Después de lo sucedido aquella mañana, cuando mandó las flores al apartamento de policía ya nadie le parecía raro ver a Hannibal recoger a Will o invitarlo a comer a algún lugar. Pero, por algunas circunstancias a veces Will se veía temeroso al estar en público y estar íntimamente con el doctor, en un principio Aníbal lo permitió, hasta cierto punto.

—¿Te das cuenta? —Dijo Hannibal en voz baja, inclinándose para tomar las piernas de Will y ponerlas sobre su regazo, sosteniendo a Will más cerca mientras se recostaba. —¿Que estás siendo muy defensivo? Algo sobre él o te molesta mucho o no, y no estás seguro de qué te asusta más.

—Y ahora me estás psicoanalizando. —Will suspiró y se llevó una mano a la cara para frotarse los ojos. — Solo dime claramente, ¿de qué se trata esto?

—¿Cuándo fue la última vez que te sentiste realmente despreocupado, Will? —Hannibal preguntó, ignorando los comentarios de Will. — ¿Cuántos años tenías?

«Seis.»

La idea le llegó sin querer, de inmediato. Seis años. A los siete, el alcoholismo de su padre había empeorado y Will había necesitado recobrar el relevo. A los diez, mintió sobre su edad para obtener pastillas para dormir y desde entonces todo había sido cuesta abajo desde allí.

Hannibal asintió ante el leve rubor en las mejillas de Will.

—Hemos creado una partición. Will Graham, puedes ir a trabajar, salir a patrullar, hacer papeleos de denuncias, contestar llamadas, lidiar con la escena de un crimen, tener todo el estrés del día. Pero cuando vuelves a casa, tienes problemas para dejar eso atrás. Es mejor quitarlo todo, engañar a tu mente eliminando cualquier resto que pueda distraerte.

Tenía un punto. A Will le resultaba difícil pensar en los cadáveres cuando estaba distraído por la calidez y rozando la manga del suéter de Hannibal el cual traía puesto.

—Entonces, ¿esta es tu forma de crear una pizarra limpia para mí?

—Y, permitirte la libertad de relajarte, que te mime. Si quieres.

Los dedos de Hannibal encontraron un nudo, desenredándolo suavemente y luego rascando ligeramente su cuero cabelludo. A esto, Will podría acostumbrarse. Un abrazo tranquilo en el sofá, una mano en su cabello. Él podría querer esas cosas.

—Todos necesitamos que se nos recuerde lo amados que somos. —señaló Hannibal suavemente, relajando la cabeza de Will contra su hombro nuevamente hasta que suspiró.— ¿Dejarás que papá te ayude?

Will murmuró algo ilegible mientras estaba acariciando la clavícula de Hannibal.

—Me gusta que me mimes...

—Y, a mi también. —le aseguró Hannibal.— No quiero que dudes en pedir lo que necesitas. Voy a estar feliz de dártelo.

Will se sonrojó, su rostro escondido contra la garganta de Hannibal.

Él no quería pensar en nada de esto como algo que necesitaba. Pero, tal vez lo hizo. Tal vez esto era exactamente lo que se había estado perdiendo. Tal vez esta fue la respuesta a su estrés.

—Es solo que me siento frustrado por mi temor a mi padre...

Hannibal no contestó. Sabía muy levemente sobre el padre de William y casi nada de la madre de este, así que dejó que hablara.

—Dicen que cuando recorres un camino sin barreras es probable que no te lleve a ningún sitio. —De nuevo ambos sonrieron, y el mayor añadió— Salta las barreras que tú mismo te impones por vergüenza al qué dirán o pensaran y ve a por lo que quieres. ¿Por qué estar enfadado cuando lo que deseas es sonreír?¿Por qué mirar la ventana cuando lo que quieres es salir por la puerta? Piénsalo. Medítalo. Y verás cómo la vida es mucho más fácil para ti y para quienes te rodean si, en vez de luchar contra ella, te alías con ella.

La Danza Del Diablo - HannigramOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz