Capítulo 1(Guardianes)

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Madrugar nunca había sido mi fuerte

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Madrugar nunca había sido mi fuerte. El despertador, mi peor enemigo, parece que está esperando ese momento ideal del sueño —en el que estás completamente segura de que es real—, que, aunque no sabes que haces allí de pie en la cocina y que la oveja parada a tu lado no debería de estar ahí, estás convencida de que es todo verdad. Pero justo en ese segundo, en el que miras a la oveja que aún sigue en la cocina y sabes que su nombre es... ti, ti, ti, ti.

Abrí los ojos y pensé: «sé cómo se llamaba, lo sé». Pero también me di cuenta de que era un sueño, otro más, y si no cogía el coraje de levantarme, me diría un minuto más. Y doy fe de que no sería uno, ni dos, ni tres, ni cinco, serían más.

Gracias a que en la votación parlamentaria de la familia de tres miembros de los Wachter, saliera elegida Brisbane como ciudad de destino, levantarme tampoco se me hacía tan pesado. Adoro el calor y aquí tenemos la asombrosa temperatura de veinte grados en invierno. Los abrigos han pasado a mejor vida, junto con el remoloneo mañanero.

Mamá nos había dejado las tostadas preparadas, como siempre, en la isla de la cocina. Junto a la mermelada de fresa, la favorita de Magda, y la de arándanos, la mía. Cogí dos y dejé las otras para cuando mi hermana despertara, me apuré el té de un trago y salí corriendo en dirección al coche. Me tocaba abrir la tienda.

Ya habían pasado casi dos años desde que elegimos «cambiar de aires», como decidió llamarlo Magda, y sigue siendo difícil y duro para las tres. Para mamá, sé que menos. Ella lleva prácticamente toda su vida con la misma rutina: nunca más de cinco años en un mismo lugar. Pero era la primera vez para nosotras dos y la edad de Magda no era la ideal. A los dieciséis años es difícil dejar a los amigos, tus cosas, tu casa, dejarlo todo sin más. A mí me tocaba ser la fuerte, soy la mayor, y en el fondo me siento culpable por la situación.

Es verdad que habíamos pasado veintiún años sin necesidad de mudarnos. No obstante, somos conscientes de que, a partir de ahora, la regla vuelve a funcionar: nunca más de cinco años en un mismo sitio; como mucho, nos quedaban tres años más.

Lo bueno es que nuestros nombres no cambian, sigo siendo Marí Wachter, solo cambiamos de ciudad. Es que no hemos cometido ningún delito grave, ni estamos en algún programa de protección de testigos, ni nada por el estilo. Sin embargo, en cuanto mi habilidad llama mucho la atención, las circunstancias empiezan a cambiar, los caminos se modifican y los engranajes comienzan a funcionar. Algunas veces es una oferta de trabajo difícil de rechazar; una herencia de algún familiar lejano, que nunca habíamos visto. Siempre hay una circunstancia que hace girar la rueda. Y nosotras únicamente podemos observar cómo las cosas comienzan a encajar. Esta vez ha tocado Brisbane, aunque mañana quién sabe, cuando llegue el momento, todo volverá a rodar.

Por ahora, no nos podemos quejar. Hay que decir que el clima es genial y las playas son la guinda del pastel para Magda. Yo me conformo con el bazar, es un paraíso en la tierra.

Arbitrio "Guardianes de Almas"Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum