2007

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Adara

Vancouver, Canadá

Suspiro cuando Ragnar vuelve a pasar la navaja sobre los vellos de mis piernas, quitándolos en tanto yo le veo a él con atención. Su ceño fruncido de forma en que su rostro demuestra lo concentrado que está en no lastimarme con los bordes filosos. Estamos en la bañera, enfrentados y con mis piernas entre las suyas. Me muerdo el labio para no reír y moverme, lo cual suele hacerle gruñir.

—Sabes que esto no es necesario, ¿verdad? — pregunta por milésima vez y me hace adorarlo tanto como querer rodar los ojos, porque ya le he contestado la misma pregunta mil veces.

—Me gusta sentirlas suaves, suele salir mucho — admito y me mira en tanto comienza a retirar los excedentes del jabón. Sus claros ojos brillan, demostrando que a él también le gusta sentirme suave. Por el brillo malicioso, comprendo que es por alguna perversidad suya. Mis pezones se arrugan con fuerza y mis pechos se sienten pesados. Amo que me deje marcas.

—Solo quiero dejar en claro que si pones en peligro tu hermosa piel solo porque crees que me disgustarán tus piernas velludas, entonces estas mal de la cabeza — levanta una ceja y me río bajito, antes de hacerle soltar mi pierna para poder ir hacia sus brazos. El agua se desborda por mis movimientos, pero no puedo evitar abalanzarme sobre él y comenzar a darle besos por toda la cara.

—¿En dónde has estado toda mi vida, Ragnar? — bromeo y pestañeo con fingida ternura que le hace rodar los ojos. Sin embargo, una sonrisa tira de sus labios y yo sé la beso, porque amo cuando me sonríe de esa forma tan decadente y sensual suya. Y lo hace más especial saber que nunca le sonríe a nadie, nunca le he visto hacerlo, solo a mí.

—Esperándote — responde a mi pregunta, y mi corazón aletea. Su mirada me devora y esta vez lo beso con más fuerza. Mis brazos le rodean el cuello, lo que hace que Ragnar gruña contra mi boca al mismo tiempo en que sus manos van a mi espalda baja y me posicionan más cómodamente contra su cuerpo y entre sus piernas.

Cuatro días han pasado desde que nos abrimos completamente el uno al otro. Desde que nos enlazamos y nunca volvimos a separarnos. No hemos salido de la Villa. Mucho menos de la habitación. Nos dejan la comida en la puerta cada unas cuantas horas y ni siquiera al balcón hemos salido. No sé si es de día o es de noche, pero cada momento con él se siente eterno y tontamente mágico.

Estos han sido los días más maravillosos de mi vida y, por primera vez en meses, en años, me encuentro en paz, me siento libre estando encerrada en el mismo espacio que él. Me siento completa, mimada y.... amada.

—Por la madrugada viajamos a Rusia — me recuerda y yo gimo, hundiéndome en el agua hasta que Ragnar tira de mí y me lleva a sus brazos de nuevo, con mis piernas a los costados de su cadera y mis brazos rodeando su cuello. Suelto una risa tonta cuando él muerde el mío —. Te vienes conmigo — no da lugar a réplica.

—No quiero salir de nuestra burbuja — admito y escondo mi rostro en su cuello. Me acomodo para estar a horcajadas sobre él de nuevo y gimo sobre la piel de su garganta cuando su pene grande y venoso palpita entre mis pliegues calientes —. Quiero quedarme aquí para siempre — susurro más para mí que para él.

Sus manos me agarran con firmeza para abrazarme a él.

—Te quedarás aquí para siempre, Adara. No importa si estamos en Rusia, la Antártida o en el maldito fin del mundo, te quedarás justo donde estás ahora. En mis brazos — el tono posesivo en su voz me hace suspirar contra su piel, porque empieza a gustarme demasiado.

—¿Lo prometes? — susurro contra la piel de su cuello, haciéndole estremecer. Sus manos bajan a mi trasero y amasa mis nalgas en tanto empieza a moverme sobre la dureza y calidez de su pene. Gimo sobre su oído y gruñe.

Ragnar [3]Where stories live. Discover now