20: Vas a quedarte

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Los presentes rieron corteses y comenzaron a llenar sus propias copas para acompañar a Verónika en el brindis. Axer parecía querer perderse en el mar de personas que lo atestaban, pero justo en ese momento abrieron paso para dejarlo visible y sin escapatoria.

—Voy al baño —susurró Aaron.

Sina no había terminado de asentir cuando el vampiro ya se había escabullido.

—Vik es... —Vero suspiró—. Es un ser socialmente insoportable. En serio, imaginen crecer con un hermano como él, perfeccionista como un dios, competitivo como un demonio, inteligente como el diablo, y que está tan jodidamente consciente de sus cualidades que no puedes bajarle el ego ni haciendo un curso para ello. La arrogancia es de familia, pero eso no lo hace más llevadero. Entre narcisistas no nos compartimos la corona. Solo puede haber un genio superior, lo demás es séquito y plagio.

»En fin, que no soporto mucho a mi hermano, ¿okay? Y, a pesar de ello, estoy segura, más de esto que de la veracidad de mis propias notas académicas, de que él es el mejor ser humano que he conocido jamás. Y me va a matar por decirle humano, pero no importa porque después tendrá que revivirme. Él es así.

Los presentes rieron del chiste, incluso Sinaí tuvo que contener una sonrisa.

Sí, sonaba como su Vik.

—Es que imaginen lo que ha sido crecer rodeada de las tres T: Testículos. Testosterona. Tonterías —siguió Verónika—. Inevitable cuando solo tienes hermanos hombres. Pero Vik es un respiro de alivio a la masculinidad. El mundo no está preparado para él, para el genio que puede verse tan natural arreglando mi eyeliner como corrigiendo mi trabajo de investigación. Y aunque yo no le di permiso de enfermarse, sé que el germen que esté destinado a ser su cáncer habrá ganado el mejor hombre posible. Y ojalá lo valore.

Verónika acabó su discurso alzando su copa en dirección a su hermano el cumpleañero.

—Feliz cumpleaños, rarito.

—Loca —murmuró Axer, pero a su pesar sonreía.

—Padre —dijo Verónika en dirección a Víktor Frey quien estaba tranquilamente con Diana a pesar del show reciente—. ¿Quieres el turno?

Víktor asintió y aceptó la copa que le entregaba su esposa.

—Axer tenía ocho años cuando le regalé su primer tablero de ajedrez. Era un día antes de su cumpleaños, para ser exactos.

Víktor se giró a mirar a su hijo directamente con un gesto extraño, pero intenso. Lo que sea que decía esa mirada, solo ellos lo entendían.

—Le dije —siguió—: «jugaremos mañana. Si gano, me dejarás hacerte una fiesta. Si pierdo, ni siquiera te felicitaré». Me desaparecí el resto de la tarde y no le dirigí palabra alguna por la noche. A la mañana siguiente, él no solo había aprendido a jugar por su cuenta, sino que en el lapso de una hora que acordamos, me mantuvo a raya al punto en que tuvimos que dejar la partida en tablas. Decidimos que haríamos un pastel y una íntima reunión familiar. Un punto medio.

»A partir de entonces, todos sus cumpleaños jugábamos. A veces ganaba él, otras quedábamos en tablas. Generalmente ganaba yo. Lo importante es que nunca dejó de sorprenderme, de superar mis expectativas. No he tenido rival como mi hijo desde sus ocho. Jamás lo tendré.

Víktor alzó su copa en dirección a Axer, quien agradecía que desde la distancia no pudiera verse el brillo en sus ojos, el exceso de emociones que, no entendiendo qué hacer dentro de él, se asomaban desesperadas a sus lagrimales.

Aleksis suspiró desde su posición.

Supongo que tendré que decir algo —se quejó el menor en francés.

Nerd 3: rey del tablero [+18]Where stories live. Discover now