Capítulo Uno

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Toronto, Canadá

—Apresúrate, Elishia, que vamos a llegar tarde —dijo con impaciencia la señora Form—, y tu padre se va a enojar.

—Ya voy, mamá, que no encuentro mi chaqueta —respondió Elishia, metiendo la cabeza por la puerta para que su madre pudiera verle la cara de desvalida que muchas veces la había salvado de problemas, lo cual, como siempre, hizo reír a su madre, aunque está fingió que seguía enojada al decirle

—Mmm, ¿será acaso la chaqueta que dejaste tirada en el sofá, ayer noche cuando llegamos de casa de tus tíos? —preguntó la hermosa mujer, haciendo un gran esfuerzo para no reír al ver el rubor de su inocente e inquieta hija.

—Lo siento, ma, entonces ya nos podemos ir —concluyó tímidamente la joven, que no tendría más de diecisiete años, levantando su chaqueta del sofá, para después caminar a la puerta de su casa, hasta que su madre le preguntó:

—¿Y no olvidas algo Elishia?

—Mmm... ¿Algo? —repitió dubitativamente la muchacha, entornando los grandes y expresivos ojos azules que a la señora Form, tanto le recordaban a su esposo. Quizás lo extrañaba demasiado, hace ya cinco años que el padre de Elishia había emigrado a Australia, en busca de un futuro para ellos y sus tres hijos; aunque al ser la jovencita su única hija mujer y además tan pequeña, prácticamente el fruto de su vejez, era esta quien movía el universo de su esposo y de ella misma, pues, le preocupaba el no tener el tiempo suficiente para formarla como lo hizo con sus otros dos hijos, los cuales ya eran adultos y tenían sus propios hogares y ya no los necesitaban. Por esa preocupación la señora se obligó a fingir severidad al exclamar:

—Tus maletas, Elishia, tus maletas, ¿hasta cuándo dejarás de ser despistada? Un día de estos la vida querrá darte un susto y te demostrará lo difícil que es sobrevivir en esta selva llena de depredadores, en la que todos somos simples presas de un cazador... nos cazan por medio de nuestras metas, nuestros sueños o por medio de nuestros miedos. Y nadie nos puede proteger, solo nosotros mismos hija mía —le advirtió la señora mientras veía a su hija correr por su maleta y regresar inmediatamente donde ella, para detenerse a su lado y decirle con ternura.

—Tú sí, mami, estoy segura que si yo estuviese en problemas tú me salvarías como aquel héroe de la película que vimos el otro día.

Al escuchar la segura inocencia de su hija no pudo evitar que su falso enojo desapareciera, y acariciar el rostro de su amada pequeña respondiéndole.

—Eso espero, hija mía, espero en Dios que así sea, sin embargo, hija mía, si no puedo hacer nada para protegerte, tienes que hacerlo tú mi bien, no importa cómo solo tienes que vivir... Pero ahora vámonos que si perdemos el avión tu padre nos matará.

—O se convertirá en Hulk —concluyó la joven, al momento que obedecía a su madre y se apresuraban a salir de la casa y abordar el sencillo auto familiar, que su madre condujo por la solitaria calle que atravesaba la ciudad, sin percatarse que a una discreta distancia un sedán azul las seguía. Hasta que fue demasiado tarde...

Madre e hija esperaban ansiosas el cambio del semáforo, cuando los cristales de la puerta del copiloto se fragmentaron en mil pedazos, y una enorme mano quitó el seguro de la puerta para posteriormente abrirla. Fueron solo cuestión de segundos en que un enmascarado hombre cortó con una navaja el cinturón de seguridad de la hermosa chiquilla, y la sacó del vehículo violentamente a pesar de que su madre intentó retenerla. Pero la fuerza de la angustiada mujer no fueron oponentes ante tal bestia, y solo le quedó a la señora Form ver como el desconocido en un rápido movimiento dejaba inconsciente a su hija y la llevaba al sedán que recién ahora veía la angustiada mujer.

La Presa del cazador.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin