—Señor Novak —la voz de Catarina rompió el momento haciendo que Dean se sintiera nervioso y torpe con los documentos que tenía en la mano, necesitó contenerse de saltar de un pie a otro mientras no sabía bien a donde mirar—, llamó la secretaria del señor Smith para finiquitar el almuerzo que tendrán el fin de semana.

—Sí, Cata, por favor, solo anótalo en la agenda y recuérdamelo un día antes.

—De inmediato —respondió eficiente la secretaria y Dean no quiso mirarla para saber si notó o no el momento que pasó entre ellos.

No pudo evitar ver cómo se acercaba Castiel y supo que ambos debían hablar, así es que sin decir nada, ambos entraron a su oficina, cerrando la puerta tras su amigo. Dean siguió hasta su escritorio donde dejó los documentos que no entregó a la secretaria y sin darse la vuelta, habló con voz serena muy a pesar de que en su interior era un caos.

—No fue un sueño, ¿cierto?

—No —fue la respuesta de su amigo y Dean cerró los ojos intentando que su respiración y su corazón se tranquilizaran.

—Lo siento, Dean, sé que debí hacerte ver que no dormías. No debí...

—No, yo sabía que no era un sueño —se sinceró en voz baja. Ya no había razón para engañarse más ni negar lo sucedido.

Porque Dean siempre lo supo.

Y negarse a creer que una persona tan maravillosa como Castiel Novak pudiera sentir o querer algo con él, era simple y llanamente imposible de creer o comprender.

—No puedes pensar eso, Dean.

El aludido se tensó y volteó la cabeza para mirar a Castiel. La determinación que notó en sus expresiones le hizo estremecer y lo asustaba a muerte.

No, no otra vez, por favor, no lo quiero perder.


******

Castiel no supo bien cómo pudo saber lo que pensaba Dean, pero cómo si hubiera despertado de un letargo pudo tener el conocimiento de que él no se sentía digno de que pudiera sentir algo por su amigo. Eso no lo permitiría porque Dean era una de las mejores personas que jamás conoció y haría todo para demostrarle que juntos podían tener algo especial si tan solo le diera una oportunidad. Al ver su rostro que reflejaba miedo no pudo entender, o tal vez sí, su reacción.

—Dean escúchame —le dijo mientras caminaba para estar más cerca de su amigo y este se daba la vuelta lentamente mientras lo miraba con la misma expresión en su rostro—. Me gustas, siempre me has gustado. Desde la primera vez que te vi, incluso antes, sentía como si un alma me llamaba, me habla en sueño como si estuviera susurrando una plegaria y cuando te vi aquella primera vez entre esa lluvia extraña de luces, algo dentro de mí supo que al fin te había hallado, aunque todo eso no lo quise aceptar en un inicio y preferí solo ocultarlo en lo más profundo de mi ser.

—Eso es... imposible —susurró Dean sin quitarle la vista—, yo...

—Siempre he tenido esa sensación de que el vacío me absorbía. Esa soledad que sentía y que me reclamaba a cada paso de mi vida era como si tuviera una fecha de caducidad que llegaría en cuanto fuera feliz. Hasta que llegaste a mi vida y sentía que algo encajaba. No me di cuenta en un inicio, pero ahora lo sé —insistió Castiel.

—Cas... —un ruego casi silencioso.

—Me pregunté —continuó— qué tan cierto era lo feliz que fui antes del accidente, si era verdad que había amado tan profundamente que sospeché en algunos momentos que tal vez fue eso la causa de esa tragedia que me quitó más de un año de mi vida ¿y sabes? No entendía del todo cuando me preguntaba una y otra vez cómo sería la felicidad para mí, la verdadera. Caí en la que ahora creo fue un error, pensar que teniendo una familia propia ese vacío se llenaría y al fin sería feliz, feliz de verdad —sus palabras eran casi desesperadas mientras abría de par en par las puertas de su corazón y alma—. Por eso decidí tener un hijo, pero eso no se pudo —Castiel tragó saliva porque el no haber podido concebir siempre le causaba un dolor grande en el pecho—. Pero ahora...

—Cas... ¿por qué ahora dices esto? —El miedo se coló en las palabras de Dean y por alguna razón entendió su reacción de casi terror que vio en su mirada, en su expresión, pero él debía decir todo lo que ahora se había revelado para él—. No lo hagas, Cas... por favor...

—Pero ahora —enfatizó—, entiendo que la felicidad no es el tener lo que uno cree que le falta, sino realmente sentir aquel amor puro, el que no espera nada a cambio...

—De qué...

—Eres un hombre que hace pensar a todos que no ha pasado por nada. Que tiene una familia que lo ama, pero a pesar de estar junta, tú la sientes lejana, cómo si no fueran los correctos, pero sí los perfectos. Te sientes en una vida en la que has conseguido mucho y a la vez sientes que no has vivido nada, pero sobre todo los que te rodean, una vez más, no se sienten los correctos —vio a Dean estremecerse ante sus palabras—. Es exactamente como yo me siento y siento mi entorno.

Castiel necesitó tomar aire porque tenía la sensación de un leve déjà vu que le electrizaba la piel cómo si fuera una advertencia silenciosa, aun así, necesitaba decir todo lo que sentía.

—Cas...

—Eres un hombre muy protector, pero no al punto de aprisionar a quién proteges, le das opciones, le das la fuerza que necesitan para seguir adelante. Confías, te molestas, la jodes, amas... y sin embargo, te menosprecias a tal punto de que te cierras a lo evidente.

—No te comprendo...

—Piensas que está bien vivir en tu infierno personal cuando algo no haces bien y te niegas a ser salvado porque corres y te obligas a dar marcha atrás o a no hacer más en muchas ocasiones, pero tienes tu manera peculiar de rectificarte, de pedir disculpas, muchas veces, sin pedirlas realmente.

Esto último Castiel no pudo evitar sonreír levemente al recordar, casi con ternura, todas las veces en que ellos habían discutido por algún arranque tonto de Dean.

—Yo...

—¿Ahora sí te das cuentas de la razón para decirte todo esto?

Dean de improviso lo tomó de los hombros y con la mirada casi enloquecida lo sujetaba cómo si con eso quisiera evitar que él se fuera a alguna parte, miedo líquido arremolinándose en sus pupilas dilatadas, cuando eso era lo que él menos pensaba hacer, desaparecer.

—No te atrevas a despedirte o a decirme que sientes algo por mí. Entiendes, ¡no lo digas!

Castiel debió mostrar la confusión en su rostro, porque Dean comenzó a repetir que no dijera lo que él realmente le iba a confesar, pero a ya no le importaba nada, solo deseaba que lo supiera.

—Dean, te amo —soltó dejando en esa frase todo lo que sentía por él.

—¡Calla!

Castiel no pudo reaccionar o responder ante el arrebato de Dean porque en ese momento la puerta se abrió para mostrar a Hans, serio, en la puerta. Hizo una mueca al recordar la llamada anterior y de la propuesta que le ofreció, la que en un momento de locura había pensado sería lo correcto, había aceptado sin mediar las consecuencias que traería eso.

—Castiel, vengo por ti.

—¡No te lo llevarás!

El grito que soltó Dean lo asustó y asombró por su arrebato sintiendo que Dean lo sujetaba con mucho más fuerza y sus manos temblaban levemente; a la vez, algo le decía que todo podía volver a repetir si es que ambos no tomaban la decisión correcta; ahora, la pregunta real era:

¿Por qué tenía esa sensación y por qué era tan importante que en esa ocasión fuera distinta?

El vacío que llenasحيث تعيش القصص. اكتشف الآن