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Dylan Pov

-¿Desde cuándo te van las rubias?

-Y tú ¿Desde cuándo haces tantas preguntas?- tomé las llaves del coche y las metí en mi bolsillo.

-Se llama madurar- aseguró Joan.

-Está feo que te lo digas tu mismo Johnson- le di unos golpecitos en el hombro.

Aquella tarde había quedado con Paola para dar una vuelta por la ciudad, la cual apenas había visitado. No recuerdo bien en que momento de la noche intercambiamos los números, pero hablar con ella me había mejorado los ánimos. Durante días había podido dejar de pensar tanto y centrarme más en los estudios y en mí. Dejé de un lado California y me centré en Massachusetts.

Durante aquellos días Joan había salido bastante de fiesta, aunque nunca había vuelto por la noche borracho, eso fue un avance. Desde que iniciamos la universidad, él no había fumado ni un solo cigarro y tomaba alcohol solo en las fiestas y no de manera excesiva. Por mi parte, seguía bebiendo como en Los Ángeles, pero a menores cantidades, me merecía el dolor que sentía desde hacía meses.

Joan se tumbó en el sofá del salón, en el cual había dormido muchas noches, y yo salí por la puerta del piso para bajar a la calle e ir hasta la residencia de estudiantes donde se alojaba Paola. Durante el tiempo que estuvimos hablando por mensaje pude conocer diferentes cosas de ella, tal vez las más básicas. Sabía que era de allí, su ciudad natal era en la que yo me encontraba estudiando. Su color favorito era el amarillo, lo descubrí cuando me dijo que los girasoles eran sus flores favoritas. También, sabía que había ido a clases de baile de pequeña y que le hubiese gustado seguir con ello, pero tenía muchas extraescolares. Y eso tan solo eran unas cuantas cosas de ella, porque también sabía el día de su cumpleaños, su estación favorita del año y que tenía cuatro hermanas mayores. Por no mencionar algunos puntos algo absurdos pero que formaban parte de ella.

Cuando llegué a la residencia pude verla desde lejos esperando en la puerta de entrada y salida del edificio. Llevaba su largo pelo rubio suelto, que contrastaba con su morena piel bronceada y el vestido blanco de flores corto que llevaba.

Creo que fue en ese preciso momento cuando me pregunté si ella sabría tantas cosas de mí como yo de ella. Tal vez, sin darme cuenta, yo no había hablado tanto como ella- aunque no era muy difícil, ya que era muy habladora.

Bajé del coche una vez aparcado y la saludé con un beso en la mejilla, ella hizo lo mismo.

-Tengo pensado un tour por la ciudad que sé que te va a gustar- me dijo.

-Estoy ansioso.

Las siguientes horas fueron las más educativas de mi vida. Paola sorprendentemente sabía la mayoría de historias de la ciudad de Boston: sus edificios, monumentos, zonas de ocio... Y me di cuenta que si ella fuese conmigo a California no sabría explicarle ni la mitad de cosas que ella me había contado. Seguramente ella se sintió súper realizada durante todo el tiempo que estuvo hablando, yo más que prestar atención, me dejaba llevar por la forma en la que su boca se movía, los gestos que realizaba mientras hablaba y el acento que tenían cada una de sus palabras.

-Hemos llegado, mi parte favorita de la ciudad, el Boston Common, el parque urbano más antiguo de Estados Unidos- sonrió.

-¿Desde cuándo te gusta la historia y porque te sabes todo de Boston?- me senté en uno de los bancos de recinto.

-¿Desde cuándo ese complejo de interrogatorio de policía?- se sentó a mi lado.

-Tengo un amigo que es policía- nos reímos a la vez.

-Me gusta la historia desde que soy pequeña- me miró a los ojos-. Pero, la mitad de salidas que tiene la carrera son poco probables que ocurran, y acabaría de profesora en algún instituto.

-Se te da bien- ella negó con la cabeza.

-¿Y tú?- su cuerpo se giró hacia mí.

-Yo creo que nunca me he cuestionado que estudiar, siempre ha estado claro- la miré y ella extendió su mano hasta tomar la mía y entrelazar nuestros dedos.

-Pero, ¿y la música?

-Es un hobbie, y no es talento natural. No nació de mi aprender a tocar la guitarra, y me he avergonzado por años de ello.

-¿Cómo aprendiste?- al oír su pregunta suspiré flojo, porque no esperaba hablar de ella hoy.

-Me enseñó una amiga, su padre y su hermana le habían enseñado unos acordes y me dijo que para que no se le olvidaran me los tenía que aprender. Así, si algún día se le olvidaban yo podía decírselo- sonreí un poco.

-Ya no hablas con ella- afirmó.

-¿Qué?

-Se nota en la forma que hablas de ella que ha sido importante, y que la echas de menos- asentí.

-Fuimos novios, primero de pequeños, después hace casi un año- la mirada de Paola era sincera, y quería que continuase hablando-. Pero, aunque ella no se diese cuenta, yo le estaba haciendo mal. Las peleas con su madre eran más continuas, no podía verla mal por mí y sabía que yo no era para ella.

-¿A qué te refieres?

-He visto como le miran otros chicos, creo que..., que yo no la miraba así. Cuando me entere de que me habían aceptado en Harvard supe lo que tenía que hacer. Tal vez, no fui de lo más sincero conmigo mismo, y a la vez tampoco lo fui con ella. Pero, sabía que si quería que ella fuese feliz tenía que soltarla.

-A veces, el acto más bonito de amor es dejar ir- su pulgar empezó a acariciar mi mano-. Y es normal que duela, si no existiese el dolor muchas cosas no tendrían sentido. Aunque ninguno de los dos os lo merecierais.

-No he vuelto a hablar con nadie de California, a excepción de mis padres.

-Deberías hablarles. Ella era tu amiga antes de ser tu novia, y tus amigos no tienen nada que ver con lo que pasó.

Las palabras de Paola me dejaron pensando toda la noche. Tal vez era cierto lo que ella decía. Había pasado más de tres meses sin escuchar su voz. ¿Volvería a sentirme igual al escucharla? Estoy seguro de que no la llamé antes porque no quería volver a sentir mariposas en el estómago, al menos, no sus mariposas.

La Estrella De Al Lado #2Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ