—¡Mierda, eso es aterrador, necesito papel higiénico ahora! —Gritó Arturo, saltando de inmediato de su silla y poniéndose de pie, invadido por el nerviosismo— Suficiente tengo con estar lejos de los míos y tener que andar con esta mierda de traje amarillo como para más encima, tener que andar en varias ciudades, y más encima que por mi culpa me maten a los míos.

—Muy malo Arturo. —Decía la mujer, observando los movimientos erráticos de éste, quien deambulaba de un lado a otro, pues era escalofriante el solo pensar lo que le podría suceder de no ser precavido— Si quieres volver con tu familia debes hacer las cosas con mucho cuidado, darle en el gusto de entrar en su juego, que se divierta un tiempo. Lo que tardes en encontrar la manera de atacarlo y acabarlo.

—¿Y cuánto tiempo voy a demorar? —Se preguntaba a sí mismo, con la mirada disipada en la pared— Estoy completamente solo en esto. ¿Quién en su sano juicio tendrá los pantalones para enfrentarlo si terminará hecho cadáver?

—El que sea necesario. Y te daré un consejo, tómalo o déjalo.

—¡Será, soy todo oídos, nunca está de más un buen consejo! —Expresaba Arturo, volteando la mirada hacia la mujer, quien aún permanecía en la silla. Ésta se reincorporaba y a paso lento se acercaba a él, posando sus manos sobre sus hombros.

—Busca ayuda, allá afuera hay muchos que al igual que tú, tienen problemas con ese sujeto, y creen que pueden detenerlo sin ayuda. Una mafia tan grande como la que él posee no la puede destruir una persona.

La mujer se apartaba lentamente y comenzaba a ordenar los utensilios sobre la cubierta del tocador, buscando a su vez algo que había olvidado mientras Arturo con atención esperaba a que terminara su relato. Debía saber lo que más pudiera para afrontar el escenario tan adverso que tenía en frente, pues aunque no quisiera, debía participar del absurdo juego del que ya era parte.

—Busca gente que tenga ese deseo de acabar con su organización y recuperar la vida que tenían antes de ser inducidos en su mundo. En estos momentos tú no tienes vida, no tienes familia, no tienes nombre, no tienes nada. Estás a merced de lo que ese sujeto disponga. En este momento no eres más que un títere para él. Manejará tu vida a su antojo hasta que decida que ya no le eres útil, hasta que deje de divertirse con tu sufrimiento.

—Mmm… creo que tiene razón, aunque la verdad es aterrador escucharlo, gracias por ese consejo. Sé que no tengo los medios para acabarlo, pero con todo lo que ha pasado, me será difícil confiar en algún desconocido. —Reconocía éste, totalmente ido.

—¿Entonces no confías en mí, en lo que te digo? —Preguntaba con extrañeza la señora Adelaida.

—Es diferente, —murmuraba éste, intentando sostener la mirada— usted me conoce, tiene un grado de aprecio hacia mí. Pero aquellos que andan pululando ahí afuera, son desconocidos para mí, no sé si son víctimas o victimarios.

—Es el riesgo que deberás correr. —La mujer volvía a registrar sus cosas, continuando la conversación— Pero en soledad no lograrás conseguir nada. Un solo hombre no será capaz de detenerlo, debes entender eso.

—Después de perder a mi madre, —detenía sus palabras en ese instante, mirando el suelo del lugar y tomando asiento— solo mi familia logró llenar ese vacío que quedó dentro de mí. Ahora lejos de ellos, ese dolor vuelve a aparecer y se siente como la primera vez.

—Tendrás que aprender a convivir con ello, piensa que no solo lo estarás haciendo por ti, sino que ayudarás a mucha gente que al igual que tú, está pasando y sufriendo lo mismo.

—Mucha palabrería. —Murmuraba Arturo, reaccionando en el instante y cambiando el rumbo de la conversación— ¡Como dijo, pongamos manos a la obra, no hay tiempo que perder!

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora