¿Qué tenía que ver Momoshiki Hana en la ecuación? Tremenda rara. Es un bicho raro de pies a cabeza, porque baila para medio mundo, le aplaude hasta a las mariposas y le importa la cantidad de perros callejeros que hay en la calle, porque siempre se llevaba uno cuando salía de la facultad y al parecer siempre les encontraba un hogar. Para Futakuchi, lo más probable es que la tipa tiene la carisma falsa que tienen los políticos solo para guardarse a la gente en el bolsillo. No es posible que se le partan los palillos casi siempre a la hora de comer, se le dañe el peinado por el manojo de pelos incontrolables que tiene sobre la cabeza o que conduzca ignorando los gritos de niños al cruzar la calle. ¿De verdad era así de desastrosa? No podía existir, por leyes naturales, un ser tan extraño y con poca suerte en la vida.

—Momoshiki, no pasará.

Y ahí estaba otra vez, ya estando en el tercer semestre pero llegando tarde. No sabía con qué pájaro dormía como para tener retrasos todas las mañanas y sobretodo, con esa materia.

—Kenji-kun, ¿Me prestarías..?

—Toma. No me interesa –le tiende el cuaderno de notas. Ella sonríe asombrada. Lo que le faltaba era pegar brincos infantiles–.

No le interesa. No debería interesarle.

Tratar con Momoshiki Hana es como luchar contra el fuego: en algún punto saldrías quemado. Ser reparado y tirado contra la pared, porque ella es un misterio iracundo, y a nadie le nace ayudar a los misterios iracundos.

Además, ¿por qué lucía tan feliz? Apenas le dio las notas. Cosa que siempre hace porque es la única cosa que comparten.

¿Qué cosa debería importarle verdaderamente? Sin tener nada que ver con esa adulto joven de complexión regular, prefería dejarla a su suerte la mayoría de oportunidades. No tenía que ofrecerle la chaqueta por mucho frío que hiciera, es una irresponsable y ella verá que le hará contra el gélido clima. Tampoco tenía que ayudarla con su super cub averiada. ¡Ni mucho menos darle dinero para el metro! ¡Tenía que ser una broma! ¿Desde cuándo se metió con ella? ¿Hizo algo en su vida pasada que merezca pena y castigo? Ni hablar. No tenía rasgos verdaderos de importancia como para tenerle siempre un ojo encima.

Su corazón tiene un precio, uno muy alto. También es muy orgulloso. Claro, no lo admite pero no tiene la obligación de ser su amigo.

¿Kenji-kun?

Abre los ojos, evitando parpadear para no ceder al sueño. Tampoco tenían que hablar por teléfono, tampoco para estudiar. No debería interesarle.

—Te escucho.

La risa acompaña al velada y por otro breve instante, se le olvida su propio apellido. La dulzura es demasiado empalagosa, pero allí...

—¿De qué te ríes? –pregunta con un poco de rabia escondida–.

Perdón –recuperaba el aire y así permitiéndole a Kenji recuperar el suyo, a pesar de que no había reído junto a ella–, es que tu respiración se escuchaba profunda y ya no estabas. Tuve la loca imaginación de que moriste.

¿Morir? Tremenda loca para decirlo tan vacilante.

—Oi.

Se le interrumpe por un bostezo al otro lado de la línea.

Me voy a dormir. Gracias por soportarme a mí y mi poca monta en Estadística II.

—Sí, sí. Haz lo que quieras.

Otra risilla y el sonido torpe del auricular se pierde.

Kenji se peina el cabello hacia atrás, busca las fuerzas para levantar su culo de la silla y cumplir la misión de poder llegar a la cama. Pero su conciencia le advierte que tendrá pesadillas, imaginaciones terroríficas con Hana, escuchando su tierna, perfecta y ridícula voz.

HQ!! ━ Song ShotsWhere stories live. Discover now