Capítulo XV

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—Obvio que me gustaría ir a comer pizza —dije.

—¡Nicolai! —exclamó Annika, dentro de la casa y con la puerta abierta—. ¿Vas a entrar?

—¡No! —respondió—. Dile a mamá que no cenaré con ustedes.

Annika sonrió de manera traviesa.

¡Togda idi i poveselis' so svoyey devushkoy! —contestó la niña.

¡Ona ne moya devushka! —habló Nicolai.

Annika rio, se despidió con la mano y cerró la puerta.

—¿Qué dijo? —pregunté.

—Que —pronunció, mientras se ponía rojo y apartaba la mirada—... hay pollo arvejado de cena y yo le respondí que no quería, porque iba a comer pizza —explicó rápidamente. Arqueé la ceja. «Y, ¿por qué la risa?» pensé—. Se rio porque es alérgica a los lácteos, por eso no puede comer queso —dijo, como si hubiera leído mi pensamiento. Lo miré extrañada. «¿Quién se reiría porque es alérgico a algo?»—. Tú sabes, a veces la gente, para no llorar, se pone a reír.

 —Qué raro —intervino Kitty—. Ayer Annika llevó de merienda a la escuela un pan con queso y jamón.

Lo miré con una sonrisa, esperando su respuesta. Ahora no me lo podía ocultar.

Me observó, intentando persuadirme con ojos de cachorro para que que me olvidara del tema. Casi caí rendida ante su mirada, estuve a un paso de dejar el chisme en segundo plano, pero la curiosidad, como una enfermedad terminal, se apoderó de mí. Se tornó rojo como una rosa, apartó la mirada y se pasó la mano por el cabello.

—Te lo digo después —accedió, señalando disimuladamente a Kitty.

Guiñé mi ojo, compresiva.

Cuando por fin llegamos a casa, avisé a mamá que no me quedaría para cenar. Aproveché de presentarle a Nicola. Al parecer le agradó el chico, o al lo menos no dio muestras de desagrado.

—¿La pizzería está muy lejos? —pregunté, cuando cerré el portón de mi casa.

Tenía hambre, demasiada, era como si mis jugos gástricos funcionaran sin comida y me quemaran el interior de mi estómago, recordando que debía llenarla. El cansancio que experimenté al salir de la secundaria, se había disipado; ahora tenía una gran emoción por probar un pedazo de pizza. Empecé a salivar por la idea de saborearla en mi boca.

—Por suerte no está tan lejos, miro tu cara y pienso que me vas a comer de tanta hambre —explicó.

—Solo si te llamas pizza —contesté.

Su risa fue el sonido más lindo de todo el mundo, era tan simple, pero estaba llena de emoción, la que era delatada en su mirada chispeante.

Cuando llegamos, lo miré con una sonrisa que cubría todo mi rostro.

—¿Lista para reventar? —preguntó.

—Nunca estoy llena de comida —le guiñé un ojo.

Entró al local y le mostró al cajero un pequeño papel. El hombre lo tomó y miró el cupón con el entrecejo fruncido. Luego observó a Nicolai a los ojos.

—Todo en orden —informó—. ¿Qué pizza desea pedir?

Nicolai me miró.

—Pizza de pepperoni, por favor —opiné.

—¿Para llevar? —interrogó. 

—No, la comeremos aquí —contestó Nicolai.

—Vale, tomen asiento —señaló las mesas—. Les traeremos la pizza lo antes posible.

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⏰ Last updated: Jan 11, 2023 ⏰

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