondio mirándola a los ojos ―. La quiero de verdad.
―Entonces tendrás que armarte de mucha paciencia y aguantarla. Espera a que su enfermedad le dé una tregua para que tú y ella hagan algo más que pasar el día sentadas viendo películas o viéndola dormir.
―Esperare, si ella me espero por años. Puedo hacer lo mismo.
Casandra encontró a Amal arrebujada debajo de las sabanas, nunca se había sentido bonita, no tanto como Casandra, a quien veía como una deidad. La recién llegada se acercó despacio y se sentó en la cama, llevo su mano a lo que creyó que era la espalda de Amal y la acaricio despacio hasta lo que imagino era su cabeza.
― ¿No quieres verme? ― le pregunto Casandra con voz neutra.
―No quiero que me veas, estoy fea.
―Claro que no, no eres fea. Nunca podrías estar fea.
― ¡Mentira!
―Estoy aquí solo para verte, no es justo que te escondas. Le voy a decir a mi suegra que te está mal criando. Quiero verte, vine hasta aquí para eso y tú también quieres verme.
Amal se rindió y se quitó la sabana que la cubría de pies a cabeza, dejando al descubierto su calva. Casandra la miro con amor, se acercó y tomando su rostro entre sus manos dejo un beso en su cabeza pelona, luego beso sus mejillas, para después mirarla a los ojos y besarla en los labios.
Amal se derritió ante su cercanía y aquel beso resultaba como un bálsamo que le curaba y le daba energía y vitalidad.
Cuando Amal termino la quimioterapia vino de inmediato la radioterapia, afortunadamente el tratamiento estaba funcionando y una vez que finalizara la radioterapia, vendría el trasplante de medula ósea y una vez recuperada, Amal y Casandra se casarían, así que Amal estaba emocionada y feliz, a pesar de hallarse a menudo cansada y agotada del tratamiento recibido.
No solo Amal era la más feliz de que el tratamiento estuviera funcionando, sino que Flor y Casandra eran las más felices y sentían que algo dentro de ellas descansaba, ya que antes de tener los últimos resultados, habían mantenido su alma en vilo esperando a tener buenas noticias, pues de no haber sido así, seguramente se hubieran echado a llorar sin consuelo y reclamado al dios de los cielos su mala voluntad con Amal.
Tal y como le previeron, Amal iba a tener casi dos años en tratamiento y por suerte las células malignas habían sido derrotadas casi en su mayoría, ahora solo quedaba el trasplante de medula y el día de la operación, Edna y Cora se habían dividido para tener bajo control los nervios de Casandra y Flor, que se hallaban igual de inquietas y preocupadas por Amal, que llevaba ya algunas horas en cirugía y aun no salía, así como tampoco nadie iba a decirles nada.
La operación de Amal, tras una pequeña complicación salió bien y pasado unos días en el hospital volvió a casa, en donde estuvo cuidada con toda la atención de siempre por Flor. Casandra también estaba allí para consentirla y mimarla, pero solo estuvo pocos días pues tuvo que regresar para trabajar y dirigir la empresa que su padre había dejado a su cargo y sin Amal, ya no tenía un brazo derecho.
Afortunadamente, los días pasaron y Amal se vio libre de cuidados exagerados y pudo comenzar a hacer actividades por ella sola, tanto que tuvo la fuerza y la vitalidad para desear viajar y ver a Casandra para darle una sorpresa.
Después de una visita rápida, regreso a la que debió haber sido su hogar, pero que, por obra de la maldad de su padre, lo perdió y se crio una casa hogar. Ahora eso era del pasado y Amal tenía una familia.   
Unos meses más tarde, Amal y Casandra se encontraban arreglando los últimos detalles para su boda que se llevaría a cabo en una semana. Antes de eso, Casandra había sido amenazada por sus padres y Flor, todos le habían dicho lo mismo “esperamos que sea la última vez que pides matrimonio a una mujer” aun temían que a la mera hora Casandra se fuera echar para atras al ver que nadie venía a rescatarla. La verdad es que estaba muy enamorada de Amal y nada ni nadie podría hacerla cambiar de sentimientos.
En la boda hubo alrededor de trescientos invitados, la fiesta demoro hasta pasada la medianoche. Amal y Casandra bailaron, mucho bailaron, al menos lo que el cuerpo de Amal soportaba, estaba feliz y Flor era feliz de verla. Sin embargo, al día siguiente cuando estaban por irse a su luna de miel, Flor no pudo evitar echarse a llorar y volver a aconsejar a Casandra.
―Te llevas lo que más quiero en mi vida, así que cuídala mucho y si le llega a pasar algo, no te va alcanzar la vida para arrepentirte.
―Basta mamá.
―Estas advertida.
Casandra volvió a tragar en seco, su suegra le atemorizaba, así que sí le creía que le haría la vida un infierno si no cuidaba bien de su única hija a la que perdio por años, recupero unos pocos y ahora volvía a ser apartada por Casandra.
―La cuidare muy bien. No se preocupe.
―Más te vale.

AbandonadaWhere stories live. Discover now