Capitulo 24

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— ¿El va a estar bien? — Mihrimah preguntó con un semblante de preocupación.

— Lo estará sultana, le he dado ya un antídoto y prepararé una medicina para fortalecerlo. — la mujer la miró. — Nuestro príncipe es un bebe fuerte.

— Gracias a Allah. — susurró Mihrimah en voz baja, abrazando al pequeño bebe. — Mi Mehmed, mi amor.

— Retirense. — ordenó el sultan a todos.

— Le han hecho daño a mi hijo. — Mihrimah lo miró con gran molestia. — Usted mientras tanto está en la camara privada con las mujeres que quieren dañar a mi hijo.

La pelirroja lo miraba con gran resentimiento, mientras Suleyman se sentaba junto a ella y Mehmed, tomándolo de sus brazos.

— Mi leon, mi valiente y fuerte príncipe. — susurró Suleyman, besando la frente del niño, quien cayó rendido rápidamente al sentir los brazos de su madre. — Mihrimah, me haré cargo de este asunto.

— ¿Como se hará cargo? — lo miró molesta. — Ha pensado siquiera en que hay alguna posibilidad de que su madre fuese quien lo hiciera o seamos mas objetivos aun, ella quiere matarme a mi, no a su nieto, espero, pero ¿Firuze, Hürrem, Mahidevran, Neylan? Ellas si ven a mi hijo como un rival.

— Dije que me haré cargo Mihrimah. — el la tomó de la mano, llevándola hasta los aposentos de su madre, en donde todas las sultanas se encontraban.

— Hijo, ¿que ocurre? — Hafsa lo miró confundida, pues la imagen que estaba frente a ellas era extraña. — Mihrimah, tengo un regalo para ti.

— Madre, antes quiero hablar con todas. — el sultán la miró molesto. — ¿Estuviste hoy con Mehmed?

— Si, Nuray me lo dejó un momento, quería que Bayaceto y la pequeña Hafsa lo conocieran. — ella sonrió, borrando su sonrisa al ver el rostro del sultan. — ¿Que ha ocurrido?

— Alguien envenenó a mi príncipe. — soltó molesto.

— ¿Quien se atrevería? — la sultana Hafsa se levantó, acercándose al niño, mientras Mihrimah observaba a todas las mujeres ahí, arrancaría la cabeza de cada una de ellas.

— ¿Mehmed está bien? — Hatice se acercó hasta Mihrimah.

— Lo esta, la doctora ha sido muy inteligente y lo ha salvado. — el sultan respondió. — Madre, quiero tu sinceridad ahora, ¿quien de estas mujeres le hizo daño a mi príncipe?

— Hijo. — ella lo miró de mala forma. — Nadie se atrevería, solo jugaron un poco con el y lo devolvimos, quizá fue esa criada quien lo hizo.

— Bien, si así lo quieres. — el la miró molesto. — No quiero que ninguna de estas mujeres se le vuelva a acercar a mi príncipe, ¿quedó claro?

— Como lo prefieras hijo. — ella asintió.

Mihrimah entonces tomó al pequeño Mehmed de los brazos del sultán, mientras Hatice le sonreía al niño, haciéndole mimos.

— Gracias a Allah Mehmed es un príncipe fuerte. — sonrió Hatice.

— Amen. — susurró el sultán, tomando la mano de Mihrimah y llevándosela hasta sus aposentos. — Quiero que duerman aquí hoy.

Mihrimah recostó al niño en la cama sin responder, mientras ella se sentaba en otro lado.

— ¿No va a castigarlas verdad? — ella lo miró fijamente.

— Lo haré Mihrimah, no lo dudes. — el se sentó junto a ella. — Nadie podrá acercarse de nuevo a Mehmed.

— Usted sabe quien lo hizo y yo también. — ella lo miró a los ojos. — Firuze, se siente protegida por llevar a un miembro de la dinastía en su vientre.

El sultan no respondió nada, pues el también creía que así era, lo había visto en sus ojos, había visto la desilusión en ellos al ver con vida a Mehmed.

— Quiero que se vaya cuando de a luz. — ella exigió. — Mandela lejos de aquí o le juro que voy a matarla.

— Mihrimah. — susurró.

— Lastimo a mi bebe, no tendré piedad con ella. — Mihrimah le dio una ultima mirada, antes de volver con su pequeño príncipe y dormir, había sido un dia demasiado largo.

Suleyman observó como su sol y su luna dormia junto a su hijo, el queria hacerlo también, pero su mente insistía en mantenerlo despierto, Mihrimah tenia razon, Firuze ya no podía permanecer en el palacio, no despues de lo que habia hecho.

Suspiró con preocupación, se iría a Rodas en una semana y no podía confiar en nadie del palacio para cuidar de Mihrimah y Mehmed, solo confiaba en Hatice, pero ella también vivía bajo la sombra de su madre.

Una idea vino a su mente entonces, los hijos de Suleyman paşa, irían con el a la campaña, pero su madre y hermana podían ir al palacio, ellas podía ser quienes cuidaran de Mihrimah y su hijo.

— Ibrahim. — irrumpió en los aposentos del mencionado. — Trae a los hijos de Suleyman paşa ante mi mañana.

— ¿Mañana? — el lo miró confundido.

— Si Ibrahim, mañana, los atenderé en el jardín. — el lo miró molesto, era la segunda vez que no estaba en un momento importante.

— Como ordene mi señor. — asintió, reverenciando cuando el sultan regresaba nuevamente a sus aposentos.

Suleyman entonces decidió acostarse, quería sentir nuevamente a Mihrimah despues de esos dos terribles meses, pero ella se había acostado en un extremo, dejando a Mehmed enmedio, haciendo imposible que su deseo se cumpliera.

La joven pelirroja despertó al sentir la luz en su rostro, estaba molestandola, así que al ver que no podría dormir por mas tiempo, abrió los ojos, encontrandose con la azul mirada de Suleyman frente a ella.

— Buenos dias mi sol y mi luna. — le susurró en voz baja el sultan, tratando de no despertar a Mehmed.

— Buenos dias su majestad. — respondió la joven con rostro cansado.

— ¿Como amaneciste hoy? — preguntó, borrando su sonrisa al escuchar que lo llamaba como su majestad.

— Estoy bien, ¿usted como se encuentra? — la joven siguió sin quererlo mirar, solo acariciando la cabeza del pequeño niño.

— Estaría mejor si tus bellos ojos me miraran. — susurró.

— No puedo ayudarlo con eso, lo lamento. — ella negó. — Me gustaría ir a mis aposentos, ¿puedo hacerlo?

Suleyman negó, Mihrimah realmente estaba molesta, tan molesta que ahora ni siquiera lo tuteaba e incluso pedía permiso, no lo miraba siquiera y cuando lo hacia, podía ver dagas en sus ojos, ella realmente quería matarlo.

Asintió, permitiendole a la joven irse, mientras ella hacia una pequeña reverencia, tomando a su bebe.

— Después del almuerzo quiero que vayas al jardin, voy a presentarte a los hijos de Suleyman paşa, me gustaría conocer tu opinión sobre ellos. — la joven asintió y sin darle ni siquiera una mirada mas, salió de los aposentos, dejando a un muy derrotado Suleyman en ellos.




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